viernes, 26 de noviembre de 2010

ELECCIONES

Estamos de elecciones. O sea, en la Universidad de Extremadura. El día 1 de diciembre se elegirá a la persona que regirá, durante los próximos cuatro años, los destinos de esta docta casa. Digo, con permiso de la Junta de Extremadura, claro. Porque hay veces que pienso que la tan cacareada autonomía universitaria sólo sirve para elegir en qué rincón te escondes para llorar. O la marca del lubricante íntimo que más te guste. Pero bueno, en cualquier caso y afortunadamente, no estamos en Cataluña, porque si allí para presidir la Generalitat se presentan espantajos tan honorables como la Carmen de Mairena, para Rector de Universidad se podrían presentar especímenes tan magníficos como el Maestro Ciruela. Que haberlos, haylos. Y con su título de Catedrático debajo del brazo, por supuesto.

La Ley Orgánica de Universidades establece, para esta elección, un sistema basado en una rígida estratificación de la comunidad universitaria, que parece inspirado en el sistema de castas de la India. Allí, desde hace 2500 años, existen cuatro “varnas” que, en orden descendiente, serían los brahmanes, los chatrías, los vaishias y los shudrás, salidos de la boca, los hombros, las caderas y los pies de Brahma, respectivamente. Todo muy moderno. Aquí y ahora se ha adaptado el asunto a las circunstancias universitarias y las cuatro castas con derecho a voto, A, B, C y D, serían: profesores doctores, resto del personal docente e investigador, alumnos y personal de administración y servicios. Pero para que las castas lo sean con toda propiedad, así como en la India son endogámicas y están prohibidos matrimonios verticales, aquí la LOU, no entrando en lo de la coyunda, establece el eufemismo pérfido del “voto ponderado”. Y ahí, como diría mi admirado Cantinflas, es donde la puerca tuerce el rabo. Porque la ponderación, en nuestra UEX, está estructurada de la siguiente manera: Grupo A, 51%; Grupo B, 16%; Grupo C, 23% y Grupo D, 10%. Y se aplica a lo bestia, sin ningún índice corrector que tenga en cuenta el porcentaje de votantes de cada grupo. Así podría suceder, por tanto, que sólo votase un profesor doctor y su voto fuera al candidato “X”, y todos los demás electores de los tres grupos restantes votaran al candidato “Y”. En nuestro caso, 1 voto frente a 24.500. ¿Quién ganaría? Pues el candidato X, con 1 voto, sería proclamado Rector con el 51% del escrutinio. ¡Agárrame esa mosca democrática e igualitaria por el rabo! Lo dicho, la Edad Oscura incrustada, vía Ley Orgánica y Claustro Universitario, en el siglo XXI. Teniendo en cuenta, además, el “rigor cum laude” con el que se obtienen algunos doctorados por aquí. Vamos, como la muñeca chochona.

Yo que, como digo, trabajo en nuestra Universidad y pertenezco al Personal de Administración y Servicios, no entraré a formar parte de este mecanismo denigrante que me desprecia, como colectivo, de forma tan ponderada. Considero que mi voto, en este engranaje desigual e injusto, no vale ni el papel que lo soporta, a no ser que impriman nuestras papeletas en papel higiénico. Pero ni así me sirven, porque vengo cada mañana a trabajar con mis deberes evacuatorios hechos. Lo cual que, mientras las cosas sean como están, no votaré, para no participar en este circo hipócrita. Será una manera, quizás ingenua, de ejercer mi derecho al pataleo, de testimoniar mi rechazo a esta insensatez consentida e interesada y de devolver, a quien corresponda, el desprecio con que me honra. Y a quien Dios y los doctores se la den, San Pedro y Fernández Vara se la bendigan. Amén.

2 comentarios:

Carlos Rivero. dijo...

Tú lo has dicho todo Jaime...?¿
Un abrazo.

Muli dijo...

Vaya mandanga que hay.
Un abrazo.