domingo, 10 de noviembre de 2019

"INEFABLE DOMINGO DE NOVIEMBRE"



            «Inefable», del latín ineffabilis, ‘indecible’: 'Que no se puede expresar con palabras'. Así define el DRAE este adjetivo sugerente que además de indecible, que es su traducción literal del latín, tiene sinónimos como inexpresable, indescriptible o inenarrable. Hay otros diccionarios de sinónimos que se vienen arriba  y también lo consideran sinónimo de maravilloso, genial, sublime, único, divino, original..., algo que me parece un exceso y una manera de confundir la sinonimia con una analogía ciertamente forzada.


 
         Salvado este pequeño exordio digo que en el año 1982, Jesús Delgado Valhondo publicó, casi de manera simultánea, dos libros que eran uno: Inefable domingo de noviembre, en la Institución Cultural El Brocense de la Diputación de Cáceres, e Inefable noviembre, en Ediciones Bahía de Algeciras. En su libro Jesús Delgado Valhondo: Vida. Poética. Poesía (Fundación Jesús Delgado Valhondo. Colección Estudios, nº 1. Badajoz.2009), Antonio Salguero Carvajal nos explica la razones de la ‘duplicidad’ editorial:  «Este hecho insólito se debe a que meses antes [de la edición] el poeta, respondiendo a la petición urgente de Ángel Sánchez Pascual que vio la oportunidad de editarlo en ese momento [en la Institución Cultural El Brocense], le remite precipitadamente el original en borrador. Pero ante la paralización del proyecto en Cáceres, Sánchez Pascual lo envía al premio Bahía de Algeciras buscando otra oportunidad de publicación. Mientras se falla este certamen, se retoma el proyecto en Cáceres e ‘Inefable domingo de noviembre’ es editado, después de corregir Jesús Delgado Valhondo las pruebas de la primera redacción (de ahí que considerara esta edición la auténtica). A la vez, la colección Bahía le concede un accésit y, cuando conoce la edición del poemario, protesta ante la I. C. El Brocense. Valhondo para evitar una polémica, aprueba que fuera editado en Algeciras con una redacción sintetizada, que respetaba las correcciones del original en borrador, donde la denominación del libro es reducida, varios poemas cambian el título o son omitidos, tiene variantes y la expresión es más concisa».

(De allá para acá: Valhondo, Castelo, Poblador y yo)
Desde aquel 23 de julio de 1993, en que Jesús huyó camino de un silencio irreversible y nos dejó tan huérfanos de luz, noviembre y él viven unidos en el alma de mis recuerdos. Tan es así y tan fuerte es la constancia de su ausencia que llegado ese mes, el día primero, año tras año, libero de estrecheces de biblioteca y estanterías a este libro inefable del que hablaba, lo llevo a mi mesilla y siento que comienza a despertar de nuevo mientras lo leo y yo escucho a Jesús hablándome en sus lágrimas. Una noche tras otra siento el dolor sereno de su voz en sus versos. Y el libro, y el rumor de sus páginas, y el hálito pequeño de las hojas que paso y mi mirada quieta recorriendo las sombras del techo y de la vida, apaciguan la pena de la pérdida, restañan las heridas del tiempo y de la huida. Pero no me consuelan, que el consuelo no sirve contra lo irremediable. Y sin embargo hay veces que entre sueños, con la luz apagada y el resplandor callado de una indecisa luna llamando a mi ventana, acuden en mi ayuda todos los que se fueron: mis padres, mi melliza, Angelito, CasteloLeoni... uno tras otro y todos los muertos de mi vida. Y hacemos una timba de sueños e imposibles entre risas y lágrimas navegando en mil mares de presencias e intentos. La vida es un absurdo que se repite o sueña y vive en el acaso absurdo de ella misma. Y resucita ausentes en la doblez de un tiempo que no pasa y permanece quieto en nuestras manos, como un barro silente con el que modelar lo inalcanzable. Y vivimos sus trampas, sabiendo que lo son, con la ilusión de niños en la noche de Reyes, porque nos interesa sublimar la distancia y olvidar el olvido.
(Angelito) 

          He de confesar que mi idea, a la hora de empezar este artículo, era relacionar el «inefable domingo» de Valhondo con el que nos espera mañana, que no es moco de pavo, porque el título de su poemario viene que ni pintiparado para la ocasión. Pero lo que es, es lo que es, y me he ido mayormente por los cerros que el corazón me obligaba a explorar estando de por medio Jesús y el sufrimiento callado y discreto de mi amigo JuanMa Cardoso. No obstante, y para cumplir con el primer expediente de mi atolondrado cacumen (él, aun atolondrado, es el que manda) tendré que decir que tras una campaña electoral llena de frases huecas, absolutamente plana y nada ilusionante para los que no estamos ilusionados por decreto, fofa, cutre, repetitiva, cateta, inculta, irrisoria y fiel reflejo de la escasa estatura intelectual y la indigencia cultural de la mayoría de sus intervinientes, mañana (de todas, todas) será un ‘inefable domingo de noviembre’. Entendiendo ‘inefable’ en sus acepciones más académicas. Porque de ‘único’, ‘original’ o ‘sublime’, nada de nada. Y de ‘divino’, menos. A pesar de que algunos de nuestros capitostes políticos, cabezas de lista o no, tan ensoberbecidos ellos, tan prepotentes, tan torpes y sobrados de fatuidad, se sientan dioses del Olimpo y crean tener a Zeus cogido por los golondros. (Y valga el eufemismo pajarero, primo).

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