sábado, 10 de diciembre de 2011
LA UEX Y LOS ENIGMAS DEL PRESUPUESTO
sábado, 19 de noviembre de 2011
BURÓCRATAS MAULAS
sábado, 5 de noviembre de 2011
GADAFI Y EL TORO DE LA VEGA
domingo, 23 de octubre de 2011
DE CIRCO EN CIRCO
viernes, 30 de septiembre de 2011
LA MÚSICA
miércoles, 21 de septiembre de 2011
NOCHE DE MEDALLAS
miércoles, 14 de septiembre de 2011
DISPERSIÓN VACACIONAL
Sin duda uno de los eventos estrella de este agosto ha sido la visita del Papa a España con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. Y a pesar de que esas concentraciones masivas de morados, casullas, sotanas y capisayos me produce bastante desasosiego diré, de entrada, que me trae al fresco que venga el Papa o, un poner, el Patriarca de Constantinopla, que no ando yo metido en estos mundos de iglesias y religiones. También he de manifestar que lo que en el ejercicio de su divino magisterio pueda decir éste o cualquier otro obispo de Roma, francamente, me importa un rábano. Por tanto, allá cada cual que crea en lo que quiera y aclame a quien le plazca. Es por eso por lo que no logro entender la actitud energúmena e intransigente de esos indignados antipapa que, como el que figuraba en una fotografía de este diario, se han dedicado a amedrentar y escupir blasfemias en los oídos de criaturas quinceañeras, o a zarandear monjas en una actitud rufianesca y matona reflejo de épocas oscuras. Entre las excusas peregrinas (perdón por el chiste fácil) que esgrimían estos iluminados para justificar sus acciones bárbaras, estaba la de su oposición a que el viaje papal se pagara con dinero público. Pues vaya. A mí también me da por el saco bellaco que se subvencione a sindicatos y patronales y, a pesar de eso, me fastidio y no me dedico a organizar comandos para correr a gorrazos por las calles a liberados sindicales o patronos de la CEOE. Otra cosa es la matraca cansina que nos han dado los medios de comunicación escrita, audiovisual y en línea con la puñetera visita, que estaba ya de peregrinos, mochilas, cánticos, confesiones masivas e indulgencias hasta la mismísima coronilla. Sin contar la inevitable ración de mermeladina que conlleva este tipo de manifestaciones apostólicas. Tuve ocasión de ver en un telediario la entrevista a un joven, tipo “yo amo a Laura”, que embelesado mostraba al mundo el contenido de la mochila del peregrino. Además de gorro, camiseta, abanico y rosario, contenía un botiquín que, ad hoc, resultó ser un crucifijo porque, dijo el relamido, “no hace falta más: Jesús lo cura todo”. Tamaña cursilada me obligó a meterme dos chutes urgentes de insulina porque la glucosa me salía por las orejas. Y ya puestos, los organizadores podrían haber sido un poco más terrenales e incluir en la mochila de marras algún remedio contra las lipotimias, porque los muchachos, bajo el sol de agosto, caían como chinches.
También han merecido mi atención los denodados esfuerzos del “transustanciado” Rubalcaba por quitarse de encima, aun a mandobles, su reciente y cómplice pasado con el desastre zapatérico. Me recordaba a Louis de Funes en la película La gran juerga diciendo insistentemente: “¡Yo no he sido, yo no he sido!”. La diferencia es que Louis de Funes decía la verdad. Tanto empeño ha puesto el tal en ser otro que, incluso, ha querido mamporrear a los del 15M. Ya lo veía yo en la Puerta del Sol con la flauta, el perro, la peluca de rastas y megáfono en mano gritando “¡Zapatero, se te ve el plumero!”. Pero el suricato esdrújulo tenía un as en la manga para dejar con el culo al aire a este renegado, que así se las gasta el pájaro, y a última hora le ha endilgado una reforma constitucional para la contención del déficit que ha dejado al pobre Alfredo tan desconcertado como Adán y Eva en el Día de la Madre. Y ahí sigue, más delgado, más filoso, haciendo encaje de bolillos para tratar de explicar tanta contradicción y tanto dislate. Por cierto, que esta reforma no ha gustado ni en la forma ni en el fondo a sindicatos y nacionalistas. A los nacionalistas, me imagino, porque no han podido trincar por sus votos. A los sindicatos, siempre generosos y desinteresados, porque piensan que este reforma repercutirá negativamente en el estado del bienestar. Digo yo que mayormente del bienestar suyo porque, ¿cómo se puede hablar de bienestar con casi cinco millones de parados y siendo el sétimo país más pobre de Europa? Alguno de estos merluzos ha añadido que “endeudarse es de izquierdas”. Pues no, zoquete, endeudarse es de manirrotos. Y si es con el dinero de todos, de incompetentes e, incluso, de sinvergüenzas. Pero bueno, mientras que a costa de las subvenciones y la deuda nos podamos ir de vacaciones cinco estrellas a Madeira, ¡ancha es Castilla!
Y yo de depresión posvacacional, nada de nada, que eso es un invento de zánganos flojeras. ¿Depresión por trabajar? Pues no. Depresión por no poder trabajar. Y si no lo creen, pregúntenlo en las colas del INEM o en los comedores de Cáritas.
jueves, 28 de julio de 2011
PENTECOSTÉS
El día de Pentecostés, quincuagésimo después de la Pascua, celebra la Iglesia Católica la venida del Espíritu Santo, en forma de lenguas de fuego, sobre los Apóstoles. Eso transformó a estos hombres analfabetos, toscos y pusilánimes infundiéndoles valentía, libertad y el don de la glosolalia, pudiendo así llevar a cabo la evangelización de los gentiles, en lo que se considera el inicio de la actividad de la Iglesia. Me ha venido este recuerdo de la infancia, siempre unido a la imagen del cuadro de El Greco que ilustraba el portento en el libro de Edelvives “Historia sagrada”, después de ver la renovada imagen del candidato socialista a la Presidencia del Gobierno de España, digo, desde que es candidato. Porque, oído el discurso inaugural y siguientes ante sus apóstoles, sacristanes y monaguillos, yo creo que él también ha pasado por su propio Pentecostés laico, corregido y aumentado el original, dándome la sensación de que, en su caso, la trayectoria ha sido a la inversa, que en vez descender sobre el individuo el influjo milagroso de algún ente sobrenatural, ha sido abducido por éste, limpiado de toda impureza, imbuido de una especie de agnosia curricular, y devuelto entre los mortales, transmutado en una mezcla de Fray Gerundio de Campazas y “el cansino histórico” de José Mota, con clarividencia de chamán, impoluto e inmaculado como el “agua límpida maravillosa” del boticario Fidencio Barrenillo y cargado de remedios con los que resolver todos los problemas de esta España cascarriosa. Se fue siendo simplemente Alfredo, mientras subía pasó a Alfredo P. Rubalcaba y volvió de la transfiguración como Rubalcaba, lo que siempre había sido y que, aunque parezca lo mismo, no es igual. O sea, un “sí pero no”, como decía aquél.
Si un enfermo hubiera despertado estos días después de 30 años en estado de coma, no podría imaginar que este “ungüento Pallesqui” hecho hombre de ademanes delicados y afán didáctico, con solución para todas las llagas y laceraciones que sufre el país, sea el mismo que durante las dos últimas legislaturas acompañó, como fiel escudero, a ese azote de la inteligencia y del sentido común que nos ha gobernado y nos gobierna, apoyando sus dislates y colaborando en el desastre desde su cargo tripartito; que este caballero de aspecto beatífico y estar sosegado, con una biografía espesa y cargada de sombras, sea ahora el paradigma de un futuro luminoso para todos. Afortunadamente no hemos estado en coma, aunque a veces diera esa impresión, y no es posible tragarnos un brebaje que, siendo veneno, pretende ser antídoto; creernos un mañana brillante que es ayer oscuro, o dejarnos engañar por la apariencia de hombre nuevo de alguien tan añejo y astroso como el que nos ocupa. Me enervan sobremanera las películas de viajes en el tiempo, esas en las que el protagonista puede encontrarse con su madre preñada de él mismo o a su abuelo con menos años de los que él tiene. Tampoco soporto la palabrería de la cocina de autor, puro oropel para ocultar vacuidades y clavadas, como si el nombrar los platos de siempre con términos rimbombantes les cambiara el sabor. Y hete aquí que en este Rubalcaba confluyen ambas circunstancias para mí irritantes, pues es un regreso al futuro, una salida al pasado, un oxímoron, por contumaz, deconstruido hasta el pleonasmo.
La verdad es que resulta grotesco, como de culebrón venezolano, verlo aparentar, con una seguridad impostada, el rol de personaje limpio de toda culpa, acarreando una colección increíble de parches, sinapismos, emplastos y cataplasmas con los que ahora pretende curar las descalabraduras que él mismo nos produjo, maestro Ciruela que pregunta y se responde arquetípicamente, dando lecciones de moral política y consejos de corrección versallesca, con la lengua ígnea de la sabiduría infusa no ya sobre su cabeza, sino rodeándole como una aureola purificadora capaz de borrar toda una trayectoria anterior, a veces siniestra, tantas otras pantanosa. Si la Ley de la Memoria Histórica, ese bodrio demagógico y maniqueo que se sacó de la axila el suricato inane, sirviera para algo más que para desenterrar rencores, debería aplicarse para desenmascarar a este embustero de libro que ahora va de hombre cabal, a este cómplice de que los etarras estén en las instituciones vascas mientras alardea de ser un incansable luchador contra el terrorismo, a este Jano peligrosísimo que alardeó, siendo Ministro del Interior, de su “ventaja de saber todo de todos” y ahora habla de juego limpio. Si este personaje empercudido de pasado es el futuro de PSOE, aconsejaría al PP e IU que desempolvaran a Fraga y a Carrillo para competir con él en las próximas elecciones que, como dice el refrán, “de puta a puta, San Pedro es calvo”.
En fin, ahí tenemos ya, en plan superestrella, a este reinventado Alfredo P. Rubalcaba. No con P. de populista, ni de pelmazo, ni de pestilente, ni de pérfido. Quita, quita. Como decía al principio, con P. de Pentecostés. Pues, que quieren que les diga, ¡bendito sea Dios!
sábado, 9 de julio de 2011
CAYOLARA, BABY
Pero hete aquí que el día 22 de mayo todo cambió como de la noche, que parecía interminable, al día. De tal manera que en este mes largo ha habido más vida política en Extremadura que en los últimos 25 años de paz. El PP ha ganado las elecciones porque, qué cosas, 32 son más que 30 por culpa del derechón cavernario de Pitágoras, y los vetustos cimientos que algunos paniaguados creyeron eternos vinieron abajo con estrépito, y fue el llorar y el crujir de dientes en las huestes otrora altivas, sectarias y prepotentes y ahora temosas, incrédulas y desconcertadas. Algunos mandilones, viendo sus prebendas volar, se aferraban a la idea de una mayoría de izquierdas y trataban de presionar histéricos con argumentos tan falaces como demagógicos. Sabiendo que de los 3 escaños de IU dependía, si los apoyaban, el seguir disfrutando de sus canonjías, procuraban ahora dorarles la píldora envenenada. Al mismo grupo político que, durante estos años, han despreciado, humillado y atracado y del que, en su momento, algunos miembros huyeron de forma vergonzante y desleal para subirse al carro del pienso. Y todo este teatro lastimoso y cínico bajo el manto protector de una supuesta cercanía ideológica. Vaya y por poner un ejemplo, si alguien es capaz de demostrarme que un hombre vacuo y carente de ideas como ZP es capaz de tener ideología, me comprometo a dedicar mi vida y hacienda a tratar de conseguirle si no el Nobel, que nos queda muy lejos, sí al menos el Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, porque tal descubrimiento haría que tuvieran que replantearse todas las leyes fundamentales de la lógica, la física y las conjunciones planetarias, como poco. Si encima es capaz de demostrar que esa ideología, si la tuviere, es de izquierdas, no tendría más remedio que, además, invitar a este portento a unas cañas y una ración de carrillada ibérica en el Bar Deportivo de mi amigo Manuel. Y “si el abad toca a maitines, qué no harán los demás monjines”. Pues eso, a buenas horas sacan estos camastrones a relucir la ideología. Se necesita ser desahogados. El oírlos es más chocante que oír a La Veneno hablando de urbanidad. Pero bueno, es que el ansia viva y de supervivencia en el machito es lo que tiene.
Y si estos pocos días han sido intensos, me imagino que la legislatura en la que ya estamos tendrá momentos apasionantes o, en cualquier caso, novedosos. Ver al PSOE en la oposición, porque los votos han dictado que no lo quieren gobernando, es algo inédito y regocijante en nuestra región, una bocanada de salud democrática para un enfermo que parecía en prolongada fase terminal, siempre en el sopor del agonizante. Y con el PP sin mayoría absoluta, mejor que mejor, que así se evitan tentaciones de caer en el nepotismo despótico sufrido. Y si IU en Extremadura sigue en el papel coherente y honrado que ha jugado hasta ahora, estos cuatro años pueden dar mucho de sí. A punto hemos estado de no poder disfrutarlo por la actitud tozuda de Cayo Lara, que giró visita a estas tierras como un sátrapa visita sus dominios, con las orejeras puestas y la actitud rígida y dogmática típica del estalinismo, acompañado de una corte o cohorte de salivillas que trataron de meter en vereda a los súbditos presuntamente díscolos. Este papel de perrillo faldero del PSOE iniciado por Llamazares parece un estigma que persiga a los dirigentes actuales de la coalición. Y todo desde la visión ignorante que da la distancia. Él sigue en sus trece monolíticas queriendo abrir expediente a nuestros tres. Pues bueno, aquí estamos para, en su momento, echarles una mano. Siquiera sea testimonial. Y al tal, parodiando a Terminator, habría que darle la despedida que popularizó el androide: “Cayolara, baby”. Pues eso. Y buen viaje tenga usted.
viernes, 24 de junio de 2011
ALTRUISMO PATRIO
He recordado ahora estas zozobras a raíz de la controversia surgida con la oficina del expresidente o la exoficina del presidente, que ya no sé cómo nombrar el asunto. Parece mentira que esta tierra a la que él tanto ha dado, encumbrándola a cimas de modernidad, progreso y libertad que ninguno imaginamos, pueda llegar a ser tan mezquina y desagradecida con este ser providencial que ha regido sus destinos durante tantos años gloriosos. No es de extrañar que, ante la polémica orquestada por enemigos seculares a cuenta de los gastos que ocasionaba dicha oficina, renunciara a ella con la dignidad que caracterizó su retiro y que bien puso de manifiesto en la comparecencia pública, ejemplo de modestia y humildad, que organizó para comunicarnos su decisión. Como nos dijo en tan señalado día, a él no le aportaba nada el despacho en cuestión, antes al contrario, sólo servía para que, de forma desinteresada y desprendida, pudiera derramar consejos y admoniciones a cuanto peregrino se acercara a él.
De la generosidad con la que ha ejercido su magisterio político este prócer irrepetible baste un botón: Poco antes de abandonar la presidencia, en mayo de 2007, la Universidad de Extremadura y la Consejería de Educación firmaron un convenio por el que, grosso modo, después de 30 años de servicio público en determinado nivel, los docentes de dicha UEX podrían jubilarse, con 60 de edad, percibiendo el 100% del sueldo que disfrutaran en ese momento, gozando de dicho emolumento hasta cumplir los 70. La diferencia que, durante esos 10 años, existiera entre la pensión que les correspondiera y el montante de dicho sueldo, superior éste en todos los casos a aquélla, sería abonada por la Junta de Extremadura. Gracias a esa altura de miras, muchos de sus antiguos compañeros gozan de un saneado retiro por encima del común de los mortales. Bien es verdad que, casualidades de la vida, él también se benefició de este convenio, pero fue de milagro ya que, una vez alcanzada su merecidísima jubilación en el 2009, no volvió a aplicarse por los problemas financieros derivados de la renombrada crisis, urdida, como todos sabemos, por el taimado bigotón pepero años antes.
¡Y ahora le echan en cara la pamema de la puñetera oficina! ¡Hombre, por Dios! Menos mal que a veces la Historia, como en este caso, viene a hacer justicia y a reparar entuertos. Y es que nuestro presidente ZP, otro prócer insigne y providencial, descabalgado ya de la conjunción planetaria, no ha permitido que este pozo de sabiduría deviniera en pozo seco y ha tenido a bien nombrarle, en clarividente decisión, miembro del Consejo de Estado por cuatro años. De modo que será el mismísimo Estado, y no la ingrata Extremadura, el que se beneficie de sus atinadísimas sugerencias. Con la pulcritud que le caracteriza, nuestro hombre ya ha anunciado que no piensa cobrar nada, dado que ha sido nombrado y no elegido. O sea que la labor que realizará no sólo será impagable, sino que tendrá que pagarla él, detrayéndola de su pensión de jubilado. ¿Puede haber muestra de amor más desinteresado a España? Yo no la percibo y por ello, en estas líneas, me descubro ante ejemplo tan edificante de altruismo patrio.
viernes, 3 de junio de 2011
15 - 22M
A veces los árboles no nos dejan ver el bosque y, quizás influenciados por lo anecdótico, obviamos lo fundamental. Digo que la imagen que de la “Plataforma 15M” (lo de “Movimiento” me chirría) han dado la mayoría de los medios, o al menos así lo he percibido yo, no ha pasado de lo folclórico, o sea, de las acampadas, de los eslóganes (algunos realmente empachosos y cursis), de si duermen o plantan tomates y, al fin, si se desinflan o no. He de decir que, de entrada, esa aglomeración tan tupida de personal tan variopinto no me olía bien, metafóricamente hablando y, con los calores y la higiene precaria impuesta por las circunstancias creo que, stricto sensu, tampoco debía hacerlo, y bien es verdad que pensé que aquello acabaría como el rosario de la aurora, dado que la muchedumbre es lugar propicio para la actuación de los energúmenos, pero el desarrollo de los acontecimientos, con escasas excepciones estadísticamente despreciables, ha venido a disipar mis temores y a echar por tierra mis equivocados augurios, salvando la actuación, ésa sí energúmena, de los Mossos en Barcelona. Se han organizado bien, no ha habido sobresaltos y, además, como el verdadero meollo del asunto estaba en Internet, he tenido la posibilidad de conocer su ideario sin necesidad de aguantar malos olores y rollos de pelmazos de verborrea dispersa que, megáfono en mano, en estas movidas los hay al por mayor. Y habiendo reivindicaciones imposibles por utópicas o descabelladas, otras verdaderamente estrambóticas y, al cabo, algunas con un tufillo a pacifismo rancio y populismo facilón, también hay bastantes que yo suscribiría de la cruz a la fecha. Sin ser exhaustivo, podría citar: control del absentismo de los cargos electos, supresión de sus privilegios en el pago de impuestos, eliminación de la inmunidad asociada al cargo, supresión del Senado, reducción de cargos de libre designación, jubilación a los 65 años, cancelación de la hipoteca con la entrega de la vivienda, supresión de gastos inútiles en la Administración, aplicación efectiva de la Ley de Dependencia, prohibición de rescate o inyección de capital a entidades bancarias, abolición de la Ley Sinde, protección de la libertad de información, modificación de la Ley Electoral, independencia del Poder Judicial y que el Ejecutivo no nombre a los miembros del Tribunal Constitucional.
En fin, creo que han sido unos dignos teloneros de las elecciones pero que, pasado el primer impacto, deberían tratar de organizarse y encauzar sus reivindicaciones dentro de una estructura programática que pueda competir, en igualdad de condiciones, con otros programas políticos o asumidas por los que ya hay. Y, haciendo caso del dicho de que “el huésped y la pesca, a los tres días apestan”, levanten las jaimas, hagan el hatillo, limpien el escenario y prosigan su movida donde se inició, en las redes sociales. No vaya a ser que, como ya está ocurriendo, por plastas y cansinos pasen de indignados a indignantes y lo que bien empezó, mal acabe.
Y de las elecciones, que es lo importante de la semana, dos apuntes. Uno, el empecinamiento de los socialistas en machacarnos con que no es que el PP las haya ganado, sino que ellos las han perdido por la malvada crisis, tótem omnipresente que ha pasado de no existir a ser la causa de todos sus males. Añadiría que si, como dijo ZP, el culpable de la crisis es Aznar, habré de deducir, aplicando una norma básica del silogismo, que el artífice de esta estrepitosa derrota ha sido él. De modo que el taimado bigotudo programó la crisis hace siete años para que ellos perdieran ahora las elecciones, como un nuevo Cid redivivo ganando batallas después de muerto. Burdo intento “suricatero” de querer eludir su responsabilidad mayúscula en la debacle. ¡Ay crisis, crisis, cuántas bobadas se dicen en tu nombre!
El otro apunte, la irrupción explosiva de la rufianesca de Bildu en el panorama político del País Vasco y Navarra. Es de Perogrullo decir que estos canallas están ahí porque los han votado, evidentemente, pero habrá que recordar que los han podido votar por la bochornosa actuación del títere Pascual Sala y los otros cinco cristobitas con puñetas del Tribunal Constitucional, todos nombrados por el PSOE. El susodicho se puso melindroso y sensiblín cuando criticaron su decisión teledirigida y prefabricada, diciendo que se le ponía la carne de gallina cuando se dudaba de su independencia y de la de sus bizcochables. Habría que decirle que gracias a esos seis votos, las cicatrices de las víctimas vuelven a estar en carne viva y sangrando. Que siga, pues, en un continuo escalofrío, que poco castigo es para el dolor que ha causado. Me imagino que Patxi López y adláteres estarán contentos, ya que recibieron alborozados la sentencia que abría la puerta de chiqueros a la estampida de la chusma. Sin duda, el más feliz de todos debe de ser el casper con bufanda, Odón Elorza, que ha sido defenestrado por los suyos para tratar de impedir que Bildu gobierne en San Sebastián. Y ahí está, erguido con el rabo entre las patas, fantasmeando en su nirvana.
lunes, 23 de mayo de 2011
EL MONSTRUO POLIMORFO

En un artículo anterior hablaba de que soy un lector ávido (¿compulsivo?) de periódicos y que cada día leo en papel tres o cuatro. A mayor abundamiento, de unos años acá y gracias al invento del maligno (no me refiero a los Bancos, no) me meto a diario entre pecho y espalda seis u ocho más, en su edición digital. O sea, que me atiborro. Abarcan, por número, todo el espectro ideológico que, ciertamente sui géneris, más o menos hay en España, desde el trotskismo de salón a la beatería carcunda. Y, claro, ante tal volumen de noticias, a veces surge alguna diferente, por curiosa, que llama mi atención. La última ha sido de una extravagancia regocijante que aún me tiene fascinado, y es la que da razón de la presencia terrible que atormenta, desde finales de marzo, a un pequeño pueblo sudafricano llamado Steytlerville. En esa fecha irrumpió por primera vez una extraña criatura a la que, los acongojados lugareños, han venido a llamar “monstruo polimorfo”. Lo hizo asistiendo, no sé si de forma consecutiva o al unísono, a dos entierros y, aunque las crónicas no aclaran bajo qué aspecto quiso unirse al cortejo, el caso es que deudos y acompañantes huyeron despavoridos. Cursada la correspondiente denuncia ante la policía, ésta, en principio escéptica, aceptó intervenir siempre y cuando el bicho mutante fuera fotografiado. Después de este estreno fúnebre el bicharraco ha actuado en diversas ocasiones, de modo que tiene a los pobres habitantes del pueblito en un sin vivir. Parece ser que la criatura sólo aparece por la noche y tiene la rara astucia de metamorfosearse cuando lo miran. La aparición más espantosa y sonada ocurrió un día en el que caminó tranquilamente por las calles del poblado adoptando la figura de un hombre sin cabeza hasta que, al sentirse observado, se transformó en un perro del tamaño de una vaca para después, adoptando la forma de mono, huir del lugar. Hay quien asegura haberlo visto mutarse en cerdo e, incluso, en murciélago. Un osado paparazzi de aquellos pagos lo descubrió cuando, en su forma humana, descansaba en lo alto de un árbol y logró fotografiarlo, pero la sorpresa vino cuando, al visionar la imagen, las autoridades constataron asombrados que el monstruo aparecía, incomprensiblemente, en forma de animal desconocido.
Hasta aquí las crónicas de este extraño suceso, de este ser cambiante que algunos expertos han comparado con “El Chupacabras”, animal legendario que, según la leyenda, habita en América Central y del Sur y que, desde su primera aparición en Puerto Rico en el año 1992, se ha dedicado a chupar la sangre de animales domésticos por aquellos parajes, a través de un solo agujero practicado en sus pescuezos. Parece que el susodicho tiene la capacidad de hipnotizar a sus víctimas que, bajo tal influjo maléfico, son incapaces de defenderse mientras el chupón las deja exangües. Algún criptozoólogo ha esbozado la teoría de que el monstruo polimorfo no es sino un trasunto de este chupacabras, que ha evolucionado para adaptarse a su nuevo hábitat.
Puestos así, y sin ser yo un entendido en esta suerte de animales insólitos, pienso que puede ser posible hacer un parangón entre este portento de la succión y el extrompetero Director de la SGAE. Al fin y al cabo, sus costumbres depredadoras son muy similares: también él aturde a sus víctimas con leyes y subterfugios, de manera que pierden toda capacidad de defenderse mientras, metafóricamente, les chupa la sangre e incluso, con una técnica perfeccionada en razón directa a su avidez insaciable, el tuétano de los huesos. Siendo omnívoro, pasa de animales domésticos y centra sus ataques en bares, discotecas, verbenas y ferias, entierros y procesiones, bodas, bautizos y comuniones, o sea, en cualquier local o celebración que exponga, en directo o a través de algún aparato reproductor, música o imágenes, dejando a sus víctimas más secas que la mojama. No puedo asegurar que sea un verdadero chupacabras, pero de lo que no me cabe duda alguna es que su comportamiento es de una correlación casi exacta con el de la alimaña.
Tampoco tengo datos para afirmar que el terrible monstruo polimorfo haya adoptado alguna vez la apariencia de un suricato, de ser así no tendría empacho de afirmar que ZP, este vertiginoso de la mutación, es una versión paradigmática del mismo. Cambia en un pispás sin inmutarse, afirmando con la misma contundencia una cosa y su contraria e incluso una tercera que contradice a ambas: pacifista que vende armas; defensor del estado del bienestar que hace recortes sociales sin escrúpulos; luchador a la fuerza contra una crisis que aseguraba ficticia; artífice de un pleno empleo con cinco millones de parados; solidario con las víctimas de terroristas que dice hombres de paz y, al fin, un individuo que, aparentando tener cabeza no la tiene, y que se va quedándose o que se queda yéndose, que ya es ansia. Ante mi inseguridad por dictar un diagnóstico seguro, he hecho partícipe de mis sospechas a mi amigo el sabio Doctor Carracido, experto en criptozoología parasitaria, que ha prometido estudiar el caso de este prodigio chaquetero con interés y hacerme llegar su veredicto lo antes posible. Hasta que esto ocurra estaré en un permanente sin vivir, igualito que los habitantes de Steytlerville.
viernes, 20 de mayo de 2011
DENTRO DEL DÍA, ACASO
Un buen libro de poesía, como éste, no es un sólo libro. Y esto es así porque en el poema, una palabra no es sólo esa palabra, que en él tiene la posibilidad de, siendo la que es, sugerir otras, alumbrar otros significados, ensangrentar silencios, romper los moldes del diccionario y pasear libre por los sentimientos y el almario del lector. Un buen libro de poesía, como éste, puede llegar a ser tantos libros como lectores tenga, incluso tantos como veces se lea, porque el poema despierta la intuición, aventura sensaciones, recorre el paisaje interior de quien lo lee por caminos siempre distintos, hace llegar la luz a rincones hasta entonces umbríos, en un fogonazo, como un rayo en mitad de la noche. Un buen libro de poesía, como éste, es una ventana abierta a un paisaje igual y diferente, en el que cada vez descubres matices nuevos, encuentras colores que no habías visto, percibes silencios escondidos o música donde antes había silencios. Y todo esto es lo que me ha pasado a mí a la hora de enfrentarme a la lectura de este excelente libro de poesía, ganador del vigésimo noveno premio Ciudad de Badajoz, “Dentro del día, acaso”, escrito por un señor manchego, de Manzanares, que dice llamarse Federico Gallego Ripoll y que es de mi quinta, cuatro meses arriba, cuatro meses abajo. Lo he leído varias veces, quizás de una forma no demasiado ordenada, que así es uno, pero sí desprendiéndome de la deformación profesional que puede suponer el cargar con la poética propia y quedándome sólo con la, permítaseme la cursilada pedante, “sensibilidad lectora” que, más o menos válida, me han dado algunos años de ejercicio lector. Y a cada relectura surgían ternuras que eran otras, nostalgias diferentes, una suerte de emoción prolongada, idéntica y diversa, que, como decía el otro, siendo la misma no era igual. De forma y manera que bien pensé que, de tanto como había que decir, al final acabaría por no decir nada.
En la contraportada del libro se nos dice, casi como un aviso: “El día es el transcurso de la luz, y todo transcurso es tiempo. Cada jornada recorremos su propia distancia. Esa pequeña eternidad de cada instante: ser memoria en aquellos que nos aman”. Y, aunque con frecuencia pasamos por las citas de los libros de poesía sin prestarles atención, como si fuera el ISBN, en la mayoría de las veces nos dan claves que nos ayudan a mejor sentir lo que viene detrás, y este libro está precedido por una cita de Juan Eduardo Cirlot: “La distancia no es más que una palabra”, que cumple esa función perfectamente. Porque siendo la distancia sólo una palabra, no existe como tal. Podemos, por tanto, poetizarla y hacer que sea tiempo, transcurso, recuerdo. Y el recuerdo es cercanía, renacimiento, porque la muerte no es olvido, pero el olvido es muerte. Por eso, el autor comienza confesando que escribe “con palabras que ha robado a los muertos”, para vivir en ellos, sobrevivir en sus palabras y hacer que renazcan en las palabras, robadas, que son suyas, en una suerte de homotecia interminable, cuya razón es memoria y cuyo punto fijo es el hombre que es todos los hombres, los que nos precedieron, los que nunca descansan, los que no nos olvidan y, haciéndolo, nos hacen vivir.
Todo el poemario está impregnado de una ligera melancolía, de una añoranza tierna que no lastima y es una excursión a los orígenes a lomos de recuerdos, pequeños y por eso nuestros, habitantes de un mundo inexpugnable que nada ni nadie puede cambiar, que no puede ser objeto de mercadeo, un reducto de amor y cercanía al que el paso del tiempo le ha dado consistencia y razón de ser. Porque, si el tiempo no existiera, ¿cómo podríamos tener recuerdos, esos que se pliegan y se guardan, planchados e impolutos, en un cajón de nuestro almario, como un pañuelo blanco, como “aquellas pequeñas cosas” de Serrat?
Su poesía es un ir viniendo, o un venir yéndose, adelante y atrás en el tiempo, un volver para recoger a los rezagados, a los que quedaron atrás, a los que nos precedieron, para incorporarlos al pelotón de nuestra vida, en un acto de solidaridad y agradecimiento. Y si, para recuperar la magia de un pálpito es necesario morir un poco, el poeta no duda en hacerlo así, como deja patente en un poema, “Los niños del Pireo”, para mí el más logrado de todos que, en un libro de la categoría poética que tiene éste, es decir mucho.
Termino recomendándoles que abran este libro al tiempo que su corazón, y viajen al sur en ese tren que “deshilvana la llanura como una cremallera que abre el campo en dos”, descubran a Lorca escondido entre sus versos; encuentren la salvación en las palabras; canten, nunca en domingo, con Melina Mercouri; acunen en sus manos los asombros; comprueben los espejos que reflejan latidos de un corazón incierto, moribundo; reaviven “la esperanza, dentro del día, acaso” y, al fin, sumérjanse en “la madre que todo río lleva” .
Decía Ciorán: “Mi misión es matar el tiempo y la del tiempo, matarme a mí”. Pues yo les recomiendo que lo maten, que lo pierdan entre las páginas de este hermoso libro, sintiendo en su interior la presencia de algo tan inútil y, por ello, tan absolutamente imprescindible como es la poesía. Seguro que será tiempo ganado y, además, habrán ganado al tiempo.
(Presentación en la Feria del Libro de Badajoz/2011)
viernes, 29 de abril de 2011
NUESTRO PERRO

Apareció, una tarde del mes de julio de hace diez años, en la cancela de nuestra casa. Tendría apenas tres meses y era un par de orejas enormes en un cuerpo menudo y esquelético lleno de hormigas, y una mirada tristísima y acobardada que te partía el corazón. No sé de dónde vino, pero creo que se acurrucó en aquel rincón para dejarse morir. Intenté cogerlo y librarlo de las hormigas que le recorrían el cuerpo, pero era empresa imposible. No bien me acercaba a él, huía renqueante y chillando de forma lastimera, con el rabo entre las patas, escarmentado, sin duda, del trato inhumano recibido. Sin embargo, en cuanto desaparecía de su vista, el animalito volvía al rincón impulsado por una querencia inexplicable. Afortunadamente mis hijos, que para los animales son una triple reencarnación de Francisco de Asís, Rodríguez de la Fuente y el santo Job, estaban de vacaciones y pudieron elaborar una estrategia dirigida a que el cachorro perdiera el miedo y adquiriera confianza. Empezaron por dejarle agua y comida junto a su refugio, para después esconderse detrás de los setos y observar si se acercaba a comer. Esta fase del plan duró una semana. Lo que el perro quiso. Venía a comer y a beber y, aunque cuando sentía la presencia de mis hijos se alejaba, a medida que pasaban los días lo hacía con menos miedo y a menor distancia. Iba engordando y, quizás, se sentía más seguro y más confiado. Y, una mañana, se quedó allí, sin moverse, mirándolos con sus ojillos ya más alegres que atemorizados. Durante dos o tres días, dentro de la segunda etapa terapéutica, le hablaban sin abrir la verja y él los escuchaba con sus enormes orejas de punta. La primera vez que, verja de por medio y en un alarde de valentía por su parte, se dejó acariciar, se meó temblando, pero aguantó el pánico y empezó a mover el rabo. Mis tres expertos decidieron, entonces, que era el momento de abrir la cancela. Así lo hicieron y “Chaqui”, al que habían bautizado con ese nombre por su parecido a un chacal, atravesó la barrera pasito a paso, muy despacio, parándose a cada momento, hasta llegar a donde estaban. Y se acostó. Estaba claro que la “terapia de sociabilización”, que diría un cursi posmoderno de los muchos que pululan por ahí, había sido efectiva.
Los días siguientes, el garabito se dedicó a explorar, con la nariz a ras de suelo, todos los rincones del jardín, meando a cada poco para marcar su territorio. Y a partir de ahí se hizo dueño y señor del terreno acotado, vigilando la presencia de cualquier bicho, sabandija o alimaña que se atreviera a entrar en él. Y resultó ser un depredador sin escrúpulos. A lo largo de estos años se ha cargado y, en algunos casos, engullido entre otros a gallinas, conejos, lagartos, lagartijas, topos, ratas, ratones, culebras, sapos, tritones, grillos, escarabajos, mirlos, urracas, gorriones y erizos. Con estos últimos utiliza una táctica similar a la de Mouriño, el tabarrero lenguaraz. Pero a él le sale bien, no como al ególatra llorón. Como estos bichos se transforman en una bola de púas imposible de penetrar con los dientes, la forma que tiene de acabar con su resistencia es ladrar y ladrar a su lado, durante dos, tres o más horas, inasequible al desaliento, hasta que el bicho acaba muriendo de aburrimiento o de un ataque al corazón, qué sé yo. El caso es que las casca. A algunos los he podido salvar, alejándolos de la tortura con una pala. Pero si el asunto es por la noche y yo no actúo (como es natural, que no estoy para levantarme en calzoncillos y adentrarme en las tinieblas para salvar erizos) el animalito amanece tieso de todas, todas. También teníamos una gata que fue víctima de su carácter cansino. Estableció con ella una relación de amor-odio muy curiosa. Dormían juntos por la noche, el perro hecho un ovillo y la gata otro más pequeño, encastrado entre sus patas. Pero, no bien amanecía, comenzaba a perseguirla sin darle tregua y, muchas veces, enganchaba el rabo entre sus dientes y la lanzaba al aire para volver a cogerla al vuelo. Como si fuera una pelota. La animalita se pasaba los días encaramada en los árboles, hasta que llegaba la noche y la relación volvía a ser plácida. Comían juntos y a la piltra. Un día desapareció, sin duda harta de aguantar matraca, y no volvimos a verla. A veces pienso si Chaqui no acabó comiéndosela.
En fin, en estos diez años se ha integrado en el paisaje de nuestro hogar, con su espíritu dócil y libre en perfecto equilibrio, rompiendo toallas y aspersores hasta que dejó de hacerlo, sin consentir un collar en su cuello, terco como una mula, cariñoso y fiel. Con la edad, ha serenado sus arranques y se ha vuelto más mimoso. Echa de menos a mis hijos no sé si tanto como yo. A veces, mientras él dormita, los llamo a voces como si estuvieran aquí, y él se despierta y salta como un resorte camino de la cancela. Y yo lo acaricio y él me lame y, así, nos consolamos mutuamente de sus ausencias. Desde este invierno arrastra una pequeña cojera reumática, con lo que se mueve menos y se pasa más tiempo repanchingado en el césped. Eso le ha engordado un poco y le ha hecho perder vitalidad. En esta época, cuando al atardecer vienen las bandadas de gorriones a dormir en los árboles con su jolgorio chirriante, los mira triste, incapaz de cazarlos al vuelo como antes, envidioso, tal vez, de su descarada juventud. Cuando cae la noche, en medio del jardín, ladra a la oscuridad. Ya se le van notando los años a nuestro perro. Igual que a mí.
lunes, 11 de abril de 2011
ADIÓS, SI TE VAS
“Como dijo San Ingerencio: Pos no me voy, más bien me llevan”, apostrofaba Cantinflas en la escena final de la película “El padrecito”, mientras una banda de música, como despedida, interpretaba “Las golondrinas” en su honor. Pues nuestro “ingerencio” circunflejo, también rodeado de una banda, pero sin música, ha venido a decir algo parecido, sin decirlo. Teniendo en cuenta el retorcimiento estrambótico y cursi de su oratoria, mitad mentira, mitad embuste, mayormente vana, dice que no estará aunque esté; que se irá aunque, mientras, se queda. Nos lo largó con esa pose de suricato en estado de alerta a que nos tiene acostumbrados, con las manitas a la altura de las tetillas y más esdrújulo que nunca: “Anuncio que no seré candidato a las elecciones generales del 2012”. Dizque por el bien de España. A mí, cada vez que un indígena de esta ralea habla de patria, se me abren las carnes porque, al final, quienes pagamos el pato de su pecho henchido de ardor somos los mismos de siempre. Empezó a asomar la pezuña patriotera por debajo de la puerta en el inicio de la crisis, negándola como un Judas recalcitrante y acusando de antipatriotas a los que le advertían de que el lobo ya estaba aquí. Y así, por continuar con el simplón símil futbolístico que él utilizó (por cierto, cada vez más extendido entre la casta política), mientras nuestra economía estaba en la liguilla de descenso a regional, el individuo dilapidaba nuestro dinero creyendo que jugaba la Champions. La soberbia de los ignorantes es lo que tiene. Menos mal que los jefes europeos se cansaron de sus desvaríos y, a pescozones, lo metieron en razón, viendo que las veleidades de nuevo rico del personaje se les estaban yendo de las manos y el batacazo iba a tener consecuencias fatales, no sólo para los españolitos, que les importamos un rábano, sino para el conjunto de la Unión Europea. Así de un año acá nuestro iluminado, con el pescuezo en carne viva por las collejas (las más contundentes las de la froilan teutona) acometió una serie de reformas impuestas, apresuradas, injustas por tardías e insuficientes que, a mayor abundamiento, eran absolutamente fraudulentas con su programa electoral. Pero bueno, para qué sirve un programa electoral si no es para incumplirlo. Aunque este portento ha dado una vuelta de tuerca más y no sólo lo ha incumplido, sino que ha hecho lo contrario de lo que en él se decía.
Dicen los expertos que existe un “síndrome monclovita” que ataca a nuestros presidentes y que los hace alejarse de la realidad, aislados, como están, en la burbuja palaciega. Pierden el contacto con la sociedad que les rodea y, sólo pendientes de su ombligo, se desenvuelven en un mundo a su medida que ellos mismo se fabrican. Ignoran los consejos de sus asesores y sólo atienden a los cantos de sirenas que parten de su interior. Le ocurrió a Suárez, a Felipe González a partir de la tercera legislatura y a Aznar en la segunda. El problema de este muchacho que se marcha estando quieto es que ya entró en la Moncloa peor de lo que los otros salieron, con un grado de ensimismamiento supino y encaramado en la tozudez del mediocre que se cree un elegido de los dioses. Su trayectoria ha estado toda ella impregnada de un adanismo palurdo, de una impostura trascendente que no ha logrado ocultar la inanidad de su fuste. O sea, mucho celofán de colorines para envolver pompitas de jabón. Y así nos ha ido. Nos deja arando eriales.
Y ahora que el melón abrió el melón sucesorio, parece que hay dos candidatos postulados para recibir su herencia envenenada. A saber, Carmen Chacón y Pérez Rubalcaba. De la señora Chacón no tengo una opinión demasiado formada. Simplemente diré que no me resulta excesivamente luminosa, sin que quiera ello decir que me parezca oscura. Quizás es que sea discreta. O poco habladora. O que yo no he estado atento. Sé que, por aquello de la igualdad, incorporó a su equipo a una comandante, creo, que le llevaba el bolso y el abrigo. Y la he visto pasar revista a las tropas, como Ministra de Defensa, y la verdad es que pone una cara de mala leche tal que parece que va a mandar a toda la Compañía al calabozo. Quizás sea producto de su bisoñez. En fin, son sólo gestos. Aunque puedan definir. La biografía de Rubalcaba es mucho más densa, incluso más espesa. Y él sí que es parlanchín. Desde “no nos merecemos un gobierno que nos mienta”, hasta “mi ventaja es que yo lo sé todo de todos”, hay donde elegir. Desde portavoz en el gobierno de los GAL, hasta Ministro del Interior con el caso Faisán, también. Conociendo su trayectoria no me extrañaría que, si llegara a ser elegido sucesor y, después, Presidente del Gobierno, (la democracia no lo quiera), vuelva a echar mano de Barrionuevo y Vera para dirigir la Seguridad del Estado.
Y es probable que también haya alguno de tapadillo, esperando su oportunidad. Si lo hubiere, yo me decantaría por José Bono, el fraile confesor, tan en su papel de padre prior alejado de aspiraciones temporales. Ojo de chícharo con este socialista con hisopo que además de fraile es sacristán y, teniendo el don de la ubicuidad, al final lograría estar en la procesión y repicando. O sea, él en lo alto del paso y los otros, con dos palmos de narices, de costaleros.
viernes, 1 de abril de 2011
ASQUEROSA PRIMAVERA
Hace muchos, demasiados años, cuando vivíamos en la calle del Obispo, teníamos un vecino que sentía un terror irrefrenable a las tormentas. Quizás por ello, había desarrollado un sexto sentido y lograba presentirlas hasta tres o cuatro horas antes de que se presentaran. Nunca fallaba. Lucía a media mañana un sol esplendoroso y él, sintiendo que se le erizaban los pelos de la nuca, angustiado y descompuesto, vaticinaba: “Me cago en mi suerte puñetera: esta tarde habrá tormenta. ¡Y de las gordas!”. Y, efectivamente, a más tardar en la siesta, se abrían lo cielos y el Dios del Antiguo Testamento lanzaba toda su furia contra nosotros. Antes de que se declarara el cataclismo, y con la imperiosa necesidad de estar rodeado de gente que solapara su pavor, el zahorí de las borrascas ponía rumbo a la cafetería “La Marina”, y allí se apalancaba hasta que el Yahvé iracundo se adormecía, seguramente cansado de atormentarnos. Traigo esto a colación porque algo parecido me pasa a mí con la primavera, estación a la que detesto sin paliativos. Parecería, a simple vista, que lo tengo mucho más fácil que él porque el calendario es el calendario y se sabe cuando, astronómicamente, hará acto de presencia. Pero no es de equinoccios de lo que estoy hablando, ni de rigidez de fechas y horarios, sino de espíritu, de esencia melosa y presentida. Este año, según el Instituto Geográfico Nacional, la maldita ha hecho su entrada el lunes 21 de marzo, a las 0 horas 21 minutos, hora oficial hispano-peninsular. Pero yo llevo barruntándola y sufriendo sus estragos desde el mes de febrero. Porque estoy convencido de que antes de su entrada triunfal y programada, manda por delante bocanadas de su naturaleza empachosa para que nos vayamos preparando, y debo de tener ese sexto sentido del que hablaba para detectarla e, incluso, para somatizarla.
La sintomatología de este caso de prognosis posesiva viene a ser la misma año tras año. Empieza con un ligero tembleteo de los párpados, a veces alternativo, a veces sincrónico, acompañado de un malestar indefinible y móvil, una angustia imprecisa que, con frecuencia y para agravar el cuadro, alimenta hipocondrías yacentes. Eso conlleva la activación de mi ciclotimia crónica que, entonces, alcanza una virulencia extrema tanto en el grado como en la velocidad de sus oscilaciones y me hace pasar, sin solución de continuidad, de estados de un nerviosismo misantrópico casi histérico a otros de un abatimiento supino. Como es de suponer, ante semejante cúmulo de calamidades, mi humor sufre cambios bruscos e imprevisibles, siempre dentro de unos límites en los que no baja de los de un perro acorralado. Esta lamentable situación dura hasta que la susodicha eclosiona y se pavonea por calles y esquinas con todo su poderío edulcorante. Es llegados a este punto cuando estos males emocionales rompen y mi mermada estabilidad psíquica va poco a poco normalizándose. Gracias a eso puedo dedicar todos mis esfuerzos a defenderme de los asaltos exteriores que se avecinan, segunda fase de esta operación de aniquilamiento que la naturaleza emprende contra mí cada año.
Las primeras avanzadillas de estos ataques son llevadas a cabo por el ejército de innumerables bichos asquerosos, voladores y reptantes, que aparecen con los primeros calores. Moscas, moscardones, avispas, abejas, abejorros, tábanos, mosquitos, avispones, chinches, hormigas, cucarachas, garrapatas, arañas, morgaños, chicharras, langostos, orugas y otros tantos más cuyos nombres ignoro, campan a sus anchas por tierra, mar y aire sin otro propósito que no sea mortificarme. A veces voy por las calles en un puro respingo intentando esquivar los embates de estas legiones de sabandijas. Respingos que, en ocasiones, acompaño con manoteos compulsivos alrededor de mi cara para espantar presencias urticantes reales o imaginadas. Después, o al tiempo, viene la agresión olfativa. ¿Hay un olor más repugnantemente empalagoso que el de las mimosas en flor? Pues sí, el de las mimosas unido al de las florecillas del cinamomo. Es una sobredosis almibarada que me lleva al borde del sopitipando. Peor que una sesión continua de Alejandro Sanz. Si a ello añadimos que hay criaturas omisas que ignoran que en esta época, con la excitación de testosteronas y progesteronas varias, además del sudor, se activa el rezume de otros fluidos corporales a los que hay que combatir con ración doble de agua jabonosa, y que esta dejadez de la higiene les hace exhalar un penetrante aroma ácido, la mezcla odorífera y confluyente de lo melifluo y lo agrio puede llegar a ser insoportable hasta la náusea. De modo que ahí me verán por la calles de Badajoz, entre quiebros compulsivos, manotazos histéricos y amagos de vómito, presa de arrebatos espasmódicos.
Si todo lo anterior no fuera suficiente, aún me queda por aguantar la suprema cursilada de aquellos que se empeñan en mezclar, en un revoltijo tópico y absurdo, primavera con poesía. No sé a quién pudo ocurrírsele semejante estupidez antiestética. Y antipoética. Al tal lo condenaría yo a vivir en una constante efervescencia de verdor, rodeado de bichos repugnantes, asediado por una bandada de pajarillos cagones y leyendo a Amado Nervo y a Rafael Pérez y Pérez por toda una eternidad.