domingo, 26 de mayo de 2019

MISERIAS CÍCLICAS


Hace más de dos años, Amancio Ortega anunció que su Fundación donaría a la sanidad pública española 320.000.000 de euros para la lucha contra el cáncer. Y, como un resorte, ahí salieron al retortero de redes y de medios iluminados y demagogos de similar ralea despreciando la donación por interesada y falsa y, sobre todo, criticando al donante, ese hijo de ferroviario al que no perdonaban haber sido capaz de, tras empezar su vida laboral con 14 años como empleado en dos tiendas de ropa en La Coruña, ser ahora uno de los hombres más ricos del mundo. Y al cabo de dos años, en esas seguimos.

Esta vez el ocurrente pistoletazo de salida lo ha dado Isabel Serra, diputada en la Asamblea de Madrid desde 2015 y candidata de Podemos a presidir esa  Comunidad Autónoma en las actuales elecciones. Según figura en el currículo que presentó en el momento de su incorporación, hasta que con casi 26 años no fue nombrada parlamentaria, no había recibido retribución alguna, o sea, no había trabajado ni por cuenta ajena ni como autónoma ni, por tanto, había pagado IRPF ni había cotizado a la Seguridad Social. El documento me ha resultado, por su enjundia inane y sus pifias ortográficas, estrambótico: «Tengo 25 años. Soy madrileña y en los últimos años he vivido en el barrio de Lavapiés. Estudié filosofía y actualmente curso un master de economía internacional y desarrollo en la UCM. Desde el 2007 he venido participando activamente en diversos movimientos sociales y colectivos: el movimiento contra el Plan Bolonia, Juventud Sin Futuro, el 15M, y el movimiento feminista, entre otros. Militante de Anticapitalistas. Hace ahora un año firmé junto con otros compañeros y compañeras el manifiesto “Mover ficha”, que desembocó en este proyecto que aglutina las ilusiones de millones de personas. Durante estos meses he participado en el Círculo de Feminismos y soy miembro del Consejo de Podemos Comunidad de Madrid y responsable del área de juventud». Pues eso, resumiendo (que ya es ansia) la tal vive en Lavapiés, es feminista anticapitalista y sabe firmar. A esa edad, Amancio Ortega llevaba ya 12 años trabajando.

           
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, por aquello de que “dónde irá el buey que no are”, ha corroborado las críticas de su liderada al empresario, hablando enardecido en un mitin de limosnas de multimillonarios, dignidad, democracia, pago de impuestos y sanidad pública. Un batiburrillo conceptual incoherente y tramposo que atufa a mutación en dogma religioso de un determinado credo político, algo muy propio, por otra parte, de ideologías y personas doctrinarias e intransigentes. Tan es así que al verlo zancajear por el entarimado mitinero, histérico y  emberrenchinado, mientras, con su buena carga de demagogia ‘ad hoc’, anatematizaba sin piedad al millonario capitalista y renunciaba a su caridad indigna e interesada, se me vino al magín la promesa que, en mi infancia, formulábamos al recibir el santo sacramento católico de la Confirmación: «Renuncio a Satanás, a sus pompas y a sus obras y prometo vivir como buen cristiano». Si sustituimos ‘Satanás’ por ‘Amancio Ortega’ y ‘cristiano’ por ‘anticapitalista’, asunto arreglado. La diferencia nada anecdótica es que nuestra renuncia de aquel entonces era individual. Y traicionarla, a quien lo hiciere, le suponía la condena eterna en los infiernos. Y, oye, allá cada cual con su otra vida o con su muerte. Pero la pretensión de este tipo y de esta tipa, si un día tienen poder para llevarla a cabo, afecta a la vida y a la muerte, al sufrimiento o no de otros, de enfermos que quieren vivir y dejar de padecer. Y a los que les importa un rábano cómo coño se compraron las máquinas que les salvan la vida o les evitan dolor. Puestos a ser consecuentes lo suyo sería que llegado el caso de que alguno de ellos fuera diagnosticado de cáncer, digo, uno cualquiera de los que abominan de la donación de Ortega, llámese Pablo Iglesias, Isabel Serra, Irene Montero o Perico el de los palotes, renunciara al empleo del aparataje que le aliviara o le mantuviera vivo si el artefacto hubiera sido comprado con ‘limosnas capitalistas’. Porque hablar y pavonearse, en campaña electoral o porque sí, despreciando la vida y el sufrimiento de los demás, es bien fácil. Pero ser consecuente con lo que se dice, eso ya es harina de otro costal. Si es que el “bienestar de la gente” que pregonan no es pura filfa, claro.

           
Hace dos años, tras la primera andanada populista, el presidente de la Asociación Española de Oncología Radioterapéutica, que algo debe de saber del tema, decía: «"La inversión nos ayuda a salir de una situación crítica, íbamos a una catástrofe a medio plazo... Nos permite ponernos a un estándar europeo, porque ahora estábamos más cerca de la ratio de un país en vías de desarrollo». Y ahora, tras la segunda, remacha: «Se han adquirido más de 100 equipos de última generación de radioterapia, a lo que hay que sumarle los mamógrafos, ecógrafos, máquinas de resonancia, de TAC... Estas donaciones han supuesto un antes y un después en los tratamientos de radioterapia en España... Aumentan las dosis del tratamiento protegiendo a los órganos sanos. Para tratamientos que antes necesitaban 40 sesiones, ahora, se pueden dar en 15... ¡Benditas donaciones!». Pues eso: Sanidad Pública óptima. Y da igual que las ayudas que colaboren a hacerla posible vengan de Amancio Ortega o de Jenaro el de los 14, primo.

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