sábado, 9 de marzo de 2019

DUDA Y DEMOCRACIA


«La duda es uno de los nombres de la inteligencia», dijo Jorge Luis Borges. Pues, a pesar de que lo dudo mucho, yo debo de ser inteligentísimo. Digo por el caso de la candidata a la alcaldía de Ávila por Podemos, María del Pilar Baeza Maeso, que me tiene inmerso en un tenguerengue ético de aquí te espero. Porque mientras más lo pienso, más dudo. Y, sin solución de continuidad, a medida que más dudo, más vueltas le doy.
Para quienes no estén al tanto del asunto, esquemáticamente lo explico: En el año 1985, María del Pilar era novia de Manuel García Gutiérrez “Lolo” y exnovia de Manuel López. Un día ella reveló a Lolo que su ex la había violado a punta de pistola y que se encontraba embarazada de dos meses. Tras abortar en Portugal, para lavar la ofensa su novio y ella urdieron un plan con el que, dicen, pretendían dar un escarmiento, un susto al presunto violador. Para llevarlo a cabo, ella le facilitó una escopeta de cartuchos que cogió de la armería de sus padres y que éste escondió en su coche. Después de una noche de copas, volviendo a casa, ambos, novio y ex, discutieron. Lolo sacó la escopeta, y disparó contra Manuel dos cartuchazos. Tras eso, recargó el arma y volvió a dispararle otros dos. El último, para rematarle, en la cabeza. Con la ayuda de un amigo que los acompañaba, arrojaron el cadáver a un pozo y lo cubrieron con escombros y tablas. Así lo contaron ellos en la revista Interviú, un par de días antes de entregarse. Y, sin embargo, no hay constancia alguna (ni siquiera denuncia) de que hubiera existido tal violación. Antes al contrario, la sentencia definitiva y las pesquisas policiales redundan en la teoría de que el asunto no fue sino una infidelidad consentida de María del Pilar con su ex, y un ataque furioso de celos del novio engañado que acabó con el asesinato premeditado de aquél a instancias de ella. Y la violación -¿y el embarazo y el aborto?- sólo una historia inventada para tratar de justificar lo injustificable.  Ella, como cómplice de dicho asesinato, fue así condenada a 30 años de reclusión que comenzó a cumplir en la cárcel de Brieva, en Ávila, y de la que, ignoro el porqué, salió en libertad apenas 7 años después, estableciéndose en Ávila, ciudad en la que se gana la vida dirigiendo un gimnasio de su propiedad.  
(Interviú)
Ahora, al haber sido elegida en primarias como cabeza de lista de la candidatura que Podemos presenta al Ayuntamiento de Ávila, y ante la posibilidad, no sé si remota, de que, tras las elecciones de mayo, pueda llegar a ser alcaldesa de dicha ciudad, esta macabra historia de hace más de 30 años vuelve a estar de actualidad, jaleada por políticos interesados y medios de comunicación especialistas en el regodeo morboso o ideológicamente contrarios a Podemos. Y lo que se pone en cuestión no es que esta señora pueda o no presentarse a las elecciones, porque puede hacerlo con toda legitimidad al haber pagado ya (y permítaseme el tópico) la ‘deuda contraída con la sociedad’, sino si ‘debe’ presentarse; si es conveniente que lo haga; si procede que una persona condenada en su día por asesinato, a pesar de estar ya plenamente reinsertada y rehabilitada, ocupe un cargo público. Y ojalá que el asunto fuera de la simpleza con la que lo ha definido su protagonista, achacando el acoso que está sufriendo a su condición de mujer, coletilla ésta majadera y torpe que hemos visto utilizar ya demasiadas veces cuando de escurrir el bulto se trataba, sea por la cochambre de un máster o la ordinariez homófoba de un exabrupto. Porque yo creo que lo que se está poniendo en juego con esta polémica es la calidad y la fortaleza de nuestra democracia. Nada más y nada menos. Que al dudar de que así sea y de que pueda ser así, digo, la limpieza democrática y ética de su derecho a intentar ser alcaldesa, estamos poniendo por encima de las leyes que rigen nuestro Estado de Derecho las normas etéreas de un supuesto código colectivo que, posiblemente, no haya surgido más que de nuestros prejuicios. Y andemos confundiendo moralina con moral y condenando de por vida a la convicta a las tinieblas exteriores.
En cualquier caso, si yo viviera en Ávila y me encontrara en esta tesitura, jamás la votaría. No por ser ella la mujer que es, sino porque jamás votaré a Podemos. Por la misma razón que jamás votaré a Vox. Porque en ambos casos creo que sería colaborar en el destartalamiento del edificio democrático que, con todas las goteras que queramos, hemos ido construyendo durante los últimos 40 años. De la misma manera que deseo que María del Pilar no se rinda y acabe presentándose a las elecciones, porque eso,  dicho sea más por disciplina teórica que por otra cosa, fortalecería nuestro imaginario democrático. O al menos el mío, primo. Quizá.

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