sábado, 14 de junio de 2014

CALORES MISANTRÓPICOS

Demasiado calor ya. Demasiado calor. Desde que hace unos días anunciaron esta subida inmisericorde de las temperaturas, la angustia anidó en mis tripas y la mala leche se hizo dueña y señora de mi carácter, por otra parte no excesivamente bonancible desde que la primavera, odiosa, cursi y engendradora de toda clase de bichejos repugnantes y molestos, hizo su aparición. No sé dónde leí que, con los años, uno se va haciendo amigo del calor porque compensa el frío que el paso del tiempo va almacenando en tus huesos o en tu corazón. Pues yo no sé si es que voy camino de la muerte andando de espaldas, pero el caso es que cada año que pasa aguanto menos este ataque de bochornos y cielos sucios que nos trae la puñetera canícula. Los días son más largos aunque, para mí, tengan menos horas útiles. Salir de trabajar y enfrentarme a esa bofetada asfixiante que cuece hasta la mirada me deja inútil por unas horas que, en invierno u otoño, son perfectamente aprovechables si mi libre albedrío así lo decide. En este tiempo de sofocos añadidos es imposible porque mi libre albedrío está igual de frito que mis meninges, que para lo único que dan de sí es para indicarme el camino de unas sábanas engañosamente frescas o de un cangilón de gazpacho. No sé si por ese orden, por su inverso o al unísono. Montarme en el coche y comprobar, sudoroso y blasfemo,  que aun estando a la sombra su termómetro marca 36 o 37 grados, no es que me produzca mariposas en el estómago, es que  excita de tal forma mis glándulas suprarrenales que, además de segregar mineralocorticoides, glucocorticoides y otras porquerías similares, siento como si se dedicaran a sintetizar sapos y culebras que invaden mi organismo hasta disparatar mi entendimiento. La verdad es que tanto sufrimiento hay días que me deja agotado hasta la extenuación, tal que si hubiera tenido que aguantar una perorata de Fernando Manzano sobre normas de cortesía y urbanidad en las redes. ¡Hay que darse cuenta!

Ni que decir tiene que este martirio estacional e inevitable exacerba la misantropía que padezco (y gozo) hasta cotas mayestáticas llegando, en ocasiones puntuales, a volverse incluso contra mí, hasta el extremo de hacerme aborrecer el día en que tuve conocimiento de mi propia existencia. Llegado a ese brete existencial lo único que quiero es estar sólo rumiando la imposibilidad de soportarme, y confiar en que ninguno de los muchos cataplasmas que deambulan por ahí buscando víctimas propiciatorias se cruce en mi camino y venga a echar gasolina al fuego de mi insociabilidad. Porque no sé si serán ensoñaciones mías, pero me da la impresión de que en estas épocas de más acusada inconsistencia emocional por mor de las subidas termométricas, los sinapismos bípedos proliferan como moscas y, sacando fuerzas de flaqueza, exhausto y desmadejado, tengo aún que andar con mil ojos de chícharo para poder esquivar sus embestidas, que pueden llegar a ser letales para mi supervivencia psíquica y comunitaria. Porque son absolutamente insensibles a cualquier aviso de repulsa que les pueda enviar, aunque éste carezca de sutilezas y sea explícito hasta la contundencia. Ellos mantienen su pauta de conducta y si alguien está en su punto de mira, que se dé por jodido, como el del chiste. Se  acercan, plantan su mano en tu hombro dejándote la camisa empapada de un sudor pringoso y urticante, te sueltan el rollo que mal parieron, y se van tan campantes dejándote con tus ansias asesinas al rojo vivo y un sarpullido que te coge hasta el omóplato. Estoy convencido de que hay quien tiene una vocación de pelmazo tan asumida y gratificante para su ego que Serafín Latón, a su lado, no pasa de ser un perito en laconismo, digo, que lo suyo es dar la tabarra con regodeo sañudo a cualquier desprevenido que entre en su círculo de damnificados sin que le importe el daño que pueda causar o, gajes del oficio, dando por bueno el que pueda recibir. Hay algún espécimen de esta familia de desaprensivos que perfecciona su monserga parlanchina acercándose tanto a ti mientras te la largan, que eres capaz de oler si la tostada de cachuela que se acaba de zampar iba bien cargadita de pimentón o escasa de hígado. Y los más avezados en la tortura, mientras magrean tus defensas y calan tu torpe intento de escabullirte de su encerrona dialéctica y mortificante, andan ya ojo avizor buscando una nueva presa a la que amargar el día.



Por si no hubiera bastante con lo que ya tenemos a pie de calle por el hecho de estar, por comprar en la frutería o tomar una caña (Estrella de Galicia, por supuesto) en casa de mi amigo Manuel, este año parece que las circunstancias se han confabulado para añadir brasas al fuego y las tabarras mediáticas vienen encadenadas sin dar respiro: Abdicación de Juan Carlos, proclamación de Felipe, republicanos de salón y de capea compitiendo en las pasarelas, Monago desatado, Manzano largando histerias... y los Mundiales de fútbol. Pues eso, para ir a mear y no echar gota porque el sudor te dejó seco. La verdad es que estoy al límite de mis fuerzas. Creo que al próximo que venga a sacarme de mi ensimismamiento, ya sea éste creativo, misantrópico o estéril, le voy a largar el anatema que un amigo argentino que tiene mi santa en Facebook le endilgó a su compañía eléctrica, que lo traía loco con los cortes de luz: ¡Déjame en paz, la “reputamadrequeterecontramilreparió”! Y aquí paz y después gloria. Eso sí que será una catarsis, y no la del PSOE.

3 comentarios:

Manolo López dijo...

Eres un poco fiera. Y eso te da más calor. Que disfrutes el verano!!

Manolo López dijo...

Calma muchacho, calma. Y no te enojes

Muli dijo...

Me he reído mucho con este excelente comentario.
Asosiégate,que queda mucho verano.
Un abrazo.