sábado, 31 de diciembre de 2016

NIÑOS DE PABLO

En los años en que estudiaba en Madrid había momentos en que pasear por Argüelles-Moncloa se transformaba en una carrera de obstáculos. Debías andar por allí ojo avizor. No hablo ahora de la rutina de vigilar las evoluciones de las manadas de guerrilleros de Cristo Rey y sucedáneos, que también, sino de evitar el ataque inmisericorde del sinnúmero de cataplasmas que, al amparo de sectas o agrupaciones religiosas a cual más peculiar, proliferaron como hongos en aquel tiempo. Inasequibles al desaliento, sus novicios propagandistas salían a patear las calles en busca de incautos a los que captar para su causa de manera que, a poco que te descuidaras, podías verte asaltado por tipos pelones vestidos con túnicas y bombachos que, bailando a tu alrededor, acompañaban sus salmodias ininteligibles con tintineo de platillos y retumbar de tambores; o por dos encorbatados de camisa blanca que, con acento yanqui, te endilgaban un rollo interminable sobre el juicio final y los peligros de una vida alejada del temor divino; o, qué sé yo, por gente normal en apariencia que te hablaban de la maldad de la materia, la bondad del espíritu y la posibilidad de llegar al orgasmo con tu pareja sin contacto físico. Un circo pelmazo y muy variopinto, vaya. Y también algo arriesgado porque, con la paciencia exhausta, en alguna ocasión se te turbaba el ánimo, salías por peteneras, y el intento de proselitismo no acababa como el rosario de la aurora de puro milagro, nunca mejor traída la expresión. En cualquier caso, a pesar de tanta monserga, tengo un especial recuerdo, diría que casi tierno, de los “Niños de Dios”. Solían ir en pareja y se te acercaban sonrientes. La chica, normalmente rubia y lánguida, te daba un par de besos en las mejillas, más o menos efusivos, más o menos cercanos a la comisura de los labios, y te decía algo así como “te amo porque dios te ama”, u otra cursilada similar. Y no puedo decir más del asunto ni de su rollo porque yo de ahí no pasaba. Pero bueno, a pesar de que sabías que te estaba mintiendo, era una situación agradable. Y nada trágica, como otras similares con amor impostado y morreos de por medio.

Quizá por la retorcida conexión de unas neuronas cada vez más escépticas, me he acordado de estas criaturas últimas, tan besuconas ellas, tan cariñosas, al leer el manifiesto que, ante la II Asamblea Ciudadana Estatal de Podemos que se avecina, un centenar de militantes de base ha hecho público, en el que imploran a sus líderes que cesen ya las peleas por un quítame allá esa dirigencia y vuelvan a transitar por los caminos de la fraternidad, el buen rollo y la bondad de los ungidos para “intervenir en la Historia”. Porque “nos necesitamos todas, todos, no tenemos derecho a olvidar la fraternidad entre compañeros y compañeras, ni nos podemos permitir que el campo de la esperanza sea a la vez un campo de batalla”.  Lo han titulado “El abrazo”, y es todo un espectáculo de voluntarismo vaporoso y cursi en el que la sublimación de una realidad más que pedestre lo hace estéril por ineficaz. Revolotear por las nubes de un mundo de fantasía, apelando a las intenciones altruistas y a la generosidad de “la buena gente de Podemos”; querer cambiar puñaladas traperas por abrazos a fin de superar un enfrentamiento donde las ambiciones personales inconfesadas y la egolatría de unos y otros son las que mandan, es de una candidez supina. Tan es así que incrementan su quimera, en el remate, henchidos de fervor ecuménico: “En Vistalegre II tenemos que asistir a la escenificación del abrazo... Necesitamos volver a sonreír, a encarnar la esperanza que tanta gente de todo el planeta (¿?) ha puesto en nosotros y nosotras en estas circunstancias turbias y desalentadoras. Necesitamos un abrazo fuerte y fraternal que nos llene de alegría y ganas para seguir adelante”. Sí, compañero, pero el cava lo pagamos a escote, ¿vale? En fin, estos están a lo que dijo Espronceda: “Que es la razón un tormento, / y vale más delirar /sin juicio, que el sentimiento / cuerdamente analizar, / fijo en él el pensamiento”.

Sin embargo, hay un instante a lo largo de este manifiesto en el que les traiciona el subconsciente, dejan de delirar y bajan a la verdad pura y dura. Es cuando hablan de “las huestes de Podemos”. Porque la palabra ‘hueste’, proviene del latín ‘hostis’, que significa ‘enemigo, adversario’; y el DRAE, en primera acepción, la define como ‘ejército en campaña’. Ahí es donde dan con el busilis del asunto. Aunque tres leches les importe porque ni se han enterado... Les salió de chiripa.

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