sábado, 24 de enero de 2015

EL GATO EN LA TALEGA

Cuentan una anécdota de Winston Churchill que pone de manifiesto no sólo su sabiduría y retranca políticas, sino que desnuda y deja con sus vergüenzas al aire ese mundillo tantas veces mezquino y egoísta que es el de la política profesionalizada. Se sentaba a su lado un joven diputado conservador, recién salido del cascarón que, excitado y eufórico, le transmitía la emoción que sentía por estar sentado allí, en la primera bancada de la cámara, frente a sus enemigos políticos de los demás partidos. “No se equivoque, joven -le respondió Churchill- , ahí enfrente están nuestros adversarios. Nuestros enemigos se sientan detrás de nosotros”. O algo así. Digo esto porque Pedro Sánchez, que no sé si conoce esta historia, ha tenido últimamente la posibilidad de experimentarla en sus propias carnes de manera contundente.

La verdad es que este muchacho entró con el pie izquierdo en la Secretaría General, un primer paso que estando en un partido socialista debería haberle dado suerte. O a lo mejor lo que pasó es que entró con el derecho, vaya usted a saber. El caso es que recién nombrado ya enfadó a algunos pesos pesados que quizás quisieron mangonearlo y a los que se sacudió sin complejos. Y a pesar de haber sido elegido para ocupar el cargo que ocupa en unas primarias que fueron publicitadas por el partido como paradigma de democracia interna, antes de que se sentara en ella ya empezaron a chulearle la silla. Si enfadas a un dinosaurio debes estar preparado para defenderte de su furia. Y si hablamos de serpientes, para qué te cuento. Romper con González, con Zapatero y con Rubalcaba de una tacada, es envite demasiado arriesgado como para hacerlo con unas cartas enclenques y, ‘ainda mais’, contra unos tahúres que tienen las suyas marcadas y escondidas en la bocamanga del resentimiento.

La última jugarreta conocida ha sido la cena, auspiciada por José Bono, ese Sumo Sacerdote del fariseísmo político nacional, que mantuvieron en su casa él y José Luis Rodríguez Zapatero con los líderes de Podemos, Íñigo Errejón y Pablo Iglesias. Volver a ver otra vez en televisión la cara de panoli del ‘suricato leonés’, me causó un malestar difícil de definir. En un momento de desvarío me volvieron las angustias y fui presa de una desazón y una ansiedad como las que me atenazaban cuando él gobernaba y nuestras vidas estaban a merced de sus manos regordetas. Todo quedó, afortunadamente, en un soponcio ligero y momentáneo. Aunque, por lo visto en el pequeño corte, comprobé que sigue diciendo idioteces y dando puñaladas traperas sin mover un músculo de su careto, que continúa con la misma expresión bobalicona y sonriente a la que nos tenía acostumbrados. Y por lo oído y lo leído veo que el susodicho no tuvo bastante con dejar al PSOE, con la inestimable ayuda de Rubalcaba, en el estado calamitoso y moribundo en que lo dejó, sino que ahora viene con ganas de rematar la faena. Los dos comensales han declarado en collera que la cena fue a nivel personal y no político. Zapatero, que no pierde ocasión de hacer alarde de su estulticia, fue a más, y nos dijo que en el encuentro quedaron claras “discrepancias muy notables” y que sobre todo “hablaron de Latinoamérica y el euro”. De modo que, cosas del ‘suricato’, me lió y me dejó sin conocer el busilis de su incoherencia: si fue una cena política a nivel personal o una cena personal a nivel político. Lo que sí tengo claro, y más conociendo el paño falso de que están hechos los protagonistas, es que es un petardazo bajo la silla de Pedro Sánchez que ayuda a resquebrajar la ya deteriorada estabilidad del partido, una vileza ejecutada con la intención más dañina.


“Para acabar la faena, Susana Díaz sale a escena”. La madre abadesa del socialismo
patrio, (esa política que habla siempre tanto para siempre decir apenas nada), que hasta ahora venía manteniendo una actitud equívoca con Pedro Sánchez alternando collejas con palmaditas en la espalda, y que en su momento no se presentó a la Secretaría General, “el tren pasó, si pasa otro tren... ya se verá”, adelanta las elecciones en Andalucía aduciendo falta de estabilidad política en su gobierno. Unas elecciones son, por naturaleza, una apuesta impredecible, pero ella juega con la ventaja de coger a contrapié a IU y a Podemos. Y a por uvas al PP, como casi siempre anda  en Andalucía, con un candidato, Bonilla, que, si esto sirve de dato, he tenido que buscar en Google para confirmar que existía. Nadando a favor de corriente histórica, casos repugnantes de corrupción aparte, lo normal es que gane holgadamente. Hasta después de las elecciones de mayo parece que hay un acuerdo tácito de no agresión entre ambos. De cualquier forma, a poco que los resultados para el PSOE, según vaticinan las encuestas, no sean muy allá, seguro que el tren de las primarias volverá a arrancar y, ésta vez sí, Susana Díaz lo cogerá incluso en marcha, a pesar de su embarazo que para esas fechas estará por cumplir. O a lo mejor no, deja a Sánchez en su puesto de telonero y ella va directamente a la disputa para presidir el Gobierno de España. En fin, ya se verá. Pero así se cierre con lazo simple o lazo doble, al minino Pedro Sánchez ya lo veo yo en la talega. Y ya se sabe, “gato en la talega, al día siguiente no llega”.

No hay comentarios: