sábado, 23 de septiembre de 2017

CATALUÑA A MI PESAR

No quería hacerlo, no quería escribir sobre el esperpento catalán. En primer lugar porque estoy más que harto de todos ellos, de Puigdemont a Forcadell, del PDeCAT a la CUP. Y en segundo lugar porque tengo la impresión de que ya está todo dicho sobre el particular, desde las idioteces más sonoras hasta las opiniones más acertadas. Y sin embargo me he decidido a hacerlo como el que se somete a un exorcismo, a ver si escupiendo negro sobre blanco todos los demonios que en estos días se han ido introduciendo en mi cacumen soy capaz de abrir el ordenador, encender la televisión o acercarme al quiosco a comprar la prensa sin que me castañeteen los dientes, mis tripas  comiencen un recital incontrolable de borborigmos o mis piernas se queden con menos fuerzas que las de las marionetas de Herta Frankel. Yo no sé con exactitud los días que llevamos con la matraca megalómana e insólita de la Generalitat y sus palmeros, pero a mí se me están haciendo infinitos. Son muchas horas asistiendo a una película que unas veces parece terrorífica y otras una bufonada, pero que habría que clasificar, sin duda, en lo últimos y más cochambrosos escalones de la serie Z más cutre. Solo espero que, de aquí al 1 de octubre, el género gore no haga acto de presencia en la pantalla.

(Fuente: Elespañol.com)
El busilis del asunto es de una sencillez apabullante: el Estado de derecho español debe impedir la celebración de un referéndum ilegal en España. No hay más y en ello está. La deriva disparatada que esta intervención inevitable y justa ha producido en la sociedad catalana es cosa bien distinta. Los acontecimientos nos han abocado a una situación desagradable, trágica, indeseada pero, al menos, nos están sirviendo para constatar la  ausencia de convicciones democráticas que ya intuíamos en los promotores del engendro. Tras las dos vergonzosas sesiones del Parlament de Cataluña donde, bajo la batuta hierática e implacable de la señora Forcadell, (inquietante personaje que igual te felicita el cumpleaños que se cisca en tus muertos sin variar un ápice la expresión de su cara de palo), se atropellaron sin contemplaciones leyes, reglamentos, estatuto y  derechos parlamentarios para aprobar las leyes que abrieron el camino oficial a la independencia, la actuación de las instituciones catalanas y de sus políticos no ha sido más que una terca y pavorosa escalada hacia un fascismo torpemente enmascarado de una falsa legitimidad. El incendio en febrero de 1933 del Reichstag, sede del Parlamento alemán, fue aprovechado por Hitler para borrar del mapa al Partido Comunista y aumentar la mayoría parlamentaria del partido nazi. En Cataluña han cerrado el suyo hasta después del 1 de octubre. No es lo mismo, pero se parece.

Con el gobierno de Puigdemont arengando a la ciudadanía a ocupar la calle, los camisas pardas de la CUP y adláteres, que utilizan la situación como trampolín de sus delirios revolucionarios, se encuentran como pez en el agua acosando y señalando a quienes no quieren aceptar el trágala ilegal y antidemocrático que pretenden imponerle: Jueces, fiscales, alcaldes, funcionarios, concejales, políticos, ciudadanos, se llamen Juan Marsé o Pedro Palotes, son blanco de sus insultos y de sus amenazas. Incluida la guardia civil, retenida por una pandilla de estos mamarrachos fascistas, ante la mirada ausente de los Mossos, en las dependencias de la Consejería de Economía adonde habían acudido en cumplimiento de una orden judicial. En fin, lo de ‘camisas pardas’ no lo dije a humo de pajas, porque leyendo que la tienda de los padres de Albert Rivera, me imagino que como otras, amaneció una de estas mañanas empapelada de pegatinas y pasquines independentistas, me vino a la cabeza “La noche de los cristales rotos”, en la que grupos de las SA nazis y ciudadanos, entre otras y más graves fechorías, asaltaron las tiendas de
ciudadanos judíos en Alemania y Austria, rompiendo sus escaparates y marcándolas con la estrella de David. La autoridades calificaron estos hechos como “una reacción espontánea de la población”. Pues eso.

Cuando al principio hablaba de bufonada me refería, mayormente, a esos dos botarates, artistas de la falacia y maestros en solemnizar paparruchas y bobadas cuales son Gabriel Rufián y Pablo Iglesias. No dan una estas criaturas. El primero confundiendo cargos electos con altos cargos, que ya es confundir siendo él electo, si es que acaso sabe que lo es;  y el segundo hablando de presos políticos cuando ni siquiera hay presos, solo detenidos y, de haberlos, habría que denominarlos ‘políticos presos’, porque no lo estarían por sus ideas sino por haber cometido un acto ilegal, o sea, por delincuentes. Como lo están o han estado Ignacio González, Jaume Matas y Jordi Pujol, hijo. Es que hay gente, mira tú, que tiene la rara astucia de acostarse tonta y levantarse idiota. Y sin comer mierda de pavo, primo.
(Fuente: VilaWeb)


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