sábado, 1 de noviembre de 2014

PODEMOS, A VERLAS VENIR

Parece que la filtración del resultado de la última encuesta del CIS sobre intención de voto ha resquebrajado los cimientos de nuestro sistema político o, quizás mejor, de la molicie rutinaria de la clase política española. Andan las camarillas dirigentes de los partidos ‘tradicionales’ en un sinvivir sabiendo que Podemos, ese “fantasma que recorre España”, se sitúa como primera fuerza política en intención de voto. Bien es verdad que dicha encuesta se hizo en plena crisis del virus del Ébola y con la fanfarria estupefaciente de las tarjetas negras de Bankia trompeteando a todo tren en los medios, pero la excusa de esa funesta conjunción no es lenitivo válido para sus temblores. Entre otras cosas porque la mecha está prendida, cuando se acaba una traca petardea otra, cuando Bankia agoniza surge la trama Púnica, y así sucesiva o simultáneamente, con los Pujol de golfos apandadores o la caja B del Partido Popular asomando la patita por debajo de las urnas. Y lo que te rondaré morena de aquí en adelante porque me temo, y ellos lo temen más, que esto no ha hecho más que empezar, y hasta las próximas elecciones y las siguientes vamos a asistir a un desfile de escándalos y ladrones de no te menees. Si a eso añadimos la desastrosa gestión que de los expolios de militantes y mandamases han hecho los partidos implicados, empeñados en escupirse de un pupitre a otro tratando de justificar lo injustificable y empecinados, como vienen demostrando los resultados de las distintas encuestas, en una carrera suicida, nos encontramos con que el escenario para la escalada vertiginosa de Podemos, que sólo tiene que sentarse para ver como sus contrincantes se despedazan, es perfecto. La ceguera y la torpeza de los, hasta ahora, dos grandes partidos, que en vez de limpiar sus respectivas casas se dedican a llamar guarro al vecino mientras la porquería les llega al cuello, me resulta patética e incomprensible. Si al final la mierda los asfixia, tendrán lo que se merecen. Y entretanto, Podemos, a verlas venir.

A nivel doméstico, en Extremadura, y a raíz de la publicación en estas mismas páginas de un estudio sobre intención de voto que da 9 escaños a Podemos en las próximas elecciones autonómicas, la función se repite, si bien con matices en las tiritonas. Lo primero que hizo el PP, por medio de su portavoz Hernández Carrón, fue negar la validez de la encuesta. Argumentó este Protágoras que, en ella, Monago aprobaba y era el político regional más valorado, por lo que no es posible que pudiera bajar en intención de voto. Puestos a decir perogrulladas, yo, siguiendo el brioso esquema de su razonamiento, la digo a la viceversa y me quedo tan pancho: Si Monago baja en intención de voto, es de todo punto inverosímil que pueda recibir un aprobado, y agárrame esa mosca por el rabo si es que puedes. El sofisma es lo que tiene, que sirve lo mismo para llegar a una conclusión que a su contraria. Y mientras, el valorado presidente implorando, al estilo Lola Flores,  un “si me queréis, votarme” enternecedor. Después de abrir boca, en el segundo acto de este entremés mugroso andan ya nuestros próceres regionales abriendo el tarro de las esencias pestosas, aunque a un nivel más modesto que en la capital. Si allí los proyectiles son como heces de paquidermo, aquí nos conformamos con cagalutas ovinas y alguna bomba fétida: un alcalde condenado por acá, otro multado por un delito de faltas por allá, un gerente del SES acusado de irregularidades administrativas... En fin, el chocolate del loro. Y entretanto, Podemos, a verlas venir.

Lo que más me sorprende de este asunto es que Podemos, a nivel de representación institucional, no es nada en España. Cero patatero. Hasta hace poco tan sólo una serie de círculos o circunferencias secantes que, después del golpe de mano dado en la última asamblea nacional por el politburó, se ha transformado en un partido político constituido dentro de la más pura ortodoxia leninista, con su centralismo democrático y todo. Con un batiburrillo ideológico de sus integrantes digno de estudio, su programa político, que aparece en la página Web, es un compendio de buenas, y no tan buenas, intenciones, muchas de ellas irrealizables, que se ajustan a lo que un gran número de ciudadanos quiere oír, de manera que, en algún momento de su lectura, me ha parecido que esté hecho al revés, quedándome con el regusto de que se riza el rizo del oportunismo político más elaborado bajo el lema de, mejorando lo presente y sin ánimo de ofender, “a los bueyes, paja”. Pablo Iglesias, el doctor Frankenstein padre de la criatura, es un producto paradigmático de la más refinada mercadotecnia mediática que domina a la perfección el control de los tiempos. Gracias a ello consiguió, como cabeza de lista, entrar en el Parlamento Europeo junto a otros cuatro camaradas. Tras él, como ayudantes de laboratorio en la creación de este artificio populista,  me inquieta Monedero, un personaje con cara de comisario político que nos ofreció, en la entrevista de esta semana en HOY, una buena ristra de frases hechas, eslóganes manidos y consignas estereotipadas de lo más ilustrativa y, con perdón por la frivolidad,  me estomaga hasta la arcada Errejón, mezcla de Pitagorín y repelente niño Vicente que destila una arrogancia marisabidilla y una pedantería insoportables.

En cualquier caso, sin programa de gobierno aún y sin candidato, en España se encarama al primer puesto en intención de voto y en Extremadura se le pronostican 9 escaños. Bien es verdad que juegan con la ventaja de no tener un pasado como formación política, lo que les permite presentarse limpios del estigma de la corrupción, aunque esta limpieza pueda ser sólo debida a que no han tenido ninguna posibilidad material de ensuciarse. Pero también que, para darles aún más facilidades, la campaña se la están haciendo gratis los demás partidos, a mamporro limpio con el “y tú más”. De modo que entre unas cosas y otras, se lo están poniendo a huevo: Sólo tienen que sentarse y esperar a verlas venir.

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