domingo, 21 de junio de 2020

UN CARDENAL, DOS ANTIVACUNAS Y MI PRÓSTATA.

¡Ay, primo!, que ahora sí que ya ando en un sinvivir  de no te menees ni bailes. Que han salido a la palestra un cardenal-arzobispo y unos cantantes faranduleros que me han puesto las tripas al sereno y, según tengo yo la próstata, que no sabe a qué carta quedarse si a la del cáncer o a la de la obsolescencia viejuna, hay veces que voy a mear y no echo gota. Y ni ella ni yo sabemos si es por una cosa o por la otra. Puestos a ser optimistas (por una vez y con el permiso de José Saramago y de mí mismo) quiero creer que no es por ninguna de las dos. Lo que ella piense, si es que las próstatas piensan, no sé qué será y jamás podré saberlo, porque entre ambos hay una dificultad intrínseca para la comunicación verbal; pero yo le digo, por lo que pueda pasar y por si acaso se entera, que no se desespere ni tire por la calle de en medio facilona. Que lo mío no va a ser más que un empacho de estupefacción. Y que el hecho en sí de mi ocasional imposibilidad miccional nada tiene que ver con ella, ni con su agotamiento por la edad, ni por la certeza de que anide en su interior algún grumo maligno. Que lo de ir a mear y no echar gota no pasa de ser una metáfora, un recurso estilístico de escritor deslenguado. Y que (ella lo sabe mejor que yo) cuando voy a lo que voy, lo suelo hacer sin problemas. Entre otras cosas, porque la Estrella Galicia es un diurético infalible que añade gloria bendita al desahogo.  

Y es que, por si no tuviéramos bastante con el confinamiento; las fases polimorfas y asimétricas de la desescalada; las contradicciones normativas del proceso con el que intentan llevarnos a esa horterada altisonante de la “nueva normalidad”;  la languidez meliflua de Illa; la ronquera mística de Simón y la prepotencia esdrújula de Sánchez, ahora han venido a formar parte de la charanga para, con sus majaderías paranoicas, poner a tan agrio pastel la guinda peripatética, unos espontáneos de postín y a cual más ocurrente: Por un lado, el cardenal-arzobispo de Valencia y otrora prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Antonio Cañizares Llovera; y, por otro, dos cantantes antivacunas: Luis Miguel González Bosé, de nombre artístico ‘Miguel Bosé’; y Enrique Ortiz de Landázuri Izarduy, alias ‘Enrique Bunbury’. Y su acción conjunta y monomaníaca, ignoro si coordinada, ha logrado hacer una pinza que ríete tú de la que hubo en la batalla de Guadalete. Pinza que, en lo que a mi próstata se refiere, ha sido demoledora en su comportamiento, (dicho sea esto último en el sentido más poético y metafórico que pueda decirse).

Monseñor Cañizares, o como quiera que sea su tratamiento protocolario cardenalicio-arzobispal, en la homilía de la misa oficiada por él el pasado jueves día 11, en el que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana celebraba el Corpus Christi, aleccionó a sus oyentes con la siguiente mamarrachada, dogmática y falsa de toda falsedad: «El demonio existe en plena pandemia, intentando llevar a cabo investigaciones para vacunas y para curaciones. Nos encontramos con la dolorosísima noticia de que una de las vacunas se fabrica a base de células de fetos abortados. Primero se le mata con el aborto y después se le manipula. Tenemos una desgracia más, obra del diablo». Este anciano purpurado no se queda corto en sus burradas y en su ignorancia, e iguala, para arrimar el ascua a su sardina, células de fetos recién abortados con “líneas celulares de cultivo”, que es lo que utilizan los investigadores. Aunque albergo la sospecha de que monseñor, aprovechando un ruido interior de campanas desafinadas, está arremetiendo subliminalmente contra los abortos provocados, al tiempo que, de espolique, da hisopazos bíblicos a un diablo cojuelo que sólo está en la imaginación de su credo evangélico, cerril y ultramontano. Y, digo yo, estos carcamales mitrados, ¿no se jubilan nunca?

En cuanto a los músicos, leyendo lo que uno piensa, Bosé, y lo que el otro, Bunbury, comparte de lo que otros piensan por él, he recordado aquella campaña, mucho más rudimentaria y pedestre pero, sin duda, impregnada de la misma obsesión conspirativa, que inundó con pintadas de lamentable ortografía  los muros de la Vía de la Plata, con frases como «Si te sumba el oido te escuchan con laser  la Nasa», o, «La Nasa desde el satelite sigue a las personas y puede tortura». Bien es verdad que la de estos dos portentos actuales, ya adaptada a  los tiempos que corren, cambia muros y pintadas por redes sociales y ordenadores y a la Nasa por Bill Gates. Pero su nivel de chaladura y analfabetismo prehomínido es el mismo.

Y, mira tú que gracia, Engracia, que por culpa de estos tres camuesos ando yo tratando de convencer a mi próstata que, por otra parte, no está para farolillos ni mandangas, de que una frase metafórica no es más que eso, que no tiene capacidad alguna para que a ella le anden saliendo gránulos indebidos que no tienen razón de ser. Que se relaje. Que los asombros que me produzcan las paridas de este trío patético y estrambótico, a ella, ni fu ni fa. Y en esas ando, a ver si soy capaz de convencerla. No sea que vayamos a liarla, primo

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