sábado, 6 de octubre de 2018

ELECCIONES PONDERADAS Y RATAS SUELTAS


Con toda probabilidad a finales del próximo mes de noviembre será la primera vuelta de las votaciones a rector de la UEx. Dado que habrá, al menos, tres candidatos al puesto (y a mayor abundamiento si hay un cuarto emboscado), lo normal es que se tenga que ir a una segunda vuelta, porque no se prevé que alguno de ellos alcance de entrada “el apoyo proporcional de más de la mitad de los votos”. En esta segunda se votaría a los dos candidatos “más apoyados en la primera votación” y será suficiente entonces la mayoría simple, ponderadamente hablando, para que el afortunado sea proclamado Rector. Algo así como que de primeras hay dos que cantan línea ponderada, y de segundas, uno de ellos, con ponderación, se lleva el bingo.

Siempre abominé de la ley D’Hondt, ese engendro que ponderadamente beneficia no a los partidos minoritarios, que sería asumible, sino a los mayoritarios y a los que se presentan por menos circunscripciones. Fue uno de los peajes que hubo que pagar para impedir que el PNV, esa garrapata egoísta y santurrona agarrada con saña a la  política y la economía de un país que le importa un pimiento, y CiU, que todavía no se había quitado la piel de cordero ni cambiado de nombre, sacaran los pies del tiesto. Visto lo visto, para poco ha servido la servidumbre democrática. Si acaso, para que año tras año estos ganapanes vayan usurpando más parcelas de poder y logrando más concesiones hasta llegar a la penosa situación actual. Si de muestra vale un botón, en las elecciones generales de 2015 Izquierda Unida (aún viva antes del que el ‘pijipanoli’ de Alberto Carlos Garzón Espinosa se la entregara a Podemos por un plato de lentejas agrias) obtuvo 923.000 votos, que le supusieron 2 escaños, mientras el PNV con 301.000 consiguió 6 y CiU con 929.000, 16. La perversión del método es palmaria. E tremendamente injusta. Pues bien, siendo este método de escrutinio tan diabólico, si lo comparamos con la normativa electoral que consagra la Ley Orgánica de Universidades para las elecciones a Rector, puede llegar a parecernos incluso arcangélico. Cumpliéndola, la normativa electoral de la UEx establece que “el voto para la elección del Rector se ponderará, por sectores de la comunidad universitaria, en la siguiente forma: 51 por ciento para los profesores doctores pertenecientes a los cuerpos docentes universitarios, 16 por ciento para otro personal docente e investigador, 23 por ciento para los estudiantes, y 10 por ciento para el personal de administración y servicios”. Durante mis años activos en la UEx jamás voté. Me repugnaba participar en semejante engendro. Ahora, ya jubilado, no puedo hacerlo por imperativo legal, pero la ley no me impide seguir sintiendo la misma repugnancia ante el descaro con que se trata de enmascarar una cacicada infame tras la pátina de un supuesto pluralismo. Ni Franco con su democracia orgánica (familia, municipio y sindicato) llegó a tanta impostura. En fin, llamar a esta mojiganga elecciones es como llamar escritora a Belén Esteban, un disparate grotesco.

El pasado 21 de abril, terminaba mi artículo Tribalismo universitario diciendo: “Dentro de unos meses se convocarán elecciones a rector en la UEx. Y volverá a repetirse el oprobio del llamado ‘voto ponderado’, el paradigma más irrefutable de la estratificación por castas que rige en todas ellas. Tan es así que, como ya he expuesto en alguna otra ocasión, podría darse la monstruosidad de que el voto de un solo doctor, siendo el único, daría el sillón rectoral a tal candidato, por muchos miles de votos de los otros estamentos, (docentes no doctores, personal de administración y alumnos), que acumulara su oponente. Porque ese único voto equivaldría al 51% de los votos útiles escrutados. A partir de ahí, con ese espíritu feudal metido hasta los tuétanos, todo lo que venga detrás no debería sorprendernos. ¿El caso Cifuentes/Álvarez Conde una excepción?... Sí, claro. Y un jamón con chorreras también, primo.” Creo que no iba muy desencaminado teniendo en cuenta los casos de tesis y másteres que hemos conocido en estos meses. Rizando el rizo y según me cuentan, parece que ante las ya convocadas, las cloacas de la UEx andan revueltas y las ratas que las pueblan han empezado a asomar sus asquerosos hocicos. Cobardes como son, y rastreras, lo hacen con denuncias anónimas a las que el todavía rector, en una nueva demostración de su carácter pusilánime y escurridizo, presta oídos. Me he acordado de una película de 1971, Willard (La revolución de las ratas) en la que un inadaptado, el tal Willard, amaestra, hasta convertir en asesinas, a un grupo de ratas para vengarse de quienes considera sus enemigos. A estas ratas segundonas las conozco desde hace años, pero, ¿a quién le correspondería el papel de Willard en el entramado cortijero de la UEx, quién es el Rasputín ‘calamocheante’ que mece la cuna desde su privilegiado escondrijo? Yo me lo malicio. Y no me ha sido difícil. Solo he tenido que seguir el rastro de mala baba que este pájaro sátrapa ha ido dejando por los pasillos.

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