sábado, 28 de mayo de 2016

PRAGMÁTICO Y CON CORBATA

Cada vez que veo a Pablo Iglesias y le escucho perorar su salmodia añeja y cansina, me vienen a la memoria mis años en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense. Recuerdos en color sepia de tertulias alrededor de una mesa situada al fondo de la cafetería, en las que, imbuidos de las teorías marxistas, especulábamos sobre la revolución pendiente con la contundencia fatua que nos proporcionaba el creernos en posesión de la verdad absoluta. A pesar de estar convencidos de haber descubierto la raíz de la maldad intrínseca del sistema capitalista y la estrategia para acabar con él, no pasábamos, como mucho, de desentrañar los intríngulis de la sopa de ajo. Más o menos lo que le pasa al interfecto. Con la diferencia de que lo nuestro se quedaba en una charla cervecera y a menudo calenturienta, pero lo suyo, ¡ay de nosotros todos!, tiene posibilidades de ser llevado a la práctica si las urnas, nuestros votos, así lo deciden el próximo mes de junio.

Esta evocación de mis años mozos ha sido más vívida tras la actuación que el líder redentor ha tenido en la reunión anual que el Círculo de Economía ha celebrado este jueves en Sitges y a la que, esta vez sí, ha sido invitado. Fue con corbata y sin chaqueta, quizás un guiño metafórico e inconsciente a la volubilidad de su criterio. Y asistió a pesar de que el año pasado, frustrados sus deseos de acceder a una invitación que no recibió, declaró: “A nosotros no nos van a llevar a la reunión esta de Sitges a darnos caviar y vinos muy caros para hablar con nosotros. A nosotros no se nos compra, no se nos amenaza ni se nos dan instrucciones”. Entre las cosas que dijo este jueves, entresaco un par de frases que vienen al pelo: “Es un placer, un honor y una obligación para cualquier candidato a la Presidencia del Gobierno, hablar en el foro de Sitges… Nadie puede negar que hayamos sido coherentes desde el principio”.  No hay más que verlo, sobre todo desde el año pasado a este. Y añade: “Somos enormemente pragmáticos. Gobernar es elegir entre opciones diferentes, también a la hora de recortar. A veces hay que optar por alternativas distintas a las que figuran en los cuadros de un despacho o las ideologías de una biblioteca”. Me ha recordado, digo, con esta manera estudiada de nadar y guardar la ropa, a un integrante de esas reuniones cerveceras de mi juventud al que llamábamos el sueco. No solo porque se lo hiciera, que también, sino porque era alto, rubio, elegante y ligón. El tipo era capaz de defender una teoría con vehemencia, para, al poco, hacer lo mismo con su contraria. Y cuando le echábamos en cara su falta de fuste ideológico y su incoherencia, siempre contestaba lo mismo: “No sé cómo tengo que decirlo: Yo no soy
incoherente, joder, soy pragmático”. Y se quedaba ausente, con la mirada perdida. Era un personaje este sueco. El día que teníamos asamblea, que invariablemente solía acabar con reparto de estacazos por parte de la policía, nuestro amigo aparecía hecho un pincel, con chaqueta, corbata y un maletín lustroso de su padre que le servía de atrezo. Entraba de los últimos en el aula, se quedaba de pie, junto a la puerta, y en cuanto que oía las voces y carreras que anunciaban la entrada de los grises, salía tranquilamente en dirección contraria a ellos, que al verlo tan formalito, repeinado y pulcro, pasaban a su lado sin tocarlo. Ventajas del pragmatismo, ya ven.


Pues de mucho pragmatismo tendrá que echar mano el candidato hueco para compaginar el discurso algo más prudente de este jueves en Sitges con las resoluciones emanadas del último congreso del PCE, principal partido de IU, coaligada con Podemos para las próximas elecciones. Por citar algunas de sus ocurrencias, sus socios proponen: romper con el euro y con la UE, nacionalizar los sectores estratégicos (banca, energía, agua, telecomunicaciones, comunicación, gran distribución de alimentos, educación, sanidad, servicios sociales…), crear una banca pública y formar con los países periféricos de Europa un remedo de ALBA (Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América). Yo, a este personaje evanescente lo creo capaz de, llegado el momento, tratar de vendernos la burra de haber alcanzado lo inalcanzable. Porque de un tipo que nos dice sin que se le despeine la coleta que “la desconfianza suele ser la antesala del entendimiento y del acuerdo”, que es una perogrullada similar a decir que la idiocia suele ser la antesala de la sabiduría, puede esperarse cualquier cosa. Lo malo es que empiece a creerse sus patrañas. Porque ahí será donde la puerca tuerza el rabo. 

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