sábado, 24 de marzo de 2018

... Y SU DECÁLOGO


(Fuente: Twitter)
El sábado pasado di razón aquí del monográfico publicado en la revista TE de CC. OO., Breve decálogo de ideas sobre una escuela feminista. Por razones de espacio y densidad de la fuente solo pude expresar mi opinión al introito que precedía al ideario propiamente dicho, exordio que tampoco estaba manco en ese sentido porque, con una sintaxis manifiestamente mejorable, dejaba bien claro el corpus doctrinal que vendría después, diecinueve propuestas peculiares con las que sus autoras, Yera Moreno y Melani Penna, nos dan las pautas para conseguir, siquiera sea, un esbozo de la escuela feminista ideal.

(Fuente: GloriaTV)
La primera impresión que saqué al leerlo no es nueva, porque resulta recurrente en muchos planteamientos feministas, cual es la manía obsesiva que tienen por la paridad, por la igualdad en el número. Creo que en otros campos debería ser indiscutible,
incluso desigual a favor de la mujer, pero cuando se habla, como ellas hacen, de pintura, cine, literatura, música, en definitiva, de arte, creo yo que  lo que tiene que primar de entrada es la calidad. Sobre todo si están tratando de aplicar esta selección a la escuela que lo que debe pretender es enseñar, no adoctrinar. Porque reduciendo esta propuesta categórica al absurdo se podría llegar a la aberración literaria de incluir a Belén Esteban como escritora, para cumplir con el cupo exigido. Por poner un absurdo bien absurdo, digo. Barrunto que en este dislate numéricamente igualitario tiene algo que ver la 2ª Ley de la Dialéctica (marxista), esa que habla de cantidad y calidad. Y en su aplicación mecanicista que resume la manida y desatinada frase de que “la cantidad hace calidad”. Como no quiero meterme en berenjenales que no me corresponden, echo mano del Diccionario de Filosofía de Rosental e Iudin, que dice al respecto: «Así como no hay que separar el aspecto cualitativo del aspecto cuantitativo, tampoco hay que considerar los cambios cuantitativos separadamente de los cambios cualitativos, como lo hacen los metafísicos, para quienes el desarrollo es una simple evolución cuantitativa. El método metafísico aplicado a la historia fue característico sobre todo de los populistas...».
 Pues más claro, el agua clara.

(Fuente: Periodistadigital)
Y de las ideas que plantean en su decálogo hay tres sobre las que quiero detenerme. Empezaré por la 2ª, que dice: «Emplear en el centro por el conjunto del profesorado un lenguaje no machista, usando el femenino para hablar o el género neutro con la ‘e’, por ejemplo, ‘todes’». De lo que deduzco que hablar correctamente, utilizando masculino o femenino según corresponda, es machista para ellas. La pamplina es morrocotuda. Y yo me pregunto y les doy, a mi vez, otra idea no menos estrambótica: ¿Por qué no añadir la ‘u’, a la que veo igual de neutra para semejante empresa? El bable, así, les vendría de primera, con sus vaques, fabes, aliendu, cayau, guaje... Sería cosa de que lo estudiaran y fueran punta o puntazo de lanza de un feminismo con lengua propia.

Desde el año 1992, en España, a los alumnos musulmanes de infantil, primaria y secundaria se les garantiza el recibir enseñanza religiosa islámica. Hay ocho CC. AA. que lo hacen. Y pronto serán nueve con Extremadura porque Vara ya se encaramó al carro doctrinario. Sin embargo, en la recomendación 14ª, Yera y Natali proponen «eliminar la asignatura de Religión católica porque una escuela feminista es una escuela, necesariamente, laica». Y la asignatura de religión islámica,  ¿no debería también eliminarse? En fin, antes de dar lecciones es conveniente sabérselas, más que nada para no quedar en evidencia y evitar que los plumeros de la ignorancia y el sectarismo asomen más de lo conveniente. Escuela laica, por supuesto. Pero laica sin excepciones.

(Fuente: Todocolección)
Y en la 7ª, la más alarmante para mí, conminan a eliminar, para el alumnado, libros escritos por autores machistas y misóginos. Eligen como ejemplos Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Neruda, y, cómo no, todos los de Pérez Reverte y Javier Marías. ¡Qué desparpajo en el veto se gastan estas ínclitas! Me pregunto quiénes serán los verdugos que seleccionarán y arrojarán a las tinieblas exteriores a este autor o a aquella obra. Cuando leí ataque tan repulsivo a la libertad, me vinieron a la cabeza el Nihil Obstat – Imprimatur de la censura eclesiástica franquista, el Index Librorum Prohibitorum et Derogatorum inquisitorial, la quema de libros de nazis y fascistas, Fahrenhait 451... Porque el furor liberticida y demencial de todos estos y de ellas no será el mismo, (o sí), pero lo que plantean es igual de aterrador. Tanto, que han conseguido que vuelva a sentir un desasosiego antiguo y pringoso que ya había dado por muerto, y bien muerto, hace más de 40 años. ¡Qué dinilipen, primo!

domingo, 18 de marzo de 2018

APOSTILLA

Me encantan las comentarios simplistas, dogmáticos, incluso faltones, que mi artículo ha suscitado en determinados espíritus que funcionan con el absoluto sectario del piñón fijo. No esperaba menos de esta grey. Pues el sábado que viene, más.

sábado, 17 de marzo de 2018

ESCUELA FEMINISTA...

(Fuente: El Confidencial)

Leo esta semana en más de un periódico digital y en más de un comentario en las redes que en el ejemplar de la revista TE, del gremio de enseñanza de CC. OO., el pasado 15 de febrero se publicó un monográfico titulado “Breve decálogo de ideas para una escuela feminista”. Dado que, en general, los comentarios que se hacían sobre el mismo y las reproducciones de algunas de sus propuestas destartalaban ‘un poco bastante’, (que diría mi llorado Arturito), mi capacidad de asombro, opté por ir a la fuente para evitar la posibilidad de que, quizá, la forma de pensar de los intermediarios o su prisma ideológico hiciera que el mensaje me hubiera llegado con un énfasis que lo desvirtuara. El breve decálogo de diecinueve propuestas, precedido de una introducción en donde se da cuenta de los fundamentos ideológicos que las sustentan, (no me atrevo a llamarlos filosóficos y, aún menos, epistemológicos), viene firmado por 2 autoras: Yera Moreno (Sainz-Ezquerra), que, ignoro si en un acto de autoafirmación, se define ‘artista, investigadora y educadora’; y Melani Penna (Tosso), profesora en el Departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid.

(Fuente: EcuRed)
De entrada me repele el título. Por excluyente, por categórico, por maximalista. Y creo que este repelús inicial no ha supuesto prejuicio alguno para mi opinión al respecto.  Por explicarlo con simpleza diré que no me considero machista, pero eso no me convierte en feminista y, mucho menos, partidario del feminismo dogmático, por momentos atrabiliario e impuesto a machamartillo, que profesan estas señoras. Para darnos a conocer en la onda que ellas se mueven han elegido la definición que de él hace Gloria Jean Watkins, que en honor de su bisabuela materna se hace llamar Bell Hooks, como ella. Aunque, según nos revelan, siempre “se nombra en minúsculas porque una de las cuestiones que ella considera que el profesorado debe trabajarse es su egocentrismo. Por eso resta importancia a su nombre poniéndolo en minúsculas”. No seré yo el que diga que el asunto no  pueda ser sublime y transcendente, pero así, a bote pronto, a mí, además de un grave error ortográfico me parece una sandez categórica. Pues bien, según confiesan, a las autoras les gusta la definición de feminismo de esta señora Hooks ‘minusculizada’ “porque al hablar de sexismo y de opresión señala, radicalmente, a esas estructuras sociales patriarcales que nos atraviesan a todas, a todos, a todes (sic), con las que hemos aprendido y en las que hemos sido socializadas”. La escuela, por tanto, al estar dentro de esta estructura social perversa y “atravesada por el sexismo, el racismo y el clasismo”, al enseñarnos “cómo entender el mundo y nuestra posición en él, lo hace bajo esos mismos parámetros sociales que legitima y reproduce y que, por tanto, son sexistas, racistas, clasistas, colonialistas, capacitistas (sic)”. ¡Agárrame esa mosca por el rabo y no dejes que se escape, Filomena! Mi santa, maestra durante 40 años, anda la pobre mía sin consuelo, llorosa, mohína y desangelada, al descubrir, gracias a Yera y Natali, que durante toda su vida laboral, cuando ella creía enseñar a sus alumnos francés o lengua española lo que hacía, en realidad, era formar parte de un entramado diabólico  alienante y degenerado, insuflando en las mentes vírgenes y receptivas de criaturas inocentes y desprevenidas todo el inventario de ideologías repugnantes, retrógradas y abyectas que puedan ocurrírsenos acabadas en –ismo. Excepto feminismo, claro, que se sale de esta ominosa clasificación para liderarse a sí misma y acabar con el entramado cochambroso que domina esta sociedad putrefacta en la que nos ha tocado vivir.

(Fuente: Abc)
El último párrafo de este arrogante exordio está dedicado a quienes no puedan entender o no aceptemos alguna de las propuestas del decálogo. A esa patulea de torpes o de machistas irredentos no se les aconseja, más bien se les conmina a leer, “entre otras”, a 11 autoras feministas que relacionan y de las que, asumiendo mis carencias, admito que solo he leído a Virginia Woolf. Para finalizar con un anatema inquietante a los recalcitrantes: “Si después de leerlas sigues sin entenderlas, te animamos a que te centres en los propios prejuicios sexistas que te atraviesan, échalos fuera y empieza a pensar de otra manera”. En resumen: O te conviertes, o exorcismo al canto, primo.

                                                                                         (Continuará...)


sábado, 10 de marzo de 2018

Y OCURRIRÁ EL PRODIGIO


"A quién pido perdón por el niño que he sido
y sigue estando
cuando la tarde es luz de otras mañanas".



Era una manera de suspender el tiempo. Dejarlo atrás colgado de un dintel, traspasar la luz roja que macilenta daba la bienvenida y entrar de lleno a la oscuridad que me abrazaba y me llevaba a descubrir los mundos de otros mundos, las luces de otras luces, los sueños de otros sueños. Afuera, la vida, seguía su parsimonia rutinaria, corría torpemente encasillada en mi reloj Vulcain, aburrida, lineal, con el andar cansino de un discurrir pedestre, sin sobresaltos, cómodo. Pero dentro, útero fiel, hogar entusiasmado cautivo en una dimensión desconocida, el tiempo no existía. Sentado en la butaca de un morado raído y blanquecino, el tiempo era un instante detenido, el corazón corría por el pasillo sin miedo a extraviarse, la calle era tan solo un ente de razón destartalado y ya no había ni asfalto, ni  examen de Gramática, ni Misa, ni Cristo Dios Bendito que viniera a anunciarme la catástrofe de ese Juicio Final apocalíptico. Se producía la trasmutación a medida que las luces, amarillentas, tímidas, se apagaban sumisas. Cuando se iluminaba, a cambio, la pantalla, estaba preso ya en un mundo quimérico que sólo yo sabía, aislado y solidario, sonámbulo despierto y en estado de alerta. A partir de ese momento, ya no había momento, tan sólo ese milagro del tiempo detenido, inexistente, transformado en asombro, ilusión, lágrimas, risas, carreras, aventuras, hadas, enanos, monstruos, ratones, gatos, rifles, pistoleros, esclavos, gladiadores, gorilas gigantes, gángsteres, bandidos, cuatreros, comisarios, indios… Vidas inexistentes, situaciones e historias vividas como propias, latidos ajustados a los míos.

Al salir de la sala, la luz era siempre distinta, otra. Los ojos, cuajados de emociones, tardaban en acostumbrarse a la estrechez de las calles conocidas. Odiaba a todo el que se cruzaba conmigo con el desprecio de un héroe inmortal, de un vaquero matón, de un pequeño gigante. Lamentaba que el tiempo volviera a existir y, en soledad, seguía viviendo las vidas que no me pertenecían, que habían quedado en el aire del cine esperando a una nueva tanda de afortunados a los que abducir. El portal de mi casa, las punteras gastadas de mis botas Gorila heredadas, la sonrisa mellada del portero, el ascensor prohibido “a los menores de 16 años que no fueran acompañados de personas mayores”, el sonido del timbre de mi casa, me devolvían de golpe a la realidad agobiante del examen de Gramática, paradigma, ahora, de la pobreza angustiosa del día a día.


No sé en qué momento de mi vida dejé de sentir este milagro que deja al de la transubstanciación en agua de borrajas. De lo que sí estoy seguro es de que ocurrió en el justo momento en que mi niñez huyó, temerosa del paso del tiempo, a ese mundo perdido de los sueños perdidos, justo al lado del país de Nunca Jamás. Si alguna vez, una tarde cualquiera, en un cine cualquiera de una ciudad cualquiera, se produce de nuevo el imposible de que no sienta nada más que el embeleso, y el aire huela a entonces, a Heno de Pravia y sueños, a pan con chocolate, a inocencia y sorpresas, mi niñez vivirá en la ilusión de ahora. Se sentará conmigo aquel niño que fui y sigue acurrucado en mis anhelos, el tiempo quedará suspendido en sus ojos y ocurrirá el prodigio de que los años vuelvan, de que la vida espere. Ya libre de ataduras, desuncido del yugo del tránsito implacable, seré entonces capaz de volver a mirar con la mirada limpia, entusiasmada, que paraba el reloj cada tarde de sábado.



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