sábado, 3 de mayo de 2014

LA BANALIZACIÓN DEL MAL

En el año 1963, la filósofa judía de origen alemán Hannah Arendt publicó el libro Eichmann en Jerusalén.Un informe sobre la banalidad del mal. En él se hacía un estudio sobre el jerarca nazi, uno de los principales ejecutores del proceso de exterminio llevado a cabo contra el pueblo judío por Hitler, que fue secuestrado en Argentina por el Mossad y trasladado a Israel en 1960, juzgado y condenado en 1961 y ahorcado en la prisión de Ramla, cerca de Tel Aviv, en 1962. Arendt, ya nacionalizada estadounidense, fue enviada a cubrir el juicio contra el genocida por la revista The New Yorker, lo que le sirvió para escribir este libro que suscitó todo tipo de controversias, entre otros motivos, precisamente por esa expresión acuñada en el título y ya convertida en frase hecha, “la banalidad del mal”, al referirse a las razones que llevaron a Eichmann a actuar de la forma en que actuó. Para ella no fueron las de un monstruo racista y antisemita, las de un criminal depravado y sistemático poseído por el odio, sino las de un burócrata frío y competente con ansias de ascender en su carrera, ideológicamente neutro, que se limitó a cumplir las órdenes recibidas de la manera más eficaz posible. Esa eficacia aséptica le hizo pasar de soldado raso a coronel en tan sólo 13 años. El propio Eichmann declaró a este respecto en el juicio: “No perseguí a los judíos con avidez ni placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, sólo podía decidirla un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia”. Y Arendt, quizás basándose en declaraciones como ésta, nos explica el intríngulis de su famosa frase: “Eichmann no era Macbeth. A excepción de una diligencia poco común por hacer todo aquello que pudiese ayudarle a prosperar, no tenía absolutamente ningún motivo...”  para organizar de forma exacta y sistemática todo el sistema de deportaciones de judíos camino de la muerte.

Viene esto a cuento de la película, graciosísima según parece, que anda ahora en ojos y boca de tanta gente,
batiendo récords de espectadores y risas, cual es 8 apellidos vascos, que me ha recordado, por aquello de las gracietas y el buenismo engañoso, a aquella otra galardonada con Oscars, Césares, Baftas y demás, y protagonizada por ese caricato histriónico (también oscarizado) que es Roberto Benigni, titulada La vida es bella. Cuando vi esta última pasé un par de horas verdaderamente estomagantes. Me pareció eso, una banalización del mal, un acercamiento al horror del nazismo y de sus campos de exterminio realizado bajo un prisma de gracieta ligera que trivializaba la tragedia. La primera parte no pasaba de ser una comedia mediocre llena de tópicos pretendidamente deslumbrantes, y la segunda un pastiche irritante en donde lo dramático no era más que unas cuantas píldoras, debidamente dosificadas, de mermeladina sensiblera. No dudo de las buenas intenciones del bodrio pero, de haberlas, creo que fallaron estrepitosamente.

8 apellidos vascos viene a utilizar la misma técnica, la de exagerar la anécdota para ocultar la categoría, caricaturizar lo anecdótico hasta el esperpento para difuminar una realidad nada amable. Todo se reduce a una sucesión de “sketchs”, corta y pega del programa televisivo Vaya semanita, no siempre bien hilvanados, que a veces me recordaban a las películas de Pajares y Esteso o a la sal gorda de Los Morancos, sobre la idiosincrasia, en el fondo bonachona y peripatética, del radicalismo nacionalista vasco, (ellos hablan de la Euskadi profunda), al que simplifica hasta dejarlo en una actitud folklórica y cateta y, lo que es peor, en el fondo inofensiva. Una pésima imitación a la inversa de una, esta sí, excelente comedia francesa como “Bienvenidos al norte”. Cansinamente publicitada por el grupo multimedia que la ha coproducido, este bombardeo terco ha conseguido el fin que se proponía porque la cinta ha batido marcas de recaudación desde su estreno, alcanzando un éxito parangonable al libro “Ambiciones y reflexiones”, de la escritora revelación de la temporada, Belén Esteban, portento también protegida del mismo grupo. Lo que ocurre es que la realidad que se vive en el País Vasco no creo que pueda ser objeto de vodeviles más o menos chistosos. ¿Qué es lo que se ha pretendido con esta película? Quizás algo parecido a lo que perpetró Jordi Évole, ese nuevo gurú del periodismo verdad, frivolizando sobre el golpe del 23F.


He leído alguna crítica alborozada, no sé si interesada, que saludaba a la película como un ejemplo sano de la capacidad que podemos llegar a tener de reírnos de nosotros mismos. Pero hay risas que pueden ocultarnos, de una manera perversa, una realidad que tiene muy poco de graciosa. Y hay situaciones de las que no se pueden extraer bufonadas. No sé que pensarán los cientos de miles de vascos exiliados, o las miles de víctimas con las heridas aún abiertas, o los residentes, metecos o no, acosados y señalados  allí por los acérrimos del vasquismo y del RH, de esta representación risueña de la causa de sus desdichas. Puestos ya a hacer películas con ínfulas antropológicas y arcangélicas, podrían haber filmado como figurante a Bolinaga chiquiteando, debajo de su boina mayestática, con sus colegas etarras excarcelados por Estrasburgo. Hubiera quedado muy propio, dando una imagen oportunísima de normalidad democrática. Ahora, como antes, tampoco dudo de las buenas intenciones de nadie aunque, conociendo el paño, confieso que esta vez lo digo con menos convencimiento. A cambio de mi buena disposición, vuelvo a Arendt y hago mía una frase suya que resume mi opinión sobre el tema: “La maldad y la necedad son planas, las dos carecen de profundidad intelectual”.

2 comentarios:

Muli dijo...

Tu comentario excelente.
No puedo opinar sobre 8 apellidos vascos porque no la he visto.Sobre La vida es bella,que sí he visto,estoy de acuerdo contigo en lo que dices sobre el histrionismo del protagonista,en que la primera parte es una chorrada...
En la segunda parte,vi a un padre desesperado por intentar que su hijo,niño aún,sufra lo menos posible,ante la espantosa realidad
que están viviendo.No me pareció que fuera ofensiva,ni que ensalzara el nacionalsocialismo,ni menos preciara el Holocausto.En lo único que piensa es en su hijo.
Igual estoy equivocada.
Un abrazo.

Muli dijo...

Fe de errata:Menospreciara.