sábado, 8 de marzo de 2014

VIVIR DEL AIRE


Hay semanas en las que este artículo que les llega cada sábado se hace de rogar. Se pone pelmazo, camastrón, se esconde detrás de las noticias un día tras otro, se escabulle entre el maremágnum de tanta información y no quiere advenir. Quizás por hábitos poéticos necesito, para que se haga la luz, una chispa que pellizque el sentimiento o la razón, que estimule la ternura o la indignación o el asombro, y consiga que la pantalla del ordenador no se transforme en sudario neuronal en el que el latido del cursor no sea más que un parpadeo hipnótico que bloquea, insistente, la salida de cualquier idea. Y ese desasosiego de un folio en blanco que lo ocupa todo, que amarga los insomnios como una aparición, produce un malestar indefinido y desagradable que asalta de manera caprichosa y engurruña las tripas. En estas zozobras áridas andaba, sintiendo ya a mis espaldas, resoplando en mi occipucio, el aliento agobiante del tiempo que, inexorable, avanza y estrecha márgenes, y con la angustia de constatar que todo lo que tenía eran picoteos de aquí o allí, nada concreto que llevarme a las manos, cuando Tomás Martín Tamayo me habló del “respiracionismo” y de la “Barbie humana”. Mientras alucinaba ante sus explicaciones, ya bullía en mi interior la certeza de que este pasmoso asunto podía ser el que acabara con mi desasosiego y pusiera fin a mi esterilidad productiva. Y él, que me conoce, también lo supo. Es ya la segunda vez que por sí mismo o por intercesión de su “alter ego”, Perica, me soluciona la papeleta. Vaya desde aquí mi gratitud eterna para ambos, si entendemos por eterno el tiempo que, aunque yo sienta como tal, tan sólo durará hasta los albores de mi próximo atasco. “Articulísticamente” hablando.

Mientras buscaba en internet más datos sobre el fenómeno de la mujer-muñeca y los motivos que inspiraban
su absurdo comportamiento, me vino a la memoria una anécdota, de la que fui testigo, protagonizada por dos conocidas: la una gnóstica, meliflua y espiritual, físicamente menuda y reservada; la otra, una andaluza ceceante y corpulenta, vitalista y extrovertida. La conversación entre ambas derivó hasta llegar a los terrenos del sexo. La una explicaba que, siguiendo los principios de su filosofía introspectiva y dualista, no tenía ningún contacto físico con su pareja. Nada de coitos ni porquetas así. Cuando la apetencia llegaba, se tumbaban los dos desnudos encima de la cama y sin roce alguno, sólo con el poder de sus mentes, sobrevenía el orgasmo. No especificó si, en el caso de su pareja, el éxtasis era expulsivo o seco como las tormentas burguillanas. Esa extraña técnica coital que practicaban se llama, según nos ilustró su usuaria, “cópula metafísica”. La jaquetona, al oír aquella excentricidad, saltó como un resorte: “¡Pues no ‘zabeh’ lo que te pierdes!, porque yo me fumo un porro y me toca un hombre desde aquí hasta aquí –dijo mientras se señalaba el codo y el hombro- y me ‘zubo’ por la paredes”. Y ahí se acabó la conversación iniciática.


Lo de Valeria Lukyanova, el portento ucraniano, es otra cosa. Ella se rige por los principios de la inedia, también llamada “respiracionismo” o “inspiracionismo”, según vaya o venga. Fundamentalmente se trata de vivir sin comer ni beber, alimentándote sólo de energía microcósmica o “prana”, o sea,  del aire y de la luz del sol. Tal como lo intentan, sin tanta prosopopeya, más de un millón de hogares en esta España viento en popa de ahora mismo. La cosa viene de antiguo, desde el ayuno de 40 días con sus noches de Jesús, pasando por San Nicolás de Flüe (s.XV), Garzón de su época pues fue juez y político que, casado, con diez hijos e iluminado como él, dizque tras una visión mística, huyó a los montes, se hizo eremita y durante 19 años sólo se alimentó de hostias consagradas; el mismo y único alimento que, cuentan, ingirió durante 40 la estigmatizada Teresa Neumann, hasta su muerte en el año 1962. Más actuales son Prahlad Jani, un gurú y yoghi indio de 83 años, que asegura haber vivido los últimos 72 a la luna de Valencia, y una charlatana de Australia, Ellen Green “Jasmuheen”, autora de más de 30 libros sobre el tema con títulos como Vivir de la luz o El alimento de los dioses (¡pobre H.G.Wells!) que, con motivo de un reportaje realizado en su casa sobre su régimen de abstinencia, uno de los periodistas le descubrió una nevera bien rellena de viandas nada espirituales.


La “Barbie humana”, autodenominada “Diosa Amatue”, va mucho más allá. Este espécimen de lo grotesco, que dice ser enemiga de la cirugía estética, con una cintura de 49 centímetros lograda a base de ejercicio y “cardio” diarios, autora de 100 canciones y viajera astral, asegura, entre otros muchos dislates,  proceder del planeta Venus (“no recuerdo qué pasó antes, porque es muy difícil restaurar los recuerdos sobre encarnaciones pasadas en otros planetas”), estar en contacto con seres transdimensionales desde los 12 años, tener como amigos a mayas y alienígenas con los que se enfrasca en largas peroratas utilizando el lenguaje de la luz, y ser un vampiro emocional que hará semidioses a quienes la sigan. Además, pontifica: “No me importa cuántas cosas malas se digan de mí, pronto seré una estrella pop y una famosa maestra sobre experiencias extracorporales”. Habrá que estar atentos a los derroteros de su currículo, porque este engendro parafísico capaz es de acabar como cabeza de lista al Ayuntamiento de Madrid. O, en su defecto,  presentando Sálvame, que tampoco es moco de pavo.

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