sábado, 5 de noviembre de 2011

GADAFI Y EL TORO DE LA VEGA

Tenía yo un compañero de colegio, obseso onanista de almohada y sádico sin paliativos, que inventó una silla eléctrica para los gusanos de seda. Estaba construida con piezas del Mecano, sobre una base aislante de madera, con dos abrazaderas metálicas con las que inmovilizaba al bicho seleccionado, al azar entre los de mayor tamaño, como víctima propiciatoria de las maldades de su mente retorcida. Hasta conseguir que el artefacto cumpliera su siniestro cometido, reventó los plomos de su casa varias veces recibiendo, como justo castigo a su tozudez dañina, collejas y vergajazos de intensidad variable. Al final, a costa de cardenales y castigos y para desgracia de los pobres gusanos, logró hacer que funcionara sin que la instalación eléctrica y su integridad física sufrieran más mermas. Lo curioso de este diabólico Doctor Pat en miniatura es que le repugnaba el olor a carne churruscada, de modo que cada martirio que infligía a las desdichadas orugas le suponía a él otro, si no tan irreversible como el que sufría el animal, sí lo bastante mortificante y asqueroso dado que, mientras el bicho se retorcía fuliginoso y echaba babas verdes, al verdugo, aun con la nariz tapada, le asaltaban las náuseas y se deshacía en arcadas y convulsiones que, con frecuencia, acababan en una vomitera que surgía de su boca como un obús descontrolado. Las plantas que adornaban el pequeño patio donde el infame tenía instalada su pequeña sala de tortura, sufrían la lluvia de los restos no digeridos de su almuerzo, con lo que se podía hacer una lista bastante exacta de sus menús diarios: garbanzos con guarnición morcillera, lentejas con chorizo, carne a saber,  plátanos, melón o sandía con sus pipas e, incluso, tropezones de castañas pilongas de “Las Antigüinas” que el glotón ansia viva deglutía sin terminar de triturarlas. Me resultaba chocante que un individuo de calaña tan primaria, capaz de organizar en pequeña escala un engranaje de martirio y aniquilación tan sofisticado, albergara en su forma de ser y actuar un matiz tiquismiquis tan contradictorio. Pero así era.

Me ha venido a la memoria esta anécdota cruel y paradójica de mi niñez viendo la ignominiosa muerte del dictador Gadafi y la reacción farisaica de los gobiernos occidentales que, habiendo armado a sus asesinos y estando de acuerdo con el final del sátrapa, se escandalizan por las formas en que ha sido pasaportado. Hay que matar pero civilizadamente, con humanidad, vienen a decir estos hipócritas. Sueltan a la jauría en busca del cerdo al que hace apenas un año besuqueaban con impudicia y después se rasgan las vestiduras porque los perros le sacan las tripas a mordiscos mientras lo empalan. Y es que la jarca que acabó con el dictador pirado (ojito a lo que viene) era una horda de cánidos asilvestrados, chuchos cimarrones sin clase, cuando en Occidente lo que se lleva son las realas de perros de pura raza y pedigrí contrastado, como en “El toro de la vega”, por poner un ejemplo cercano de acendrada tradición cultural y estética semejante. Y es esa falta de estilo la que ha impresionado a estas almas melindrosas y educadas. Donde esté una buena horca, una inyección caritativa o, si me apuran, un garrote vil bien engrasado, que se quite la barbarie de indocumentados llenos de un odio ciego e irracional. Me pregunto si estos besucones mojigatos hubieran persistido en su actitud reverencial con el tirano después de haber visto las torturas y asesinatos, de sobra conocidos por ellos, que eran práctica común en sus cárceles. Me temo que sí porque, ya se sabe, la pela es la pela y el petróleo es el petróleo y ojos que no ven, corazón farsante que no siente.

No seré yo quien diga que el tirano tuvo la muerte que se merecía, o sí, de lo que no tengo duda es de que la forma que tuvo de morir está totalmente en consonancia con la vida que vivió. Un individuo desquiciado y despreciable como éste, terrorista y torturador, es normal que muera víctima de su propia medicina, capturado saliendo de una cloaca, como una rata asquerosa. Sin juicio y brutalmente, igual que sus víctimas. Y, a mayor abundamiento, habiendo sumido a su país, como despedida y por su empecinamiento megalómano, en una guerra civil catastrófica. ¿Alegría por su muerte? También, aunque la alegría sea un sentimiento volátil y, muchas veces, contradictorio. Francamente, en este caso,  me importan un bledo las formas y me satisface que este pajarraco no pueda hacer ya más daño a nadie. Como me importaría un bledo que un etarra muriera reventado por su propia bomba. Incluso los consideraría, a ambos, ejemplos palmarios de una justicia retributiva bien aplicada. En fin, hay veces en que los límites del gozo y la indiferencia no están muy claros y se entremezclan, quizás dependiendo del estado de ánimo de cada cual en cada momento. De cualquier manera, no me ha causado ninguna sorpresa el final consecuente de este personaje odioso, como no me la causaría, un mal poner, que yo me fuera para el otro barrio víctima de un cáncer de pulmón, siendo como soy fumador desde los trece años. No me haría ninguna gracia, bien es verdad, pero lo aceptaría sin asombros. Y sin falsos melindres, claro.

2 comentarios:

Muli dijo...

¿Sabes qué ha sido de tu sádico y torturador compañero de colegio?.¿Seguirá haciendo sufrir a los animales?.

La tortura a mí me parece la cosa más cruel e inhumana que una persona puede hacer con otra.Creo que jamás está justificada,aunque la persona torturada sea un asesino como Gadafi.Y nauseabunda fueron las televisiones repitiendo ochopecientas veces la terrible muerte del dictador.Puedo entender que lo mataran,no puedo entender la forma en que lo hicieron.
Tu comentario,como siempre,muy bien escrito.Un abrazo

Carlos Rivero. dijo...

Impecable tu narrativa sobre la peripecia infantil..Me encanta.
Sobre lo de Gadafi,añadir que probablemente su muerte ha sido "representada" como el resultado de la furia iracunda del populacho descontrolado, mientras algunos espías americanos camuflados comprobaban in situ que el ajusticiamiento era ejecutado.
Gadafi era un testigo y protagonista de las miserias y trapicheos con los dirigentes de Occidente.La rápida muerte de Gadafi ha arrancado y destruido unas cuantas páginas de la historia para dejar impune a unos cuantos "demócratas elegidos por el pueblo".
Un abrazo.