Tengo la gran suerte de haber vivido
una infancia feliz. Último, con mi melliza, de diez hermanos, crecí en un
ambiente tranquilo y lleno de cariño sólo alterado, de vez en vez, por las
consecuencias de ser el menor de tantos y, por eso, diana de las trastadas de
los que me precedían. Peccata minuta, al fin. Recuerdo, envuelto en una bruma
nítida, las canciones que me cantaba mi madre cuando era pequeño y vuelvo a
sentir la misma sensación amable, la dulce placidez de entonces. En casa
teníamos un piano vertical, marca “Erard”, en el que ella tocaba algunas piezas
de oído. Me fascinaba ver, con mi nariz a la altura de las teclas, el ritual de
inicio previo a su pequeño concierto: cómo abría la tapa con parsimonia, ponía
en posición horizontal la pequeña repisa que servía de atril y colocaba en ella
el anillo, con una gran piedra violeta, que antes lucía en el dedo anular de su
mano izquierda. Después venía la magia de verla acariciar las teclas y escuchar
una cancioncilla que había aprendido de pequeña, de la que nunca supe el título
y que yo tarareo, aún hoy, sin dificultad. Quizás por esta vivencia repetida me
obsesioné con una escena de la película Cría
cuervos de Carlos Saura, en la
que una Ana Torrent niña, de “ojos
oceánicos”, pide a su madre, como hacía yo con la mía, que le tocara al piano
esa canción que tanto le gustaba. Y Geraldine
Chaplin interpretaba entonces, para complacerla, Canción y Danza nº 6, de Federico
Mompou. Cuando vuelvo a ver esta película, que conseguí en DVD, esa imagen
sigue sobrecogiéndome hasta las lágrimas. Y es que desde que me recuerdo y
recuerdo la casa de mis padres, la música es una constante que acompaña a la
memoria. Desde las Partitas de Bach a las canciones de Renato Carosone, pasando por las
milongas de Yupanqui, los Nocturnos de Chopin o, por ejemplo, los 80 éxitos de París, con Pierre Dorsey, su piano y sus ritmos. Siempre la música con
nosotros, como alguien más de la familia, telón de fondo sentimental de
alegrías y penas.
Sirva este prolegómeno de añoranza
lírica, salvaguarda de mi estabilidad emocional y freno a la estampida
instintiva que la sangre pedía, como contrapunto necesario a la indignación que
me ha producido el carajal que el Consejero de Economía del Gobierno extremeño,
con voz tronante y ademanes cuarteleros, ha montado a costa de la Orquesta de Extremadura. Con
la excusa de los desorbitados haberes percibidos por el Director de la misma
(con lo que se puede estar de acuerdo) y la existencia de unas presuntas
irregularidades contables inconcretas, que dijo la Teniente, venía a sugerir su desaparición con la falacia demagógica
añadida de, así, poder arreglar la vida
de 150 parados con sus familias. Al poco de su estampida, quiso arreglar el
entuerto y acallar el revuelo producido con nuevas declaraciones, llenas de
inseguridad, en las que vino a decir, balbuceante, que no dijo lo que dijo sino
que dice lo que está diciendo en ese momento, que era lo que quería haber dicho
antes igual que lo decía ahora. O algo por el estilo. Tras este galimatías
tembloroso comparó la gestión de la economía de la comunidad con la de una
familia, ya que en ambas se debían priorizar gastos. Antes comer que ir al cine
porque primero cubrir las necesidades básicas y después el lujo, dijo. Y ahí es donde la puerca torció el rabo. El
jefe proclamando hasta el empacho que la gestión no entiende de ideologías, y
su consejero económico haciendo una declaración mayestática de principios
ideológicos al catalogar la cultura como un artículo de lujo. ¿Que el sueldo
del Director de la Orquesta de Extremadura se considera excesivo? Pues a tomar
por el saco bellaco la orquesta y caso cerrado. Eso, fuera lujos. Me recordó
esta actitud intransigente y, si no fuera por lo que es, hilarante, a la del
presidente Bush, otro ejemplo de
sutilidad, que aventuró como solución a la plaga de incendios forestales que
azotó Estados Unidos el acabar con sus bosques a base de buldóceres. Por
aquello de muerto el perro.
Y, a todo esto, sin tratar de hacer una lista exhaustiva, ¿qué
han dicho los Conservatorios Superiores de Música extremeños, sus profesores, sus
alumnos, los profesores de música de primaria, secundaria y bachillerato, las
gentes de la Universidad de Extremadura, la Real Academia de las Artes y las
Ciencias, la Asociación de Escritores Extremeños...? Que yo sepa y hasta la
fecha, no sé si por desidia, por miedo, por
mantener cada cual sus momios o, simple y llanamente, por aborregamiento
modorro, nada de nada. O quizás es que estén de acuerdo con el asunto. Lo peor, me malicio, es que esto de la
orquesta es la punta del iceberg calamitoso que se nos viene encima, o sea, que salimos de Herodes y nos metemos en Pilatos.
Aquellos, manipulando la cultura, pringándola de unte bajo el lema “café para
todos y a estar calladitos”, que dijo la Consejera anterior a la anterior a
ésta, y el que no quiera café, directo a las tinieblas exteriores; y éstos a
considerarla como un artículo de lujo del que se puede prescindir.
Mientras escribo este artículo
escucho el segundo y emocionante movimiento,
Largo, del Concierto para flautín en Do mayor, de Antonio Vivaldi. Todo un lujo. Está incluido en la banda sonora de
una magnífica película de François
Truffaut titulada El pequeño salvaje.
Digo yo que ha debido de ser una asociación de ideas.
3 comentarios:
Hasta el primer punto y aparte, puro arte expresivo...y... gratis.
A partir de ahí, opinión personal.
Di a uno de los miles de desempleados sin prestación que la orquesta de Extremadura está para hacerle olvidar que tiene que comer si es capaz de reunir el dinero para conseguir una de las 870 entradas de un concierto si músicos, alumnos de conservatorio,
el gremio de oidos selectos, paladares exquisitos y presumidores de alta cultura dejan alguna migaja.... para la plebe.
Los conciertos de la orquesta de Extremadura sólo los pueden disfrutar unos cuantos abonados con el privilegio de preferencia para renovar abono, convirtiéndose en un club privado.
Un abrazo amigo Jaime.
Como continuación del anterior comentario, decir que sí es interesante la orquesta joven de Extremadura como vivero de futuros músicos formados en Extremadura y, de paso, educar la sensibilidad musical de las gentes en conciertos didácticos públicos y gratuitos en pueblos y ciudades de nuestra comunidad.
Un abrazo.
Hola Jaime:¡Qué recuerdos más bonitos y entrañables me han venido a la memoria al leer la primera parte de tu comentario!
En lo demás no entro a opinar porque realmente no sé muy bien lo que pasa con la Orquesta de Extremadura,ni quien tiene razón,no lo tengo muy claro.
Un abrazo.
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