sábado, 15 de diciembre de 2012

INTENTO DE SUICIDIO

Esta semana me llamó mi hija Andrea desde Barcelona, donde vive y trabaja sin discriminaciones, a pesar de ser extremeña; sin sentirse esclavizada más que por el propio mecanismo diabólico del capitalismo cutre que nos toca sufrir; sin problemas de comunicación en la vida diaria a pesar de la guerra de idiomas virtual que unos contra otros se montan; integrada con absoluta normalidad en su entorno sociolaboral y sin una excesiva inquietud por las ensoñaciones estrafalarias de Mas y sus monaguillos bolivarianos. En resumen, siendo ejemplo palpable de los mundos diferentes en que viven los ciudadanos y los políticos: unos con los pies en el suelo de la vida real y, en su mayoría, ajenos a los problemas artificiales que los otros se montan y crean para aparentar ser útiles, tratar de justificar el sueldo que no se merecen y enmascarar su inoperancia y su mediocridad. Y a lo que iba, que me pierdo por los cerros de Peramola.  Decía que me llamó desde Barcelona mi hija Andrea, horrorizada y con la voz aún temblorosa por la angustia porque, camino a casa,  había sido testigo del intento de suicidio de una mujer que, en el balcón de un quinto o sexto piso, inclinada cabeza abajo por fuera de la barandilla, trataba de zafarse del hombre que la tenía sujeta por la cintura. A pesar de sus decididos intentos por matarse, el hombre consiguió impedírselo y logró ponerla a salvo en el balcón para, acto seguido, refugiarse con ella en la casa. Afortunadamente esta vez la muerte se quedó en propósito y, con ese argumento, traté de tranquilizar a mi hija, bien es verdad que con poco éxito. Mientras lo hacía, las tripas se me llenaron de desahucios. Y la cabeza de nombres desconocidos. Y los ojos de lágrimas.

Yo no sé si el problema de esa mujer era que la echaban de su casa y decidía quitarse la vida para que no se la arrebatara un banco y la dejara transformada en zombi, en una muerta viviendo sin presente, pero no me extrañaría. Porque lo que está pasando en este país con los desahucios, las fusiones, las quiebras, las indemnizaciones millonarias a directivos y la política legislativa que ampara los desmanes del sistema financiero es algo escandaloso. Aquí, se han arruinado cajas de ahorro por obra y maldita la gracia de políticos, sindicalistas, monigotes y exministros, con la complicidad del Banco de España y de gobiernos de uno y otro color, y los causantes del estropicio ni pagan ni se llevan los tiestos a casa. Antes al contrario, pasean su chulería y su desfachatez por donde les place, alardeando de impunidad y, como Miguel Blesa, expresidente de Caja Madrid,  quejándose de la incomodidad de un coche blindado de medio millón de euros. Aquí, estos mismos piratas han desposeído a miles de sus clientes, muchos de ellos jubilados, de los ahorros de toda su vida con el timo legalizado de las preferentes, y parece que los culpables son los expoliados porque, otra vez el indeseable Blesa pontificando desprecios, “en este país la gente no está acostumbrada a leer la letra pequeña.” Aquí, los culpables del descalabro económico se van de rositas al Consejo de Estado a cobrar por contar nubes o a consejos de administración de empresas beneficiadas a cobrar por contar cuentos, y la gente se va al paro a contar tristezas. Aquí, se legisla con la filosofía del beneficio inmoral que imponen los grupos financieros y a los dictados inflexibles de la estricta teutona, que mal rayo la parta, al tiempo que se desmantela la sanidad pública con el euro por receta, con la privatización de hospitales, con el cierre de ambulatorios,  con el pago de ambulancias no consideradas de urgencia a razón de diez euros por diálisis o por sesión de quimioterapia. Aquí, en España, se mercantiliza la cultura, la enseñanza, la justicia, la tranquilidad de los jubilados y, al fin, todo el puñetero engranaje del Estado se mueve sólo por el motor de la rentabilidad económica, de la estabilidad presupuestaria, del control del déficit. Y cada vez más parados, más desahucios, más necesidades sin cubrir y más tragedias domésticas. Pero, ya se sabe, “gobernar, a veces, es repartir dolor”, que dice el ultra travestido. Lo jodido es que siempre le toca a los mismos.

En fin, que salimos de la sartén para caer en el cazo. Hemos pasado del optimismo antropológico y bobalicón del suricato leonés, ese inútil de récord,  a la tristeza y la inseguridad de este Don Tancredo gallego de ojos espantados, de sonrisa forzada y falsa, que anda constantemente en un puro respingo como queriendo echar a correr, tratando de engatusarnos con un futuro que siempre está por llegar, que ni él mismo se cree y a saber si existe, mintiendo una y otra vez como un bellaco y manteniéndose gracias al rodillo de una mayoría absoluta inapelable y de una oposición inútil, añosa y desnortada, que anda a dentelladas internas o viviendo ficciones peliculeras o ilusiones soberanas. Y el país cada vez más triste, más suicida, más distante, más borracho de nada y más hambriento de todo. Pero no deberíamos consentir que esta panda de majaderos nos robara la alegría, porque ése sería el principio de nuestra derrota.

domingo, 2 de diciembre de 2012

CAMINO A CARCUNDA

Acuciado por preocupaciones que no viene al caso detallar, he tratado estos días de focalizar mi atención en el círculo más querido y cercano, damnificado e inocente origen de mi inquietud, y mantenerme ajeno y a cubierto de los ataques del mundo exterior, léase, noticias y estrambotes con que los distintos personajes y personajillos del escenario patrio nos obsequian sin tiempo para un respiro. Inútil empresa esta de intentar mantenerme incólume y a cubierto, cuando el bombardeo es un fuego graneado de bombas racimo saturadas de sucesos, ocurrencias y disparates. Y, a mayor abundamiento, si uno sigue leyendo compulsivamente periódicos en papel y online.

En cualquier caso, (a la fuerza ahorcan), me ha resultado imposible sustraerme a los vericuetos sorpresivos e imprevisibles por los que ha deambulado la posibilidad de pago de la puñetera paga extra de los funcionarios extremeños, consecuencia desconcertante del atolondramiento y la precipitación del Jefe del Gobierno de nuestra tierra al que, oyendo lo de la sentencia y los millones y digo yo que ansioso por anunciar un oasis en medio de tanto páramo económico, debió de nublársele vista y entendimiento de tal forma que, desde el conocimiento del dictamen del TC acá y en lo que a este tema se refiere, anda ora dándose contundente barrigazo, ora incorporándose desconcertado, rectificando para volver a equivocarse y, sin solución de continuidad, en busca del siguiente charco en el que despanzurrarse, en un afán desmesurado e incomprensiblemente terco en persona de tal rango de no medir antes de saltar. De modo que ahora el pago de la paga está, sin numerario contante del que echar mano, en un limbo jurídico-político que no presagia ningún final venturoso para los hipotéticos receptores de la misma. Me temo que, a la postre, los que en principio debieran haber sido agraciados al final serán los paganos inocentes de tanto dislate populista, de tanta incompetencia y precipitación interesada, y quedarán a dos velas, cacareando y con el mochuelo en sus espaldas de ser una casta de privilegiados, aunque el privilegio ande por los mundos modorros del ensueño presidencial. Por si este farragoso y ridículo asunto no tuviera, intramuros, suficientes actores torpes, nos viene de la capital el ministro Montoro nasalizando amenazas y anatemas al más puro estilo años 40. Y yo ya no sé, llegados a este punto impresentable, si nos gobierna la generación antero-posterior a  Solís Ruiz o su reencarnación consuetudinaria.

La duda se va transformando en la certeza y en el desasosiego de que algo aquí no va bien, de que poco a poco parece que la pringue va ganando terreno, ante la noticia del doble indulto, por parte del gobierno, a cuatro mossos condenados por torturas a un ciudadano al que, además, detuvieron por error. En febrero pasado el Consejo de Ministros les conmutó las distintas penas de prisión a que fueron condenados por una única de dos años de cárcel para cada uno de ellos que, teóricamente, no tendrían que cumplir al carecer de antecedentes. Como la Audiencia Provincial de Barcelona dictó que, a pesar de todo, debían entrar en prisión, el Gobierno les concedió el antepasado viernes un segundo indulto conmutando el ingreso en la misma por dos años de multa. Y sin ningún tipo de inhabilitación. Ha habido un manifiesto firmado por 200 jueces de toda España que entre otras cosas dice que este indulto “supone un menosprecio a miles de agentes de la Policía que cumplen a diario con sus funciones democráticas”. Bueno, pues así será porque no debe ser de otra manera y no debería ser digno de encomio el hecho de que así sea. Lo normal en una democracia es eso, que la policía, los jueces, los funcionarios, los políticos, los militares, cualquiera que ocupe un puesto dentro de la organización del Estado, se ajuste escrupulosamente en el cumplimiento de sus funciones a las normas democráticas que lo rigen. Por eso me resulta preocupante que el Gobierno de España indulte, no una sino dos veces, a cuatro policías torturadores de manera que las tropelías de estos matones de corral queden impunes y, por ello, justificadas de una u otra forma. Para poner la guinda al pastel, sale a la palestra el ministro Gallardón, (“la izquierda de la derecha” como algunos prisaicos interesados o miopes lo bautizaron), a poner las cosas en su sitio, o sea, en la cochambre más sibilina, mandando callar a los jueces discrepantes y reivindicando el poder del gobierno de indultar a quien le parezca bien. Zapatero indultaba a banqueros mangantes y Rajoy lo hace a policías fascistas. No sé lo que vendrá después, pero esto va camino de la carcunda. Habrá que estar con ojo de chícharo. Y piando, claro.


sábado, 10 de noviembre de 2012

LA OFICINA VIRTUAL

Además de la canonjía que supone el propio cargo, diversos chutes en metálico por movilidad y residencia, beneficios fiscales exclusivos y jubilaciones únicas, nuestros diputados nacionales reciben, al incorporarse como oficiantes al templo de la democracia, un lote-regalo consistente en: un iPhone, un iPad, un módem 3G, línea de voz y datos gratis, ADSL gratis en domicilio particular, asistente y despacho propio con PC, que todo es poco para que puedan cumplir su sagrada misión. Y ahí hubiera quedado la generosa bienvenida, en esa nebulosa etérea que destila el frufrú de las altas instancias patrias, si no fuera porque, en estos días, ha salido a relucir el trasiego que se han traído estos trileros 3.0 con los iPad, que desaparecían o se extraviaban como por arte de magia, de manera que, en apenas 10 meses, casi han acabado con los 50 que el Congreso de los Diputados tenía de reserva. Sus señorías, supuestas víctimas del robo o extravío del artilugio, no tenían más que solicitar otro para que les fuera repuesto. De bóbilis, claro. El asunto no tiene un coste económico excesivo, como se ha apresurado a decir alguno de los protagonistas, y sacarlo a la luz sólo sirve, añade,  para avivar el desencuentro entre la población y la clase política. Pero el tema no es tan baladí como este listillo quiere hacernos creer ni puede despacharse con dos frases hechas, porque el busilis no está en el gasto que supone el cambalache, que también, sino en la actitud de frivolidad y manga ancha en el gasto que patentiza. Y el poso que nos queda no es sólo los euros que nos cuestan, que también, sino la sensación de que estos andobas andan a lo suyo, ajenos y distantes, gastando a su antojo con pose de nuevos ricos y sin intención de renunciar a prebendas, brevas y bicocas varias que el cargo, incomprensiblemente, lleva aparejadas. Me gustaría saber cuántos de estos señoritos prestidigitadores de última tecnología eran de los que aplaudían, con frenesí orgásmico, la batería de recortes que el gallego tarumba que nos gobierna nos embutió este verano. ¿Estará entre ellos la tipa del “¡que se jodan!”?

Y hablando de privilegios, bicocas y despilfarros, por aquí, en plan doméstico, ha vuelto a salir a la palestra el asunto de la oficina del expresidente que, curiosamente, es una oficina de una virtualidad tangible ya que, sin existir, tiene oficinistas e, incluso, automóvil oficial con chófer. Y además, aunque al principio fue una, ahora son dos sin ser ninguna. El lío es gordo, ya ven. Creo que el problema viene de la contradicción intrínseca que acarrea el artículo 3 del Estatuto del Expresidente, que es en el que se apoya este truco de ilusionista y que dice: “Los presidentes de la comunidad autónoma de Extremadura, a partir de su cese, contarán con los medios materiales y personales necesarios para el sostenimiento de una oficina adecuada a las responsabilidades y funciones ejercidas”. Para empezar, los presidentes, a partir de su cese, ya no lo son, por lo que todo lo que viene detrás, huelga. Y como lo que mal empieza, mal acaba, ¿cómo estos entes de razón precisan de una oficina que sostenga de manera adecuada unas responsabilidades y funciones que ya no ejercen? Entonces, ¿qué se ha de sostener, el no-ejercicio? Yo no soy capaz de poner en claro este galimatías, aun teniendo visos de ser sublime.

Como quiera que sea, Rodríguez Ibarra dispone de tres empleados de su confianza a cargo de la Junta porque, según propia confesión, él no tiene dinero para pagarles al vivir de su pensión y a los que, como no le caben en el salón de su casa, ha metido a trabajar en el “Centro de Estudios Fundación Presidente Rodríguez Ibarra” creado por él y centrado “en la experiencia de quien fuera presidente de la Junta de Extremadura durante 24 años”. Dizque los tiene ordenando su archivo personal que pondrá a disposición de cualquiera que quiera estudiar la historia de Extremadura que, por lo que se ve, no se entendería sin él. ¡Qué pretensiones, tía Paca! Y digo yo, si este archivo de Juan Palomo lo obtuvo por su cargo de Presidente, ¿por qué lo tiene en su Fundación y no está depositado en la Junta de Extremadura, que sería su legítima dueña? Y si lo obtuvo por ser, un poner, profesor de la Uex en excedencia, ¿por qué tenemos que pagar los extremeños su catalogación y ordenación? El expresidente alude a su pensión parangonándola, de forma subliminal, con la idea de probidad. Para contrarrestar su desparpajo habrá que volver a decir aquí que, antes de cesar como presidente, dejó atado y bien atado el truco del almendruco de su retiro de manera que, este hito histórico viviente, seguirá cobrando su sueldo íntegro de profesor en activo hasta setiembre de 2019. Alrededor de 5.000 euros mensuales. Un privilegio que, sufragado por la Junta de Extremadura, supone más de un millón de euros anuales, que permanece incólume frente a recortes, ajustes y déficits presupuestarios y del que siguen disfrutando, junto al prócer, 69 elegidos más.  Para finalizar, Rodríguez Ibarra ha declarado: “Yo no tengo ningún problema porque por mucho que intente el periódico HOY desacreditarme, no lo va a conseguir”. Esto ya no cuela, Ibarra, que el acudir a confabulaciones orquestadas es conocida y vieja excusa de ciertos políticos desahogados para escurrir el bulto. Pero es que además, en mi opinión, le supone al HOY la capacidad de obrar milagros, porque si desacreditar es “disminuir o quitar la reputación a alguien”, en el caso que nos ocupa, ¿cómo podría nadie disminuir o quitar lo que no existe?

sábado, 27 de octubre de 2012

INFAMIA INSTITUCIONAL Y ELECCIONES

Salió con paso pausado, la barba cana bien arreglada, una botella de agua en su mano izquierda, la boina como de atrezzo y la mirada apacible. En la puerta del hospital recibió los besos de su hermano y, por su propio pie, se introdujo en el coche que lo esperaba, se abrochó el cinturón de seguridad, recostó su cabeza con gesto cansado en el respaldo del asiento y, mientras cerraba los ojos e inspiraba profundamente, el automóvil partió hacia Mondragón, camino de su hogar, en donde fue recibido entre vítores como un héroe. Esta fue la repugnante puesta en escena de la salida del hospital de Josu Uribetxeberria Bolinaga, asesino, torturador, guardián del agujero en el que Ortega Lara padeció 532 días de entierro inmisericorde y que, si no es por la sagacidad de un guardia civil, pudo convertirse en su tumba ante la negativa del valiente gudari a confesar su ubicación. Mientras veía las dulzonas imágenes de esta desvergüenza recordaba las primeras de Ortega rescatado, el desconcierto de su mirada atemorizada, sus gestos de dolor en cada paso, su barba greñuda y sin cuidar, su extrema delgadez, la similitud de su fragilidad esquelética con la de los liberados de los campos de exterminio nazis. Y pensar que el resultado de un proceso que comenzó en la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias-Ministerio del Interior-Gobierno de España, siguió con la estupefaciente actuación del juez José Luis Castro en funciones de laico mercedario y finalizó con el visto bueno de la Audiencia Nacional, iba a ser que el SS Bolinaga durmiera esa noche tranquilamente en su cama, me produjo unas náuseas nada metafóricas de las que tardé en recuperarme, avivadas como estaban, además, por la sospecha de que no fuera casualidad que esta infamia institucional televisada se produjera apenas 48 horas después de finalizadas unas elecciones vascas en las que Bildu, el partido de los conmilitones del pistolero, lograra 21 escaños gracias al 25% de los votos emitidos.  


Del disparate sangrante que supone la presencia de Bildu en el juego democrático, gracias a la incompetencia recalcitrante de  ZP (¡qué dañino para España ha sido este suricato inane!), a la sentencia evacuada por  Pascualín de Pascualón y sus mariachis constitucionales y a la abulia del Don Tancredo gallego que nos gobierna, no hablaré otra vez. Pero lo que si diré es que está claro que estos indeseables han sabido aprovechar perfectamente la puerta abierta para meterse en tromba en la fiesta, igual que las cucarachas aprovechan cualquier rendija para colarse en la cocina e infestarla. Su  estrategia ha sido impecable. Desde que en 2011 sus compañeros de ETA anunciaran el alto el fuego y el fin de la “lucha armada”, y aprovechando las disputas sobre galgos o podencos de los infelices conejos Patxi López y Basagoiti, han conseguido hacerse protagonistas de esta suspensión de los atentados y presentarse como hacedores indispensables de la “nueva e idílica fase del conflicto”.  Han escondido a los integrantes más exaltados de la izquierda radical nacionalista poniendo en primera fila una cara más amable de la
intransigencia. Un prototipo paradigmático de este juego de trileros es Laura Mintegi, número uno al Parlamento Vasco, una especie de monja alférez de sonrisa fácil pero inquietante, culta, educada, que bajo la venerable apariencia de una profesora de universidad de suaves ademanes debe esconder más veneno letal que una mamba negra, yendo, como va toda la coalición, de la mano de los terroristas.

Y si los verdaderos ganadores, números aparte, han sido los canallas, el gran derrotado de estas elecciones y de las gallegas ha sido el PSOE, que se ha dejado en la gatera 9 y 7 escaños, respectivamente. Patxi López ha andado triste y errático, el Pachi gallego me ha parecido un candidato de tercera división con menos carisma que una piedra, y a los dos se les notaba que llevaban sobre sus hombros el lastre de las encuestas, que auguraban el batacazo morrocotudo que al final se dieron. Ahora, desde el fondo del pozo, hablan de una “renovación ideológica”. O sea, lo de Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros.”  Pero una renovación, tal y como están las cosas y, lo que es peor, como se pondrán si las encuestas de las elecciones catalanas se cumplen, no es suficiente. Necesitan una catarsis contundente que veo complicado que pueda llevarse a cabo en un partido cada vez más esclerotizado, dirigido por un fósil como Rubalcaba, un segundón eficaz que ha sabido moverse entre las bambalinas del poder con cierta soltura intrigante, pero sin los reflejos y la agilidad necesarias para liderar la oposición. Si le añadimos el peso muerto de una biografía oscura de hombre oscuro, con algunas incursiones en terrenos verdaderamente pantanosos, y ese olor metafísico a tiempos pasados y naftalina que desprende, me parece muy difícil, por no decir imposible, que el problema se solucione. Porque, a mayor abundamiento, él forma parte del mismo. Es lo que pasa cuando el mozo de espadas comete la imprudencia de meterse a torero.

sábado, 13 de octubre de 2012

SE LE FUERON LOS TIEMPOS

Leí este verano, en el mes de agosto, un reportaje en el XLSEMANAL que me estremeció y me llegó al corazón. Narraba cómo en Colombia, al norte de la ciudad de Medellín, en el departamento de Antioquia, hay una serie de aldeas aisladas por las abruptas condiciones del terreno, aldeas como Angostura o Tamural que sufren, desde el siglo XVIII, el terrible azote de lo que allá llaman “la bobera”, una enfermedad que les roba la memoria. Los lugareños la creen producida por un maleficio o por árboles envenenados, pero no es sino una variedad de alzhéimer precoz, muy virulenta, que la endogamia y los sucesivos matrimonios consanguíneos, productos del aislamiento, han hecho que se propague y se transmita de manera dramática entre un buen número de familias. Algunas de ellas han visto infectados a la mitad o más de sus miembros. Es el caso, por ejemplo,  de Blanca Nelly, cuya abuela, madre, cinco tíos y tías, hermano, hermana y marido la han padecido. Además, para añadir dolor al dolor, si en el alzhéimer común el hecho de que uno de los padres lo sufra solo aumenta de una manera marginal las probabilidades de que sus hijos la hereden, en esta variedad precoz las probabilidades llegarían hasta el 50%. Si ambos progenitores fueran portadores de esta llamada “mutación paisa”,  el índice aumentaría hasta un 75%. Quienes hereden la forma paisa de la enfermedad, la padecerán sin remedio. Al final de crónica tan dramática, no obstante, se abre una puerta a la esperanza al darnos noticia del inicio de un ensayo clínico que probará una terapia preventiva en 300 habitantes de la región, sanos pero predestinados genéticamente a desarrollar alzhéimer. “Entramos en una nueva era”, afirma el Dr. Reiman, coordinador de la iniciativa, “estas familias son una fuente investigadora sin precedentes. Por primera vez tenemos buenas posibilidades con esta enfermedad”.


La verdad es que, con las fotografías y los testimonios que acompañaban a la narración, el asunto me sobrecogió, aunque también es cierto que yo estaba predispuesto a que esto ocurriera. No es que esté obsesionado con la enfermedad de Alzheimer, o quizás sí, es que, de unos años acá,  me angustia terriblemente el olvido,  angustia que va aumentando a medida que envejezco, sin que nada tenga que ver esto con mi variado catálogo de hipocondrías y aprensiones. Es una cuestión mucho más simple y evidente, tanto como que a medida que voy cumpliendo años es inevitable que vaya teniendo más pasado que futuro, de modo que la vida va siendo cada vez más recuerdo y menos proyecto. Y el presente, de una forma sutil y constante, se va transformando en un fugaz relámpago que va quedando atrás, futuro que se hace pasado en un suspiro. Y es entonces, cuando ya eres quien eres mucho más por lo que has sido que por lo que podrás llegar a ser, es cuando esta terrible enfermedad, traicionera, puede sobrevenirte para robarte tus recuerdos y con ellos tu vida, hasta llevarte a no ser alguien o, quizás, a ser alguien que no eres tú. Porque si eres por lo que has sido, al borrarte la memoria de ti mismo, ¿qué te queda, en qué te conviertes? Este verano incandescente que hemos padecido vi en un telediario a una mujer a la que le había ardido su casa. Entre sollozos se lamentaba de que, con ella, se había abrasado su vida, quedando todos sus recuerdos reducidos a cenizas. Pensé, en ese instante, que eso viene a ser el alzhéimer, un fuego interior que arrasa con tu vida y difumina tus recuerdos como cenizas esparcidas por el viento del olvido. Y que te arrebata, de manera inmisericorde, la capacidad de añorar, la posibilidad consciente de sentir el dolor agridulce de la nostalgia.

Me comentaba un amigo que en algunos países sudamericanos de habla hispana se dice que, al que padece este mal, lo que le ocurre es que “se le fueron los tiempos”. A dónde se habrán ido, entonces,  los tiempos de mi amiga Quina, inteligente, dicharachera, torbellino imparable de ocurrencias. O los de mi amiga Rosamari, tan elegante, tan culta, tan acogedora. Sus tiempos se van hacia el olvido y, a menudo, se llevan con ellos el tiempo de quienes les rodean y los quieren y los cuidan, como una tempestad que desatase todos los demonios de la desmemoria, impidiéndote, siquiera, reconocer lo conocido. En el sobrecogedor y esperanzado libro de Pedro Simón, Memorias del Alzheimer, en el que se recogen con delicada ternura las historias de personajes que padecen o padecieron la enfermedad, de Solé Turá a Maragall, de Chillida a Antonio Mercero, el hijo de este último dice una frase que viene a resumir la angustia insoslayable de las circunstancias que rodean al mal, este terrible dolor de ida y vuelta: “Todo el mundo te habla de cuando tu padre no te va a conocer, pero nadie te prepara para el día en que tú no vas a conocer a tu padre”.

lunes, 17 de septiembre de 2012

EL CIRCO AGOSTEÑO (2)

En mi artículo anterior intenté hacer un recorrido sobre las diversas actuaciones circenses que ha habido durante el mes de agosto en esta “España insólita”. No sé si es que me faltó espacio o me explayé en demasía, pero sólo me dio tiempo a glosar dos: la intervención estelar del “Dúo Sacapuntas” expropiador de garbanzos y su protesta andariega por los campos de Andalucía, y la magistral lección de labia y oratoria que, agonizando el mes, nos obsequió Fernando Manzano, a la sazón presidente de la Asamblea de Extremadura y, por tal, primo de su chófer.  


Uno de los asuntos que se me quedó en el tintero metafórico, digo, es el de la entrada de Mario Conde en la política activa, aunque por el momento sea más un anuncio que una realidad. Se presentaría bajo las siglas de un partido, “Sociedad civil y democracia”, que tampoco es partido, sino una agrupación de personas que entrarían a hacer política sin ser políticos y que, además, no están de acuerdo en la forma en que está organizado el sistema participativo y democrático en España. O sea que, después de tanto oxímoron, no sé si anuncia que se presenta sin anunciarlo o, rizando el rizo, que no se presentará presentándose. El caso es que él, amparado en el grupo Intereconomía,  pontifica desde su blog y sus tertulias con pose de prima donna, como si fuera una virgen inocente recién llegada a este lupanar en que políticos de uno y otro signo han convertido la arena patria, asegurando tener la fórmula para sacar a este país de la crisis. Además promete dar voz al ciudadano de a pie y, ojo al parche, acabar con la dictadura financiera impuesta por bancos y banqueros. No alcanza el nivel de Ruiz-Mateos, otro que tal, al que le he oído decir que tiene seis maneras diferentes para arreglar nuestra debacle económica en veinticuatro horas. Lo cual, que a ver quién mea más lejos. El adelanto de las elecciones gallegas ha cogido al exbanquero cuentista metido a redentor con el paso cambiado, pero ha estado diligente y, al final,  se batirá el cobre en la circunscripción de Pontevedra. Además el próximo 6 de octubre, cuando se celebre el congreso constituyente de este engendro de partido-antipartidos, el relamido expresidiario presentará su candidatura a presidente del mismo. En cualquier caso si por la premura de tiempo tuviera problemas para enjaretar las listas, me permito sugerir algunos nombres que, en mi humilde opinión, pueden encajar en el proyecto sin desentonar con su líder, a saber: Roldán, Correa, el Bigotes, Matas, Carlos Fabra, Camps, Urdangarin, el Méndez de Caixa Galicia, la Amorós de la CAM, Vera, Barrionuevo, la princesita Munar y el Dioni. Habrá más, digo yo,  pero esos ya que los busque él entre sus compañeros de patio.

Y para coronar con una  guinda agria, el caso del etarra Bolinaga, que ha sido la representación de un sainete trágico en sesión continua y que seguirá coleando para vergüenza de unos, regodeo chulesco de otros y desgarro e indignación de muchos. La blandenguería y los miramientos que Gobierno y jueces han tenido con esta sabandija, invocando el estado de derecho y el imperativo legal, es una tomadura de pelo dramática que sólo podría explicarse por motivos espurios que ningún responsable de la afrenta se ha atrevido a confesar. Porque lo que sí está claro, de entrada, es que la ley no obligaba al gobierno a concederle el tercer grado a la bestia. La concesión está dentro de la ley, pero también lo hubiera estado el negársela. Y el que diga lo contrario, ministro o no, miente. Después vino el informe de los médicos del hospital donostiarra, al que concedo la misma objetividad que a los profesores de la UPV calificando exámenes de  presos etarras. Le siguió la pantomima grotesca de la huelga de hambre del criminal, que duró poco si es que alguna vez empezó y a la que se unieron, también de manera virtual, las huestes filoetarras de Bildu y asimilados, que compensaban el sufrimiento del sacrificio solidario hartándose de mortadela con aceitunas que escondían debajo del colchón. Continuó con la actuación desconcertante del juez José Luis Castro, viajando hasta la cabecera del doliente para comprobar in situ el estado de salud del pajarraco. A la vuelta emitió un peculiar auto plagiario en el que, sin atender al dictamen de la forense de la Audiencia Nacional y de la fiscalía, concedía la libertad condicional al asesino. Dadas, según parece, sus  profundas convicciones religiosas, podría colgar toga y puñetas y abrazar los hábitos de la Orden de la Merced, que se dedica a la redención de cautivos y al auxilio de enfermos, caritativas acciones ambas que se ajustan mucho mejor a su intervención en este turbio caso. Y por último, esta semana la AN, también contra el criterio de fiscal y forense,  ha cerrado el círculo infamante y ha liberado al bicho preso.

“A las leyes no les gusta que nadie muera en la cárcel”, ha frivolizado Rajoy destrozando la sintaxis. Tampoco debe de gustarles que alguien descerraje 18 tiros por la espalda a un guardia civil, Mario Leal Baquero, como hizo este cobarde. Lo que ocurre es que esto no es cuestión de gustos, ni siquiera de leyes. Es cuestión de justicia. Y justo sería que esta escoria de mirada oscura cumpliera la pena íntegra a la que fue condenado. Si, enfermo de cáncer, muriera antes de salir del trullo y saliera de él con los pies por delante, mala suerte. O buena, según se mire.

sábado, 1 de septiembre de 2012

EL CIRCO AGOSTEÑO

Se acaban mis vacaciones. El lunes volveré al trabajo, ¡bendito sea!, y se iniciará la curva espiral de un nuevo año tras la holganza. Está bien. Es lo que debe ser y ojalá pudieran hacerlo en España, cada año, cinco millones más de trabajadores que ahora andan con la soga de la angustia al cuello. No caeré en el tópico de decir que este mes me sirve para cargar las pilas -frase estomagante que me repatea lo indecible- entre otras cosas porque no sería verdad. Antes al contrario, si un hecho tan antinatural pudiera llevarse a efecto yo creo que, en vacaciones, lo que habría que hacer es descargarlas y volverlas a cargar y mantenerlas así, a pleno rendimiento, para el trabajo. De modo que lo que yo hago es tender una hamaca imaginaria entre el paréntesis que encierra el asueto y, al tiempo que me imbuyo de todos los principios básicos del más delicioso “camastroneo”, zambullirme en ella y gozar de la dulce sensación de no hacer nada o, mejor, de no tener que hacer nada. Cierto es que sigo madrugando, porque me gusta madrugar, pero ahora lo hago para disfrutar del amanecer y regodearme en el cotidiano y parsimonioso milagro de la luz. O sea, me recreo perdiendo el tiempo que, por otra parte, es una manera de vengarte de él y de su inexorable crueldad, sin estar seguro del día en el que vivo ni de la hora que es.

Esta situación de placidez que tiene practicar “il dolce far niente” no me ha impedido, sin embargo, estar atento a los acontecimientos de este curioso mes de agosto que, por momentos, ha transformado el país en un inmenso circo al que envidiaría el mismísimo Ringling. La pista central de este tinglado la monopolizaron, sin duda, Sánchez Gordillo y su lugarteniente Cañamero, especie de Dúo Sacapuntas expropiador, que se han tirado el mes “expropiando”  hipermercados, ocupando fincas y palacetes, y liderando una marcha de jornaleros por las tierras de Andalucía. Banderas al viento, a los sones de las canciones militantes de Quilapayún, iban sembrando los áridos campos andaluces de consignas revolucionarias, en un generoso afán de despertar al pueblo de su letargo y su modorra de años. Resultaba una imagen tan estéticamente moderna, tan cargada de futuro,  que eché en falta, entre hoces y martillos y retratos del Che, una pancarta que gritara “¡Muera Franco!”. No me explico cómo no se les ha ocurrido. No contentos con eso y como si el coraje contestatario les hubiera proporcionado el don de la ubicuidad, aparecían en toda clase de tertulias radiofónicas y televisivas, ora matutinas, ora vespertinas, repitiendo sus elaboradísimos argumentos con la contumacia recalcitrante de un Serafín Latón.

Arrastrados por la fuerza de su ejemplo, los tres parlamentarios de IU en la Asamblea de Extremadura han interrumpido sus merecidos días de descanso y se han unido al movimiento, siquiera haya sido de forma esporádica y testimonial, que tampoco es cuestión de exigir a los peones el ardor guerrero del general. Uno de ellos, más inquieto, participó en el intento de expropiación de un híper en Mérida, acción abortada por la presencia intimidatoria de la policía represora y clasista al servicio del capitalismo; los otros dos, más calmos, acompañaron al líder durante una etapa de “la larga marcha”, llegando incluso a dormir una noche sobre el inhóspito colchón que les proporcionaba el césped de una gasolinera. La lucha exige esos sacrificios, pero los tres hallaron consuelo a sus penalidades exhibiendo sus hazañas. Tal es el poder de convocatoria de este autoproclamado “Gandhi del siglo XXI” que, para demostrar sus ideas pacifistas no tuvo reparo en fotografiarse, trasunto de Bob Esponja con barba y pancarta de “euskal presoak-euskal herrira” o algo parecido, junto a un grupo de militantes de Bildu o congéneres que, como sabemos, son paradigma vivo de la lucha política no-violenta en el País Vasco. Una muestra más de la coherencia ideológica de este personaje sin par.

Ha habido más artistas actuando en este circo patrio agosteño, entre otros: Mario Conde y su entrada en la política activa, el esperpento trágico del etarra Bolinaga, el sainete de la comisión de investigación de los ERE andaluces o la abracadabrante restauración del eccehomo de Borja, de los que trataré de hablar en próximos artículos. Pero ante el temor de que la inspiración tome otros caminos o, simplemente, desaparezca, me voy a permitir dar un salto cronológico hasta el jueves día 30. Ese día escuché en la radio la alocución no sé si de un jefe de pista o de un caricato de este circo patrio, Fernando Manzano, a la sazón presidente de la Asamblea de Extremadura y, por tal, primo de su chófer, que vino a poner la guinda mágica a esta función circense sin parangón. Nos hablaba de la inminente convocatoria de la comisión de investigación sobre FEVAL, con esta perorata que no me resisto a reproducir de forma literal: “Establecerán en la comisión de investigación los plazos, las formas, verán las posibles comparecientes ante esta comisión, etc., etc. Y como presidente de la Cámara le he hecho un mandato a la misma y al presidente de la misma, y es que agilice los trabajos de la misma para, a ser posible, esos trabajos pudieran estar finalizaos lo antes posible”. O sea, algo así como: “si es posible agiliza tú mismo los trabajos mismamente ya”. Un fenómeno, vaya.



lunes, 23 de julio de 2012

JESÚS DELGADO VALHONDO

Hacía tiempo que no me asomaba a esta ventana con un poema. Lamento que no sea nuevo en su escritura, aunque siga siendo cotidianamente nuevo en la constancia de la pérdida. Porque Jesús, sin estar y por no estar, sigue estando conmigo. Desde 1993 su ausencia es un silencio sonoro y prolongado que me acompaña porque, aún 19 años después, no me he acostumbrado a vivir sin él. Lo escribí en las primeras horas de aquel sábado, 24 de julio, recién llegado de la constancia de su huida inevitable, que también era la mía. Entonces, como ahora, vivía en el campo, y un grillo se había colado en el dormitorio. Desde el salón, mientras me vertía en estos versos, oía su cri-cri y, en mi tristeza, imaginé que era él, mi Jesús, que venía a acompañarme y, siempre tan amigo, a disculparse por abrir un océano de imposibles en mi vacío. Ahora, con mi dolor ya maduro, lo expongo aquí, en esta página que tantas veces ha sido escaparate de artículos, dislates y desahogos. Mi única pretensión es descansar.

JESÚS 23 DE JULIO

                                               Para Joaquina y Jesús y Felipe y Sofía

Amanece.
Aún parpadea la tarde.

Acabo de llegar de oír el silencio.

Es 24 ya, Santa Cristina,
el santo de mi hermana.
Están los grillos
musicando la pena
mientras la vida vive de su asombro
y late el corazón sin saber dónde.

Amanece.
Acabo de llegar hace mil años.
Aún persiste la tarde repetida
y está el amor subiendo
como un amargo mar hasta mis manos,
dulce recuerdo
en el que ya no caben mis recuerdos:
oigo tu voz, pero es todo silencio.

Ahora me esperas más allá  de siempre.
Se ha dormido el dolor. Respira fuerte.
Hay una sensación de desamparo
recorriendo la casa. Impertinente
me pregunta la ausencia por tus manos.
Duda el reloj, monótono, sus horas
que ya no son las nuestras:
Yo no sé responderle.

Amanece.
Me mira el sol los ojos.
Se asoma por detrás de los olivos
para darme calor. Y es este frío
el que me tiene insomne,
transparente,
frágil como un carámbano,
sombrío,
viajero del recuerdo,
apabullado
por tanta rigidez,
por tanta muerte.

Es hora de salir hacia la vida
(hace rato que dieron ya las siete)
pero no muevo un músculo:
yo sólo tengo ganas de quererte.

Es hora de salir.
                          Pasó la noche
por detrás del dolor. La luz
va vistiendo de sábado a la gente.

Un grillo canta triste junto a mi corazón
y en tus manos, Jesús,
porque amanece.

sábado, 14 de julio de 2012

LOS CUATRO ROBINSONES

En las navidades de mi niñez, felices y mágicas, los cuatro hermanos chicos solíamos representar en el salón de nuestra casa una obrilla de teatro o un cuento infantil. Un año, alrededor de cincuenta atrás,  interpretamos un fragmento de Los cuatro Robinsones, un juguete cómico de Enrique García Álvarez y Pedro Muñoz Seca que narraba las peripecias de otros tantos crápulas, Venancio, Crescencio, Leoncio y Geruncio que, perdidos en una de las islas Columbretes  y con más hambre que piojo en peluca, deciden sortear cuál de ellos se sacrifica para que los tres restantes y dos señoritas que les acompañaban, se lo coman y, así, sobrevivan. Le toca la china al tramposo Venancio, encarnado por éste que firma, que, a su vez, es víctima de la trampa de Crescencio, que le madrugó la jugada. Sus compañeros le aconsejan resignación mientras él, burlador burlado, se marcha camino del matadero.

Es curioso cómo, cuando vas cumpliendo años, los vericuetos de la memoria emparejan situaciones y vivencias que hacen que el tiempo se comprima, de manera que vives la ilusión de llevar entre las manos un pasado remoto que permanecía dormido y que, en un santiamén, sientes con todo lujo de detalles. En mi anterior artículo el causante de este viaje interior en la máquina de mi tiempo fue el Sr. Manzano, presidente de la Asamblea y, por tal,  primo de su chófer, al airear como sacrificio por la patria autonómica la pamplina demagógica de los doscientos eurillos que sus diputados, dizque en  filantrópico gesto, se quitan de sus sueldos en aras del bien común. Y consiguió que me acordara de aquel ministro franquista, Solís Ruiz, especialista, como él, en arengas populistas. Ahora ha sido Rajoy, en su discurso del miércoles, el causante de mi experiencia “retroviajera” hasta hacerme revivir una Navidad feliz. Feliz aquel tiempo, sí, desprovisto ahora, en perspectiva, de puntuales angustias o de veniales zozobras olvidadas. Pero, roto ya el hechizo y esfumado el ensueño, me quedé con la frialdad y el dramatismo de la escena que supone la inmolación de Venancio en beneficio de sus compañeros de hambruna. A mayor abundamiento, cuando fui yo el intérprete de tan desdichado personaje. Y a medida que avanzaba la perorata de un presidente de gobierno maniatado, que traslucía la impostura de su seguridad, bien pensé que, de un momento a otro, entre las medidas que trataba de justificar con razonamientos falsos y espurios, anunciaría que, para 2013, uno de cada diez parados, uno de cada diez funcionarios, uno de cada diez dependientes, debería ser inmolado en beneficio del resto de compañeros y del ajuste presupuestario. Y en ese tembleque surrealista vino hasta mis ojos, de una forma vívida y cercana, aquella función navideña. Veía, en nebulosa,  mi barba pintada con corcho chamuscado, la luz sepia del pasado, el chaleco raído, el bastón y el pedazo fatídico de papel cuadriculado en el que, no sé cuál de mis hermanos, había escrito el nombre que me condenaba al suicidio generoso: Venancio López González.

Ahora, en este esperpento, a muchos millones de españoles nos ha tocado el papelito cuadriculado con nuestro nombre, y somos los venancios sacrificados para pagar las deudas de otros, para ajustar sus cuentas y para que unos pocos crescencios, listos ellos y adelantados, sigan aprovechándose de esta estafa colosal. Con la diferencia de que, en este caso, nosotros no hacemos trampas, sólo somos las víctimas de la tragedia. Porque, ¿es que sólo funcionarios, parados y dependientes hemos de pagar el grueso del derroche de políticos y banqueros? ¿Pero es que empobreciendo a la población se puede crear empleo? ¿No se ahorraría más suprimiendo una Cámara inútil como el Senado que restándole prestaciones a los parados? ¿Es que si diputados y senadores tributaran por el IRPF como el resto de nosotros, no habría dinero para ayudar a los dependientes? ¿Y si dejaran de viajar gratis en preferente? Y si los consejeros de entidades bancarias intervenidas ajustaran sus sueldos exorbitantes a los de los empleados públicos, ¿habría para la paga extra de los funcionarios? ¿Y si todos los miles de políticos de este país se quedaran sin paga extraordinaria de diciembre o su equivalente? ¿Y si patronal, partidos políticos y sindicatos vivieran de sus cuotas sin un céntimo de subvención? ¿Y si se despidiera a los miles de octavos pasajeros,  asesores ministeriales, autonómicos y presidenciales, áulicos o no? Y, si como insinúa el nasalizado Montoro y pontifica Monago, “el IVA no lo paga ni Dios”, ¿para qué coño lo suben? Y puestos a preguntar y aprovechando que el Rivillas pasa por mi puerta, y viendo que ahora nos vendrán los sindicatos con la fanfarria de la huelga y el encorajine, no sé cómo hace huelga un liberado sindical de la Administración, ¿no yendo a Carrefour?

Mientras veía y oía el discurso de nuestro presidente tarumba, me asombraba el éxtasis furibundo de la bancada pepera. A cada hachazo que anunciaba, aplaudían como posesos. De modo que hasta que este buen alemán (¡pobre Soderbergh!) no bajó del estrado, no quedé tranquilo. Porque estaba temiendo que, tras el anuncio de cada puñetera medida navajera, esta panda de adoradores exaltados, en el clímax de su arrebato, gritara: “¡Otra, otra...!”.  Y que el martirio, entrando en un bucle endiablado, no se acabara nunca.






sábado, 23 de junio de 2012

LOS NUEVOS PEDRINES

Muchas de las aventuras que amortiguaban la melancolía de tantas tardes dominicales de mi infancia, protagonizadas por Roberto Alcázar, el intrépido reportero español, y su avispado ayudante Pedrín, eran rematadas con una viñeta que venía a ser el paradigma de la horterada carpetovetónica de la época. Cuando nuestros héroes habían logrado poner a buen recaudo a los malvados Kuripachas, a pillos y maleantes de la calaña de los que integraban el club de los cachiporras, o al terrible y diabólico doctor Pat, y la policía del país indeterminado que había sufrido sus desmanes les entregaba la suculenta recompensa que se ofrecía por su captura, nuestro generoso amiguito, con los brazos en jarras, inquiría: “Este dinero lo repartiremos entre los niños pobres, ¿verdad Roberto?” A lo que éste contestaba henchido de orgullo: “Claro que sí, Pedrín”. Para después, dirigiéndose a la concurrencia, apostillar: “Este Pedrín tiene un corazón de oro”. Fin de la aventura. 

Ha venido a mi memoria esta cursilada empachosa al leer la noticia del acuerdo aprobado por la Mesa de la Asamblea, con los votos de PP e IU, de rebajar en un 5% el sueldo de los diputados regionales y de destinar su importe a obras de beneficencia, esto último también con el consenso del PSOE. Ya ven, me han llevado cincuenta años atrás en un verbo. Y, además, para no salir del pasmo con estos "Pedrines" reconstruidos, porque el asunto será sublime pero yo no lo comprendo. Según mi corto entender, esta nueva medida se enmarca dentro del plan general y obsesivo emprendido para reducir el déficit que nos ahoga. Aquí se está recortando de una manera salvaje para no sólo no gastar más de lo que se ingresa, sino para gastar menos aún. Y nos justifican el atropello por la necesidad de llevar a cabo una política de ahorro que suponga una merma efectiva en el gasto público. Y hasta ahora yo creí, de acuerdo con el diccionario de la RAE, que ahorrar era “reservar alguna parte del gasto ordinario o evitar un gasto o consumo mayor”. Pero hete aquí que llegan estos portentos de la semántica y encuentran un nuevo significado a la palabra, ampliando el sentido del concepto con un oxímoron estrambótico, de manera que para ellos ahorrar es “dejar de gastar, gastando”. Porque, en el caso que nos ocupa,  el presupuesto no varía cuantitativamente, sólo hay un cambio en la aplicación del gasto. El dinero que se iban a gastar en cañas se lo dan al pobre de la esquina, de modo que el remanente de la hucha no aumenta. Lo cual, que “para puta y en chancletas, estate quieta”. Más les hubiera valido no organizar esta pantomima y dar a los diputados un cursillo acelerado de caridad para orientarles sobre el destino de la limosna, siempre bajo la máxima cristiana de que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, nunca mejor dicho esto de izquierdas y derechas, si se me permite el tópico.

Si, dado este galimatías conceptual, de entrada, el asunto no pintaba bien, la puesta en escena ha sido de aurora boreal. Empezando por lo de “12 meses, 12 causas solidarias”, que es para ir a mear y no echar gota, y siguiendo por el sermón que nos larga el inefable Sr. Manzano, presidente de la Asamblea y, por tal, primo de su chófer. Porque vamos a ver, la rebaja efectiva que supone a cada parlamentario esta medida engañosa es de 200 euros al mes, menos de lo que le cuesta a un empleado público mileurista el aumento de horas de trabajo, el aumento del IRPF y la supresión de la carrera profesional. Mientras que estos benefactores desinteresados verán reducido su salario a, sólo, 4.100 euros mensuales. Sin contar otros ingresos. Y esta tomadura de pelo nos la vende el primo de su chófer  como una muestra de la actitud solidaria y sensible de la Asamblea ante la difícil situación económica, y para que seamos conscientes del “esfuerzo de cada parlamentario para arrimar el hombro por los extremeños”. Este hombre delirante debería hacerse un llavero con la imagen de su ombligo esculpida, para poder mirárselo sin descamisarse y besuquearlo a su antojo, como si fuera un relicario. Porque no señor, mire usted. Los que están arrimando el hombro por los extremeños y pagando el pato de sus dislates son los propios extremeños: los jubilados que tendrán que pagar sus medicinas; los enfermos que se han quedado sin servicio de urgencias; los funcionarios que han visto reducido su salario y aumentada su jornada laboral y los interinos que se verán en la puñetera calle por ello; los alumnos que no podrán disfrutar de beca; los agricultores sin seguro; los profesores y alumnos que verán mermada la calidad de su enseñanza por al aumento del ratio por aula y los interinos que se irán a la puñetera calle por ello; los parados actuales y los que vendrán; los autónomos que cierran y que cerrarán  y, en fin, todos los que tendremos que pagar  45 millones más al año por el aumento del precio del agua y de la gasolina. Y usted, sacamuelas de baratillo, nos habla de los doscientos euros de sus "Pedrines" como un ejemplo de solidaridad y sacrificio. En cuestión de demagogia relamida y populismo cutre anda mojándole la oreja al mismísimo Solís Ruiz, que ya es ansia. Lo dicho, cincuenta años atrás. Pero sin tebeínos.

sábado, 2 de junio de 2012

EL TREN DE LOS ESCOBAZOS

He visto en Internet a una niña canadiense de 12 años, Victoria Grant, explicando, con un desparpajo y un aplomo impropios de su edad y de lo complicado del tema, el perverso mecanismo que mueve nuestro sistema financiero, engranado para esquilmarnos. No sé si el discurso ha salido de su cabeza o simplemente lo ha recitado pero, en cualquier caso, la  repajolera niña es un prodigio de clarividencia o de memoria o de las dos cosas. “Resulta obvio, incluso para una niña de 12 años, que estamos siendo robados y timados por el sistema bancario y un Gobierno cómplice.” “Los bancos dan un dinero que no tienen, aprietan un botón en el ordenador y generan un dinero falso en el aire. En realidad, no tienen nada en sus cámaras.” “He descubierto que los bancos y el Gobierno se han confabulado para esclavizar financieramente a la gente.” Son algunas de las perlas que desgrana la criatura en una perorata que dura 6 minutos, en la que da una visión clara y precisa de la crisis y sus culpables y que, si tienen interés en ver, pueden encontrar en Internet, introduciendo en Google su nombre. Quien sí debería ver el video y tomárselo como un ejercicio de aprendizaje es Mariano Rajoy. No digo yo que para imbuirse de la enjundia de su pensamiento, que eso sería un milagro y no estamos en Lourdes, pero sí, al menos, para aprender a aparecer ante las cámaras con la seguridad y la confianza que la niña desprende. Porque Rajoy, cuando no huye de ellos despavorido, comparece últimamente ante los periodistas tal que si fuera a entrar en el tren de los escobazos: mirando desconfiado a todas partes, con los ojitos sin vida fuera de las órbitas como si hubieran sido sometidos a una concienzuda sesión de dilatación pupilar, inseguro, temeroso, disperso, encogido, sin la marcialidad impostada de andarín pinturero que antes esgrimía. Después rompe a hablar y se completa la imagen desastrosa, porque lo hace con una falta tal de convencimiento incapaz de disimular, que sube el pan, la prima de riesgo y el propio riesgo.

Cuando calla o manda callar, la cosa se pone peor. Ya me dirán, si no, si el silencio  impuesto en el turbio asunto de Bankia ha servido para algo más que para que la prima de riesgo se encarame a la estratosfera y el Ibex viaje con el profesor Lidenbrok al centro de la tierra. Aunque estos portentos sigan echándole la culpa del descalabro escalonado a Grecia y su incertidumbre, es evidente que las causas no van por ahí, que hay una relación directa entre Bankia, como paradigma de nuestro sistema financiero,  y el ascenso de la prima. Y el hecho de no querer explicar el fondo del asunto ha agravado la contundencia del batacazo. Cuando, además, este silencio apesta cada vez más a “omertà”, porque el concepto de familia de Don Vito Corleone es “peccata minuta” (valga el chiste fácil) comparado con el entramado de primos, cuñados, sobrinos, cónyuges, paniaguados, protegidos y conmilitones que concurren en Bankia y en la mayoría de las cajas de ahorro españolas. Y todos chupando del bote hasta provocarse boqueras. Los activos tóxicos son un lastre para el sistema financiero español, pero los pasivos mamones no son un problema menor. Ahora, poco a poco, nos vamos enterando del desmadre millonario de sueldos y pensiones que se gasta esta panda de desalmados, tanto presidentes como vocales de los consejos de administración y vigilancia trufados, “of course”, de  políticos y sindicalistas más listos que el hambre. Para arreglar la situación del moribundo, el director de Banco Central Europeo, Mario Draghi, se descuelga con unas declaraciones que son una colleja al Gobierno de España por haber actuado en Bankia “de la peor manera posible”. O sea, redbull para la prima de riesgo española. No es de extrañar que actúe así, porque  este tío es italiano y los italianos ya tienen las barbas en remojo, de modo que el pájaro pita para casa y a España que le vayan dando. Lo dicho, ¡viva la Unión Europea!

En fin, que entre las inseguridades de unos, la desfachatez  de otros y la inutilidad de tantos, la cosa pinta bastante mal. Estaría ya hundido en lo más oscuro de un pesimismo irreversible, si no fuera porque todavía hay una pequeña rendija abierta a la esperanza. Es menester que nuestros dirigentes actuales sepan aprovechar esta oportunidad que les brinda la historia, y actúen con  amplitud de miras y alejados de cualquier atisbo de sectarismo e intransigencia, porque el futuro y la viabilidad del país dependerá de ello. El único problema que da pábulo a mi angustia es que este hito histórico no tendrá lugar hasta el próximo otoño, y no sé si para entonces nuestra situación será ya irreversible. Y es que para el mes de octubre del año en curso, tras una exitosa gira que le ha llevado a impartir una conferencia y participar en un coloquio sobre la crisis económica, el anterior presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero -¿se acuerdan?- tiene prevista la publicación de un libro de economía, que será un riguroso y preciso estudio sobre la génesis, desarrollo y soluciones al problema crítico que nos tiene en este sin vivir. No sé si será prologado por Jordi Sevilla que fue el que, en dos tardes, llevó a este ser de mente preclara de indocto a erudito en la disciplina que nos ocupa. Por el bien de España y de todos los españoles espero que llegue a tiempo. Que así sea.









sábado, 12 de mayo de 2012

PARECIDOS RAZONABLES

El pasado viernes 27 de abril, presenté en las casas consistoriales el libro ganador del XXX premio de poesía “Ciudad de Badajoz”. Escrito por Manuel Jurado López, se titula Crónicas de Atenas, y es eso, una crónica urgente, personal y a pie de calle de los sucesos que conmovieron a Grecia desde diciembre de 2008, fecha en que la policía asesinó al joven Alexandros Grigoropoulos, hasta finales de 2010. Dos años convulsos en aquel país que son los mismos que tardó el autor en escribirlo. Entre otras cosas, decía: “Cuando leí por primera vez este libro, el verano pasado, pensé: ‘¡Qué lejos está Grecia!’ Y veía y sentía su drama con la sensible conmiseración que otorga la distancia, con la solidaridad facilona del que mira. Ahora que, para esta presentación, lo he releído, he descubierto que Manuel Jurado López, al escribirlo, ofició, no sé si conscientemente, de vate, en las dos acepciones que el diccionario de la RAE da a esa palabra: poeta y adivino. Poeta para nuestra satisfacción, por habernos regalado este hermoso libro. Y adivino para nuestra desgracia, que también es la suya. Porque, sin ser exhaustivo, no hay más que sustituir, y pruébenlo al leerlo, la mitología griega por personajes de la España mágica, Quijote y Lazarillo incluidos; al PASOK por el PSOE; a los coroneles por Franco; la plaza Síntagma por la Puerta del Sol,  Papandreu por ZP y el ouzo por el sol y sombra, y no hay ni que cambiar los relojes de hora. El decorado sería el mismo: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo, Bruselas, los mercados, la prima de riesgo, las agencias de calificación. El coro lúgubre de los banqueros cómplices, vampiros insaciables, también nos sirve. Y la dómina teutona con sus botas de cuero y tacones de punta, fustigándonos con el látigo del déficit cero hasta dejarnos la espalda en carne viva y la espina vertebral al aire de sus tuétanos, también. El libro pasaría a llamarse Crónicas de Madrid y el barbero Pepe en vez de Spiros, pero el sufrimiento sería el mismo para los mismos. Porque, llegados a este punto, qué mas dan los nombres, qué más da el país.”

Este domingo se celebraron elecciones legislativas en Grecia. Los resultados han sido preocupantes, incluso en algún caso, terroríficos. El voto atomizado, la abstención, las tripas, el encabronamiento, han dibujado un panorama incierto. Tanto que es muy posible que estas elecciones no hayan servido para nada bueno y sea necesario convocar otras el mes que viene. A pesar de lo disperso del voto hay, no obstante,  una mayoría que castiga a los partidos favorables a los ajustes inmisericordes que vienen desde Berlín, vía Bruselas, que han bajado, sin contar los 50 escaños que se asignan “de regalo” al partido ganador,  nada menos que 102 escaños: 33 Nueva Democracia y 69 el PASOK, o sea, siguiendo con el posible paralelismo, el PP y el PSOE respectivamente. Tras el fracaso de Nueva Democracia para formar gobierno, también se estrella el segundo partido más votado, Coalición de Izquierda Radical, una especie de IU versión Marinaleda. Le toca el turno al PASOK. Si tampoco lo consigue,  tercer aviso y el toro a los corrales de nuevas elecciones.

Siendo esto inquietante por lo mucho que pueda afectar a la UE, la desazón se transforma en escalofrío con los 21 escaños conseguidos por Amanecer Dorado, un partido ultranacionalista y nazi (nada de neonazi, ¿o es que hay neosocialistas o neodemócratas?) cuyo líder, Nikos Mijaloliakos, es un energúmeno xenófobo con ademanes de perro rabioso, según afortunada imagen de Tomás Martín Tamayo en su artículo del miércoles con el que, dicho sea de paso, me madrugó éste. Afortunadamente no tenemos, por ahora, un partido aquí comparable a este engendro. Las heridas de la dictadura franquista todavía sangran y a las alimañas gamadas las hemos arrinconado en grupúsculos marginales. Pero, por si acaso, habrá que estar atentos, con ojo de chícharo. La enseña de este amanecer tenebroso es una cuasi cruz gamada sobre fondo rojo, y la responsable de sus nuevas generaciones y su sección femenina, (¡vaya con las coincidencias léxicas!), su hija Urania. Después de propugnar el minado de fronteras para impedir la entrada de emigrantes, una vez expulsados los que hay dentro, esta lumbrera, entre elogios a José Antonio y al Alcázar de Toledo,  ha declarado: “No somos neonazis porque no somos alemanes. Ni fascistas, porque no somos italianos”. Frase de tal enjundia y profundidad que merece figurar en el frontispicio de la Academia y en los manuales de ciencia política que se precien. Hombre, no llega a la complejidad conceptual de ese “oxímoron pleonásmico” que ahora recorre nuestras plazas, y que ha supuesto el hallazgo de una nueva dimensión en el mundo del pensamiento, cual es que “las ideas están por encima de las ideologías”, que alguien dijo y otros propalaron. Siendo la ideología un conjunto de ideas que forman una unidad, mi corto entender no llega a alcanzar cómo, en este caso, una parte puede estar por encima del todo siendo éste uno. Los cimientos de la física han sido pulverizados con esta teoría revolucionaria porque es como decir, un poner,  que las yemas están por encima de los huevos. Es que no lo veo. A no ser que esos huevos sean “collons”, que entonces sí que algo barrunto.

viernes, 4 de mayo de 2012

ELOGIO DE LA POESÍA SOCIAL

(Texto que leí en la presentación del libro Crónicas de Atenas, de Manuel Jurado, ganador del XXX PREMIO DE POESÍA "CIUDAD DE BADAJOZ")

Cuando leí por primera vez este Crónicas de Atenas me asaltaron dos sentimientos si no contradictorios sí, al menos, dispares. Por un lado la alegría de encontrarme con un libro de poesía compacto, que no denso, unitario, que no monótono, y con sus poemas perfectamente encajados en un mecanismo que funciona con precisión. Y por otro, la inquietud por el aparente anacronismo de estar leyendo un libro de poesía social, entendida ésta como una interpretación de la realidad que vivimos, aquí o allí y ahora, en la sociedad globalizada en la que nos ha tocado lidiar. Parece que, asentada ya la democracia, repito, aquí y allí, y libre la añosa Europa de dictaduras residuales, la poesía social debiera estar condenada, siendo generoso, a los muesos etnográficos, compartiendo escaparate con viejos aperos de labranza y molinillos de café de manivela. Digo que leyendo este libro, de un lirismo sencillo, que no fácil, comprometido con la actualidad, retrocedí, en la historia, en mi cacumen y en mis sensaciones, a los últimos años de la dictadura franquista y primeros de la transición, esos años de plomo en los que algunos hacíamos poesía social, fuertemente crítica con la dura realidad de entonces y con un claro mensaje de rebeldía. Conceptos estos últimos desgraciadamente devaluados por una utilización cansina y sobona de los mismos, tantas veces esgrimidos de manera zafia y ramplona, pero que fueron la base de poemas excelentes y de libros magníficos, como sucede en el caso que nos ocupa.

Creo, y lo he dicho en más de una ocasión, que entre otras muchas cosas, la poesía es un sentimiento misterioso. O, mejor, un misterio sentido. Y en el equilibrio de estos dos factores está el quid de la cuestión, la frontera finísima que separa el trigo de la paja. Es el sentimiento quien pudiera darle el calificativo con la que queramos acompañarla: social, política, amorosa, etc. Pero es el misterio, esa posibilidad de las palabras de ser libres, de travestirse para sugerir,  quien le da marchamo de calidad. Creo que, en poesía, el sentimiento sin misterio conduce al ripio, y el misterio sin sentimiento al vacío, a un bello pero inútil producto de laboratorio.

Y siendo la poesía, como es, una creación humana, está, como tal, sujeta a la historia, a la evolución, a los cambios, a la inevitable contingencia de la vida, a su limitación temporal. Incluso, apurando, al día tras día, a amaneceres y atardeceres, repetidos o no. Y si apuro aún más, a días tan concretos y tan dispares como los que, al unísono, sientan poeta y lector. O sea, que la poesía está también sujeta a la evolución de la sensibilidad y las sensibilidades, de todos y de cada uno, a lo largo de la historia y de las historias.

Y esto me lleva a decir que la poesía es también comunicación. No entiendo poesía sin lector, porque no entiendo el arte por el arte. Creo que la esencia de toda obra artística está en el hecho de comunicar, no sé qué, pero algo. No sé si sensibilidad o esfuerzo o sentimientos o miserias. Producir en “el otro” una reacción, aunque sea de desprecio. El sol, el agua, nada serían sin la grandeza que tienen de generar vida. De no ser así, ahí seguiría el sol alumbrando la nada y el agua empapando el vacío. Tal que una poesía cuyo fin sea ella misma.

Y también la poesía es una manera de decir, de sentir. Una forma peculiar de sentir la vida y de decirla, tal vez con límites difusos, inconcretos, dado el reino de libertad en que se mueve, pero absolutamente alerta a lo que se sale de ellos. Y tan libre es este mundo, y tan impalpable, que hasta el silencio se hace palabra en él y hasta las mismas palabras, a veces, son sólo silencio. Siendo una manera de interpretar la realidad, la interior también, en un proceso de ida y vuelta o mejor, si se me permite la carambola, de vuelta e ida, resulta evidente la carga ideológica que, inevitablemente, lleva desde el mismo momento de la creación e, incluso antes, cuando sólo es proyecto; e incluso antes todavía, cuando no es nada. Si el autor, como es el caso, no es un anacoreta y vive en sociedad, no puede impedir que los problemas y las vicisitudes que esa sociedad sufre o goza le influyan como persona. Y a pesar de que se confiese, que no es el caso, como un ente apolítico, idiotez cada vez más repetida entre determinados puristas por la contradicción intrínseca que acarrea ya que, en sí misma, es un posicionamiento político,  no puede evitar tampoco que la ideología, esa superestructura intangible que sobrevuela por encima de él, esté ejerciendo su influencia sin que él mismo lo sepa.

Estos principios de epistemología poética, (perdón por la pedantería), son aplicables a este libro de buena poesía, que es lo que dice su título: una crónica a pie de calle, urgente y personal, (las tres partes en que está dividido), de los sucesos que han conmovido y removido Grecia en los últimos años, provocados por la maldita y omnipresente crisis económica, y de la angustia que esta crisis ha provocado en la sociedad helena en forma de ajustes, recortes, despidos, desahucios, pobreza  y miseria. Desde el asesinato por la policía del joven Alexandros Grigoropoulos, en diciembre de 2008, hasta el cambio de gobierno y las amenazas de rescate de finales de 2010. Con una poesía urgente, que no precipitada, y ágil, que no liviana, el autor nos hace vivir el desamparo de los obreros en huelga, presos de la indigencia; el miedo a las manifestaciones de la joven camarera de ojos redondos de la heladería Heraklea; la muerte de Alexandros, su duelo y su entierro; el fragor de las algaradas callejeras; la desigual batalla contra los bárbaros del norte; la pérdida del valor de las palabras; la sabiduría agnóstica del anciano barbero Papaloukas. Al fin, la crónica del derrumbe de una forma de vida artificial, asentada sobre unos cimientos que eran sólo espuma.

Cuando leí por primera vez este libro, el verano pasado, pensé: ¡Qué lejos está Grecia! Y veía y sentía su drama con la sensible conmiseración que otorga la distancia, con la solidaridad facilona del que mira. Ahora que, para esta presentación, lo he releído, he descubierto que Manuel Jurado López, al escribirlo, ofició, no sé si conscientemente, de vate, en las dos acepciones que el diccionario de la RAE da a esa palabra: poeta y adivino. Poeta para nuestra satisfacción, por habernos regalado este hermoso libro. Y adivino para nuestra desgracia, que también es la suya. Porque, sin ser exhaustivo, no hay más que sustituir, y pruébenlo al leerlo, la mitología griega por personajes de la España mágica, Quijote y Lazarillo incluidos; al PASOK por el PSOE; a los coroneles por Franco; la plaza Síntagma por la Puerta del Sol,  Papandreu por ZP y el ouzo por el sol y sombra, y no hay ni que cambiar los relojes de hora. El decorado sería el mismo: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo, Bruselas, los mercados, la prima de riesgo, las agencias de calificación. El coro lúgubre de los banqueros cómplices, vampiros insaciables, también nos sirve. Y la dómina teutona con sus botas de cuero y tacones de punta, fustigándonos con el látigo del déficit cero hasta dejarnos la espalda en carne viva y la espina vertebral al aire de sus tuétanos, también. El libro pasaría a llamarse Crónicas de Madrid y el barbero Pepe en vez de Spiros pero el sufrimiento sería el mismo para los mismos. Porque, llegados a este punto, qué mas dan los nombres, qué más da el país.

Por si dudan de lo que digo, voy a leerles el poema Los nuevos presupuestos y ya me dirán si no les suena el asunto:

Se congelan los sueldos,
las miradas, la sonrisa en los labios;
se abarata el despido,
la tristeza, el pensamiento firme;
las pensiones peligran,
el saludo cordial, los besos frescos;
los precios se disparan
y habrá que andar descalzos por las calles;
la inflación no permite
tener un libro abierto, escribir cartas,
invitar a un café
a un amigo de siempre,
o a una copa de ouzo
o a un trago de nostalgia.
Los nuevos presupuestos
nos ponen contra la pared.


Termino diciéndoles que no he tenido todo el tiempo que yo hubiera querido para preparar esta presentación, y no sé si habré sabido trasmitirles las inquietudes de este emocionante y premonitorio libro de poesía. Por si acaso y por si hubiere lugar, sólo me queda disculparme ante ustedes y, sobre todo, ante su autor, del que espero, si fuere necesario, su benevolencia. Si, por culpa de esta urgencia, a pesar de todo no he podido o no he sabido estar a la altura que el libro me exigía, sólo puedo deciros que “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir.”

Buenas noches y muchas gracias.






sábado, 21 de abril de 2012

LA PRIMA PORTEÑA

Lo que nos hacía falta en esta primavera de pasión y martirio que nos han cocinado. No teníamos bastante con los rayos y centellas económicos que sobrevuelan nuestras cabezas y que nos tienen en un puro calambre, para que ahora salga a la palestra la argentina recauchutada con el trabuco y se embuche en el morral a la petrolera YPF. Por si fuera poco la prima de riesgo, nos aparece la prima porteña, viuda del anterior presidente argentino y, por viuda, presidenta actual en virtud de una peculiar carambola dinástica en régimen de gananciales, y consuma el expolio. Bien es verdad que el robo se ha perpetrado sobre una empresa privada española, pero nuestro gobierno se ha encargado de elevar la afrenta a nivel estatal y considerarla como un ataque a España, aunque se haya materializado en cabeza empresarial interpuesta, en concreto la de Bufrau, que se ha quedado “solo, fané y descangallado” cantando, en su particular noche triste,  aquello de “percanta que me amuraste, en lo mejor de mi vida…”.

La parafernalia que ha rodeado la puesta en escena de este desatino tiene todos los ingredientes del populismo más rancio y cateto, teatralidad peronista con la sombra de la cursilona y pelmaza de Evita revoloteando en el ambiente, y la presidenta viuda invocando al marido finado y su felicidad etérea por el sueño cumplido de la mangancia, devolviendo al pueblo lo que en realidad se quedan ellos. El director y guionista de esta bufonada demagógica ha sido un tal Axel Kicillof, viceministro de Economía y miembro de la secta política peronista La Cámpora, que parece que tiene a la presidenta bajo su influjo magnético, una relación vampírica que me ha recordado la que tenía el siniestro López Rega, el Brujo, con la inefable Isabelita, la presidenta cabaretera. Esta expropiación tan chusca, tan grotesca, tiene todos los ingredientes para acabar de mala manera, mayormente para Argentina, que carece de los recursos económicos, técnicos y humanos para la explotación del nuevo yacimiento de Vaca Muerta, que es la joya de la corona petrolífera que ha desencadenado el asunto y despertado la codicia de la Kirchner. De modo que, al final,  pueden hacer un pan como unas hostias, aumentando el déficit energético y económico que es lo que, hipotéticamente, se trataba de remediar. Con el añadido, peligrosísimo, de la imagen filibustera que se han creado con el envite. Para paliar estas carencias parece que van a pedir ayuda a los chinos. Pues eso, en el pecado llevarán la penitencia.

Me preocupa, sin embargo, el posible daño colateral que pueda resultar del afano. Este país nuestro, tan maximalista él, es proclive a confundir el culo con las témporas y la parte con el todo, e identificar a la nación argentina con su gobierno. Ya ha empezado a asomar este pelo de la dehesa patriotera en RTVE que, en una decisión cochambrosa y necia, suspendió el martes la emisión que el programa “Españoles en el mundo” dedicaba a La Patagonia. No me extrañaría, conociendo el percal, que empiecen a florecer energúmenos queriendo boicotear los tangos y el churrasco. Las primeras pintadas ultramontanas ya están apareciendo. Sería un inmenso error, además de una injusticia flagrante, entrar en esa dinámica, siendo Argentina, creo, el país más culto de toda Sudamérica. Y nada tienen que ver su hermosura y su acervo con la zafiedad de su presidenta, esa especie de Carmen de Mairena en ciernes. Argentina es Borges y Lugones y Oliverio Girondo y Cortázar y Bioy Casares y Sábato y Storni. Argentina es un país musical y cantor, que desde gurí ganó mi corazón con un folclore en el que hombre y paisaje se hacen uno, de una sensibilidad que puede ser melancólica como una milonga, alegre como una chacarera, emocionante como una zamba, dulce como una huella, canalla como un tango. Un país al que amo y al que conozco a pesar de no haber estado nunca en él. De la mano de Yupanqui (mi Valhondo pampeano), de los Quilla Huasi, del Polaco Goyeneche y de tantos otros, he podido amanecer en Salta; pasear por los palmerales de Montiel; navegar por ese impresionante cielo azul que viaja que es el Paraná; platicar con amigos en el Café La Humedad; perderme por Boedo y por Pompeya; llorar ausencias en Tilcara; galopear la pampa sobre un alazán espoleado por mis nazarenas. Su música me ha acompañado en tardes eternas de desgana adolescente y en otras de repentina exaltación revolucionaria. Sus canciones me han ayudado a enamorarme y a querer más a los que quiero. Sus poetas han dado fuerza a mi corazón y despertado mi ilusión por escribir. Con amigos argentinos de acá he mateado tranquilamente a la sombra de un sauce llorón, después de haber comido de lo lindo mollejas de ternera y chinchulines. Su universo cultural ha sido para mí refugio y acicate, ha servido para acompañar mi vida y mis muertes, para darme consuelo y para acercarme en mis distancias. Argentina es la alegría de recordar lo que tan sólo viví en sueños y, ¡malhaya con mi destino!,  la tristeza de no poder volver a lugares en los que jamás estuve. Todo eso y más es Argentina. Nada que ver, che, con la pelotuda fascistoide.


sábado, 31 de marzo de 2012

PARADOJAS ELECTORALES

Ahí los estaba yo esperando, que desde que llegaron al poder no han hecho más que acojonarnos. Entre ajustes de presupuestos, recortes de sueldos, subidas de IRPF y, como broche de oro, la infame reforma laboral que se carga de un plumazo la seguridad en el puesto de trabajo, legalizando la discrecionalidad en el despido y las indemnizaciones miserables, nos han hecho pasar, en poco más de tres meses, de la preocupación a la angustia, del escalofrío a la tiritona. Y en Andalucía, digo, los estaba yo esperando, que se pensaban que iba a ser un paseo militar y, al final, se han quedado como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando. Les ha pasado lo mismito que al Real Madrid con el Málaga y el Villarreal, se creyeron que les iban a ganar con los cascos puestos a ritmo de “ai se eu te pego” y, después de los dos partidos empatados, fue la debacle con caguetilla incluida. La chulería y la prepotencia es lo que tienen. Y eso que lo que se dice ganar, en Andalucía el PP ha ganado. Ha sido el partido más votado y, con respecto a las elecciones de 2008, ha subido 3 escaños hasta llegar a los 50, a pesar de haber dejado por el camino 165.000 votos, la mayoría de ellos, creo yo, en estos últimos tres meses de gobierno de su partido. Y tan seguros estaban, además, de lograr la mayoría absoluta, apoyados en unas encuestas lamentables, que se han permitido el lujo de pasear por los mítines a Cristóbal Montoro y a Fátima Báez, cabezas visibles de los acogotamientos económicos y laborales que nos están infligiendo. Y eso ya suena a recochineo, a “si no quieres leche, tres tazas te doy”. Así que esos miles de sus votantes que no votaron habrán pensado que sí, que a la fuerza ahorcan, que leche sí, pero no de la nuestra y con su pan se lo coman. Creo que, en el fondo, pueden darse por satisfechos con los votos logrados, echando los perdidos en el saco de la abstención general. Ahora deberán asimilar la frustrante paradoja que supone constatar que a pesar de haber ganado, han perdido, que no es moco de pavo.

Lo del PSOE es asunto mucho más peliagudo, que éstos no es que se hayan dejado pelos en la gatera, es que se han desollado queriendo meter cabeza. El fracaso ha sido estrepitoso: 9 escaños y 650.000 votos menos que en las autonómicas anteriores. Y es que el mamoneo de los ere y los fondos de reptiles tenían que pasar factura a estos desahogados. Y una tasa de paro nueve puntos por encima de la media nacional, que ya es ansia, también. Y, sin embargo, Rubalcaba contentísimo, proclamando que era un gran día para el PSOE porque había empezado un nuevo ciclo político. Pues como todos los ciclos políticos que inicien bajo su batuta sean como éste, en ocho años están en el asilo de ancianos desamparados. Pero es que a ellos, con el fiasco de las encuestas, les ha pasado lo contrario que a los de Arenas, que estaban eufóricos. A ellos no les llegaba la camisa al cuerpo de modo que, con estos resultados, la paradoja se invierte y, habiendo perdido, se sienten ganadores. Por dos razones, porque el PP no ha conseguido la temida mayoría absoluta y porque ahora tienen la posibilidad de formar gobierno con el apoyo de IU. En esta última cuestión, yo que Griñán me tentaría la ropa, porque la cosa no está tan clara. IU está crecida y con razón. Es la única fuerza política que puede estar verdaderamente satisfecha con el resultado de estas elecciones, ya que, a pesar de que la abstención ha sido más de un 10% superior a la del 2008, son los únicos que han crecido en número de votos, 120.000, habiendo duplicado el número de escaños hasta 12. Con lo cual no es que tengan la llave del gobierno, es que tienen la llave, la puerta, el recibidor y la salita de estar, y están dispuestos a vender caro su apoyo. De hecho ya han surgido voces como la del alcalde de Marinaleda, Sánchez Gordillo, que piden un referéndum vinculante sobre el tema. Según él, apoyar al PSOE mandaría a IU al infierno y supondría su desaparición a corto plazo, como le ha ocurrido al PA. “Tenemos que remarcar nuestro perfil anticapitalista y no arrimarnos a un barco que se hunde, ni a una derecha troglodita”, ha declarado. A mayor abundamiento si, como él cree y yo también, el incremento de votos proviene de votantes socialistas cabreados. He tenido la paciencia de leer el programa de IU para Andalucía y, dependiendo de los mínimos que exijan para el pacto, la cosa promete porque hay propuestas, cuando menos, sorprendentes. Ya veremos. Lo que sí estamos viendo por aquí, al rebufo de lo anterior, es un reverdecimiento pactista al amparo falaz de la llamada “mayoría social de izquierda”. Y anda Vara tirándole los tejos y haciéndole cucamonas a Escobar y los suyos. Vamos, la escena del balcón entre Richelieu y los tres mosqueteros, que ya es gana de ver cosas. Y es que al relente, esperando que te echen la escala para subir y encaramar, las horas se hacen muy largas.

Este pasado jueves ha sido la huelga contra una reforma laboral que yo también considero injusta, y de la que abomino porque deja al trabajador indefenso ante los caprichos del Estado y de la patronal. Sin embargo, a pesar de estar a favor de la misma, ese día fui a trabajar, porque no puedo apoyar activamente a unos sindicatos a los que considero cómplices silentes de la catástrofe en la que nos encontramos. Porque me resulta imposible ir de la mano de unos dirigentes sindicales camastrones, apoltronados en la subvención, que han colaborado, por omisión, en el desastre y la tragedia de tantos millones de parados. O sea que huelga contra la reforma laboral sí, pero con Leoncio y Tristón ni a coger billetes de 500 euros. Además porque estoy seguro de que ellos se quedarían con todos y yo a la luna de Valencia. ¡Pues anda que no son finos!