sábado, 22 de marzo de 2014

CITA PREFERENTE CON EL SES

El viernes 21 de febrero fui a mi médica de cabecera, Isabel, porque andaban mis enjundias ventrales declaradas en rebeldía y dándome el coñazo. Me atendió perfectamente, como siempre, y por lo síntomas que le expliqué y la exploración que me hizo, expidió Orden Clínica de Radiología, con “prioridad preferente”, para que me realizaran una ecografía de abdomen completo a fin de encontrar pistas para el diagnóstico de los males de mis entresijos. Pasé, en mi centro de salud de la Zona Centro, en Badajoz, por el preceptivo mostrador para pedir cita, y allí me indicaron que la vía informática estaba colapsada debido al atasco que soporta ese Servicio, de modo que me llamarían por teléfono para comunicarme día y hora de la prueba. A mí nadie me llamó. En su defecto, el día 7 de marzo recibí una carta del Centro de Especialidades que, imaginé, era sustitutiva de la llamada no realizada. Quedé estupefacto al comprobar que, aunque efectivamente me comunicaban día y hora para acudir a mi destino radiológico, muy a mi pesar me resultaría imposible cumplir con tales deberes exploratorios dado que la fecha del emplazamiento era el 5 de marzo, o sea, dos días antes de la recepción de la misiva.


Después de realizar, en un intento por salir del imposible cronológico en el que me había visto inmerso, 67 llamadas infructuosas al teléfono que me facilitaron, a la sexagésimo octava una voz femenina me comunicó que para conseguir una nueva cita debía comenzar el proceso desde el principio. Fui incapaz de comprender los beneficios que para los problemas de salud del ciudadano tiene el hecho, contrario al más mínimo espíritu lógico, de reiniciar el trámite desde su origen y no desde el momento en el que su itinerario quedó interrumpido. Pero, en fin, como meterme en esas elucubraciones son ganas de pedir sensibilidad a las piedras, acaté sus órdenes sin más y emprendí  nuevo camino protocolario que se desarrolló, respecto al anterior, con una simetría digna del “día de la marmota”: cita con mi médica, papela para la ecografía con “prioridad preferente”, paso por el mostrador del centro de salud y, una vez allí, indicación de que me llamarían por teléfono para darme razón de mis cuitas, porque la vía informática, debido al colapso... y patatín y patatán. Esta sinrazón burocrática, exponente del más turbio y absurdo neorrealismo kafkiano, la cumplí, paso a paso, el día 12 de marzo, miércoles. El sábado 15, sin llamadas,  recibí otra carta del Centro de Especialidades con el día y la hora de la nueva cita. Y si la anterior, no sé si por alguna suerte de sortilegio maléfico o por un retardo calculado, la recibí dos días tarde, ésta, quizás por no pillarse los dedos o, acaso,  por curarse en salud (valga el sarcasmo) la he recibido con tiempo suficiente, exactamente 317 días antes, pues debo presentarme, previo ayuno de seis horas, el día 26 de enero de 2015, a las 13:45 horas. Ya ven, o calvos o siete pelucas. La sinonimia de paciente y enfermo adquiere, en casos como éste, plena razón de su naturaleza. Para añadir sufrimiento a la angustia de la espera, el último punto de las instrucciones me conmina a “no orinar antes de la exploración”, pero no me dice desde cuándo debo hacerlo. Por si las moscas, ya llevo doce horas aguantando y estoy a pique de reventar. De aquí a nada tendré que aliviarme sin más remedio aunque me temo que, dado lo esperpéntico del caso, cuando intente hacerlo no voy a echar ni gota.

Esta anécdota personal, que elevo sin dudarlo a la condición de categoría, demuestra no sólo un desastroso funcionamiento de la organización sanitaria extremeña, cada vez más constreñida en su presupuesto, sino también una insensibilidad desvergonzada hacia el enfermo y, a mayor abundamiento, un desprecio a la solvencia de los profesionales médicos, y más en concreto de los médicos de familia, actores forzados y, a la vez, víctimas inocentes de las decisiones disparatadas de políticos zopencos y, tantas veces, cabezas de turco de las iras mal dirigidas de sus pacientes que arremeten de forma injusta contra el más cercano. Tener a un enfermo esperando casi un año no ya a que comience su proceso de curación, sino a saber de qué coño tiene que curarse e, incluso, a conocer si tiene posibilidad de hacerlo, debería estar tipificado como delito en el Código Penal. Y si, por el camino, el paciente acabara en difunto,  habría que calificarlo como “homicidio por negligencia”. Pero hombre, con todas las ocurrencias deslumbrantes que tiene este gobierno nuestro, descubriendo a diario nuevas vías para conseguir titulares tan impactantes como efímeros, ¿cómo no inventa algo para que la gente no se muera mientras espera saber de lo que no tenía que haberse muerto?


En su anterior cometido como portavoz de su grupo parlamentario en la asamblea extremeña, el actual máximo responsable de la cosa sanitaria de aquí, el consejero Carrón, pontificó sobre los recortes en la enseñanza pública de forma muy ilustrativa, limitando sus consecuencias al número de tizas de que dispondría cada aula: “Si antes tenían dos, ahora tendrán sólo una”,  o algo así dijo. Y se quedó tan pancho. Lo que entonces no pasó de ser una soberana memez ahora puede adquirir tintes dramáticos para la ciudadanía doliente porque, siguiendo esa lógica pedestre de Perogrullo, los graves problemas de la sanidad pública extremeña podrían parecerle, al esclarecido mandamás, una simple cuestión de aspirinas. 

2 comentarios:

Manolo dijo...

Déjate de excusas y vas allí ese día y con ropa limpia y el carnet en la boca

Carlos Rivero. dijo...

Amigo Jaime, es una verguenza. Yo a los 56, aquí me tienes cuidando mis entretelas como oro en paño -subescaleras, 1 hora de rooning dias alternos,paseos, alimentación discreta,...- para tratar de retrasar mi entrada en la boca del lobo sanitaria...jejej..
Que no nos pase nada y lo que nos queda.