sábado, 10 de diciembre de 2011

LA UEX Y LOS ENIGMAS DEL PRESUPUESTO

Esperpéntico espectáculo el que nos ha obsequiado (y lo que te rondaré, morena)  el Gobierno de Extremadura a costa de los próximos presupuestos y la incomprensible estocada de veintidós millones de euros a la Uex. Después de la tabarra que nos venían dando a costa del rigor en las cuentas, lo imprescindible de ajustes en busca de la austeridad para paliar el manirroto descontrol socialista y, en fin, la promesa campanera de que estos presupuestos serían ejemplo de cómo reducir déficit sin menoscabo de servicios esenciales, (¿no lo es la Uex?) agarran y se dan el barrigazo sin haber empezado aún la carrera, o sea, en la línea de salida. Nada más asomar la jeta en el escenario, los actores, bisoños, se olvidaron del guión y sólo acertaban a meter morcillas mientras tropezaban con el decorado. Y claro, el respetable a tomatazos con ellos y pataleo al canto. Si desde la Consejería de Economía se dieron las directrices a cada una de las restantes para que presentaran sus respectivos presupuestos para 2012 con una rebaja, grosso modo, del 5% respecto a los actuales, me imagino que la Consejera de Cultura reuniría a su Consejo de Dirección y se pondrían manos a la obra. El resultado final ha sido el buscado, pero la forma de llegar a él, en cuanto a la Universidad de Extremadura se refiere, no ha podido ser más catastrófica. Claro que si, como me cuentan, los principales urdidores del bajonazo han sido el Consejero de Educación in péctore y el Secretario General, o sea, uno que poco o nada sabe de nuestra Universidad y otro que estuvo en ella y ya no está, y después, queriendo estar no pudo, confluyen dos circunstancias como son la ignorancia y el resentimiento de las que nada bueno puede salir. Porque, primer enigma, si la rebaja final del presupuesto de la Consejería es de poco más del 2%, ¿por qué  la aportación a la  Uex disminuye en un 24, que supone más del 15% de su presupuesto total?  Estos números harían imposible su funcionamiento y, evidentemente, no son producto del error, sino de un acto consciente e intencionado y, posiblemente, alevoso.

Segundo enigma: ¿Qué pinta en todo este cacao el Director General de Universidad a su vez profesor en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales? Que alguien lo explique, mayormente él. Si ha estado de convidado de piedra aceptando con buenas tragaderas la infamia perpetrada contra su antigua y futura casa, malo. Si, dándose cuenta del desatino, ha expuesto los graves problemas de supervivencia que para la Uex supondría la ejecución de este presupuesto y no le han hecho puñetero caso, peor. Yo que él, dimitiría y saldría corriendo camino de la Facultad. No sólo por dignidad, que también, sino por puro egoísmo, vaya a ser que cuando quiera reocupar su plaza docente, si esto no se arregla, se encuentre con que ha sido amortizada por no poder dotarla y se quede como el gallo de Morón. Aunque le estaría bien empleado, por su complicidad activa o pasiva en el descalabro.

Sigamos. Una vez recibido el presupuesto en la Consejería de Economía y Hacienda, si el Consejero Fernández detecta el “desajuste”, ¿por qué da su visto bueno al engendro? Tercer enigma. Siendo él catedrático universitario de Contabilidad y exdecano de la Facultad de Económicas conoce perfectamente los problemas que su aprobación a estas cuentas conlleva. ¿Quizás la visa es consecuencia de algún tipo de rencor contra la institución, motivado por rencillas personales o menosprecios sufridos o sentidos que han aflorado, ya con el grifo en la mano y la sartén por el mango, en esta salida de pata de banco con retranca? Yo no lo creo así pero habrá gente, por supuesto muy mal intencionada, que  lo piense. Y si el Consejero Fernández no detecta la cojera de los números, cuarto enigma. Porque, ¿cómo es posible que un catedrático de economía cometa un error propio de un alumno de diversificación? Sin entrar ahora a considerar cómo se logran, a veces, cátedras y doctorados,  a ver si va a resultar que el profesor es tan solo un maestro Ciruela vocinglero al que su soberbia le impide reconocer errores. Ambos supuestos, en cualquier caso, resultan aterradores.

Quinto enigma, aunque menor, que a algunos se les ve el plumero: ¿Por qué, ante esta flagrante agresión presupuestaria, el mutismo absoluto de sindicatos, Juntas de Personal, Comité de Empresa, Consejo de Estudiantes y pelmazos escribidores varios? Y, para acabar por ahora, sexto enigma: ¿Por qué cuando el Rector se presentó en Mérida para deshacer el entuerto, acompañado por el Gerente y la Vicegerenta de Asuntos Económicos, pusieron pegas para que estos entraran aduciendo que aquella era una reunión política? ¿Quiere esto decir que el sablazo tiene otros motivos distintos a los puramente contables?

Ya ven, demasiados misterios, demasiadas preguntas sin respuesta. Aunque algo bueno nos queda de todo este follón. En primer lugar, admirar la maravillosa capacidad de idiotez sintética del portavoz del PP, que reduce todo a un problema de tizas. Y en segundo lugar, felicitarnos por la rapidez de reacción del Rector y del equipo económico de la Uex, Gerente y Vicegerenta, que parece que han logrado parar la embestida de los morlacos. Porque estos camándulas lo que querían aplicar a nuestra Universidad no era el rigor presupuestario, era el rígor mortis.





sábado, 19 de noviembre de 2011

BURÓCRATAS MAULAS

He leído con interés el relato que, en las páginas del Diario Hoy, el empresario Fermín Caraballo hace de su experiencia kafkiana con la Administración. Dos años de dilaciones tortuosas e injustas que dan medida de su tenacidad y su paciencia al tiempo que de la estructura paquidérmica y esclerótica de la burocracia extremeña y, por elevación, de la española. Si a este envaramiento crónico al que, a pesar de sucesivas promesas electorales,  parece que nadie quiere poner fin, unimos la actitud camastrona de (y me aprovecho, ahora, de la gilipollez lingüística en aras de la justicia distributiva)  algunas funcionarias y algunos funcionarios, estaremos arrimando la gasolina al fuego. Viene a ser la pescadilla que se muerde la cola: burocratismo más vagancia igual a tortura para el administrado, curioso eufemismo gubernamental éste para designar a las víctimas propiciatorias de una conjunción calamitosa de despropósitos. Resulta sangrante que en los tiempos difíciles que vivimos, las trabas de un régimen obsoleto se alíen con la actitud de una panda de rascabarrigas para, no sólo torpedear las iniciativas novedosas como la que nos ocupa, sino también para amargar la vida de los ciudadanos por el simple hecho de serlos. La imagen de la funcionaria carota haciendo la compra por teléfono mientras el público espera es una representación paradigmática del asunto.  Leyendo las tribulaciones de este empresario, he recordado la desagradable experiencia que sufrí en las oficinas del Sexpe de la calle Juan Carlos I de Badajoz, cuando fui a presentar la documentación para darme de alta en el paro y me tocó en suerte un funcionario avinagrado y despótico, al que sólo le faltaba un látigo para fustigar a los desgraciados a los que atendía, como si los que estábamos allí sólo lo hiciéramos por el gusto de importunarle y hacer que trabajara. Cuando correspondí a este tiparraco borde con su misma medicina acética y el rifirrafe escalaba a mayores, terció una funcionaria que aplacó mi ira con paciencia y sicología y me atendió con educada profesionalidad. Será cosa del yin y el yang. En los cuentos hay ogros y brujas zapaquildas, pero también hadas madrinas.

Las respuestas dadas por los sindicatos a las quejas pormenorizadas de nuestro sufridor han sido diversas, pero “todos coinciden en que no hay que generalizar”, y también en que la funcionaria pública y el funcionario público sólo cumplen los procedimientos que están marcados por Ley.  Después esgrimen como excusa del desaguisado la rigidez de los procedimientos, la obligación de seguir el protocolo,  patatín y patatán.  Podemos coincidir en el tópico de que las generalizaciones son casi siempre injustas, pero había que añadir que igual de injusto es el corporativismo aplicado por los sindicatos, que no deja de ser otra generalización, positiva en este caso. De modo que cometen la injusticia que denuncian. Porque hay funcionarios (volvamos al genérico, que ya me cansé de utilizar la memez no sexista) absolutamente indefendibles, maestros del escaqueo, zánganos por oposición y peritos en bajas médicas, que esa es otra. Tengo un amigo que salió de la trena con el tercer grado tres meses más tarde de lo que tenía que haberlo hecho, porque ése fue el tiempo que tardó su expediente en pasar de una mesa a otra de la misma dependencia judicial. Ya me dirán si tiene eso que ver con lo inflexible de la ley y “el rigor del protocolo” o con la desidia y el incumplimiento de obligaciones. Si al culpable de este desatino, siendo benévolos,  lo hubieran suspendido tres meses de empleo y sueldo, para la próxima vez, antes de haraganear con algo tan delicado como es la libertad de una persona, ya se tentaría los machos. O las hembras. Sacan también a relucir, para justificar lo injustificable, la falta de medios y de recursos, contando de entrada con la buena voluntad del servidor público. Craso error ese del buenismo como premisa porque al final resultará que el gandul redomado es, pobre criatura, una víctima más del sistema, que no le proporciona los medios adecuados para desarrollar su trabajo.

Aparte de otros, creo que el principal problema de fondo es que el puesto de trabajo del funcionario es vitalicio, y echar a la puñetera calle a uno de estos sinvergüenzas resulta harto difícil. Si en la Administración se aplicaran las pautas que se aplican en la empresa privada, toda esta morralla perezosa andaría por ahí despiojándose al sol y no fastidiando al prójimo. Y el tanto por ciento de los que no cumplen no es de ninguna manera insignificante, siendo la actitud despreciable de esta panda de maulas la que crea un estado de opinión desfavorable que, al final, ensucia a todo el colectivo. En fin, tengo yo una gallina en mi gallinero que come más que un sabañón, cacarea más que caga y sólo pone un huevo cada tres o cuatro días. Mientras, las demás van cumpliendo sin alborotos, como es su obligación. Pues eso, de aquí a nada le corto el pescuezo a la cantarina y me la zampo en pepitoria. Por listilla

sábado, 5 de noviembre de 2011

GADAFI Y EL TORO DE LA VEGA

Tenía yo un compañero de colegio, obseso onanista de almohada y sádico sin paliativos, que inventó una silla eléctrica para los gusanos de seda. Estaba construida con piezas del Mecano, sobre una base aislante de madera, con dos abrazaderas metálicas con las que inmovilizaba al bicho seleccionado, al azar entre los de mayor tamaño, como víctima propiciatoria de las maldades de su mente retorcida. Hasta conseguir que el artefacto cumpliera su siniestro cometido, reventó los plomos de su casa varias veces recibiendo, como justo castigo a su tozudez dañina, collejas y vergajazos de intensidad variable. Al final, a costa de cardenales y castigos y para desgracia de los pobres gusanos, logró hacer que funcionara sin que la instalación eléctrica y su integridad física sufrieran más mermas. Lo curioso de este diabólico Doctor Pat en miniatura es que le repugnaba el olor a carne churruscada, de modo que cada martirio que infligía a las desdichadas orugas le suponía a él otro, si no tan irreversible como el que sufría el animal, sí lo bastante mortificante y asqueroso dado que, mientras el bicho se retorcía fuliginoso y echaba babas verdes, al verdugo, aun con la nariz tapada, le asaltaban las náuseas y se deshacía en arcadas y convulsiones que, con frecuencia, acababan en una vomitera que surgía de su boca como un obús descontrolado. Las plantas que adornaban el pequeño patio donde el infame tenía instalada su pequeña sala de tortura, sufrían la lluvia de los restos no digeridos de su almuerzo, con lo que se podía hacer una lista bastante exacta de sus menús diarios: garbanzos con guarnición morcillera, lentejas con chorizo, carne a saber,  plátanos, melón o sandía con sus pipas e, incluso, tropezones de castañas pilongas de “Las Antigüinas” que el glotón ansia viva deglutía sin terminar de triturarlas. Me resultaba chocante que un individuo de calaña tan primaria, capaz de organizar en pequeña escala un engranaje de martirio y aniquilación tan sofisticado, albergara en su forma de ser y actuar un matiz tiquismiquis tan contradictorio. Pero así era.

Me ha venido a la memoria esta anécdota cruel y paradójica de mi niñez viendo la ignominiosa muerte del dictador Gadafi y la reacción farisaica de los gobiernos occidentales que, habiendo armado a sus asesinos y estando de acuerdo con el final del sátrapa, se escandalizan por las formas en que ha sido pasaportado. Hay que matar pero civilizadamente, con humanidad, vienen a decir estos hipócritas. Sueltan a la jauría en busca del cerdo al que hace apenas un año besuqueaban con impudicia y después se rasgan las vestiduras porque los perros le sacan las tripas a mordiscos mientras lo empalan. Y es que la jarca que acabó con el dictador pirado (ojito a lo que viene) era una horda de cánidos asilvestrados, chuchos cimarrones sin clase, cuando en Occidente lo que se lleva son las realas de perros de pura raza y pedigrí contrastado, como en “El toro de la vega”, por poner un ejemplo cercano de acendrada tradición cultural y estética semejante. Y es esa falta de estilo la que ha impresionado a estas almas melindrosas y educadas. Donde esté una buena horca, una inyección caritativa o, si me apuran, un garrote vil bien engrasado, que se quite la barbarie de indocumentados llenos de un odio ciego e irracional. Me pregunto si estos besucones mojigatos hubieran persistido en su actitud reverencial con el tirano después de haber visto las torturas y asesinatos, de sobra conocidos por ellos, que eran práctica común en sus cárceles. Me temo que sí porque, ya se sabe, la pela es la pela y el petróleo es el petróleo y ojos que no ven, corazón farsante que no siente.

No seré yo quien diga que el tirano tuvo la muerte que se merecía, o sí, de lo que no tengo duda es de que la forma que tuvo de morir está totalmente en consonancia con la vida que vivió. Un individuo desquiciado y despreciable como éste, terrorista y torturador, es normal que muera víctima de su propia medicina, capturado saliendo de una cloaca, como una rata asquerosa. Sin juicio y brutalmente, igual que sus víctimas. Y, a mayor abundamiento, habiendo sumido a su país, como despedida y por su empecinamiento megalómano, en una guerra civil catastrófica. ¿Alegría por su muerte? También, aunque la alegría sea un sentimiento volátil y, muchas veces, contradictorio. Francamente, en este caso,  me importan un bledo las formas y me satisface que este pajarraco no pueda hacer ya más daño a nadie. Como me importaría un bledo que un etarra muriera reventado por su propia bomba. Incluso los consideraría, a ambos, ejemplos palmarios de una justicia retributiva bien aplicada. En fin, hay veces en que los límites del gozo y la indiferencia no están muy claros y se entremezclan, quizás dependiendo del estado de ánimo de cada cual en cada momento. De cualquier manera, no me ha causado ninguna sorpresa el final consecuente de este personaje odioso, como no me la causaría, un mal poner, que yo me fuera para el otro barrio víctima de un cáncer de pulmón, siendo como soy fumador desde los trece años. No me haría ninguna gracia, bien es verdad, pero lo aceptaría sin asombros. Y sin falsos melindres, claro.

domingo, 23 de octubre de 2011

DE CIRCO EN CIRCO

Los circos concéntricos, eso, los circos concéntricos me tienen copado y desbaratan mi entendimiento y mi razón. Lo de los círculos ya ha quedado antiguo y obsoleto. Ahora es el circo lo que manda en este país, grande y pequeño, en el que vivimos y sufrimos a los que nos toca vivir y sufrir. En los últimos días ¿semanas? mi capacidad de resistencia ha estado al límite. Abres, tempranito, el periódico o la pantalla del ordenador, y tienes que andar esquivando chaladuras, cascos de bombero, cartas estrambóticas, fotos comunitarias, rumbas casposas, aquelarres siniestros,  denuncias esperpénticas, cónclaves fantasmas, peleas de gallos, falsas promesas. Y uno, náufrago, anda buscando tablas de salvación como un poseso, echando mano de recursos propios y ajenos (música, cervezas, poesía, sueños, amigos, ocasos, amaneceres, artículos de Tomás Martín Tamayo) para tratar de salir de esta puñetera realidad estrecha y, definitivamente, escacharrada. Y a veces lo consigues y otras, como ésta, no. Y entonces escribes un artículo, éste, en el que poder descargar algunas de las causas de tu desdicha y así sirva de sangría y se lleve los bichos malos que bullen por tu sangre o si no, al menos, actúe de lenitivo (Juan José Poblador “dixit”) a estos males del espíritu a fin de que no se encapsulen y se hagan crónicos.

Me ha producido un malestar punzante la cantidad de páginas de periódicos y horas de programas televisivos y radiofónicos que se han dedicado, de forma impúdica, a la boda de ese carcamal con callos, paradigma de la aristocracia más mohosa y antigua, valga el pleonasmo. Y que los mismos imbéciles que, con razón, tachan de basura las coyundas y separaciones de unos y otras, y desprecian las idioteces ordinarias de una princesa de un pueblo más tonto que ella, se tiren de barriga ante el espectáculo grotesco, casi escatológico, de las contorsiones ridículas de una anciana patética y se rindan ante él porque lo protagoniza la duquesa por antonomasia, que carga en su chepa más títulos nobiliarios que arrugas. Y, a mayor pasmo y para rematar la imagen cutre y chufletera, con el acompañamiento jacarandoso de una representación ad hoc del “pueblo llano”, que bebe vino mientras jalea rumbas a la temblorosa aristócrata. ¡Qué bonita estampa de confraternización campechana, de modernidad medieval!

Y aquí, intramuros, el espectáculo del PSOE y el PP a mojonazos por un “quítame allá ese primo”. Como una guerra de tartas de película muda. Los dos agarrados a un “¡pues anda que tú!” vergonzoso y vergonzante, dando testimonio de una manera barriobajera y chata de hacer política en la que asoma el pelo de la dehesa más cochambroso. A propósito de la nueva situación política extremeña tras las pasadas elecciones, escribía yo en estas mismas páginas: “Y con el PP sin mayoría absoluta, mejor que mejor, que así se evitan tentaciones de caer en el nepotismo despótico sufrido.” Vaya, creo que como vidente tengo  menos porvenir que un espía sordo, porque éstos han sacado los atrasos en un pispás, se han tirado como gato a bofe, vamos. Y los otros, inflado el pecho,  acusando a los de ahora de lo mismo que han hecho ellos durante tantos años y buscando grado de consanguinidad hasta en la novia del sobrino de la concuñada de la suegra del primo de un diputado. Y el colmo del descaro, si no del cinismo, es la propuesta de Fernández Vara de crear un registro público donde consten las relaciones familiares de los altos cargos y una ley de transparencia que impida determinados nombramientos. Qué listo, habiendo él tenido cuatro años para hacerlo y su partido treinta, ahora le sobrevino la inspiración y parió la genial idea. No importa, si no le hacen caso y esta iniciativa tan sincera y deslumbrante no llega a buen puerto, que la incluya, si es que sigue,  en su próximo programa electoral. Hombre, si Rubalcaba ha metido en el suyo que nos sacará de la crisis y ha colado, esto seguro que cuela también. Y mientras, a las engurras, los de IU como don Tancredo, haciendo la estatua mientras el toro viene bufando. ¡Qué valor!

El estrambote tenebroso a esta guerrilla navajera la ha puesto un individuo con estética de padrino hortera de boda paleta, a la sazón presidente de la Asamblea, denunciando en la policía a la autora de unas letrillas jocosas dedicadas al asunto de su primo, el conductor fiable. Cuando leí la noticia sentí un escalofrío antiguo, un sinsabor amargo que pensé ya enterrado en las cloacas de la historia próxima pasada. Si, como dice el refrán, “a quien no está acostumbrado a llevar bragas, las costuras le hacen llagas” y este señor anda con el cutis delicadito, que se unte con ungüentos sus escoceduras y deje a las personas expresarse con libertad que, si él aún no se ha enterado y anda todavía por los cerros de Fraga y su ley de prensa, es un terreno ya ganado desde hace mucho tiempo. Si tiene la mandíbula de cristal, que no se meta a boxeador. Un político, si es demócrata, no puede ir por la vida con la actitud prepotente de un chuletilla de barrio, como una pantaruja amedrentando a quien ose, aun con ironía y desparpajo, poner en cuestión su labor pública. Sólo comunicarle, señor o señorito, que la libertad de expresión no debe de andar al albur de quien confunda ser elegido con ser entronizado, creyéndose intocable cual brazo incorrupto de Santa Teresa, reliquia, por otra parte,  especialmente apreciada por el pequeño momio. A veces me parece que la historia se repite como una pesadilla recalcitrante.


viernes, 30 de septiembre de 2011

LA MÚSICA


Tengo la gran suerte de haber vivido una infancia feliz. Último, con mi melliza, de diez hermanos, crecí en un ambiente tranquilo y lleno de cariño sólo alterado, de vez en vez, por las consecuencias de ser el menor de tantos y, por eso, diana de las trastadas de los que me precedían. Peccata minuta, al fin. Recuerdo, envuelto en una bruma nítida, las canciones que me cantaba mi madre cuando era pequeño y vuelvo a sentir la misma sensación amable, la dulce placidez de entonces. En casa teníamos un piano vertical, marca “Erard”, en el que ella tocaba algunas piezas de oído. Me fascinaba ver, con mi nariz a la altura de las teclas, el ritual de inicio previo a su pequeño concierto: cómo abría la tapa con parsimonia, ponía en posición horizontal la pequeña repisa que servía de atril y colocaba en ella el anillo, con una gran piedra violeta, que antes lucía en el dedo anular de su mano izquierda. Después venía la magia de verla acariciar las teclas y escuchar una cancioncilla que había aprendido de pequeña, de la que nunca supe el título y que yo tarareo, aún hoy, sin dificultad. Quizás por esta vivencia repetida me obsesioné con una escena de la película Cría cuervos de Carlos Saura, en la que una Ana Torrent niña, de “ojos oceánicos”, pide a su madre, como hacía yo con la mía, que le tocara al piano esa canción que tanto le gustaba. Y Geraldine Chaplin interpretaba entonces, para complacerla, Canción y Danza nº 6, de Federico Mompou. Cuando vuelvo a ver esta película, que conseguí en DVD, esa imagen sigue sobrecogiéndome hasta las lágrimas. Y es que desde que me recuerdo y recuerdo la casa de mis padres, la música es una constante que acompaña a la memoria. Desde las Partitas de Bach a las canciones de Renato Carosone, pasando por las milongas de Yupanqui, los Nocturnos de Chopin o, por ejemplo,  los 80 éxitos de París, con Pierre Dorsey, su piano y sus ritmos. Siempre la música con nosotros, como alguien más de la familia, telón de fondo sentimental de alegrías y penas.

Sirva este prolegómeno de añoranza lírica, salvaguarda de mi estabilidad emocional y freno a la estampida instintiva que la sangre pedía, como contrapunto necesario a la indignación que me ha producido el carajal que el Consejero de Economía del Gobierno extremeño, con voz tronante y ademanes cuarteleros,  ha montado a costa de la Orquesta de Extremadura. Con la excusa de los desorbitados haberes percibidos por el Director de la misma (con lo que se puede estar de acuerdo) y la existencia de unas presuntas irregularidades contables inconcretas, que dijo la Teniente, venía a sugerir su desaparición con la falacia demagógica añadida de, así,  poder arreglar la vida de 150 parados con sus familias. Al poco de su estampida, quiso arreglar el entuerto y acallar el revuelo producido con nuevas declaraciones, llenas de inseguridad, en las que vino a decir, balbuceante, que no dijo lo que dijo sino que dice lo que está diciendo en ese momento, que era lo que quería haber dicho antes igual que lo decía ahora. O algo por el estilo. Tras este galimatías tembloroso comparó la gestión de la economía de la comunidad con la de una familia, ya que en ambas se debían priorizar gastos. Antes comer que ir al cine porque primero cubrir las necesidades básicas y después el lujo, dijo.  Y ahí es donde la puerca torció el rabo. El jefe proclamando hasta el empacho que la gestión no entiende de ideologías, y su consejero económico haciendo una declaración mayestática de principios ideológicos al catalogar la cultura como un artículo de lujo. ¿Que el sueldo del Director de la Orquesta de Extremadura se considera excesivo? Pues a tomar por el saco bellaco la orquesta y caso cerrado. Eso, fuera lujos. Me recordó esta actitud intransigente y, si no fuera por lo que es, hilarante, a la del presidente Bush, otro ejemplo de sutilidad, que aventuró como solución a la plaga de incendios forestales que azotó Estados Unidos el acabar con sus bosques a base de buldóceres. Por aquello de muerto el perro.

Y, a todo esto,  sin tratar de hacer una lista exhaustiva, ¿qué han dicho los Conservatorios Superiores de Música extremeños, sus profesores, sus alumnos, los profesores de música de primaria, secundaria y bachillerato, las gentes de la Universidad de Extremadura, la Real Academia de las Artes y las Ciencias, la Asociación de Escritores Extremeños...? Que yo sepa y hasta la fecha, no sé si por desidia, por miedo,  por mantener cada cual sus momios o, simple y llanamente, por aborregamiento modorro, nada de nada. O quizás es que estén de acuerdo con el asunto.  Lo peor, me malicio, es que esto de la orquesta es la punta del iceberg calamitoso que se nos viene encima, o sea,  que salimos de Herodes y nos metemos en Pilatos. Aquellos, manipulando la cultura, pringándola de unte bajo el lema “café para todos y a estar calladitos”, que dijo la Consejera anterior a la anterior a ésta, y el que no quiera café, directo a las tinieblas exteriores; y éstos a considerarla como un artículo de lujo del que se puede prescindir.

Mientras escribo este artículo escucho el segundo y emocionante movimiento, Largo, del Concierto para flautín en Do mayor, de Antonio Vivaldi. Todo un lujo. Está incluido en la banda sonora de una magnífica película de François Truffaut titulada El pequeño salvaje. Digo yo que ha debido de ser una asociación de ideas.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

NOCHE DE MEDALLAS

 
Estuvimos el pasado día 7 en el Teatro Romano de Mérida en el acto de entrega de las Medallas de Extremadura. Quise acompañar, siquiera telepáticamente, a mi amigo Manuel Pecellín, que la recibía con todo merecimiento para satisfacción de él y de nosotros, sus amigos, y sarpullido eritematoso de los habitantes de la zona oscura. Dado que para entrar había una cola considerable, a Ángel Sánchez Pascual y su santa, con quienes estuvimos, les entraron las prisas, de modo que a las ocho y cuarto estábamos ya encaramados en el palo del gallinero. A pesar de que el acto comenzaba a las nueve el tiempo de espera, al principio,  pasó entretenido. Me divertí viendo el desfile de señoras vestidas de madrinas de boda, subidas en zapatos de tacón de aguja de croché, tratando de salir ilesas de sus evoluciones por entre aquellas piedras; de señores engominados y algún señorito rizoso encantado de haberse conocido, alardeando de un aplomo y un “saber estar” impostados; de políticos añejos y bisoños, unos desplegados como pavos reales en celo, y otros con cara de haber merendado una infusión de vinagre. En fin, disfruté desde la distancia que me proporcionaban mi sitio y  mi posición viendo tanto oropel y tanta sonrisa artificial y artificiosa. Pero a medida que pasaban los minutos, la observación divertida de las relaciones entre sí y con el medio de fauna tan variopinta, fue mutando en hartazgo empachoso, de manera que cuando empezó el evento, yo ya tenía las tripas escupiendo chiribitas y además, como aderezo del suplicio, el trasero entumecido y descorazonado. Y es que el cojín astroso y con manchas de color indefinido y origen incierto que alguien puso allí, sin duda con la loable intención de amortiguar la dureza de las milenarias piedras contra nuestras nalgas, debía de haber sido adquirido en el saldo de un chino, de tan inútil y contraproducente que era. Tanto, que me hizo dudar de que no hiciera el efecto contrario al que tenía asignado.

Tras la presentación, desfilaron por el escenario impositores e impuestos, políticos,  autoridades y un señor que pasaba por allí. Sonaron los himnos (por cierto, aprovecho la ocasión para implorar, a quien corresponda, que se modifique de una puñetera vez la letra del de Extremadura y se enmiende el grave e infame error sintáctico que repite, cansinamente, su estribillo) e izaron las banderas. Dado el lamentable estado de inseguridad sicoemocional  en el que ya me encontraba por los ataques inmisericordes del mundo exterior, tuve, con el fragor de la fanfarria y el ondear de las enseñas, una especie de ausencia momentánea, un flash en el que me vi de nuevo vestido de caqui por los andurriales del campamento “Álvarez de Sotomayor”,  cargado de correajes, escopeta al hombro y camino de la temible “tercera imaginaria”. Cuando me recuperé, con algún ligero temblor, de esta fugaz pesadilla modorra, comenzaba a hablar el alcalde de Mérida. Mi resistencia estaba ya al límite y comencé a ser presa del pánico, así que me despedí balbuceante de los Sánchez Pascual, hice una seña a mi santa y salimos de allí pitando, no fuera a ser que la fragilidad de mi estado me llevara a un punto de no retorno en la insania. Antes de sumergirnos en la oscuridad del vomitorio en busca de la luz, lancé una última mirada al escenario para mandar a mi amigo Pecellín un fuerte abrazo virtual y disculpas por mi salida apresurada y, al hacerlo, comprobé, no sin cierto estupor,  que el señor que pasaba por allí y que ocupaba asiento en el escenario, junto al Director de la Universidad de Mayores, no era otro que el Rector Magnífico de la Universidad de Extremadura. Trompicando por las tinieblas trataba de entender qué hacían dos personas en lo alto si sólo había una medalla. ¿Sería una medalla bífida o bipolar o bicefálica? ¿Sería una “bimedalla”? Quizás, aventuraba para mí, algún emprendedor departamento universitario había descubierto la cuadratura del círculo, medalleramente hablando.

Absorto iba en estas cavilaciones cuando llegamos, por fin, a territorio libre. Nos sentamos en la terraza de un bar cercano al campo de batalla dejado atrás, con la suerte de que resultó ser una atalaya privilegiada desde la que veía nítidamente el enorme televisor del interior, sin que su sonido me llegara. Así pude seguir el desarrollo del acto a salvo de cualquier posible agresión. Mientras dábamos cuenta de unos generosos vasos de cerveza fría y unas croquetas caseras de ibérico que estaban de rechupete, pude comprobar que mis suposiciones anteriores eran del todo desacertadas: ni cuadratura del círculo, ni medalla bicefálica, ni Cristo que lo fundó. En el escenario se representaba un sainete universitario chusco en el que los papeles estaban invertidos, ya que el sargento ejercía de general y el general, en plan Don Tancredo, de asistente del sargento. Me sentí confundido. ¿Vanidad por protocolo, foto por dignidad? Cualquiera sabe. Como decía aquél, el asunto será sublime, pero no lo comprendo.

La noche transcurrió sin más sobresaltos y sólo abandoné mi trinchera para entrar en el bar a escuchar a Pecellín. Al fin y al cabo, para eso habíamos emprendido esta expedición a territorio hostil. En el momento en que anunciaron el discurso del Presidente del Gobierno extremeño, volví a cubierto. Terminamos de cenar. Cuando nos levantamos, Monago seguía allí.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

DISPERSIÓN VACACIONAL

Se acabaron mis vacaciones. He estado casi un mes sin estar seguro de qué día era, sin horarios, sin rutinas impuestas, y, en algunos momentos, dado a la más absoluta galbana. No obstante, he leído mis periódicos diarios, libros que se habían amontonado, madrugado cada día, cocinado y realizado mis labores jardineras. Incluso hice un viaje a Barcelona, con mi santa, adonde llegué a pesar de una autovía-autopista, la II, cuyo nombre es un insulto a la inteligencia por su firme de camino de cabras, su concentración de obras y el atraco de su peaje. Pero, qué quieren que les diga, por ver a los hijos uno es capaz de hacer cualquier cosa, hasta dejarse robar por viajar dando más botes que una caravana de la Wells Fargo. Aun a pesar de la molicie, ya digo, he estado al tanto de noticias y acontecimientos y, por culpa de ella, no escribo sobre ellos hasta ahora. La dispersión vacacional es lo que tiene.

Sin duda uno de los eventos estrella de este agosto ha sido la visita del Papa a España con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. Y a pesar de que esas concentraciones masivas de morados, casullas, sotanas y capisayos me produce bastante desasosiego diré, de entrada, que me trae al fresco que venga el Papa o, un poner, el Patriarca de Constantinopla, que no ando yo metido en estos mundos de iglesias y religiones. También he de manifestar que lo que en el ejercicio de su divino magisterio pueda decir éste o cualquier otro obispo de Roma, francamente, me importa un rábano. Por tanto, allá cada cual que crea en lo que quiera y aclame a quien le plazca. Es por eso por lo que no logro entender la actitud energúmena e intransigente de esos indignados antipapa que, como el que figuraba en una fotografía de este diario, se han dedicado a amedrentar y escupir blasfemias en los oídos de criaturas quinceañeras, o a zarandear monjas en una actitud rufianesca y matona reflejo de épocas oscuras. Entre las excusas peregrinas (perdón por el chiste fácil) que esgrimían estos iluminados para justificar sus acciones bárbaras, estaba la de su oposición a que el viaje papal se pagara con dinero público. Pues vaya. A mí también me da por el saco bellaco que se subvencione a sindicatos y patronales y, a pesar de eso, me fastidio y no me dedico a organizar comandos para correr a gorrazos por las calles a liberados sindicales o patronos de la CEOE. Otra cosa es la matraca cansina que nos han dado los medios de comunicación escrita, audiovisual y en línea con la puñetera visita, que estaba ya de peregrinos, mochilas, cánticos, confesiones masivas e indulgencias hasta la mismísima coronilla. Sin contar la inevitable ración de mermeladina que conlleva este tipo de manifestaciones apostólicas. Tuve ocasión de ver en un telediario la entrevista a un joven, tipo “yo amo a Laura”, que embelesado mostraba al mundo el contenido de la mochila del peregrino. Además de gorro, camiseta, abanico y rosario, contenía un botiquín que, ad hoc, resultó ser un crucifijo porque, dijo el relamido, “no hace falta más: Jesús lo cura todo”. Tamaña cursilada me obligó a meterme dos chutes urgentes de insulina porque la glucosa me salía por las orejas. Y ya puestos, los organizadores podrían haber sido un poco más terrenales e incluir en la mochila de marras algún remedio contra las lipotimias, porque los muchachos, bajo el sol de agosto, caían como chinches.

También han merecido mi atención los denodados esfuerzos del “transustanciado” Rubalcaba por quitarse de encima, aun a mandobles, su reciente y cómplice pasado con el desastre zapatérico. Me recordaba a Louis de Funes en la película La gran juerga diciendo insistentemente: “¡Yo no he sido, yo no he sido!”. La diferencia es que Louis de Funes decía la verdad. Tanto empeño ha puesto el tal en ser otro que, incluso, ha querido mamporrear a los del 15M. Ya lo veía yo en la Puerta del Sol con la flauta, el perro, la peluca de rastas y megáfono en mano gritando “¡Zapatero, se te ve el plumero!”. Pero el suricato esdrújulo tenía un as en la manga para dejar con el culo al aire a este renegado, que así se las gasta el pájaro, y a última hora le ha endilgado una reforma constitucional para la contención del déficit que ha dejado al pobre Alfredo tan desconcertado como Adán y Eva en el Día de la Madre. Y ahí sigue, más delgado, más filoso, haciendo encaje de bolillos para tratar de explicar tanta contradicción y tanto dislate. Por cierto, que esta reforma no ha gustado ni en la forma ni en el fondo a sindicatos y nacionalistas. A los nacionalistas, me imagino, porque no han podido trincar por sus votos. A los sindicatos, siempre generosos y desinteresados, porque piensan que este reforma repercutirá negativamente en el estado del bienestar. Digo yo que mayormente del bienestar suyo porque, ¿cómo se puede hablar de bienestar con casi cinco millones de parados y siendo el sétimo país más pobre de Europa? Alguno de estos merluzos ha añadido que “endeudarse es de izquierdas”. Pues no, zoquete, endeudarse es de manirrotos. Y si es con el dinero de todos, de incompetentes e, incluso, de sinvergüenzas. Pero bueno, mientras que a costa de las subvenciones y la deuda nos podamos ir de vacaciones cinco estrellas a Madeira, ¡ancha es Castilla!

Y yo de depresión posvacacional, nada de nada, que eso es un invento de zánganos flojeras. ¿Depresión por trabajar? Pues no. Depresión por no poder trabajar. Y si no lo creen, pregúntenlo en las colas del INEM o en los comedores de Cáritas.

jueves, 28 de julio de 2011

PENTECOSTÉS

El día de Pentecostés, quincuagésimo después de la Pascua, celebra la Iglesia Católica la venida del Espíritu Santo, en forma de lenguas de fuego, sobre los Apóstoles. Eso transformó a estos hombres analfabetos, toscos y pusilánimes infundiéndoles valentía, libertad y el don de la glosolalia, pudiendo así llevar a cabo la evangelización de los gentiles, en lo que se considera el inicio de la actividad de la Iglesia. Me ha venido este recuerdo de la infancia, siempre unido a la imagen del cuadro de El Greco que ilustraba el portento en el libro de Edelvives “Historia sagrada”, después de ver la renovada imagen del candidato socialista a la Presidencia del Gobierno de España, digo, desde que es candidato. Porque, oído el discurso inaugural y siguientes ante sus apóstoles, sacristanes y monaguillos, yo creo que él también ha pasado por su propio Pentecostés laico, corregido y aumentado el original, dándome la sensación de que, en su caso, la trayectoria ha sido a la inversa, que en vez descender sobre el individuo el influjo milagroso de algún ente sobrenatural, ha sido abducido por éste, limpiado de toda impureza, imbuido de una especie de agnosia curricular, y devuelto entre los mortales, transmutado en una mezcla de Fray Gerundio de Campazas y “el cansino histórico” de José Mota, con clarividencia de chamán, impoluto e inmaculado como el “agua límpida maravillosa” del boticario Fidencio Barrenillo y cargado de remedios con los que resolver todos los problemas de esta España cascarriosa. Se fue siendo simplemente Alfredo, mientras subía pasó a Alfredo P. Rubalcaba y volvió de la transfiguración como Rubalcaba, lo que siempre había sido y que, aunque parezca lo mismo, no es igual. O sea, un “sí pero no”, como decía aquél.

Si un enfermo hubiera despertado estos días después de 30 años en estado de coma, no podría imaginar que este “ungüento Pallesqui” hecho hombre de ademanes delicados y afán didáctico, con solución para todas las llagas y laceraciones que sufre el país, sea el mismo que durante las dos últimas legislaturas acompañó, como fiel escudero, a ese azote de la inteligencia y del sentido común que nos ha gobernado y nos gobierna, apoyando sus dislates y colaborando en el desastre desde su cargo tripartito; que este caballero de aspecto beatífico y estar sosegado, con una biografía espesa y cargada de sombras, sea ahora el paradigma de un futuro luminoso para todos. Afortunadamente no hemos estado en coma, aunque a veces diera esa impresión, y no es posible tragarnos un brebaje que, siendo veneno, pretende ser antídoto; creernos un mañana brillante que es ayer oscuro, o dejarnos engañar por la apariencia de hombre nuevo de alguien tan añejo y astroso como el que nos ocupa. Me enervan sobremanera las películas de viajes en el tiempo, esas en las que el protagonista puede encontrarse con su madre preñada de él mismo o a su abuelo con menos años de los que él tiene. Tampoco soporto la palabrería de la cocina de autor, puro oropel para ocultar vacuidades y clavadas, como si el nombrar los platos de siempre con términos rimbombantes les cambiara el sabor. Y hete aquí que en este Rubalcaba confluyen ambas circunstancias para mí irritantes, pues es un regreso al futuro, una salida al pasado, un oxímoron, por contumaz, deconstruido hasta el pleonasmo.

La verdad es que resulta grotesco, como de culebrón venezolano, verlo aparentar, con una seguridad impostada, el rol de personaje limpio de toda culpa, acarreando una colección increíble de parches, sinapismos, emplastos y cataplasmas con los que ahora pretende curar las descalabraduras que él mismo nos produjo, maestro Ciruela que pregunta y se responde arquetípicamente, dando lecciones de moral política y consejos de corrección versallesca, con la lengua ígnea de la sabiduría infusa no ya sobre su cabeza, sino rodeándole como una aureola purificadora capaz de borrar toda una trayectoria anterior, a veces siniestra, tantas otras pantanosa. Si la Ley de la Memoria Histórica, ese bodrio demagógico y maniqueo que se sacó de la axila el suricato inane, sirviera para algo más que para desenterrar rencores, debería aplicarse para desenmascarar a este embustero de libro que ahora va de hombre cabal, a este cómplice de que los etarras estén en las instituciones vascas mientras alardea de ser un incansable luchador contra el terrorismo, a este Jano peligrosísimo que alardeó, siendo Ministro del Interior, de su “ventaja de saber todo de todos” y ahora habla de juego limpio. Si este personaje empercudido de pasado es el futuro de PSOE, aconsejaría al PP e IU que desempolvaran a Fraga y a Carrillo para competir con él en las próximas elecciones que, como dice el refrán, “de puta a puta, San Pedro es calvo”.

En fin, ahí tenemos ya, en plan superestrella, a este reinventado Alfredo P. Rubalcaba. No con P. de populista, ni de pelmazo, ni de pestilente, ni de pérfido. Quita, quita. Como decía al principio, con P. de Pentecostés. Pues, que quieren que les diga, ¡bendito sea Dios!

sábado, 9 de julio de 2011

CAYOLARA, BABY

“Abandonad toda esperanza”, figuraba en el frontispicio del infierno de Dante. No puede haber mensaje más descorazonador y más contundente. Y, en estos últimos, al menos, veinte años, no es que yo me sintiera en algún infierno, pero bien es verdad que había abandonado toda esperanza de que la política en Extremadura fuera algo vivo. Parecía que la región había entrado en una siesta modorra y pegajosa, enganchada a una noria cansina que no propiciaba sorpresas, una rutina aburrida. Cada cuatro años, con motivo de las elecciones autonómicas, asistíamos a un recalcitrante “déjà vu”. Se sabía de antemano lo que iba a pasar, se repetían discursos y promesas, las mismas mentiras y el mismo resultado. La red de clientelismo y miedo que se iba formando año tras año, la idea patrimonialista del poder marcada a sangre y fuego en esta casta de caciquillos de tres al cuarto, contribuía a encastrar al partido político dirigente en un sistema cada vez con más telarañas, cada vez oliendo más a rancio, más a régimen. Tan es así que no me hubiera sorprendido que, en un momento concreto, nombraran consejero de algo a Solís Ruiz o en la Asamblea se apareciera, como por ensalmo, “el espíritu del 12 de febrero”, de añejo que sentía esta suerte de inmovilismo pertinaz.

Pero hete aquí que el día 22 de mayo todo cambió como de la noche, que parecía interminable, al día. De tal manera que en este mes largo ha habido más vida política en Extremadura que en los últimos 25 años de paz. El PP ha ganado las elecciones porque, qué cosas, 32 son más que 30 por culpa del derechón cavernario de Pitágoras, y los vetustos cimientos que algunos paniaguados creyeron eternos vinieron abajo con estrépito, y fue el llorar y el crujir de dientes en las huestes otrora altivas, sectarias y prepotentes y ahora temosas, incrédulas y desconcertadas. Algunos mandilones, viendo sus prebendas volar, se aferraban a la idea de una mayoría de izquierdas y trataban de presionar histéricos con argumentos tan falaces como demagógicos. Sabiendo que de los 3 escaños de IU dependía, si los apoyaban, el seguir disfrutando de sus canonjías, procuraban ahora dorarles la píldora envenenada. Al mismo grupo político que, durante estos años, han despreciado, humillado y atracado y del que, en su momento, algunos miembros huyeron de forma vergonzante y desleal para subirse al carro del pienso. Y todo este teatro lastimoso y cínico bajo el manto protector de una supuesta cercanía ideológica. Vaya y por poner un ejemplo, si alguien es capaz de demostrarme que un hombre vacuo y carente de ideas como ZP es capaz de tener ideología, me comprometo a dedicar mi vida y hacienda a tratar de conseguirle si no el Nobel, que nos queda muy lejos, sí al menos el Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, porque tal descubrimiento haría que tuvieran que replantearse todas las leyes fundamentales de la lógica, la física y las conjunciones planetarias, como poco. Si encima es capaz de demostrar que esa ideología, si la tuviere, es de izquierdas, no tendría más remedio que, además, invitar a este portento a unas cañas y una ración de carrillada ibérica en el Bar Deportivo de mi amigo Manuel. Y “si el abad toca a maitines, qué no harán los demás monjines”. Pues eso, a buenas horas sacan estos camastrones a relucir la ideología. Se necesita ser desahogados. El oírlos es más chocante que oír a La Veneno hablando de urbanidad. Pero bueno, es que el ansia viva y de supervivencia en el machito es lo que tiene.

Y si estos pocos días han sido intensos, me imagino que la legislatura en la que ya estamos tendrá momentos apasionantes o, en cualquier caso, novedosos. Ver al PSOE en la oposición, porque los votos han dictado que no lo quieren gobernando, es algo inédito y regocijante en nuestra región, una bocanada de salud democrática para un enfermo que parecía en prolongada fase terminal, siempre en el sopor del agonizante. Y con el PP sin mayoría absoluta, mejor que mejor, que así se evitan tentaciones de caer en el nepotismo despótico sufrido. Y si IU en Extremadura sigue en el papel coherente y honrado que ha jugado hasta ahora, estos cuatro años pueden dar mucho de sí. A punto hemos estado de no poder disfrutarlo por la actitud tozuda de Cayo Lara, que giró visita a estas tierras como un sátrapa visita sus dominios, con las orejeras puestas y la actitud rígida y dogmática típica del estalinismo, acompañado de una corte o cohorte de salivillas que trataron de meter en vereda a los súbditos presuntamente díscolos. Este papel de perrillo faldero del PSOE iniciado por Llamazares parece un estigma que persiga a los dirigentes actuales de la coalición. Y todo desde la visión ignorante que da la distancia. Él sigue en sus trece monolíticas queriendo abrir expediente a nuestros tres. Pues bueno, aquí estamos para, en su momento, echarles una mano. Siquiera sea testimonial. Y al tal, parodiando a Terminator, habría que darle la despedida que popularizó el androide: “Cayolara, baby”. Pues eso. Y buen viaje tenga usted.

viernes, 24 de junio de 2011

ALTRUISMO PATRIO

Tengo grabada en mi memoria una imagen, una angustiosa situación de tiempo atrás que, tratando de olvidar, permanece tozuda y me persigue y me arrebata e incomoda mis sueños y me perturba. Y, en aumento de mis males, estos días atrás ha reverdecido en toda su crueldad. Permítanme que, en esta nueva ocasión de contacto, desahogue mis pálpitos sudorosos en estas líneas, en estas páginas ahora paños caritativos de mis lágrimas desconsoladas, y acéptenlos, incluso aunque pudieran sentir mi intromisión como un desvarío de orate desahuciado. Paso a narrarles lo sucedido con la esperanza de que, al conocer los hechos, comprendan la magnitud de mis angustias. Cumpliendo probamente con mis obligaciones de funcionario, andaba yo en aquel año de 2006 girando visita a las distintas Sedes donde se celebran los exámenes de acceso a nuestra Universidad. Una labor que, aún mecánica, debe ser minuciosa pues supone el pago de las dietas de los profesores que forman y conforman el Tribunal examinador, y hay que ajustar quilómetros y horarios para darle a cada cual lo suyo, siempre atento a perillanes que, prejuzgando la estulticia del burócrata de segunda, tratan de arañar miserias con aires de docta dignidad. No recuerdo en cuál de las 12 estaba en el momento en que se produjo el suceso, lo que si puedo asegurar es que la situación la tengo vívida en mi memoria como si hubiera pasado esta misma mañana, digo, un poner. Estaba yo, como refería, ajustando horas y distancias de los examinadores que allí se encontraban cuando, de sopetón, se abre la puerta de la sala con gran estruendo y aparece, como un poseso, uno de los profesores vocales, de apellido pinturero, otrora edil, blanco como una pared recién encalada y, con voz temblorosa, nos pregunta a los allí congregados: “¿Sabéis la noticia?” Ante el silencio sepulcral que invadió la estancia, insistió ya al borde del sopitipando y en un grito histérico: “¿Sabéis lo que ha pasado?” Con la velocidad del rayo pasaron por mi cabeza toda una serie de catástrofes a cual más trágica, pero ninguna se acercaba a la que el Hermes desencajado nos comunicó: “¡Ha dimitido Ibarra!”, balbuceó en tono gimoteante, mientras se apoyaba en un pupitre a un paso del desmayo. Yo, en un acto de empatía o, quizás, sugestionado por la actitud desconsolada del individuo, me levanté como un resorte y, alzando mis brazos al cielo, exclamé: “¡Ay, Dios mío, y ahora ¿qué va a ser de nosotros?!” Para, acto seguido, desplomarme en la silla totalmente abatido.

He recordado ahora estas zozobras a raíz de la controversia surgida con la oficina del expresidente o la exoficina del presidente, que ya no sé cómo nombrar el asunto. Parece mentira que esta tierra a la que él tanto ha dado, encumbrándola a cimas de modernidad, progreso y libertad que ninguno imaginamos, pueda llegar a ser tan mezquina y desagradecida con este ser providencial que ha regido sus destinos durante tantos años gloriosos. No es de extrañar que, ante la polémica orquestada por enemigos seculares a cuenta de los gastos que ocasionaba dicha oficina, renunciara a ella con la dignidad que caracterizó su retiro y que bien puso de manifiesto en la comparecencia pública, ejemplo de modestia y humildad, que organizó para comunicarnos su decisión. Como nos dijo en tan señalado día, a él no le aportaba nada el despacho en cuestión, antes al contrario, sólo servía para que, de forma desinteresada y desprendida, pudiera derramar consejos y admoniciones a cuanto peregrino se acercara a él.

De la generosidad con la que ha ejercido su magisterio político este prócer irrepetible baste un botón: Poco antes de abandonar la presidencia, en mayo de 2007, la Universidad de Extremadura y la Consejería de Educación firmaron un convenio por el que, grosso modo, después de 30 años de servicio público en determinado nivel, los docentes de dicha UEX podrían jubilarse, con 60 de edad, percibiendo el 100% del sueldo que disfrutaran en ese momento, gozando de dicho emolumento hasta cumplir los 70. La diferencia que, durante esos 10 años, existiera entre la pensión que les correspondiera y el montante de dicho sueldo, superior éste en todos los casos a aquélla, sería abonada por la Junta de Extremadura. Gracias a esa altura de miras, muchos de sus antiguos compañeros gozan de un saneado retiro por encima del común de los mortales. Bien es verdad que, casualidades de la vida, él también se benefició de este convenio, pero fue de milagro ya que, una vez alcanzada su merecidísima jubilación en el 2009, no volvió a aplicarse por los problemas financieros derivados de la renombrada crisis, urdida, como todos sabemos, por el taimado bigotón pepero años antes.

¡Y ahora le echan en cara la pamema de la puñetera oficina! ¡Hombre, por Dios! Menos mal que a veces la Historia, como en este caso, viene a hacer justicia y a reparar entuertos. Y es que nuestro presidente ZP, otro prócer insigne y providencial, descabalgado ya de la conjunción planetaria, no ha permitido que este pozo de sabiduría deviniera en pozo seco y ha tenido a bien nombrarle, en clarividente decisión, miembro del Consejo de Estado por cuatro años. De modo que será el mismísimo Estado, y no la ingrata Extremadura, el que se beneficie de sus atinadísimas sugerencias. Con la pulcritud que le caracteriza, nuestro hombre ya ha anunciado que no piensa cobrar nada, dado que ha sido nombrado y no elegido. O sea que la labor que realizará no sólo será impagable, sino que tendrá que pagarla él, detrayéndola de su pensión de jubilado. ¿Puede haber muestra de amor más desinteresado a España? Yo no la percibo y por ello, en estas líneas, me descubro ante ejemplo tan edificante de altruismo patrio.

viernes, 3 de junio de 2011

15 - 22M

A veces los árboles no nos dejan ver el bosque y, quizás influenciados por lo anecdótico, obviamos lo fundamental. Digo que la imagen que de la “Plataforma 15M” (lo de “Movimiento” me chirría) han dado la mayoría de los medios, o al menos así lo he percibido yo, no ha pasado de lo folclórico, o sea, de las acampadas, de los eslóganes (algunos realmente empachosos y cursis), de si duermen o plantan tomates y, al fin, si se desinflan o no. He de decir que, de entrada, esa aglomeración tan tupida de personal tan variopinto no me olía bien, metafóricamente hablando y, con los calores y la higiene precaria impuesta por las circunstancias creo que, stricto sensu, tampoco debía hacerlo, y bien es verdad que pensé que aquello acabaría como el rosario de la aurora, dado que la muchedumbre es lugar propicio para la actuación de los energúmenos, pero el desarrollo de los acontecimientos, con escasas excepciones estadísticamente despreciables, ha venido a disipar mis temores y a echar por tierra mis equivocados augurios, salvando la actuación, ésa sí energúmena, de los Mossos en Barcelona. Se han organizado bien, no ha habido sobresaltos y, además, como el verdadero meollo del asunto estaba en Internet, he tenido la posibilidad de conocer su ideario sin necesidad de aguantar malos olores y rollos de pelmazos de verborrea dispersa que, megáfono en mano, en estas movidas los hay al por mayor. Y habiendo reivindicaciones imposibles por utópicas o descabelladas, otras verdaderamente estrambóticas y, al cabo, algunas con un tufillo a pacifismo rancio y populismo facilón, también hay bastantes que yo suscribiría de la cruz a la fecha. Sin ser exhaustivo, podría citar: control del absentismo de los cargos electos, supresión de sus privilegios en el pago de impuestos, eliminación de la inmunidad asociada al cargo, supresión del Senado, reducción de cargos de libre designación, jubilación a los 65 años, cancelación de la hipoteca con la entrega de la vivienda, supresión de gastos inútiles en la Administración, aplicación efectiva de la Ley de Dependencia, prohibición de rescate o inyección de capital a entidades bancarias, abolición de la Ley Sinde, protección de la libertad de información, modificación de la Ley Electoral, independencia del Poder Judicial y que el Ejecutivo no nombre a los miembros del Tribunal Constitucional.

En fin, creo que han sido unos dignos teloneros de las elecciones pero que, pasado el primer impacto, deberían tratar de organizarse y encauzar sus reivindicaciones dentro de una estructura programática que pueda competir, en igualdad de condiciones, con otros programas políticos o asumidas por los que ya hay. Y, haciendo caso del dicho de que “el huésped y la pesca, a los tres días apestan”, levanten las jaimas, hagan el hatillo, limpien el escenario y prosigan su movida donde se inició, en las redes sociales. No vaya a ser que, como ya está ocurriendo, por plastas y cansinos pasen de indignados a indignantes y lo que bien empezó, mal acabe.

Y de las elecciones, que es lo importante de la semana, dos apuntes. Uno, el empecinamiento de los socialistas en machacarnos con que no es que el PP las haya ganado, sino que ellos las han perdido por la malvada crisis, tótem omnipresente que ha pasado de no existir a ser la causa de todos sus males. Añadiría que si, como dijo ZP, el culpable de la crisis es Aznar, habré de deducir, aplicando una norma básica del silogismo, que el artífice de esta estrepitosa derrota ha sido él. De modo que el taimado bigotudo programó la crisis hace siete años para que ellos perdieran ahora las elecciones, como un nuevo Cid redivivo ganando batallas después de muerto. Burdo intento “suricatero” de querer eludir su responsabilidad mayúscula en la debacle. ¡Ay crisis, crisis, cuántas bobadas se dicen en tu nombre!

El otro apunte, la irrupción explosiva de la rufianesca de Bildu en el panorama político del País Vasco y Navarra. Es de Perogrullo decir que estos canallas están ahí porque los han votado, evidentemente, pero habrá que recordar que los han podido votar por la bochornosa actuación del títere Pascual Sala y los otros cinco cristobitas con puñetas del Tribunal Constitucional, todos nombrados por el PSOE. El susodicho se puso melindroso y sensiblín cuando criticaron su decisión teledirigida y prefabricada, diciendo que se le ponía la carne de gallina cuando se dudaba de su independencia y de la de sus bizcochables. Habría que decirle que gracias a esos seis votos, las cicatrices de las víctimas vuelven a estar en carne viva y sangrando. Que siga, pues, en un continuo escalofrío, que poco castigo es para el dolor que ha causado. Me imagino que Patxi López y adláteres estarán contentos, ya que recibieron alborozados la sentencia que abría la puerta de chiqueros a la estampida de la chusma. Sin duda, el más feliz de todos debe de ser el casper con bufanda, Odón Elorza, que ha sido defenestrado por los suyos para tratar de impedir que Bildu gobierne en San Sebastián. Y ahí está, erguido con el rabo entre las patas, fantasmeando en su nirvana.

lunes, 23 de mayo de 2011

EL MONSTRUO POLIMORFO


En un artículo anterior hablaba de que soy un lector ávido (¿compulsivo?) de periódicos y que cada día leo en papel tres o cuatro. A mayor abundamiento, de unos años acá y gracias al invento del maligno (no me refiero a los Bancos, no) me meto a diario entre pecho y espalda seis u ocho más, en su edición digital. O sea, que me atiborro. Abarcan, por número, todo el espectro ideológico que, ciertamente sui géneris, más o menos hay en España, desde el trotskismo de salón a la beatería carcunda. Y, claro, ante tal volumen de noticias, a veces surge alguna diferente, por curiosa, que llama mi atención. La última ha sido de una extravagancia regocijante que aún me tiene fascinado, y es la que da razón de la presencia terrible que atormenta, desde finales de marzo, a un pequeño pueblo sudafricano llamado Steytlerville. En esa fecha irrumpió por primera vez una extraña criatura a la que, los acongojados lugareños, han venido a llamar “monstruo polimorfo”. Lo hizo asistiendo, no sé si de forma consecutiva o al unísono, a dos entierros y, aunque las crónicas no aclaran bajo qué aspecto quiso unirse al cortejo, el caso es que deudos y acompañantes huyeron despavoridos. Cursada la correspondiente denuncia ante la policía, ésta, en principio escéptica, aceptó intervenir siempre y cuando el bicho mutante fuera fotografiado. Después de este estreno fúnebre el bicharraco ha actuado en diversas ocasiones, de modo que tiene a los pobres habitantes del pueblito en un sin vivir. Parece ser que la criatura sólo aparece por la noche y tiene la rara astucia de metamorfosearse cuando lo miran. La aparición más espantosa y sonada ocurrió un día en el que caminó tranquilamente por las calles del poblado adoptando la figura de un hombre sin cabeza hasta que, al sentirse observado, se transformó en un perro del tamaño de una vaca para después, adoptando la forma de mono, huir del lugar. Hay quien asegura haberlo visto mutarse en cerdo e, incluso, en murciélago. Un osado paparazzi de aquellos pagos lo descubrió cuando, en su forma humana, descansaba en lo alto de un árbol y logró fotografiarlo, pero la sorpresa vino cuando, al visionar la imagen, las autoridades constataron asombrados que el monstruo aparecía, incomprensiblemente, en forma de animal desconocido.

Hasta aquí las crónicas de este extraño suceso, de este ser cambiante que algunos expertos han comparado con “El Chupacabras”, animal legendario que, según la leyenda, habita en América Central y del Sur y que, desde su primera aparición en Puerto Rico en el año 1992, se ha dedicado a chupar la sangre de animales domésticos por aquellos parajes, a través de un solo agujero practicado en sus pescuezos. Parece que el susodicho tiene la capacidad de hipnotizar a sus víctimas que, bajo tal influjo maléfico, son incapaces de defenderse mientras el chupón las deja exangües. Algún criptozoólogo ha esbozado la teoría de que el monstruo polimorfo no es sino un trasunto de este chupacabras, que ha evolucionado para adaptarse a su nuevo hábitat.

Puestos así, y sin ser yo un entendido en esta suerte de animales insólitos, pienso que puede ser posible hacer un parangón entre este portento de la succión y el extrompetero Director de la SGAE. Al fin y al cabo, sus costumbres depredadoras son muy similares: también él aturde a sus víctimas con leyes y subterfugios, de manera que pierden toda capacidad de defenderse mientras, metafóricamente, les chupa la sangre e incluso, con una técnica perfeccionada en razón directa a su avidez insaciable, el tuétano de los huesos. Siendo omnívoro, pasa de animales domésticos y centra sus ataques en bares, discotecas, verbenas y ferias, entierros y procesiones, bodas, bautizos y comuniones, o sea, en cualquier local o celebración que exponga, en directo o a través de algún aparato reproductor, música o imágenes, dejando a sus víctimas más secas que la mojama. No puedo asegurar que sea un verdadero chupacabras, pero de lo que no me cabe duda alguna es que su comportamiento es de una correlación casi exacta con el de la alimaña.

Tampoco tengo datos para afirmar que el terrible monstruo polimorfo haya adoptado alguna vez la apariencia de un suricato, de ser así no tendría empacho de afirmar que ZP, este vertiginoso de la mutación, es una versión paradigmática del mismo. Cambia en un pispás sin inmutarse, afirmando con la misma contundencia una cosa y su contraria e incluso una tercera que contradice a ambas: pacifista que vende armas; defensor del estado del bienestar que hace recortes sociales sin escrúpulos; luchador a la fuerza contra una crisis que aseguraba ficticia; artífice de un pleno empleo con cinco millones de parados; solidario con las víctimas de terroristas que dice hombres de paz y, al fin, un individuo que, aparentando tener cabeza no la tiene, y que se va quedándose o que se queda yéndose, que ya es ansia. Ante mi inseguridad por dictar un diagnóstico seguro, he hecho partícipe de mis sospechas a mi amigo el sabio Doctor Carracido, experto en criptozoología parasitaria, que ha prometido estudiar el caso de este prodigio chaquetero con interés y hacerme llegar su veredicto lo antes posible. Hasta que esto ocurra estaré en un permanente sin vivir, igualito que los habitantes de Steytlerville.

viernes, 20 de mayo de 2011

DENTRO DEL DÍA, ACASO

Un buen libro de poesía, como éste, no es un sólo libro. Y esto es así porque en el poema, una palabra no es sólo esa palabra, que en él tiene la posibilidad de, siendo la que es, sugerir otras, alumbrar otros significados, ensangrentar silencios, romper los moldes del diccionario y pasear libre por los sentimientos y el almario del lector. Un buen libro de poesía, como éste, puede llegar a ser tantos libros como lectores tenga, incluso tantos como veces se lea, porque el poema despierta la intuición, aventura sensaciones, recorre el paisaje interior de quien lo lee por caminos siempre distintos, hace llegar la luz a rincones hasta entonces umbríos, en un fogonazo, como un rayo en mitad de la noche. Un buen libro de poesía, como éste, es una ventana abierta a un paisaje igual y diferente, en el que cada vez descubres matices nuevos, encuentras colores que no habías visto, percibes silencios escondidos o música donde antes había silencios. Y todo esto es lo que me ha pasado a mí a la hora de enfrentarme a la lectura de este excelente libro de poesía, ganador del vigésimo noveno premio Ciudad de Badajoz, “Dentro del día, acaso”, escrito por un señor manchego, de Manzanares, que dice llamarse Federico Gallego Ripoll y que es de mi quinta, cuatro meses arriba, cuatro meses abajo. Lo he leído varias veces, quizás de una forma no demasiado ordenada, que así es uno, pero sí desprendiéndome de la deformación profesional que puede suponer el cargar con la poética propia y quedándome sólo con la, permítaseme la cursilada pedante, “sensibilidad lectora” que, más o menos válida, me han dado algunos años de ejercicio lector. Y a cada relectura surgían ternuras que eran otras, nostalgias diferentes, una suerte de emoción prolongada, idéntica y diversa, que, como decía el otro, siendo la misma no era igual. De forma y manera que bien pensé que, de tanto como había que decir, al final acabaría por no decir nada.

En la contraportada del libro se nos dice, casi como un aviso: “El día es el transcurso de la luz, y todo transcurso es tiempo. Cada jornada recorremos su propia distancia. Esa pequeña eternidad de cada instante: ser memoria en aquellos que nos aman”. Y, aunque con frecuencia pasamos por las citas de los libros de poesía sin prestarles atención, como si fuera el ISBN, en la mayoría de las veces nos dan claves que nos ayudan a mejor sentir lo que viene detrás, y este libro está precedido por una cita de Juan Eduardo Cirlot: “La distancia no es más que una palabra”, que cumple esa función perfectamente. Porque siendo la distancia sólo una palabra, no existe como tal. Podemos, por tanto, poetizarla y hacer que sea tiempo, transcurso, recuerdo. Y el recuerdo es cercanía, renacimiento, porque la muerte no es olvido, pero el olvido es muerte. Por eso, el autor comienza confesando que escribe “con palabras que ha robado a los muertos”, para vivir en ellos, sobrevivir en sus palabras y hacer que renazcan en las palabras, robadas, que son suyas, en una suerte de homotecia interminable, cuya razón es memoria y cuyo punto fijo es el hombre que es todos los hombres, los que nos precedieron, los que nunca descansan, los que no nos olvidan y, haciéndolo, nos hacen vivir.

Todo el poemario está impregnado de una ligera melancolía, de una añoranza tierna que no lastima y es una excursión a los orígenes a lomos de recuerdos, pequeños y por eso nuestros, habitantes de un mundo inexpugnable que nada ni nadie puede cambiar, que no puede ser objeto de mercadeo, un reducto de amor y cercanía al que el paso del tiempo le ha dado consistencia y razón de ser. Porque, si el tiempo no existiera, ¿cómo podríamos tener recuerdos, esos que se pliegan y se guardan, planchados e impolutos, en un cajón de nuestro almario, como un pañuelo blanco, como “aquellas pequeñas cosas” de Serrat?

Su poesía es un ir viniendo, o un venir yéndose, adelante y atrás en el tiempo, un volver para recoger a los rezagados, a los que quedaron atrás, a los que nos precedieron, para incorporarlos al pelotón de nuestra vida, en un acto de solidaridad y agradecimiento. Y si, para recuperar la magia de un pálpito es necesario morir un poco, el poeta no duda en hacerlo así, como deja patente en un poema, “Los niños del Pireo”, para mí el más logrado de todos que, en un libro de la categoría poética que tiene éste, es decir mucho.

Termino recomendándoles que abran este libro al tiempo que su corazón, y viajen al sur en ese tren que “deshilvana la llanura como una cremallera que abre el campo en dos”, descubran a Lorca escondido entre sus versos; encuentren la salvación en las palabras; canten, nunca en domingo, con Melina Mercouri; acunen en sus manos los asombros; comprueben los espejos que reflejan latidos de un corazón incierto, moribundo; reaviven “la esperanza, dentro del día, acaso” y, al fin, sumérjanse en “la madre que todo río lleva” .

Decía Ciorán: “Mi misión es matar el tiempo y la del tiempo, matarme a mí”. Pues yo les recomiendo que lo maten, que lo pierdan entre las páginas de este hermoso libro, sintiendo en su interior la presencia de algo tan inútil y, por ello, tan absolutamente imprescindible como es la poesía. Seguro que será tiempo ganado y, además, habrán ganado al tiempo.

(Presentación en la Feria del Libro de Badajoz/2011)

viernes, 29 de abril de 2011

NUESTRO PERRO


Apareció, una tarde del mes de julio de hace diez años, en la cancela de nuestra casa. Tendría apenas tres meses y era un par de orejas enormes en un cuerpo menudo y esquelético lleno de hormigas, y una mirada tristísima y acobardada que te partía el corazón. No sé de dónde vino, pero creo que se acurrucó en aquel rincón para dejarse morir. Intenté cogerlo y librarlo de las hormigas que le recorrían el cuerpo, pero era empresa imposible. No bien me acercaba a él, huía renqueante y chillando de forma lastimera, con el rabo entre las patas, escarmentado, sin duda, del trato inhumano recibido. Sin embargo, en cuanto desaparecía de su vista, el animalito volvía al rincón impulsado por una querencia inexplicable. Afortunadamente mis hijos, que para los animales son una triple reencarnación de Francisco de Asís, Rodríguez de la Fuente y el santo Job, estaban de vacaciones y pudieron elaborar una estrategia dirigida a que el cachorro perdiera el miedo y adquiriera confianza. Empezaron por dejarle agua y comida junto a su refugio, para después esconderse detrás de los setos y observar si se acercaba a comer. Esta fase del plan duró una semana. Lo que el perro quiso. Venía a comer y a beber y, aunque cuando sentía la presencia de mis hijos se alejaba, a medida que pasaban los días lo hacía con menos miedo y a menor distancia. Iba engordando y, quizás, se sentía más seguro y más confiado. Y, una mañana, se quedó allí, sin moverse, mirándolos con sus ojillos ya más alegres que atemorizados. Durante dos o tres días, dentro de la segunda etapa terapéutica, le hablaban sin abrir la verja y él los escuchaba con sus enormes orejas de punta. La primera vez que, verja de por medio y en un alarde de valentía por su parte, se dejó acariciar, se meó temblando, pero aguantó el pánico y empezó a mover el rabo. Mis tres expertos decidieron, entonces, que era el momento de abrir la cancela. Así lo hicieron y “Chaqui”, al que habían bautizado con ese nombre por su parecido a un chacal, atravesó la barrera pasito a paso, muy despacio, parándose a cada momento, hasta llegar a donde estaban. Y se acostó. Estaba claro que la “terapia de sociabilización”, que diría un cursi posmoderno de los muchos que pululan por ahí, había sido efectiva.

Los días siguientes, el garabito se dedicó a explorar, con la nariz a ras de suelo, todos los rincones del jardín, meando a cada poco para marcar su territorio. Y a partir de ahí se hizo dueño y señor del terreno acotado, vigilando la presencia de cualquier bicho, sabandija o alimaña que se atreviera a entrar en él. Y resultó ser un depredador sin escrúpulos. A lo largo de estos años se ha cargado y, en algunos casos, engullido entre otros a gallinas, conejos, lagartos, lagartijas, topos, ratas, ratones, culebras, sapos, tritones, grillos, escarabajos, mirlos, urracas, gorriones y erizos. Con estos últimos utiliza una táctica similar a la de Mouriño, el tabarrero lenguaraz. Pero a él le sale bien, no como al ególatra llorón. Como estos bichos se transforman en una bola de púas imposible de penetrar con los dientes, la forma que tiene de acabar con su resistencia es ladrar y ladrar a su lado, durante dos, tres o más horas, inasequible al desaliento, hasta que el bicho acaba muriendo de aburrimiento o de un ataque al corazón, qué sé yo. El caso es que las casca. A algunos los he podido salvar, alejándolos de la tortura con una pala. Pero si el asunto es por la noche y yo no actúo (como es natural, que no estoy para levantarme en calzoncillos y adentrarme en las tinieblas para salvar erizos) el animalito amanece tieso de todas, todas. También teníamos una gata que fue víctima de su carácter cansino. Estableció con ella una relación de amor-odio muy curiosa. Dormían juntos por la noche, el perro hecho un ovillo y la gata otro más pequeño, encastrado entre sus patas. Pero, no bien amanecía, comenzaba a perseguirla sin darle tregua y, muchas veces, enganchaba el rabo entre sus dientes y la lanzaba al aire para volver a cogerla al vuelo. Como si fuera una pelota. La animalita se pasaba los días encaramada en los árboles, hasta que llegaba la noche y la relación volvía a ser plácida. Comían juntos y a la piltra. Un día desapareció, sin duda harta de aguantar matraca, y no volvimos a verla. A veces pienso si Chaqui no acabó comiéndosela.

En fin, en estos diez años se ha integrado en el paisaje de nuestro hogar, con su espíritu dócil y libre en perfecto equilibrio, rompiendo toallas y aspersores hasta que dejó de hacerlo, sin consentir un collar en su cuello, terco como una mula, cariñoso y fiel. Con la edad, ha serenado sus arranques y se ha vuelto más mimoso. Echa de menos a mis hijos no sé si tanto como yo. A veces, mientras él dormita, los llamo a voces como si estuvieran aquí, y él se despierta y salta como un resorte camino de la cancela. Y yo lo acaricio y él me lame y, así, nos consolamos mutuamente de sus ausencias. Desde este invierno arrastra una pequeña cojera reumática, con lo que se mueve menos y se pasa más tiempo repanchingado en el césped. Eso le ha engordado un poco y le ha hecho perder vitalidad. En esta época, cuando al atardecer vienen las bandadas de gorriones a dormir en los árboles con su jolgorio chirriante, los mira triste, incapaz de cazarlos al vuelo como antes, envidioso, tal vez, de su descarada juventud. Cuando cae la noche, en medio del jardín, ladra a la oscuridad. Ya se le van notando los años a nuestro perro. Igual que a mí.

lunes, 11 de abril de 2011

ADIÓS, SI TE VAS

“Como dijo San Ingerencio: Pos no me voy, más bien me llevan”, apostrofaba Cantinflas en la escena final de la película “El padrecito”, mientras una banda de música, como despedida, interpretaba “Las golondrinas” en su honor. Pues nuestro “ingerencio” circunflejo, también rodeado de una banda, pero sin música, ha venido a decir algo parecido, sin decirlo. Teniendo en cuenta el retorcimiento estrambótico y cursi de su oratoria, mitad mentira, mitad embuste, mayormente vana, dice que no estará aunque esté; que se irá aunque, mientras, se queda. Nos lo largó con esa pose de suricato en estado de alerta a que nos tiene acostumbrados, con las manitas a la altura de las tetillas y más esdrújulo que nunca: “Anuncio que no seré candidato a las elecciones generales del 2012”. Dizque por el bien de España. A mí, cada vez que un indígena de esta ralea habla de patria, se me abren las carnes porque, al final, quienes pagamos el pato de su pecho henchido de ardor somos los mismos de siempre. Empezó a asomar la pezuña patriotera por debajo de la puerta en el inicio de la crisis, negándola como un Judas recalcitrante y acusando de antipatriotas a los que le advertían de que el lobo ya estaba aquí. Y así, por continuar con el simplón símil futbolístico que él utilizó (por cierto, cada vez más extendido entre la casta política), mientras nuestra economía estaba en la liguilla de descenso a regional, el individuo dilapidaba nuestro dinero creyendo que jugaba la Champions. La soberbia de los ignorantes es lo que tiene. Menos mal que los jefes europeos se cansaron de sus desvaríos y, a pescozones, lo metieron en razón, viendo que las veleidades de nuevo rico del personaje se les estaban yendo de las manos y el batacazo iba a tener consecuencias fatales, no sólo para los españolitos, que les importamos un rábano, sino para el conjunto de la Unión Europea. Así de un año acá nuestro iluminado, con el pescuezo en carne viva por las collejas (las más contundentes las de la froilan teutona) acometió una serie de reformas impuestas, apresuradas, injustas por tardías e insuficientes que, a mayor abundamiento, eran absolutamente fraudulentas con su programa electoral. Pero bueno, para qué sirve un programa electoral si no es para incumplirlo. Aunque este portento ha dado una vuelta de tuerca más y no sólo lo ha incumplido, sino que ha hecho lo contrario de lo que en él se decía.

Dicen los expertos que existe un “síndrome monclovita” que ataca a nuestros presidentes y que los hace alejarse de la realidad, aislados, como están, en la burbuja palaciega. Pierden el contacto con la sociedad que les rodea y, sólo pendientes de su ombligo, se desenvuelven en un mundo a su medida que ellos mismo se fabrican. Ignoran los consejos de sus asesores y sólo atienden a los cantos de sirenas que parten de su interior. Le ocurrió a Suárez, a Felipe González a partir de la tercera legislatura y a Aznar en la segunda. El problema de este muchacho que se marcha estando quieto es que ya entró en la Moncloa peor de lo que los otros salieron, con un grado de ensimismamiento supino y encaramado en la tozudez del mediocre que se cree un elegido de los dioses. Su trayectoria ha estado toda ella impregnada de un adanismo palurdo, de una impostura trascendente que no ha logrado ocultar la inanidad de su fuste. O sea, mucho celofán de colorines para envolver pompitas de jabón. Y así nos ha ido. Nos deja arando eriales.

Y ahora que el melón abrió el melón sucesorio, parece que hay dos candidatos postulados para recibir su herencia envenenada. A saber, Carmen Chacón y Pérez Rubalcaba. De la señora Chacón no tengo una opinión demasiado formada. Simplemente diré que no me resulta excesivamente luminosa, sin que quiera ello decir que me parezca oscura. Quizás es que sea discreta. O poco habladora. O que yo no he estado atento. Sé que, por aquello de la igualdad, incorporó a su equipo a una comandante, creo, que le llevaba el bolso y el abrigo. Y la he visto pasar revista a las tropas, como Ministra de Defensa, y la verdad es que pone una cara de mala leche tal que parece que va a mandar a toda la Compañía al calabozo. Quizás sea producto de su bisoñez. En fin, son sólo gestos. Aunque puedan definir. La biografía de Rubalcaba es mucho más densa, incluso más espesa. Y él sí que es parlanchín. Desde “no nos merecemos un gobierno que nos mienta”, hasta “mi ventaja es que yo lo sé todo de todos”, hay donde elegir. Desde portavoz en el gobierno de los GAL, hasta Ministro del Interior con el caso Faisán, también. Conociendo su trayectoria no me extrañaría que, si llegara a ser elegido sucesor y, después, Presidente del Gobierno, (la democracia no lo quiera), vuelva a echar mano de Barrionuevo y Vera para dirigir la Seguridad del Estado.

Y es probable que también haya alguno de tapadillo, esperando su oportunidad. Si lo hubiere, yo me decantaría por José Bono, el fraile confesor, tan en su papel de padre prior alejado de aspiraciones temporales. Ojo de chícharo con este socialista con hisopo que además de fraile es sacristán y, teniendo el don de la ubicuidad, al final lograría estar en la procesión y repicando. O sea, él en lo alto del paso y los otros, con dos palmos de narices, de costaleros.

viernes, 1 de abril de 2011

ASQUEROSA PRIMAVERA

Hace muchos, demasiados años, cuando vivíamos en la calle del Obispo, teníamos un vecino que sentía un terror irrefrenable a las tormentas. Quizás por ello, había desarrollado un sexto sentido y lograba presentirlas hasta tres o cuatro horas antes de que se presentaran. Nunca fallaba. Lucía a media mañana un sol esplendoroso y él, sintiendo que se le erizaban los pelos de la nuca, angustiado y descompuesto, vaticinaba: “Me cago en mi suerte puñetera: esta tarde habrá tormenta. ¡Y de las gordas!”. Y, efectivamente, a más tardar en la siesta, se abrían lo cielos y el Dios del Antiguo Testamento lanzaba toda su furia contra nosotros. Antes de que se declarara el cataclismo, y con la imperiosa necesidad de estar rodeado de gente que solapara su pavor, el zahorí de las borrascas ponía rumbo a la cafetería “La Marina”, y allí se apalancaba hasta que el Yahvé iracundo se adormecía, seguramente cansado de atormentarnos. Traigo esto a colación porque algo parecido me pasa a mí con la primavera, estación a la que detesto sin paliativos. Parecería, a simple vista, que lo tengo mucho más fácil que él porque el calendario es el calendario y se sabe cuando, astronómicamente, hará acto de presencia. Pero no es de equinoccios de lo que estoy hablando, ni de rigidez de fechas y horarios, sino de espíritu, de esencia melosa y presentida. Este año, según el Instituto Geográfico Nacional, la maldita ha hecho su entrada el lunes 21 de marzo, a las 0 horas 21 minutos, hora oficial hispano-peninsular. Pero yo llevo barruntándola y sufriendo sus estragos desde el mes de febrero. Porque estoy convencido de que antes de su entrada triunfal y programada, manda por delante bocanadas de su naturaleza empachosa para que nos vayamos preparando, y debo de tener ese sexto sentido del que hablaba para detectarla e, incluso, para somatizarla.

La sintomatología de este caso de prognosis posesiva viene a ser la misma año tras año. Empieza con un ligero tembleteo de los párpados, a veces alternativo, a veces sincrónico, acompañado de un malestar indefinible y móvil, una angustia imprecisa que, con frecuencia y para agravar el cuadro, alimenta hipocondrías yacentes. Eso conlleva la activación de mi ciclotimia crónica que, entonces, alcanza una virulencia extrema tanto en el grado como en la velocidad de sus oscilaciones y me hace pasar, sin solución de continuidad, de estados de un nerviosismo misantrópico casi histérico a otros de un abatimiento supino. Como es de suponer, ante semejante cúmulo de calamidades, mi humor sufre cambios bruscos e imprevisibles, siempre dentro de unos límites en los que no baja de los de un perro acorralado. Esta lamentable situación dura hasta que la susodicha eclosiona y se pavonea por calles y esquinas con todo su poderío edulcorante. Es llegados a este punto cuando estos males emocionales rompen y mi mermada estabilidad psíquica va poco a poco normalizándose. Gracias a eso puedo dedicar todos mis esfuerzos a defenderme de los asaltos exteriores que se avecinan, segunda fase de esta operación de aniquilamiento que la naturaleza emprende contra mí cada año.

Las primeras avanzadillas de estos ataques son llevadas a cabo por el ejército de innumerables bichos asquerosos, voladores y reptantes, que aparecen con los primeros calores. Moscas, moscardones, avispas, abejas, abejorros, tábanos, mosquitos, avispones, chinches, hormigas, cucarachas, garrapatas, arañas, morgaños, chicharras, langostos, orugas y otros tantos más cuyos nombres ignoro, campan a sus anchas por tierra, mar y aire sin otro propósito que no sea mortificarme. A veces voy por las calles en un puro respingo intentando esquivar los embates de estas legiones de sabandijas. Respingos que, en ocasiones, acompaño con manoteos compulsivos alrededor de mi cara para espantar presencias urticantes reales o imaginadas. Después, o al tiempo, viene la agresión olfativa. ¿Hay un olor más repugnantemente empalagoso que el de las mimosas en flor? Pues sí, el de las mimosas unido al de las florecillas del cinamomo. Es una sobredosis almibarada que me lleva al borde del sopitipando. Peor que una sesión continua de Alejandro Sanz. Si a ello añadimos que hay criaturas omisas que ignoran que en esta época, con la excitación de testosteronas y progesteronas varias, además del sudor, se activa el rezume de otros fluidos corporales a los que hay que combatir con ración doble de agua jabonosa, y que esta dejadez de la higiene les hace exhalar un penetrante aroma ácido, la mezcla odorífera y confluyente de lo melifluo y lo agrio puede llegar a ser insoportable hasta la náusea. De modo que ahí me verán por la calles de Badajoz, entre quiebros compulsivos, manotazos histéricos y amagos de vómito, presa de arrebatos espasmódicos.

Si todo lo anterior no fuera suficiente, aún me queda por aguantar la suprema cursilada de aquellos que se empeñan en mezclar, en un revoltijo tópico y absurdo, primavera con poesía. No sé a quién pudo ocurrírsele semejante estupidez antiestética. Y antipoética. Al tal lo condenaría yo a vivir en una constante efervescencia de verdor, rodeado de bichos repugnantes, asediado por una bandada de pajarillos cagones y leyendo a Amado Nervo y a Rafael Pérez y Pérez por toda una eternidad.