En los años en que estudiaba en
Madrid había momentos en que pasear por Argüelles-Moncloa se transformaba en
una carrera de obstáculos. Debías andar por allí ojo avizor. No hablo ahora de
la rutina de vigilar las evoluciones de las manadas de guerrilleros de Cristo
Rey y sucedáneos, que también, sino de evitar el ataque inmisericorde del
sinnúmero de cataplasmas que, al amparo de sectas o agrupaciones religiosas a
cual más peculiar, proliferaron como hongos en aquel tiempo. Inasequibles al
desaliento, sus novicios propagandistas salían a patear las calles en busca de
incautos a los que captar para su causa de manera que, a poco que te
descuidaras, podías verte asaltado por tipos pelones vestidos con túnicas y
bombachos que, bailando a tu alrededor, acompañaban sus salmodias
ininteligibles con tintineo de platillos y retumbar de tambores; o por dos
encorbatados de camisa blanca que, con acento yanqui, te endilgaban un rollo
interminable sobre el juicio final y los peligros de una vida alejada del temor
divino; o, qué sé yo, por gente normal en apariencia que te hablaban de la
maldad de la materia, la bondad del espíritu y la posibilidad de llegar al
orgasmo con tu pareja sin contacto físico. Un circo pelmazo y muy variopinto,
vaya. Y también algo arriesgado porque, con la paciencia exhausta, en alguna
ocasión se te turbaba el ánimo, salías por peteneras, y el intento de
proselitismo no acababa como el rosario de la aurora de puro milagro, nunca
mejor traída la expresión. En cualquier caso, a pesar de tanta monserga, tengo
un especial recuerdo, diría que casi tierno, de los “Niños de Dios”. Solían ir
en pareja y se te acercaban sonrientes. La chica, normalmente rubia y lánguida,
te daba un par de besos en las mejillas, más o menos efusivos, más o menos
cercanos a la comisura de los labios, y te decía algo así como “te amo porque
dios te ama”, u otra cursilada similar. Y no puedo decir más del asunto ni de
su rollo porque yo de ahí no pasaba. Pero bueno, a pesar de que sabías que te
estaba mintiendo, era una situación agradable. Y nada trágica, como otras
similares con amor impostado y morreos de por medio.
sábado, 31 de diciembre de 2016
NIÑOS DE PABLO
sábado, 24 de diciembre de 2016
ODIO DE IDA Y VUELTA
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(Fuente: abc.es) |
Consideraciones éticas aparte, que
ya bastarían para descalificar estas posturas ultras y maximalistas, las cifras
tampoco corroboran el mecanicismo simplón de su lógica. Según la última
estadística que he podido encontrar, de los 15.181 atentados de corte islamista
llevados a cabo en el periodo 2000-2014, casi el 90% se produjeron en países de
mayoría musulmana, causando en ellos 63.000 muertes de un total de 72.000, es
decir, el 87,50%. De los 9.000
restantes, los países con mayoría cristiana más perjudicados fueron Filipinas y
Kenia, con 974 acciones criminales que dejaron más de 1.800 muertos, penoso rango
solo superado por EE.UU. en el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, en
donde 2.996 personas fueron asesinadas. En Europa Occidental, y durante
esos mismos 15 años, los atentados terroristas de corte islamista fueron
22, el 0,14% de los 15.181 totales, con 248 muertos, el 0,34%. Habría que ver,
a su vez, cuántos de estos 22 fueron llevados a cabo por refugiados y no por
nativos hijos de emigrantes o por terroristas venidos ex profeso. Un muerto
siempre es un muerto digno de ser llorado. Y si muere por causa de la
intransigencia, o del hecho de ser o pensar diferente, o de tener creencias
distintas a las de su asesino, con más razón. Pero 63.000 muertos son más,
abrumadoramente más que 248. De manera
que todo este vocerío ramplón, estos anatemas escupidos contra refugiados que,
en buena medida, vienen huyendo de aquello de lo que se les acusa, tampoco
tienen cifras reales en las que apoyarse, y solo son producto de la miseria
moral y del egoísmo de quienes los profieren. Si para muestra vale un botón, el
historial del responsable del atentado de Berlín, cuyas peripecias por Europa
nos dan cuenta, por otra parte, de los fallos de seguridad de los que adolecen
los servicios antiterroristas europeos, viene a corroborar lo dicho. Ni
refugiado ni nada que se le pareciera. Solo un delincuente que viajó desde
Túnez, sin estatuto de refugiado, reconvertido en islamista en la cárcel
italiana donde estuvo recluido por delitos comunes y con una orden de expulsión
que logró esquivar.
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(Fuente: El Mundo) |
sábado, 17 de diciembre de 2016
HONORES DESHONROSOS
No voy a entrar a hacer juicios de
valor sobre la necesidad o no de la Ley de Memoria Histórica. Desde el año 2007
en que fue promulgada, se han emitido sobre ella tantas y tantas opiniones a
favor y en contra, -ora considerándola necesaria, e incluso escasa, para tratar
de zanjar la injusticia cometida contra los vencidos en la guerra civil; ora denostándola
como un desvarío del suricato leonés que volvería a abrir heridas ya restañadas
y a desenterrar viejos fantasmas cainitas-, que no creo que la mía aportara nada que no se
haya dicho ya. Lo que sí tengo claro es que las buenas intenciones que esta ley
declara en su ‘exposición de motivos’, no se han visto cumplidas en la mayoría
de los casos en que se ha recurrido a ella: “En definitiva, la presente Ley
quiere contribuir a cerrar heridas todavía abiertas en los españoles y a dar
satisfacción a los ciudadanos que sufrieron, directamente o en la persona de
sus familiares, las consecuencias de la tragedia de la Guerra Civil o de la
represión de la Dictadura... profundizando de este modo en el espíritu del
reencuentro y de la concordia de la Transición...”, proclama en su preámbulo.
Visto lo visto, y en buen número de
ocasiones en las que la aplicación de dicha ley ha sido objeto de actualidad
informativa, se evidencia que estos encomiables deseos no solo no se produjeron,
sino que sucedió todo lo contrario de lo que presuntamente pretendían conseguir.
Y esto ha sido así porque estoy convencido, (quizá sea una contundente osadía
por mi parte, pero es lo que hay), de que el legislador se equivocó equiparando,
a lo largo de todo su articulado, dos realidades tan distintas, aunque una de
ellas sea consecuencia de la otra, como son la guerra civil y la dictadura
franquista. Reconocer y declarar “el carácter radicalmente injusto de todas las
condenas, sanciones y cualesquiera formas de violencia personal producidas por
razones políticas, ideológicas o de creencia religiosa, durante la Guerra
Civil, así como las sufridas por las mismas causas durante la Dictadura”, es no
saber de qué estás hablando o, peor, saberlo pero legislar pensando en tu
abuelo, o en tus votos, o en tu inopia. O, como me temo, en todo a la vez. En
fin, creo que esta ley hubiera sido mucho más efectiva y, sobre todo, más balsámica
y más justa, si es que de ello se trataba, centrándola exclusivamente en el reconocimiento,
compensación y ayuda a las víctimas de la dictadura. Y haber tenido la valentía,
para cerrar el círculo expiatorio, de promulgar otra para las víctimas, todas,
de la guerra civil. Pero conociendo al personaje simplón y superficial, esto es
como pedir peras a un olmo tan seco, tan estéril, que ni la primavera sería
capaz de operar en él aquel hermoso milagro machadiano.
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(Fuente: Diario HOY) |
Y todo lo anterior, a cuento del
embrollo de Guadiana del Caudillo, su alcalde del PP, Antonio Pozo Pitel, y el secretario general del PP de Badajoz y
diputado en la Asamblea de Extremadura, Juan
Antonio Morales Álvarez. Ambos premiados en una cena organizada por la
Fundación Nacional Francisco Franco, a la que, según leo, asistieron, y en la
que les fue entregado a cada uno ‘Diploma de Caballero de Honor’ por su
"labor destacada en la defensa de la verdad histórica y de la memoria del
Caudillo y su gran obra". La verdad es que hay cosas que yo no entiendo.
No entiendo que, con LMH o sin ella, pueda seguir existiendo en la España de
hoy una fundación como esta, cuyos estatutos “enumeran como objetivo prioritario la difusión de la memoria y obra de Francisco
Franco”. No entiendo que los galardonados aceptaran el galardón
deshonroso que les habían concedido y, menos aún, que tuvieran la desfachatez
de ir a recogerlo. No entiendo, quizá sí, las disculpas increíbles del señor
Morales calificando de error la aceptación voluntaria, consciente y presencial
de la supuesta dignidad que recibía de quien la recibía. No entiendo la torpeza
del PP, bajo la égida del ‘y tú más’, de sacar a la palestra, con calzador, a
Castro y a Maduro, que no tienen vela alguna en este entierro. No entiendo que,
con el daño que han hecho a su partido, dando argumentos incontestables a sus
adversarios políticos para tildarlo de “refugio de franquistas y ultras”, no se
haya actuado contra ellos de manera fulminante. No entiendo que se recurra una
sentencia que, en cumplimiento de la LMH, obliga eliminar “del Caudillo” del
topónimo de marras. No entiendo ese afán de mantener ese colgajo caudillista
ahí, enarbolando, al más puro estilo ‘puigdemontista’, el resultado de una
consulta popular que conculca una ley vigente en nuestro ordenamiento
jurídico... En fin, tras esta letanía llego a la conclusión de que, acaso, mi
problema sea que jamás lograré entender este estrecho juego político de vuelo
corto que algunos estilan. Aunque por otra parte, primo, qué quieres que te
diga, ni puñetera falta que me hace.
sábado, 10 de diciembre de 2016
EL CUBO DE LAS VÍSCERAS
Hace algún tiempo, quizá demasiado,
durante varios años, un grupo de amigos acordamos reunirnos cada Viernes Santo
para dar buena cuenta de un cordero. Despojado de intríngulis poco apetecibles
y despiezado como corresponde, era sabia y pacientemente asado a la parrilla y
devorado por la horda carnívora convocada. El cónclave empezaba a primera hora
de la mañana y solía terminar bien entrada la noche. El núcleo duro del grupo
estaba formado por cuatro amigos que ya no están con nosotros, -Antonio Cosme Covarsí, Javier Leoni, Goyo Moreno, Angelito el de
Universitas-, además de Alejandro
Pachón y este que suscribe. Cada cual con sus partes contrarias, si las
tuviere, además de los hijos a que hubiere lugar. Uno de nosotros, a saber quién,
bautizó esta juerga anual con el nombre, no exento de retranca, de “El cordero
sacrílego”, en alusión al precepto de la Iglesia católica que prohíbe comer carne
todos los viernes de Cuaresma y que nos saltábamos con buenas dosis de
recochineo. La primera faena de esta celebración pagana, como decía, estribaba
en la limpieza y el despiece del animal, oportunamente tendido sobre una mesa
matancera, a cuyo costado disponíamos un contenedor de basura en el que se
arrojaban los desperdicios y las piltrafas que la operación generaba. Algún
inspirado de aquellos herejes, no sé si el mismo anterior, llamó a aquel
depósito infecto “El cubo de las vísceras”.
Aquel bidón apestoso viene a ser un
frasco de perfume si se compara con los ríos de estiércol que puedes encontrar
en las redes sociales. La verdad es que nunca me ha interesado brujulear por
ellas, utilizándolas, fundamentalmente, para publicar los enlaces de mis artículos,
saber de amigos y familia, o compartir música y noticias. Pero al leer lo que
este diario ha ido dando a conocer a lo largo de la semana, tras el bochornoso espectáculo
que protagonizó el presidente de la comisión de Cultura del Ayuntamiento de Badajoz,
Luis Jesús García-Borruel Delgado, dando pábulo en una reunión
oficial de forma irresponsable y frívola, dudo mucho que irreflexiva, a una
falsa conversación virtual entre churreros en la que se insultaba de forma
ignominiosa a la concejala de Cultura, Paloma
Morcillo Valle, me picó la curiosidad y me di un paseo por las páginas que
intuí pudieran estar participando del esperpento. Y la primera impresión que recibí
al hacerlo fue la de entrar en un mundo,
(¿un submundo, quizá?), poblado por personas, -barrunto que alguna con graves
trastornos disociativos de personalidad- que, amparados en nombres ficticios y
heterónimos que asombrarían al mismísimo Fernando Pessoa, y confundiendo
libertad de expresión con libertad de excreción, dedican su tiempo libre, que
debe de ser mucho, a relajar los esfínteres de su verborrea diarreica con un
desahogo vesánico y una penuria gramatical que espantan. Insultan, acusan,
denigran y difaman, dentro de un círculo cerrado y egocéntrico que se
retroalimenta de bilis, a golpes de una obsesión compulsiva digna de estudio. El
panorama resulta verdaderamente cochambroso. Y, salvando alguna excepción
despistada, el nivel delirante que exhiben, mamarrachada tras mamarrachada, es
deplorable. La invasión de los humanoides,
vaya. Lo cual, que jamás volveré a
sucumbir a ciertas obligaciones que me impongo como articulista evitando, de
todas todas, reincidir en la torpeza de meterme en un corredor tal que, a la
que te descuides, puede impedirte el retorno, y en el que corres el riesgo de
quedar atrapado entre telarañas zopencas y gusanos de pudridero.
Digo que todo surgió a raíz de que
el diario HOY informara de la temeraria exhibición, por parte del concejal
García Borruel, de un diálogo virtual entre churreros, falso de toda falsedad,
en el que se acusaba a la concejala de Cultura de un delito continuado de
prevaricación o de cohecho, que no lo tengo muy claro. A pesar de su insensatez,
él, en Facebook, defendía con tenaz emperramiento su simple papel de mensajero,
ajeno a cualquier tipo de intencionalidad torcida. La disculpa no puede ser más
endeble, porque el error no es haber sido mensajero, sino haberlo sido (de
manera oficial, no se olvide) de un mensaje fraudulento que, teniendo
posibilidad de hacerlo, no se preocupó de verificar. Y, en fin, leído lo que
leí en sus mensajes de defensa me gustaría hacerle una recomendación, que por
supuesto puede pasarse por el forro de sus caprichos, como es natural. Y es que
yo creo que, cuanto antes, sería conveniente que actualizara sus conocimientos
de gramática y de ortografía. No le digo esto a nivel personal, que cada cual es
muy libre de no dar importancia a sus carencias lingüísticas, lo digo para
evitar, en lo posible, que su dejadez en este sentido pueda menoscabar la
dignidad del puesto de presidente de la comisión de Cultura del Ayuntamiento de
Badajoz que actualmente ocupa. Él sabrá.
sábado, 3 de diciembre de 2016
CIRUGÍA ABIERTA EN LA CMA (II)
... Digo yo que será porque, al
sentir que no tenía escapatoria, acepté la situación mansamente y eso me llevó
a aquel relajo dulce, a una modorra suave y agradable de la que me sacó una
mujer que en principio también presumí enfermera. Mientras me espabilaba, ella
había corrido las cortinillas que rodeaban mi lecho, una especie de mosquitera
opaca que nos libraba de miradas indiscretas. Como me habían dicho que lo que
iban a hacer era cogerme una vía venosa, me extrañaba que se utilizara tamaña
parafernalia para preservar mi intimidad. Al fin y al cabo de lo que se trataba
era de pincharme en un brazo... A no ser, ¡ay, madre mía!, que la vía debiera
cogerse en alguna vena adyacente a la delicada ubicación de mi hernia. Y al
instante me imaginé, en un escalofrío, la parte más sensible de mi anatomía
transformada en un sofisticado y lacerante acerico con cánulas y llaves de paso
de colorines.
En esas dolorosas elucubraciones andaba
metido, a punto de perder mi presencia de ánimo, cuando la buena mujer me sacó
de mis dudas y de mi pánico: “Yo soy la peluquera, ¿sabes, hijo mío? Vengo a
rasurarte la zona”. Le indiqué, aliviado, que la víspera, cuando llamaron para
confirmarme la cita, me dijeron que debía ir con la zona rasurada. Y así lo
había hecho yo. O al menos lo había intentado, dada mi inexperiencia en tales
menesteres. Ella, dicharachera, con una campechanía que te obligaba a despejar
cualquier atisbo de vergüenza o pudor que pudieras sentir, tras bajarme los
calzones e indicarme que me pusiera con las piernas dobladas y abiertas, (“como
si fueras una mujer dando a luz”), colocó un empapador bajo mis posaderas, echó
una ojeada profesional a mi pubis pelón, (“lo has hecho muy bien, hijo mío,
pero quedan algunos detalles”), y mientras me hablaba de su madre, del número
de pastillas que tomaba diariamente, me preguntaba por mi historial y por patatín
y por patatán, me dio un repaso con la maquinilla de afeitar por delante, por
detrás, por arriba y por abajo, con la misma naturalidad que si estuviéramos
charlando en la barra del Deportivo con una cervecita por delante. Acto
seguido, una enfermera me cogió en el brazo, con delicadeza y sin dolor, la vía
venosa de marras. Y dejaron entrar a mi santa. Entre su presencia, lenitiva y
tierna, y los 3 goteros que me endilgaron, esta vez no me quedé traspuesto, me
quedé frito como un leño.
Me despertó la voz tronante de un
celador preguntando: “¿Quién es Jaime?”. Estuve a punto de responderle: “Eso
quisiera saber yo”, que era lo que el cuerpo me pedía, pero fui disciplinado y me
limité a levantar la mano. Mientras él cogía mi cama para el traslado, me despedí
de mi santa parafraseando la súplica pronunciada por mi
amigo Alejandro Pachón, hace demasiados años y en similares circunstancias, que sigue viva en nuestro
acervo común: “Cuida de nuestros hijos, Nini”, le dije con un hilo de voz. Y
sin solución de continuidad, el celador cogió ímpetu y nos llevó a mi cama y a
mí por aquellos pasillos con una pericia y una velocidad que ni Fangio en su
apogeo. Viendo pasar luces por encima de mí, me pareció estar montado en algún
cacharrito de las ferias de mi niñez. Tan es así, que, presa de mi ensueño, a
punto estuve de pedirle que me diera otra vueltita. Y al fin entré en quirófano,
imbuido aún de efectos vertiginosos. Quienes allí estaban (cirujano,
anestesista, ayudantes...) me saludaron, me preguntaron, me distrajeron
mientras, tras ponerme en posición de Cristo crucificado, colocaban en mi nariz
las olivas del oxígeno y me chutaban la sedación. Algún pinchazo de la
anestesia local noté pero, a partir de un cierto momento, apenas nada. Les oía
hablar, sabía que me estaban enredando por ahí abajo, notaba movimientos de tripas,
algún dolor momentáneo, pero ninguna sensación de angustia, ningún tipo de
aprensión. Sentía que mi cuerpo no era mío. Un soy sin ser apacible, casi gozoso.
En esa ausencia de mí, me preguntaban y yo quizá respondí, o acaso lo hizo un
Jaime extrañado del Jaime que revoloteaba aturdido entre los focos del techo, como
luciérnaga incierta. Al cabo de ¿45 minutos?, de vuelta a boxes. Con Fangio y
con el colocón. Recuperación del chute, paseos vacilantes, meada, instrucciones
a seguir y a las cinco y media de la tarde, en casa otra vez. Vaya... como
experiencia medianamente astral me sobra y me basta. No necesito más, porque,
como dice el proverbio, “hasta con requesones puede ahogarse a un convidado”.
El lunes pasado me quitaron los
puntos. Y ahí sí que vi la mayoría de las estrellas de la Vía Láctea con lluvia
de Perseidas incluida. A pesar de mi ignorancia en estas cuestiones, me lo
maliciaba apreciando a diario en el espejo la evolución de la sajadura. Me temo
que quienquiera que suturara la mayor parte de la misma en vez de un cosido lo que hizo fue
una labor de primoroso bordado de bigudí en cadeneta y dobladillo de realce, "ribeteado con un hilo color esperma de palomo" tan fino y tan apretado que al tiempo que la herida iba cicatrizando enterraba los puntos bajo la carne. De modo que, para quitarlos, fue necesario
tirar de los minúsculos trozos de hebra (‘gañotes’) que asomaban para que
aflorara el nudo y poder cortar. La
enfermera de mi Centro de Salud, María Jesús, sufría a mi compás, desesperada
e impotente. Bueno está, ya pasó. Que todo sea eso.
sábado, 26 de noviembre de 2016
CIRUGÍA ABIERTA EN LA CMA (I)
Con 64 años a mis espaldas y casi
38 de vida laboral, jamás, hasta el pasado día 17, he estado de baja médica y,
mucho menos, he sufrido tipo alguno de intervención quirúrgica. Tan es así que
desconocía los trámites que debía seguir, (dónde, cómo, cuándo y quién), para
poder presentar dicha baja médica en la UEx, mi centro de trabajo. Al mismo
tiempo, a pesar de que una hernia inguinal es asunto, digamos, menor, el
canguelo que me bullía por dentro desde que supe que el paso por quirófano era inevitable,
iba, a medida que se acercaba el día de la cita, ocupando más y mayor presencia
en mi estado de ánimo. Sí, yo sabía que era una operación sencilla que en un
elevadísimo tanto por ciento de ocasiones no tiene ningún tipo de complicación,
y que todo el mundo (y esto lo he descubierto en estos días), si no en primera
persona, que también, tiene al menos un
primo, un hermano, un cuñado o un conocido que ha pasado por el trance sin
problemas. Pero no dejaba de ser una operación, mire usted. Y para mí, preoperado
novato entrado en años, con ramalazos hipocondríacos, al que el sentido trágico
de la vida es quien le dicta, con más frecuencia de la deseada, barruntos y
desenlaces aciagos, todo lo que se salga de la visita anual a mi médica de
cabecera ya es motivo de preocupación. A mayor abundamiento si hablamos de anestesias
y bisturíes, que son palabras mayores. Y si yendo con la idea de una laparoscopia,
salgo con una papela en la que se me anuncia que la cosa va de cirugía abierta,
pues apaga y vámonos que la luz está muy cara y voy que me cago vivo.
Por más que intenté luchar contra
lo indefectible, inmerso en la quimera absurda de retrasar el despiadado paso
de las horas, en un leve aleteo llegó el día D. Y para cumplir, -quizá
demasiado al pie de la letra por aquello de la bisoñez-, las instrucciones expresas
en un cuadernillo didáctico que me habían entregado en la Unidad de Cirugía
Mayor Ambulatoria, C.M.A., del Hospital Perpetuo Socorro, en el que se nos
recomendaba a los elegidos que nos presentáramos con ropa cómoda tipo chándal, enfundado
en uno azul comprado ex profeso para ocasión tan trascendente, con el que me
sentía, y me siento, tan a disgusto como debe de estarlo Rita Maestre con hábito de teresiana, nos dirigimos, mi santa y yo,
al encuentro con mi destino. Ella, pobre mía, ejerciendo de conductora y
paciente compañera, y yo, de paciente sin más. La hora H era las once y media
de la mañana, y a pesar de que salimos de casa con antelación más que
suficiente, a causa, mayormente, de la dificultad para aparcar en los aledaños
y no tan aledaños del hospital, llegamos con el tiempo justo. Porque, a pesar
de que las salas de espera estaban llenas de pacientes y acompañantes, (a
propósito, ¿cuándo puñetas haremos caso a la recomendación de un acompañante
por enfermo?), apenas cinco minutos después de la hora fijada me llamaron a
capítulo. Traspasada la doble puerta bamboleante que daba paso, para mí, a un
cambio radical de estatus, una enfermera me dirigió a un vestuario provisto de
taquillas en las que debía dejar la ropa de calle, incluidos calcetines y ropa
interior, y sustituirla, excepto el calzado, por el uniforme de faena que sería
mi indumentaria hasta que regresara a la vida civil: pijama de corte clásico
color verde hospital, junto con cofia plástica y cubre-zapatos a juego. En ese
momento, de haber sucumbido a un impulso irracional que me sobrevino de
improviso, como un relámpago, habría echado a correr despavorido y ni el
correcaminos hubiera podido alcanzarme. Pero no lo hice. Y debo confesar que me
comporté con dignidad más por miedo al ridículo y al brete en que metía a mi
santa que por espanto al lance que me esperaba, que sentía insuperable.
Una vez revestido del ropaje
ceremonial, la misma enfermera, amable, me dirigió a otra sala que ya no era
tan aséptica como la anterior, si se me permite la metáfora chusca. Porque así
como el vestuario podría confundirse con el de un gimnasio, algo cutre si se
quiere, la nueva estancia no dejaba lugar a dudas: Cinco camas hospitalarias alineadas,
con soporte para goteros, dos de ellas ya ocupadas por ‘doentes’. Me asignó la
segunda por la izquierda, y en ella me acosté, rendido a mi suerte. Tras
contestar a varias preguntas para confirmar mi identidad, los motivos de mi
ingreso, mis posibles alergias y mi currículo médico-medicamentoso, asumida la
imposibilidad de escape, hice de la necesidad virtud camastrona y, con los ojos
fijos en el techo, solo, aburrido, me quedé ligeramente traspuesto...
(Continuará...)
sábado, 12 de noviembre de 2016
BERRINCHES POSELECTORALES
La democracia es lo que tiene. La
gente, no esta gente, ni mi/su gente, sino toda la gente que puede y quiere
votar, vota, y el resultado de su votación va a misa, o sea, al parlamento, al
ayuntamiento, a la comunidad de vecinos o
a la presidencia de los Estados Unidos. Y en ese sencillo mecanismo es donde
radica su grandeza. Solo basta con sumar, aplicar el sistema de recuento (D’Hondt,
votos electorales, segunda vuelta, directo...) que cada Estado o comunidad tiene establecido,
obtener los resultados y a quien las urnas se lo dé, la democracia se lo
bendiga. El inconveniente que el engranaje tiene, y que también forma parte de
su grandeza y de su enseñanza, es que siempre hay quien gana y siempre hay
quien pierde. Y ahí es donde la puerca tuerce el rabo, y donde salen a relucir
los talantes de aquellos que aceptan la democracia solo mientras los resultados
de su ejercicio vayan acordes con sus deseos.
Donald Trump, al que algún que otro avispado analista político de
por aquí parece conocer desde su más tierna infancia, era un absoluto
desconocido para mí hasta que se presentó como candidato por el Partido
Republicano a la presidencia de los EE.UU., y fue elegido, no sin polémica, por
sus correligionarios. Ya en ese accidentado camino hacia la nominación dio
sobradas muestras de un talante energúmeno y paranoide, que corrigió y aumentó
a lo largo de la campaña electoral que lo ha llevado a la Casa Blanca. Narcisista
y megalómano, no ha tenido empacho alguno en alardear, con histrionismo mussoliniano,
de una ideología retrógrada y cafre que ha espantado a todos. A todos excepto a
sus votantes, a los que ha sabido movilizar apelando a aquello que ellos
querían oír. Esa, y no otra, es la estrategia populista, como hemos podido
comprobar también aquí, en España, afortunadamente con resultados menos
contundentes. Con una retahíla de promesas etéreas difícilmente realizables,
renovando la doctrina Monroe de
“América para los americanos” pero más cargada de bombo xenófobo y racista, se
ha llevado el gato al agua, a pesar del inconveniente añadido de tener en
contra a muy significados políticos republicanos, y del posible lastre que
podían acarrearle sus tics machistas y su imagen de hortera de figurín. Habrá
que deducir, por tanto, que ha sido mejor candidato que su adversaria, Hillary Clinton, esta copia yanqui de Cospedal, envarada, poco convincente,
con
el carisma de una alcachofa, la cintura política de un poste de teléfonos y,
para completar el cuadro, el estigma de la corrupción revoloteando por encima
de su cardado Elnett Satin. Aunque dicen que “antes de que el diablo sepa que
has muerto, tendrás tiempo para arrepentirte”, al Partido Demócrata no le ha
quedado ni ese consuelo porque, para cuando quiso hacerlo, el diablo ya estaba
bailando sobre al cadáver político de su candidata. En fin, mi convicción es
que Trump no ha ganado las elecciones, las ha perdido Clinton, que dando igual,
no es lo mismo.
Como no todo iban a ser
calamidades, el resultado inesperado de esta elección me ha servido para
calibrar, de nuevo, la solidez impostada del talante democrático que la
progresía patria o agregada exhibe; y para disfrutar viendo cómo estos
demócratas de baratillo rabian cuando el ejercicio de la libertad a la que
tanto recurren en sus discursos, cada vez que les resulta esquivo en su
desenlace, es, para ellos, producto del analfabetismo y la incultura de los
votantes que lo posibilitan. Votantes que no son incultos porque lo sean de por
sí, que vaya usted a saber, sino porque lo que votaron no es lo que deberían
haber votado según su criterio reveladoramente inapelable. Un podemita gallego y
mareado, a raíz de la mayoría absoluta de Feijóo
en las autonómicas gallegas, tachó a su paisanaje de “alienado e ignorante”. Y,
ahora, un abogado perejil de muchos caldos, repartiendo hisopazos de
superioridad académica, tacha a los votantes de Trump de “analfabetos
políticos”. Uno y otro, eso, un par de zopencos dignos de formar parte de la
misma yunta fascistoide.
Y como en todos lados cuecen habas,
los estudios demoscópicos han vuelto a fallar, según suele ser habitual. Aunque,
en esta ocasión, creo que su mayor error ha sido no contar con la maligna confluencia
funesta de dos ‘jettatores’ de considerable peso que, allá donde ponen el ojo,
ponen el descalabro. La conjunción diabólica de Pedro Sánchez en el lugar del óbito y de Miquel Iceta en Cataluña, gritando, versionado en inglés, su
‘líbranos por Dios’ histérico y alocado, hacía humana y divinamente imposible
que Clinton se librara de la derrota. Porque ya me dirán quién es el guapo, o
la guapa, que se libra de tremendo maleficio.
sábado, 5 de noviembre de 2016
PEDRO SÁNCHEZ Y MI HERNIA
Alguien pensará que estoy
obsesionado, pero en mi descargo debo decir que la primera intención que tuve
para este encuentro sabatino era escribir sobre las travesuras de mi hernia
inguinal derecha, que tiene su aquel. Contar, por ejemplo, con todo el detalle
que la educación y el respeto ajeno me imponen, la molesta sensación que me
produce cuando toso, estornudo o me río con ganas, sentir en el escroto,
proveniente de mis tripas liberadas, el impacto de una toba molestísima y, en
más de una ocasión, moderadamente dolorosa. O dado que las puñeteras han
adquirido ya considerable experiencia en el tormento, cómo cuando creo
anticiparme a su agresión y aplico con firmeza mi mano sobre la zona púbica que
presumo va a ser atacada, las muy zorras se vienen arriba hostigándome la parte
alta de la ingle, en donde empujan con descaro como si fueran un alien chinche
y mortificante que amaga con salir. En fin, espero que el próximo día 17, estas
tripas salidas de madre sean encauzadas y devueltas al lugar que les corresponde.
Así, ellas cesarán en sus correrías recobrando su discreta actividad; mi
testículo, libre de papirotazos, volverá a su calma lánguida, y este servidor de ustedes podrá toser,
estornudar o reír con ganas sin necesidad de estar pendiente de sus cuajarejas.
Para remediar tamaña catástrofe, y
no arredrándose ante los poderosos enemigos a los que se enfrenta, piensa
realizar el viaje evangelizador que anunció en el momento de dimitir, visitando
todo los rincones de España para devolver al PSOE a la tierra fértil que le
corresponde. O no tan fértil, porque, expresando su deseo de volver a ser
secretario general, nos hizo partícipe de su creencia de que lo importante no
es el número de escaños, sino qué se hace con ellos. Afirmación esta a la que
aún sigo dándole vueltas sin lograr desentrañar la profundidad, aparentemente
equívoca, que encierra. Y para que no falte de nada, hubo dos frases que consiguieron añadir intranquilidad
a mi estupor. Una de ellas cuando afirmó, refiriéndose a la supuesta
conspiración orquestada por los medios de comunicación en su contra, que “el
pensamiento único que se ha visto (en ellos), lo que demuestra es que el país
necesita unos medios mucho más plurales, mucho más críticos”. La otra tampoco
es moco de pavo: “Una de las principales lecciones que he aprendido en estos 3
años de secretario general, es comprender la naturaleza de nuestro país, que
España es una nación de naciones y que Cataluña es una nación dentro de otra”.
Pues eso, para ir a mear y no echar gota.
sábado, 29 de octubre de 2016
APROVECHAR LA OPORTUNIDAD
La reacción emberrenchinada y
colérica de Podemos, con un irascible Pablo
Iglesias a la cabeza, tras el cambio de rumbo en la estrategia del PSOE, es
evidencia palmaria de su chasco. Y su discurso en la sesión de investidura del
jueves, centrado fundamentalmente en apostrofar a la bancada socialista, es
buena muestra de ello. Se sentían ya, con ventaja electoral o con “gobierno de
progreso”, los manijeros del cotarro y ahora se encuentran con que apenas tienen
un papel institucional de segunda fila. Han pasado, sin solución de
continuidad, de reyes del mambo a maraqueros acompañantes. De ahí su rabioso afán
de autocoronarse como la “única oposición verdadera”, aunque para ello, de
forma burda, infantiloide y tramposa, tengan que despreciar la semántica utilizando
“abstención” como sinónimo de “apoyo” y hablen de la triple alianza o del trío
de las Azores, al tiempo que tratan de arañar parte del espacio político
perdido apelando al “poder popular” y organizando algaradas callejeras. Al filo
de estos acontecimientos, el otro día leí la pregunta que Guillermo Fernández Vara dejaba en la redes sociales, y que
reproduzco aquí con leves retoques ortográficos: “¿Alguien puede aclararme por qué Podemos puede ser oposición en
Extremadura habiendo votado a favor de mi investidura, y el PSOE en España (absteniéndose,
añado yo), no?” Pues yo creo que sin
aplicar la ley
del embudo con el descaro y la carga de demagogia que lo hacen estos andobas, no hay manera de resolver el enigma. Pero, claro, para eso hay que tener el desparpajo y la desfachatez que ellos atesoran, y eso no está al alcance de simples mortales con un mínimo de honradez.
del embudo con el descaro y la carga de demagogia que lo hacen estos andobas, no hay manera de resolver el enigma. Pero, claro, para eso hay que tener el desparpajo y la desfachatez que ellos atesoran, y eso no está al alcance de simples mortales con un mínimo de honradez.
En fin, a pesar de que la mayoría
de las opiniones que he leído u oído, algunas claramente desechables por
interesadas, apuntan a lo contrario, yo creo que si el PSOE sabe jugar bien sus
cartas y no tensa la cuerda hasta hacer que se rompa, tiene ocasión propicia
para restañar heridas y salir fortalecido del embate. Si es verdad que hay un
acuerdo con C’s de 150 puntos, de los que 100 se incorporaron del anterior que Rivera firmó con Sánchez, los
socialistas tienen capacidad de maniobra. Porque después de la matraca que
Rajoy ha dado con el sentido de Estado y lo dañino para España que pueden
suponer unas terceras elecciones y, por tanto, un nuevo periodo de
transitoriedad gubernamental de duración imprevisible, tendrá que pensarse muy mucho
ser él quien ejecute esa vuelta atrás. Cada día que pase de normal
funcionamiento de las instituciones, es un día en el haber del PSOE como líder
de la oposición. Y uno en el debe de los que pretenden, (podemitas, filoetarras, independentistas…), pescar en el río revuelto de una fragilidad
democrática en la que se mueven a su gusto. Porque no hay que olvidar que ese
es su hábitat natural.
sábado, 22 de octubre de 2016
VOLVIENDO AL PASADO
En alguna ocasión me he referido
aquí a mis años de facultad. Un tiempo en España, ese, ciertamente turbio,
sucio de toda suciedad, en el que Franco, en prolongada y patética agonía, se
apagaba matando, y la calle podía transformarse en una jungla por la que
campaban a sus anchas energúmenos fascistas, (valga el pleonasmo), fueran estos
policías o no, Guerrilleros de Cristo Rey o no, falangistas o no, con total
impunidad. Tengo grabada en la memoria una imagen, no sé si me repito
contándola, que podría definir lo que estoy diciendo: Alrededor de las 11 de la
noche, en un bar de la plaza de la Ópera en Madrid, un amigo y yo terminando
las últimas cervezas del día. Oímos gritos fuera y salimos. Por la Cuesta de
Santo Domingo o por Campomanes, no estoy seguro, bajaba un hombre, con una
gabardina beige al brazo, corriendo a todo correr. Detrás de él venían otros dos, uno de ellos
pistola en mano, que le conminaban a que se detuviera. El perseguido, mientras
el pistolero no dejaba de apuntarle, lo sorteaba utilizando como escudo los
coches aparcados en batería. Pero cometió la torpeza de entrar en el cine que
ocupaba unos de los laterales de la plaza. El perseguidor, ya libre de
obstáculos, efectuó entonces dos disparos. Con el primero la puerta de cristal que
daba entrada a la sala se deshizo sobre sí misma. El segundo debió de alcanzar
el objetivo que buscaba porque, al instante, apareció un coche largo y gris de
la policía, de los ahora llamados familiares (tiene guasa la cosa, ¿no?), con
sirena y pirulo centelleante, que aparcó frente al cine. De él se bajaron dos
paisanos que, ayudados por los dos que perseguían al desdichado, lo
introdujeron inerte por el portón trasero del vehículo. Y se fueron como
vinieron, echando leches sonoras y refulgentes. Yo seguí todo el espectáculo,
atónito y atemorizado, escondido tras un buzón de correos que estaba
estratégicamente situado en una esquina y me servía de parapeto. Al día
siguiente, volví al escenario de la movida, y comprobé que el espacio de
cristal que ocupaba la puerta del cine había sido sustituido por un tablero de
conglomerado. La escena de la noche anterior, por tanto, no la había soñado ni
era producto de un exceso en la ingesta cervecera. Durante una semana, no sin grave
detrimento para mi mermada economía, compré todos los periódicos que vendían en
los quioscos de Madrid. No encontré ni una línea sobre el particular... En fin,
han transcurrido demasiados años desde aquello y aún me inquieta el no saber
qué demonios pasó allí: Quién, quiénes, por qué y, sobre todo, si el desenlace
fue tan trágico como yo lo percibí desde mi acojono.
Sin querer igualar la situación
anterior con la vista en televisión, protagonizada por los centenares de
mozalbetes desquiciados que impidieron a Felipe González y a Juan Luis Cebrián
intervenir en la Facultad de Derecho de la UAM, sí he de decir que, viéndola,
me vino a la boca el mismo sabor amargo de aquel tiempo. Como si hubiera
retrocedido más de 40 años en la historia de España. Calvo ya como estoy,
herniado y con 64 a cuestas, me coge viejo el asunto. Y, además, perplejo y
desconcertado, con la sensación de que todo el camino que tantos recorrimos no
existe para aquellos que, por edad, no lo recorrieron. Y, lo que es peor, ni
les interesa saber lo que costó recorrerlo. Y, a mayor abundamiento, si
acaso
llegan a barruntar el coste que supuso, lo desprecian olímpicamente. Porque me
da la impresión de que ellos creen tener a la verdad, absoluta y revolucionaria,
cogida por sus miserias. Y ante eso, la historia que no se adapte a su visión
dogmática, es pura filfa. Historias de abueletes.
No puedo afirmar que el vergonzoso
escrache fuera urdido por Podemos, como aseguran algunos. Propiciado, sin duda.
Allí se repitieron, casi de forma literal,
eslóganes y consignas que Pablo Iglesias ha dicho en diversos púlpitos
e, incluso, en sede parlamentaria. Si no tramó la asonada, al menos la inspiró.
Para después bendecirla al considerarla “un síntoma de salud democrática”. Sin
duda la idea que tiene este individuo de democracia saludable es, como poco,
sui géneris, por no decir que de un cinismo mayúsculo, porque lo que yo vi en
televisión fue un repugnante ejercicio de violencia fascista, en lo que el
fascismo tiene de intolerante, totalitario, antidemocrático y liberticida. A no
ser que a la democracia a la que aludía el líder sinuoso fuera a la democracia
orgánica franquista, o al centralismo democrático comunista o, acaso, a la por
él idolatrada democracia bolivariana. Si es así, no tengo más remedio que darle
la razón. Y temblar pensando en la que nos espera si un personaje de este jaez
llega algún día a tener, siquiera, un ápice de poder.
sábado, 15 de octubre de 2016
Y ADEMÁS, EL OTOÑO (REDUX)
Quizás sea el otoño, su luz que,
como un suspiro frágil, se acurruca en los párpados y adormece los días en un
eterno trémolo. O la noche que prematuramente invade las horas que no le
pertenecen. O la mezcla imposible de insomnio con desgana. Quizás la culpa sea
de ese aire opaco que guarda entre sus pliegues una tristeza lenta de tarde de
domingo prolongada. O ese adagio que resuena constante en mi cabeza y tarareo
en silencio, acompasándolo a los latidos de un corazón que a veces siento ajeno
y lejanísimo. O el dolor impreciso de todas las ausencias que se vienen de
golpe y nublan la nostalgia. Aunque, ‘mea culpa’, acaso todo lo anterior sólo
haya sido un subterfugio, un introito poético de articulista torpe para sumar
caracteres con espacio y descargar angustias metafóricas, y nada de aquello
tenga que ver de manera directa con esta crisis lasa que padezco y sean, tan
solo y tanto, circunstancias que agraven el estado abúlico y desanimado que
sufro de un poco tiempo acá. Porque la verdad es que desde hace un par de días
empiezo a barruntar, gracias a las sabias palabras del sicólogo que se esconde
detrás de los espejos y me sorprende mientras me lavo los dientes o miro de
soslayo, la causa principal de tanta zozobra. Me dijo el tal con mi voz y mis
ojos: “Yo creo, mi buen amigo, que lo que usted padece es un empacho de
mamarrachadas. La realidad del país, que a veces vive de manera enfermiza y con
demasiada vehemencia, lo está llevando de asombro en asombro y, como le ocurría
a su llorado Jesús Delgado Valhondo, ya no encuentra un sitio donde ponerlos,
porque el corazón se le ha quedado pequeño para esta sucesión vertiginosa de
sorpresas. Y entonces el estupor, desbordado ya, se enquista y le abotarga las
tripas. De ahí las náuseas y esa sensación desagradable de hartazgo. Incluso el
episodio diarreico y febril que cursó días atrás, pudo ser producido por una
somatización del hastío que le produce
una actualidad cansina y repetitiva, sin intervención vírica alguna. Sosiéguese,
vuelva sus ansias hacia el interior y termine esos dos libros de poesía que
tiene descuidados. Si no, como poco, se le acabará cayendo el alma a los pies.
¿Ha llegado a pensar que la hernia inguinal que le incordia no sea tal, sino su
propia alma que ya cogió el camino del desplome?”
En esas me entró la tos y,
aprovechando que él también tosía, quise escapar de aquel absurdo soliloquio
dialogado. Pero adivinó mis intenciones, me detuvo apenas con un gesto
reflejado en mis ojos y siguió con su perorata: “Al verle en el espejo, mi
mustio amigo, he recordado ahora el caso de un paciente con sintomatología
similar a la suya, si bien en un estadio más avanzado, al que el alma se le
acabó escurriendo por entre los dedos de los pies. El desdichado apareció en la
entrada de este espejo equívoco con la cara desencajada y la mirada perdida,
vacío de sentimientos y de lágrimas. Y le diré, para que quede usted tranquilo
y su hipocondría no le juegue malas pasadas, que conseguimos su recuperación.
Aunque no crea que fue fácil. Atrapar un alma volandera entraña muchísimas
dificultades. Porque las almas, una vez que se ven emancipadas del cuerpo que
las contiene, adquieren un libre albedrío y un desparpajo que para qué le
cuento. Di con ella en un parque, revoloteando sobre un grupo de niños
desbordantes de risas que miraban la luz de la mañana. Y conseguí, no sin
grandes esfuerzos, introducirla en el fanal hermético que heredé de mi padre
para estas ocasiones. El proceso de su
reimplantación fue trabajoso y razonablemente satisfactorio, dada la problemática que entraña este tipo de reinjerto mayormente derivada de la complejidad de las
medidas antirrechazo, que pueden provocar efectos secundarios indeseados por otra
parte poco alarmantes: algún episodio de melancolía sobrevenida, un
ensimismamiento repentino, pequeñas confusiones en los sueños, un deje de
tristeza en la mirada cuando el otoño sienta sus reales… Y, ocasionalmente,
cierto desasosiego mediado el mes de abril”.
No era consciente del tiempo
transcurrido. No sabía si habían pasado horas o minutos estando como estaba
absorto en el delirio. Así, miré el reloj (era tardísimo) y, aprovechando que
dejó de mirarme por la misma razón que yo lo hacía, le dije en un susurro: “Es
que tengo que irme”. Y antes de que pudiera responder, apagué la luz. Y me fui. Él, supongo, allí se quedaría, rumiando
oscuridades por detrás del azogue y de mí mismo. Al tiempo de entrar en la
cocina camino del café para mi santa, me palpé la ingle. Y mi alma seguía ahí,
quizá algo inquieta en una ubicación poco apropiada para albergar almarios.
Pensé: “De este lunes no pasa. Insistiré en el SES para que recompongan este
entresijo mío cuanto antes. Vayamos a
tenerla, me desalme, y ande yo por mis sueños vacío de sentimientos y de
lágrimas".
viernes, 14 de octubre de 2016
BAÑADO EN TUS PUPILAS
Recogerme,
huir hacia adentro para ser sólo
lo que tu mirada vea de mí.
Alejarme para que tú,
callada,
descubras mis silencios
y me nombres
para que yo recuerde por qué vivo.
Y hacerlo, entonces,
a través de tus labios y tu voz.
Despierto para verte y verme a mí
bañado en tus pupilas,
bebiendo de tus lágrimas,
consciente de que soy
desde el instante exacto en que me miras.
Y sentir tu mirada más cierta
que mis sueños:
Al fin, mujer, dormir para que duermas.
sábado, 8 de octubre de 2016
CALMA CHICHA
Después del terremoto del sábado
pasado, con la dimisión forzada de Pedro Sánchez y la posterior constitución
esta semana de la Comisión Gestora en el PSOE, creí que la situación política
de España iba a entrar en un periodo de cierta calma, con la vista puesta en
evitar unas terceras elecciones que parece que es lo que quieren los dos
grandes partidos. Pero la declaraciones que se han venido sucediendo en estos
días, en principio evacuadas por segundos jerárquicos o espontáneos, sin
solución de continuidad y cada cual divergente de la anterior, han conseguido
hacerme un lío. Así, hay quienes siguen emperrados en el “no, es no” y el veto
a Rajoy; otros se inclinan por la abstención técnica que afecte solo al número
de diputados suficiente para que el PP pase raspando el trance; aquellos por la
abstención útil, con pacto previo; los de más allá por la estratégica,
incorporando puntos del doble pacto de Cs
con PP y PSOE, y, para terminar el pastel, los que quedan, que propugnan la
abstención normal, pura y dura. En fin, hasta que el Comité Federal del PSOE no
fije, (¿el próximo día 15?), la postura a seguir, toda opinión al respecto se
queda en pura especulación.
En cualquier caso, lo que sí se ha
demostrado con todo lo sucedido en estos días es que el PSOE tiene una
estructura lo suficientemente sólida como para que los desvaríos de un
dirigente tarambanas puedan cuartearla. Algo de que lo me alegro sinceramente.
Y por más de una razón. Aunque, he de reconocerlo, quizá con lo que más he
disfrutado a nivel personal haya sido con el berrinche que se han llevado los integrantes
del politburó podemita, que creyeron tener la presa acorralada y a su merced,
con un Pedro Sánchez entregado, rendido a sus ansias, pero esta, cuando ya se
relamían, se zafó de sus manejos dejándolos con tres palmos de narices. Pregoneros
de la nueva política y sin embargo protagonistas de una forma de hacerla
antigua y con más telarañas que la momia de Lenin, crecidos ante lo fácil que
les resultó fagocitar a IU, una agrupación en franca decadencia dirigida por un
líder pusilánime, acomplejado y torpe, se llegaron a creer los reyes del mambo
y pensaron rematar la jugada haciendo lo mismo con el PSOE. Craso error de
principiantes. Y de soberbios. Bastaría con que hubieran leído un poquito para
saber a qué se enfrentaban. Y, antes de intentar un imposible, se habrían dado
cuenta de que un partido político con la historia y la fortaleza del que
trataban de engullir, no es presa asequible para un grupo de universitarios
lechuguinos y oportunistas. Con el fin de disimular el escozor de su fracaso, y
dando por hecho la abstención de los socialistas en la investidura de Rajoy, vuelven
a utilizar la lógica falsa y tramposa a la que nos tienen acostumbrados para
postularse como la única y verdadera oposición al PP. Torpeza sobre torpeza. Fracasarán
de nuevo. Espero. Creo.
Y es que permitir la formación de
un gobierno no es lo mismo que colaborar con él, que es la falacia que repiten
hasta la saciedad estos espabilados clónicos. Si no hay terceras elecciones, que
no lo tengo claro, pronto lo veremos. Y si las hay, será evidente que el único culpable de que las haya será el PP, o sea, Rajoy, que sigue a lo suyo: Tumbado
en la ‘chaise longue’, puro va, puro viene, rizando el rizo de un ‘tancredismo’
irritante, mientras suelta a sus voceros a largar globos sonda que luego él
pincha con actitud de madre abadesa condescendiente. “No voy a pedir ninguna
condición”, dice. Y se queda tan fresco invirtiendo los papeles del vodevil. Pero,
¿qué condición puedes poner tú para que te dejen gobernar? ¿No serían los otros
los que podrían ponerte alguna para hacerlo? Se parece a la novia de un amigo mío, (y que me perdone Juanito Valderrama), con la que afortunadamente no llegó
a mayores, que no solo le decía qué, cómo y cuándo tenía que regalarle algo,
sino incluso el importe mínimo que debía gastarse para que ella aceptara su
regalo. La consentida de marras, con su actitud, venía a decir: “Bueno, venga,
vale… te dejo que me regales esto”. Mi amigo, tras dar muestras de un aguante
infinito, mandó a la susodicha a freír espárragos cuando esta le devolvió el
último regalo. Por lo que nos ocupa y nos afecta, espero que Rajoy no acabe
igual, compuesto y sin novio. Porque con lo poco atractivo que es, y a pesar de encuestas y encuestadores, para mí que
lo lleva claro. Políticamente hablando, digo.
sábado, 1 de octubre de 2016
DUELO EN O.K. FERRAZ
En la película de los Monty Python, El sentido de la vida, hay una escena
exagerada y repulsiva que se desarrolla en un lujoso restaurante. A él acude un
hombre monstruosamente gordo, deforme, por lo que se intuye cliente habitual
del lugar, que da cuenta de un menú pantagruélico. Tras finalizarlo, el jefe de
comedor insiste en que coma una última y delgadísima chocolatina. A pesar de un primer rechazo, el glotón no es
capaz de resistirse y deja que el maître
se la introduzca en la boca. Saturado como estaba tras la ingesta de un
almuerzo de decenas de platos, esa pequeña delicatesesen
origina la debacle: el tragaldabas comienza a hincharse como un globo
deforme que, al poco, explota, dejando al aire costillas y corazón, y
esparciendo por toda la sala una lluvia de detritus, tripas, jugos gástricos y
comida a medio digerir que viene a caer sobre el resto de comensales. Una
escena, desde luego, no apta para estómagos sensibles, valga la ironía. No sé
si será porque de dos días acá soy presa de un virus intestinal que me tiene en
una constante alerta evacuatoria, al tiempo que la contumaz febrícula que lo
acompaña hace que pase las noches en un estado de modorra morbosa, lo cierto es
que esta pasada madrugada, en tal estado letárgico, he recordado esta escena y
me ha parecido, (quizás por eso la recordé), que es una buena imagen de la
situación esperpéntica y disparatada que está viviendo el PSOE en estas fechas.
Se veía venir que el partido iba a explotar, porque ya no le cabían más fiascos
electorales, más empecinamientos, más disparidades, más disparates y más ambiciones
personales. Y la explosión, ¿implosión, quizá?, ha dejado al aire costillas, corazón
y las aceras de Ferraz salpicadas de vísceras malolientes.
No voy a entrar en cuál de las dos
facciones tiene razón afirmando que sus actuaciones son conformes a la
normativa que las rige. De entrada porque no lo sé, y de salida porque el tema
me resulta anecdótico. Todo ese lío sobre la legalidad o no de ejecutivas,
comités federales, congresos extraordinarios y comités de garantías me la trae
al pairo. Lo verdaderamente importante, en mi opinión, es que el PSOE está roto
y, lo que es peor, que a medida que pasan las horas esa ruptura se va haciendo más
irreversible. Que Pedro Sánchez y
adláteres se hayan transformado en los “guardianes de las llaves” e impidan la
entrada a la sede del partido a miembros no afines, me parece de una tremenda
torpeza que, además, deja al descubierto su escasez de talante democrático y su
sentido patrimonialista del cargo. Que militantes socialistas lo defiendan
llamando fascistas y señoritos andaluces a Susana
Díaz y los suyos, mandando a esta a bailar sevillanas, es patético, y pone
bien al descubierto el encono con que se están desarrollando los
acontecimientos, además de la altura intelectual de la militancia o, al menos,
de una parte de ella, que lo votó. Creo que mientras más se dilate la
situación, más van a decidir las tripas en lugar de la cabeza, y más van a
influir en unos y otros los resentimientos personales, los egoísmos, los deseos
de revancha y la cortedad de miras.
Desde mi punto de vista, el
principal desacierto que ha llevado a Sánchez a perder elección tras elección,
cuesta abajo en la rodada, ha sido el de querer ocupar un espacio político que
no le correspondía. No sé si por inexperiencia, por ambición o por una
sobredosis de megalomanía, se ha metido en corral populista ajeno y coqueteado
con gallitos que se le acercaban, solo, para darle el picotazo definitivo. Y
con él, a su partido. Al fin, una nueva versión de lo que ya hicieron con IU. Tan
es así, que le ha faltado tiempo a Errejón
para salir al retortero anunciando la simpleza de que la quiebra del PSOE es la
quiebra del régimen de la Transición. Y es que Sánchez ha desvirtuado el
mensaje socialista de tal forma que ha acabado siendo una mala imitación de ZP, el suricato leonés, que ya son
ganas de pifiarla. Y además, por decencia, por amor propio, por el bien de su
partido, hace tiempo que debería haber dimitido. Nada de esto estaría pasando.
En fin, el problema es trágico. No
solo para el PSOE, sino también para España, que tiene mucha necesidad de él y
de que sus aguas vuelvan a un cauce que nunca debió ser desbordado. Dicen que
la dirección del PP está brindando por lo que ocurre. No lo sé. De lo que sí
estoy seguro es de que Podemos y sus círculos sí lo estarán haciendo. Con ron
venezolano, por supuesto.
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