Finalizaba mi artículo de la semana
pasada hablando de la “España profunda” que anida en las redes sociales, de la
idiocia y la indigencia mental que destilan muchos de los comentarios que
pueden leerse en ellas y, por último, de la increíble capacidad que tienen
bastantes de sus usuarios para acumular un buen número de faltas de ortografía
en apenas dos frases mal hilvanadas. Esta última lacra no es privativa de
ningún estatus, que ahí meten la zanca tanto Agamenón como su porquero, con una
contumacia tan recalcitrante que hace imposible pensar que tanta metedura de
pata lingüística pueda ser producto de una causa que no sea otra que la ignorancia
más supina. Si esto es disculpable en personas que, por circunstancias de la
vida, no han tenido la posibilidad de formarse siquiera mínimamente porque
primero es el pan y después la letra o, incluso y allá ellos, porque prefieren
el botellón a Delibes, resulta del todo
impresentable en otras a las que vemos y oímos en tertulias y foros diversos pontificar sin rubor sobre lo divino y lo
humano para después, también sin rubor, hacer los mismo en las redes al tiempo
que cocean ortografía y sintaxis como mulos resabiados.
El último ejemplo de esta paradoja
sangrante entre teórica formación e ignorancia lo tuve días atrás, en que
mantuve una breve conversación “tuitera” con un licenciado en Historia por la Universidad
de Córdoba y sin embargo ignaro, al que las tildes en los pronombres
interrogativos y la apertura de los signos de
interrogación debían de
producirle urticaria, porque huía de ellos como de la peste. En su segunda
respuesta mutilada lo dejé por imposible y allá que chirriara él solo con sus carencias.
Y hablando de templos del saber (si el abad toca a maitines, qué no harán los
demás monjines) aquí mismo, en la UEX, algunos correos internos finalizan
advirtiéndonos de que los acentos han sido suprimidos de manera intencionada,
con lo que tratando de huir de los errores se cae de lleno en ellos con
regodeo; y, a mayor abundamiento, siendo ella
esclava como otras tantas universidades españolas de los programas de
gestión de la Oficina de Cooperación Universitaria (un tinglado del que habré
de escribir algo) nuestros sabios gestores nos indican que suprimamos las
tildes a la hora de introducir datos, por ese mismo afán preventivo de que
todos formemos parte de un lote que nos iguale en el analfabetismo. Como es
normal, muchos funcionarios hemos hecho caso omiso a semejante idiotez.
Además de esa patulea, perenne
telón de fondo en todo muro o perfil que se precie, y a raíz del asesinato de
Isabel Carrasco, se ha hecho más visible la horda de desaprensivos que,
generalmente escondidos tras la cobardía del anonimato, vomitan sus bilis hasta
inundar la red con comentarios en los que aplauden y jalean los asesinatos,
hacen escarnio de las víctimas o piden, como tras las derrota del Real Madrid
frente al Maccabi, gasear judíos de nuevo. La podredumbre moral que emanan
estos psicópatas no tiene justificación y, además, nuestras leyes contemplan
las medidas punitivas que deben aplicarse, bien de oficio por la Fiscalía, bien
tras la denuncia de damnificados, cuando existan conductas antisociales
tipificadas como delito. Aplíquese la ley con el mayor rigor y punto. A ver si
con el pecado de estos indeseables vamos a cargar también con la penitencia de
una caza indiscriminada contra la libertad de expresión, sin tener en cuenta
que sentir odio, en sí mismo, no es delito, aunque pueda ser el móvil que lleve
a cometer toda clase de crímenes. El tándem de los dos ministros sacristanes,
Fernández y Gallardón, más parece encaminada, por lo oído y dadas su tendencias
meapilas y evangelizadoras, a la represión del sentimiento que al castigo de la
transgresión. Capaces son de querer convertir las redes en una sucesión de
jaculatorias y preguntas trampa del Catecismo del Opus Dei. Y al pecador, a
más de cárcel, cilicio.
A nivel doméstico también contamos
con un paladín de las buenas maneras y la corrección. Al olor de la sardina ha
subido a la palestra extremeña el Sr.Manzano, presidente de la Asamblea y, por
tal, primo de su chófer, al que he visto en un video editado por el ente que
preside en el que, además de dejarnos constancia una vez más de sus carencias
retóricas, y aparecer arregladito como para ir de boda y huero como un palomo
buchón diciendo que “una de mis atribuciones, de mis competencias es, también,
el respeto, el decoro entre parlamentarios y también hacia los parlamentarios”,
y ante la deriva observada en las redes sociales “en contra del decoro, en
contra del respeto, en contra de la consideración entre parlamentarios, hacia
parlamentarios y de parlamentarios hacia ciudadanos también”, nos anuncia que no
tiene más remedio que tomar medidas para tratar de corregir tanto desmán. Y ahí
es donde la puerca tuerce el rabo porque habrá que recordar que este señor,
dando muestras de una sensibilidad confusa, estrenó su cargo demandando por
amenazas a una bloguera que, en pleno uso de su libertad y de su chispa,
ironizó sobre el parentesco que mantiene con su chófer. De modo que ahora, ya
crecido y consolidado en su cargo, no sé lo que este portento, en su maremágnum
conceptual, puede entender por decoro, respeto y consideración. Lo veo
repartiendo el Manual Moderno de Urbanidad de la Editorial Edelvives entre
los diputados y el pueblo en general para marcarles el límite de sus
expansiones. Yo, por mi parte y como diría Juncal: “Paso de abejarucos”. Seguiré
escribiendo según mi libre albedrío, sólo al dictado de la libertad y de la
independencia que, siendo mías, este diario sigue amparando como suyas.
1 comentario:
Estoooo. Desear la muerte por las redes sociales a un equipo de fútbol creo que también es un dislate... Un dislate y de los bestias, porque además que culpa tienen los pilotos del avión.
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