domingo, 20 de octubre de 2019

UNANIMIDADES Y CHALANEOS JURÍDICOS




En una de las canciones más casposa, tópica y carpetovetónica de su repertorio, que ya es ansia, Manolo Escobar nos decía que él era un hombre del campo que no sabía ni entendía de letras. Como si agricultores y ganaderos fueran unos ceporros analfabetos que sólo sirvieran para arar, aventar paja y arrear y ordeñar vacas, cabras u ovejas. A esa me agarro, como diría Cantinflas, (sin buscar similitudes absurdas con la idiotez anterior) para reconocer que yo, de ser algo, soy un hombre de letras (perdón por la petulancia y por haber aprovechado un recurso facilón y torpe para iniciar mi artículo) que ni entiendo ni sé de leyes. Digo que, afortunadamente, no he leído la sentencia del juicio contra el abad mitrado Junqueras y compinches (para qué, si no tengo ni idea ni tiempo que perder), ni me hace falta para decir lo que tengo que decir sobre ella.

Para empezar (haciendo una digresión) digo que no entiendo por qué los medios de comunicación españoles no catalanes y los políticos españoles de distinto pelaje y condición no catalanes o sí, (no entro en que unos u otros sean catalanistas) hablan del procés o, lo que es peor, del prusés, que ni siquiera tiene traducción a nuestro idioma porque es, y agárrame esa mosca por el rabo, como se pronuncia el citado barbarismo. Esta estupidez lingüística, ¿es producto de esa otra estupidez de lo «políticamente correcto»?  ¿De la economía de las palabras? Y una fu del catafú. Mayormente, de una rendición anticipada y de un complejo de inferioridad y un entreguismo consecuencias de una ausencia de convicciones y un exceso de prurito abstruso. ¿Por qué no el «proceso contra el intento de secesión del gobierno catalán» y, mayormente aún, contra los métodos antidemocráticos y violentos de conseguir semejante quimera ilegal?  Ya se cataloguen los delitos como sedición o rebelión  que para este caso, y a mí como transeúnte, me la trae al fresco.

¿Por qué cuatro meses para alcanzar la unanimidad del Tribunal? ¿Por  qué ese afán del presidente del mismo por alcanzarla a toda costa? ¿Para exhibir ante los vándalos una imagen sin fisuras de la Justicia que ya sabemos nosotros, los acusados y los propios jueces que es falsa? ¿Tiene alguna justificación jurídica ese empecinamiento en la uniformidad o es, más bien, un peaje impuesto o «sugerido» al mismo por no sé quién o qué para lograr no sé qué y favorecer a no sé quién o qué? ¿Uniformidad por «razón de Estado»...?  Siento que, en ocasiones como la presente, volvemos a los turbios años del TOP en los que todas las sentencias del mismo contra los antifranquistas, «revolucionarios a las órdenes del Contubernio de Munich y de la confabulación judeo-masónica y el comunismo internacionales», eran unánimes. En el régimen de la momia «preitinerante» los magistrados, generalmente siguiendo sus propias convicciones, eran miembros de un rebaño privilegiado siempre dispuesto a acatar sin fisuras y todos a una las órdenes del pastor borreguero, condición sine qua non, por otra parte, para avanzar o mantenerse en sus poltronas, en sus togas y en sus puñeteras puñetas. Me imagino que alguno de ellos, esclavo de su estatus privilegiado y de su escaso amor propio, traicionaría su opinión jurídica e incluso su ideología para seguir siendo lo que era aun a costa de ser quien no era. Si en el año 2019 este ciudadano transeúnte siente que, con ligeros matices, la historia vuelve a ser la misma, el asunto no puede ser más descorazonador. Porque está claro que en el caso que nos ocupa hay quienes han sacrificado su valoración de los hechos escudándose en una  «razón de Estado» que ha resultado ser más una «razón de pie de banco» incomprensible. Porque sin esta uniformidad monolítica metida a machamartillo, el veredicto hubiera sido el mismo y las penas (o las alegrías) impuestas a los «condenaditos», también. Pero con dos votos particulares discrepantes que, al menos, nos harían menos increíble esa «ensoñación» de la independencia judicial y, para más inri, aumentaban las condenas. Con lo que a su relajo por la sentencia los «condenaditos»  habrían podido añadir, como si no tuviéramos ya suficientes, unas buenas dosis de recochineo y pedorretas. Pues eso: «Para puta y en chancletas, es mejor estarse quieta».

Otrosí digo: En la sentencia del juicio contra los integrantes de «La manada» de Pamplona uno de los jueces del tribunal, del que me ahorro los calificativos que se me vienen en tropel a la boca y a las manos, solicitaba la absolución de los violadores porque, según su opinión (y vuelvo a silenciar los calificativos que me produce la misma) la víctima había disfrutado de la violación múltiple sufrida por vía vaginal, anal y bucal. Si el presidente o la presidenta del Tribunal se hubiera empeñado en obtener una sentencia unánime sin votos particulares como el emitido por ese juez tan peculiarmente distorsionado y el sujeto se hubiera llevado el gato al agua, esos violadores chulos, esos machistas repugnantemente postineros, estarían descojonados de la risa quizá planeando una nueva fechoría y bebiendo manzanilla de Sanlúcar, mientras nosotros andaríamos alucinados y yendo a mear para no echar gota. Unánimemente y con una uniformidad sin discrepancias, claro, que de eso se trata. ¡Qué poca lacha, primo!

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