sábado, 27 de octubre de 2018

PROFESIONALES DEL SES... Y PACIENTES


(Fuente: Diario HOY)
Ando de médicos. Eso no es malo ni bueno. Digo de entrada. Cuando algo falla o renquea o anda (como diría mi admirado Cantinflas) ‘zangolotineando’ por los entresijos de este invento inigualable que es el cuerpo de cada cual, lo mejor es buscar ayuda y acudir a quien puede aliviarte tus, unas veces, neuras, y otras, qué vamos a hacerle, dolencias. Pues bien, en los dos últimos años (maldita sea mi estampa) he conocido más médicos que en toda mi vida anterior. Nada que objetar por el hecho en sí, al contrario: me arreglaron la hernia inguinal, me mantienen la hemocromatosis controlada, acabaron con la Helicobacter Pylori apoltronada en mis intestinos, metieron en vereda mi hipertensión arterial, mataron al culebrón que torturaba mi espalda, han conseguido que mi hígado Estrella Galicia se comporte como un buen chico y, ahora, andan engatusados con mi próstata y ya veremos a ver cómo me solucionan ese incordio aún indefinido. Confío en ellos no por inercia, ni por obligación, ni porque a la fuerza ahorquen, sino por convencimiento. No sé si estaré tocado por la mano del dios Esculapio o he tenido mucha suerte en mi experiencia, pero este periplo médico intensivo me ha servido para constatar la opinión que ya tenía, cual es que la sanidad en Extremadura (o al menos en Badajoz) tiene unos profesionales excelentes. Siempre hay alguna excepción pero, en cualquier caso, nada importante y ‘estadísticamente despreciable’.

El problema que más me incomoda en el escenario de mis relaciones sanitarias no es con sus profesionales, sean estos médicos, enfermeros, celadores, auxiliares o funcionarios, de los que no tengo queja alguna, todo lo contrario; ni con la enfermedad en sí misma; ni siquiera con la incertidumbre de su deriva. Quienes consiguen llevar a lo más alto de la intransigencia e incluso de la sinrazón mis arrebatos misántropos, mis ataques de cólera, son los cofrades del pasillo, los pacientes impacientes e insoportablemente dicharacheros que se sientan junto a mí a la espera de ser recibidos por el médico de familia o de ser llamados para una extracción de sangre. Y pongo estos dos ejemplos porque es en el Centro de Salud donde he sufrido y sufro de manera más dañina, frecuente e inmisericorde, sus agresiones a mis deseos de silencio, de invisibilidad y de aislamiento. Parlotean como loros vesánicos en dura pugna por ver quién presenta un currículo de calamidades más granado, critican sin mesura si la espera se alarga más allá de la hora fijada, no suelen apagar sus móviles y, en fin,  avezados en la tortura como están, detectan cualquier mínimo resquicio, cualquier distracción que tengas por momentánea que esta sea, para darte la tabarra con idioteces inanes, maluras y miserias varias que a ti te importan una puñetera mierda. La mayoría de ellos, además, son presa de una obsesión patológica y me temo que pandémica que les crea la necesidad imperiosa de saber a qué hora están citados todos y cada uno de los que allí esperamos. A mí me lo han preguntado alguna vez. Y desde que decidí plantarme y no permitir que se aprovecharan con tanto descaro de mi urbanidad, jamás contesto. En realidad, cuando entro en el CS, ni saludo, ni conozco, ni hablo, ni escucho. Me siento, abro el libro electrónico, me pongo a leer y solo vuelvo en mí cuando mi médica o enfermera me llama. Y cuando acaba el trámite, salgo pitando harto de pelmazos y cataplasmas.

(Fuente: Duna)
Como decía antes, últimamente y por mor de unos nódulos díscolos instalados en mi próstata, he ampliado mi círculo médico. Andan ahí galenos y galenas tratando de averiguar si estos gurullos impertinentes pasan o no de díscolos a gamberros o, directamente, se tiran al barro de la delincuencia sin escrúpulos. Eso me ha llevado a actuar en el servicio de Radiología del Hospital, por ahora, Infanta Cristina, donde he sido protagonista, como sujeto pasivo, de dos biopsias. La prueba se hace vía rectal y no es nada agradable, para qué mentir. De modo que esperas en el pasillo a que te llamen, sentadito, descompuesto, con la sensación de que vas camino de un calabozo de Guantánamo. Cuando te toca (¡un cubo, una pelota!) no entras directamente al lugar de los hechos. Pasas antes por un pequeño cuarto de baño donde te desnudas y te vistes con un camisón verde abierto por detrás. Y accedes al escenario empujado por una mano invisible que te impide dar marcha atrás y salir corriendo al grito de “¡a mí dejadme que lo que sea, sonará!”. Y allí te encuentras con un equipo que, por el arte de magia de su empatía, de su pericia, de su generosidad y de su solvencia, transforma tu angustia en sosiego. Y te abren una vía, te tumban en la camilla en posición fetal con el culo ofrecido y te van llevando pasito a paso por ese camino peliagudo y más que molesto que debes recorrer. Y lo hacen con tal delicadeza que tienes la tierna sensación de que el dolor que sufres es también suyo. Qué más se puede desear... Pues con todo y eso, por lo que a mí respecta, solo una cosa: No tener que hacer triplete, primo.

sábado, 20 de octubre de 2018

TRANSVERSALIDAD NACIONAL-POPULISTA


Leo estos días que Julio Anguita, Héctor Illueca y Manuel Monereo, diputado este de Podemos y padre políticamente putativo de Pablo Iglesias, con el figurante Vestrynge al retortero y algunos más, están en el empeño de crear una asociación,  “Agrupación por la Tercera República”, ajena a cualquier partido, que dicen tendría como objetivo "el impulso y desarrollo de un proceso cívico-político a través del cual se consolide un estado de opinión favorable a la implantación de la III República", dado que “detrás del Rey hay una estructura de corrupción, de influencias políticas y económicas, que han convertido al monarca en un millonario” y “se está demostrando que la casa Borbón, ahora como antes, está profundamente unida a la corrupción”. De entrada, digo yo, un republicanismo este muy selectivo, porque no es antimonárquico (nada de maximalismos excluyentes, primo), es solo ‘antiborbónico’, que ya es hilar fino y barrer para casa.

Nada extraño tiene este curioso ‘republicanismo nacionalista’, sin embargo, si tenemos en cuenta el artículo firmado al alimón por los tres, titulado ¿Fascismo en Italia? Decreto Dignidad, que es una defensa aislada del decreto del ministro italiano de Trabajo, Luigi di Maio. Una defensa con una trampa ciertamente torticera porque obvia la realidad política en la que el decreto surge aunque, lo quieran ellos o no, vaya indefectiblemente conectado a ella, es decir, a las tesis xenófobas de Salvini, La Liga Norte y otros partidos energúmenos de la ultraderecha nacionalista europea. Las de estos ¿izquierdistas? del salón patrio, como las de aquellos carcas, van emboscadas también, para mayor escarnio y como era de  esperar, tras la panoplia del interés desinteresado que ellos, visionarios elegidos por la historia, tienen en defender a las clases trabajadoras (siquiera sean estas solo autóctonas) de la deslocalización empresarial impuesta por el neoliberalismo que corroe las entrañas de la UE. Este compadreo entre contrarios, este totum revolutum en el que chapotean Anguita con Le Pen, Monereo con Salvini, Illueca con Orbán, es lo que tiene este invento de chaqueteros políticos llamado transversalidad, que no es otra cosa que el entierro interesado y perverso de las ideologías. Ya defendió esta aberración en 1965 Gonzalo Fernández de la Mora, ministro franquista y fundador de AP, en su obra El crepúsculo de las ideologías. ¿De aquellos perros, estas pulgas? Pues, vaya usted a saber, señor mío, pero de puta a puta, san Pedro es calvo y de lo que fui, ni me acuerdo.

(Fuente: La Vanguardia)
¿Se imagina alguien (yo no) que en El viejo topo de la primera época, Marcelino Camacho o Nicolás Redondo, por poner dos ejemplos de honradez ideológica y humana inquebrantables, hubieran publicado un artículo alabando el ‘milagro económico de Franco’? Jamás podrían aplaudir esa realidad abstrayéndola de la otra, la de los encarcelamientos y  persecución de disidentes y ‘tibios’, la ‘democracia orgánica’, la prohibición de partidos políticos, la censura paranoica, los sindicatos verticales, los fusilamientos, el garrote vil, las torturas, la corrupción, la impunidad policial, el TOP... Pues los tres susodichos lo han hecho con Salvini y todos los otros mostrencos europeos que cierran fronteras y puertos, expulsan a los gitanos, marginan a los ‘no nativos’, pisotean la democracia, ejercen la xenofobia y se pasan los derechos humanos por el forro de sus neuras ultramontanas. Y lo hacen con la excusa de luchar contra la "globalización neoliberal", cambiando el internacionalismo proletario, que debería ser lo suyo, por el internacionalismo nacional-populista. Y el que venga detrás (si no es ‘nativo’, repito) que arree.

(Fuente: eldiario.es)
En 1848, Engels y Marx, que por lo visto carecían de la clarividencia profética del franquista Fernández de la Mora, al inicio de su Manifiesto Comunista, decían: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.” Si cambiamos comunismo por nacional-populismo, acosar por adorar y  papas, zares y demás por Iglesias, Lepenes, Anguitas, Salvinis y demás, el cuadre nos viene al pelo. Y es que Europa, este ‘viejo continente’ cuna de la cultura occidental, es así:  torpe, engreído, ególatra, tan entretenido siempre en mirarse un ombligo cada vez más purulento y sucio que es incapaz de mirar alrededor y tratar de evitar los desastres que se le pueden venir encima.  La historia del siglo XX es una muestra palpable de su vanidad suicida, de su dejadez arrogante. Lo de ahora, esta transversalidad nacional-populista cada vez más poderosa, más desinhibida, no ha hecho más que empezar. Sinceramente, prefiero morir antes de ver cómo triunfa, ¡que ya está bien! En fin, “ahí lo tienes” primo, otro motivo más para querer llegar a centenario.

sábado, 13 de octubre de 2018

LA VÍCTIMA QUÍNTUPLE

(Fuente: EFE/ elconfidencial.com)

El pasado miércoles la ministra de Justicia, Dolores Delgado, comparecía en la Comisión de Justicia del Congreso, a petición propia, fundamentalmente para hablar de las grabaciones subrepticias, profusamente difundidas por los medios, que el excomisario Villarejo realizó en la ya famosa comida celebrada en octubre de 2009 en el restaurante Rianxo de Madrid, y a la que la entonces fiscala de la Audiencia Nacional acudió acompañada del otrora juez de la misma Baltasar Garzón. La función prometía ser todo un espectáculo pero, al final, resultó un petardo infumable en el que la estrella principal, vestida de azafata de congresos sin fular e interpretando un guión inane, escaso de recursos y exiguo de chicha, dio largas a un discurso aburrido, insufriblemente repetitivo, balbuceante y,  por momentos, deshilvanado. Ni un arranque dramático, ni una muestra del histrionismo algo energúmeno que demostró en otras intervenciones parlamentarias sobre el mismo tema. En fin, una actuación plana que defraudó todas mis expectativas.

Bueno, casi todas. Porque sí hubo un momento en el que el clímax dramático adquirió cierto empaque, y ese fue cuando la señora ministra defendió su dedicación y su sacrificio por el servicio público en sus 29 años como fiscala. Ahí recuperó el aplomo y nos ofreció un espectáculo fascinante de autoafirmación megalómana mientras enumeraba las operaciones en las que había intervenido desarticulando comandos terroristas, incautando ingentes toneladas de droga o requisando armas y explosivos listos para ser utilizados. Y todo ello lo hizo al pie del cañón, en el escenario del crimen, no desde el despacho de la Fiscalía. Tanto me subyugó ese arrebato jactancioso, tan convencida la vi de su coraje y su intrepidez altruistas, que por momentos me sentí abducido por su currículo y la imaginé como una ‘Wonder Woman’ a la española, con tiara y brazaletes mágicos incluidos. ¡Menudo subidón cervecero tuve, primo!

(Fuente: elmundo.es)
Aparte de ese espejismo fulgurante, el papel que de manera poco creíble interpretó machaconamente la señora ministra, fue el de víctima de cuatro fuerzas malignas que quieren acabar con el “gobierno decente que preside Pedro Sánchez” e impedir “el proceso de regeneración democrática y de transparencia” por él emprendido, cuales son: las cloacas del Estado personificadas por Villarejo, la derecha, la extrema derecha y la extrema extrema derecha. No contenta con este alarde de ingenio dialéctico, en un turno de réplica añadió una quinta que yo había echado en falta y que ella sólo había insinuado hasta el momento, un alegato con frecuencia utilizado por la clase política patria como vía de escape cuando la solidez argumental brilla por su ausencia: el machismo. Porque ella está segura de que, si hubiera sido hombre, no estaría pasando por este brete ni habría tenido que escuchar tanta descalificación ni tanta crítica. Pero a pesar del acoso inmisericorde de este quinteto diabólico conjurado contra la ‘Mujer Maravilla’, esta afirmó con rotundidad que no se iba a amilanar, que no pensaba dimitir (aunque, según la prensa, ya lo había hecho días atrás y Sánchez no había aceptado su renuncia) y que no había mentido en lo dicho con respecto a sus relaciones con el señor Villarejo (a pesar de las 4 o 5 versiones distintas que dio sobre las mismas) del que, recalcó, no es amiga.

(Fuente: AFP)
Pues sí pero no, porque a mí me quedan muchas dudas. Vamos a ver: Cuando en su comparecencia la señora ministra criticó (y me parece muy bien) la ‘policía patriótica’ ideada por el anterior gobierno y la concesión de una medalla al mérito policial pensionada a uno de los comisarios investigados en la trama Tándem, ¿se olvidó de la que el gobierno de ZP concedió al chantajista Villarejo? Cuando aseguró que en la comida de marras se reunió con altos mandos policiales con los que colaboraba, ¿se olvidó de que en la misma lo que se celebraba era la concesión de esa medalla al chantajista Villarejo? Cuando enfatizó su sacrificio como fiscala y su alejamiento de las cloacas del Estado, ¿se olvidó de que en dicha comida tuvo conocimiento de un hecho delictivo grave cometido por el tal? ¿Por qué en vez de levantarse e irse al despacho a enjaretar la correspondiente denuncia, lo jaleó diciendo “éxito asegurado”?  Yo no tengo ni idea del lenguaje jurídico, pero su actitud ¿podría calificarse como dejación de funciones, complicidad pasiva...? ¿Ni siquiera se le pasó por la cabeza que esa inacción la podía hundir hasta los corvejones en las cloacas de las que dice abominar? Cuando habló del “gobierno decente” de Sánchez, ¿se refería al de ahora, después de la dimisión de 2 ministros? ¿Se le olvidó la tesis tenguerengue de su líder, el problema de Borrell con la CNMV, las lagunas en la declaración de bienes de Celaá, la sociedad patrimonial de Duque...? Y otrosí digo, teniendo en cuenta la antigua amistad entre la señora ministra y el ahora abogado Garzón, y conociendo que este es defensor de algunos de los investigados en la trama Tándem, ¿nunca coincidieron ambos como abogado y fiscala en algún juicio contra los mismos, o en cualquier otro? Si es que sí, ¿no sería su estrecha amistad causa de algún tipo de incompatibilidad? Y a mayor abundamiento, en sus paseos y comidas juntos, ¿nunca hablaron de sus trabajos divergentes y opuestos, del caso Tándem, de Villarejo...? Si es que sí, ¿no sería eso una forma de relación profesional con el excomisario, siquiera sea por la cabeza interpuesta de su abogado Garzón?

En fin, yo no sé (o sí) si la señora ministra miente, pero estoy convencido de que no dice la verdad. Y parafraseando a Monterroso, lo peor para ella y para nosotros es que cuando se despierte, Garzón todavía estará allí. Y Villarejo, detrás.

sábado, 6 de octubre de 2018

ELECCIONES PONDERADAS Y RATAS SUELTAS


Con toda probabilidad a finales del próximo mes de noviembre será la primera vuelta de las votaciones a rector de la UEx. Dado que habrá, al menos, tres candidatos al puesto (y a mayor abundamiento si hay un cuarto emboscado), lo normal es que se tenga que ir a una segunda vuelta, porque no se prevé que alguno de ellos alcance de entrada “el apoyo proporcional de más de la mitad de los votos”. En esta segunda se votaría a los dos candidatos “más apoyados en la primera votación” y será suficiente entonces la mayoría simple, ponderadamente hablando, para que el afortunado sea proclamado Rector. Algo así como que de primeras hay dos que cantan línea ponderada, y de segundas, uno de ellos, con ponderación, se lleva el bingo.

Siempre abominé de la ley D’Hondt, ese engendro que ponderadamente beneficia no a los partidos minoritarios, que sería asumible, sino a los mayoritarios y a los que se presentan por menos circunscripciones. Fue uno de los peajes que hubo que pagar para impedir que el PNV, esa garrapata egoísta y santurrona agarrada con saña a la  política y la economía de un país que le importa un pimiento, y CiU, que todavía no se había quitado la piel de cordero ni cambiado de nombre, sacaran los pies del tiesto. Visto lo visto, para poco ha servido la servidumbre democrática. Si acaso, para que año tras año estos ganapanes vayan usurpando más parcelas de poder y logrando más concesiones hasta llegar a la penosa situación actual. Si de muestra vale un botón, en las elecciones generales de 2015 Izquierda Unida (aún viva antes del que el ‘pijipanoli’ de Alberto Carlos Garzón Espinosa se la entregara a Podemos por un plato de lentejas agrias) obtuvo 923.000 votos, que le supusieron 2 escaños, mientras el PNV con 301.000 consiguió 6 y CiU con 929.000, 16. La perversión del método es palmaria. E tremendamente injusta. Pues bien, siendo este método de escrutinio tan diabólico, si lo comparamos con la normativa electoral que consagra la Ley Orgánica de Universidades para las elecciones a Rector, puede llegar a parecernos incluso arcangélico. Cumpliéndola, la normativa electoral de la UEx establece que “el voto para la elección del Rector se ponderará, por sectores de la comunidad universitaria, en la siguiente forma: 51 por ciento para los profesores doctores pertenecientes a los cuerpos docentes universitarios, 16 por ciento para otro personal docente e investigador, 23 por ciento para los estudiantes, y 10 por ciento para el personal de administración y servicios”. Durante mis años activos en la UEx jamás voté. Me repugnaba participar en semejante engendro. Ahora, ya jubilado, no puedo hacerlo por imperativo legal, pero la ley no me impide seguir sintiendo la misma repugnancia ante el descaro con que se trata de enmascarar una cacicada infame tras la pátina de un supuesto pluralismo. Ni Franco con su democracia orgánica (familia, municipio y sindicato) llegó a tanta impostura. En fin, llamar a esta mojiganga elecciones es como llamar escritora a Belén Esteban, un disparate grotesco.

El pasado 21 de abril, terminaba mi artículo Tribalismo universitario diciendo: “Dentro de unos meses se convocarán elecciones a rector en la UEx. Y volverá a repetirse el oprobio del llamado ‘voto ponderado’, el paradigma más irrefutable de la estratificación por castas que rige en todas ellas. Tan es así que, como ya he expuesto en alguna otra ocasión, podría darse la monstruosidad de que el voto de un solo doctor, siendo el único, daría el sillón rectoral a tal candidato, por muchos miles de votos de los otros estamentos, (docentes no doctores, personal de administración y alumnos), que acumulara su oponente. Porque ese único voto equivaldría al 51% de los votos útiles escrutados. A partir de ahí, con ese espíritu feudal metido hasta los tuétanos, todo lo que venga detrás no debería sorprendernos. ¿El caso Cifuentes/Álvarez Conde una excepción?... Sí, claro. Y un jamón con chorreras también, primo.” Creo que no iba muy desencaminado teniendo en cuenta los casos de tesis y másteres que hemos conocido en estos meses. Rizando el rizo y según me cuentan, parece que ante las ya convocadas, las cloacas de la UEx andan revueltas y las ratas que las pueblan han empezado a asomar sus asquerosos hocicos. Cobardes como son, y rastreras, lo hacen con denuncias anónimas a las que el todavía rector, en una nueva demostración de su carácter pusilánime y escurridizo, presta oídos. Me he acordado de una película de 1971, Willard (La revolución de las ratas) en la que un inadaptado, el tal Willard, amaestra, hasta convertir en asesinas, a un grupo de ratas para vengarse de quienes considera sus enemigos. A estas ratas segundonas las conozco desde hace años, pero, ¿a quién le correspondería el papel de Willard en el entramado cortijero de la UEx, quién es el Rasputín ‘calamocheante’ que mece la cuna desde su privilegiado escondrijo? Yo me lo malicio. Y no me ha sido difícil. Solo he tenido que seguir el rastro de mala baba que este pájaro sátrapa ha ido dejando por los pasillos.