sábado, 23 de junio de 2018

URDANGARIN Y EL PISUERGA

(Fuente: RTVE)

Parece que lo primero que hizo Urdangarin al llegar a la prisión de Brieva fue preguntar por los servicios religiosos de los que podía disfrutar, porque, según leo, él y la infanta se han refugiado con ahínco en la religión en estos tiempos que viven de zozobra y mudanza. El penado, incluso, incluía entre sus pertenencias una Biblia y un rosario que, según parece, reza o tiene intención de rezar a diario, ignoro si en soledad o en compañía de sor Carmen, una monja adoratriz que refuerza la labor del capellán católico y es la encargada de asesorar, espiritualmente hablando, a quienes allí van a parar y solicitan sus servicios. Me parece muy bien que cada cual se refugie en el parapeto emocional o místico que mejor le parezca, a mayor abundamiento porque no viene sino a ser otra muestra de cómo la religión es utilizada como consuelo o como refugio por delincuentes de toda edad y condición, quizás con la esperanza de encontrar en las alturas la misericordia y el perdón que la justicia terrenal no puede concederles. Nada que objetar por mi parte, por supuesto. Sin embargo, siendo España, como es, un país constitucionalmente aconfesional, es de suponer que este apoyo espiritual a que todo preso tiene derecho por el hecho de serlo, estará disponible también para quienes profesen una religión distinta a la católica. Y junto a los capellanes católicos, la oferta de servicios espirituales de nuestras cárceles esté abierta  también a rabinos, imanes, monjes budistas o gurúes, por poner solo ejemplos de las más numerosas. Porque si no estaríamos en las de siempre, retorciendo la constitución para incumplirla.

(Fuente: RTVE)
Pues aprovecho que el Pisuerga pasa por Valladolid y Urdangarin por Brieva, y hablando de constitución diré que el hecho de que, en la toma de posesión del presidente Sánchez primero, y su flamante gobierno después, no hubiera en la mesa más que un ejemplar de la Constitución Española vigente, sin ningún símbolo religioso, me pareció un buen comienzo. Es solo un gesto, ya lo sé, y si se queda solo en eso me temo que una ocurrencia farsante más, salida de la fábrica del pasajero oscuro y ambidiestro que ahora rige la tramoya monclovita, pero que si es veraz, aportaría un dato elocuente de cuáles son las intenciones del gobierno socialista en este sentido, que no pueden ser otras que las de intentar una reforma constitucional que haga de España un país laico de una vez por todas, suprimiendo los privilegios, económicos y docentes sobre todo, de los que goza en mayor o menor medida la Iglesia católica desde los balbuceos de la dictadura franquista hasta la fecha y que ningún gobierno democrático, con mayoría absoluta o sin ella, ha tenido la valentía ni siquiera de insinuar. 80 años mal contados de purgatorio... yo creo que ya están bien.

Sé que los apoyos parlamentarios con los que cuenta el gobierno socialista hacen de esta empresa una ‘misión imposible’, con mayor razón si tenemos en cuenta que Pedro Sánchez, aunque también vaya de guaperas, no es ni con mucho Peter Graves. Y además, para colmo de males, no podría contar con los votos de los meapilas vascos y, al menos, de la parte de los separatistas catalanes que se halle bajo la égida del frailón mártir de Estremera. Pero en política hay batallas que por el solo hecho de plantarlas suponen una victoria, aunque al final la dictadura de la aritmética parlamentaria las compute oficialmente por perdidas. De modo que si el gobierno de Sánchez lo intentara, estoy seguro que una mayoría de los ciudadanos veríamos que la ausencia de Biblia y crucifijo en la toma de posesión no era un gesto de mera propaganda, de pura mercadotecnia política, ni otra traca más de cohetería vana orquestada por el mercader oscuro y ambidiestro que rige la tramoya monclovita, sino un acto de coherencia ideológica y de una honradez personal de la que tanto adolece últimamente la clase política española. Y que además demostraría que el presidente del Gobierno de España no es ese patán ignorante e inconsistente, rehén de sus socios circunstanciales que sus adversarios políticos no se cansan de repetir que es, sino un político con amplitud de miras, con la sagacidad suficiente para saber que la política es un oficio en el que la cortedad de miras es pan para hoy y hambre para mañana.

En fin, disfrutaría si todas estas elucubraciones de jubilado que he escrito se cumplieran. Y no se me caerían los anillos, (entre otras cosas porque el único que llevo es el que canonizó a mi santa el 13 de enero de 1979), si tuviera que hocicar públicamente y cambiar la opinión que ahora mismo tengo de Pedro Sánchez, de su consistencia ideológica, de su agudeza política, de su fuste personal. Pero, compartiendo mis temores, tengo que decir que para una de las pocas veces en mi vida en la que estoy dispuesto a rendirme sin condiciones, creo que la parte contraria no me va a dar la oportunidad. Pues anda y que le den, primo, porque yo no puedo hacer más.

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