sábado, 11 de marzo de 2017

EL GUARDIÁN INVISIBLE

(Fuente: doloresredondo.com)
Decía el sábado anterior que este país llamado España, sus gentes, a veces me zarandea y me lleva desde el desaliento a la esperanza, en un camino de ida y vuelta que agrava mis oscilaciones ciclotímicas. El abatimiento lo llevo con cierta resignación, por otra parte nada pasiva y siempre tratando de que no agrave mi natural tendencia al pesimismo, y el júbilo nunca me permite la euforia, entre otras cosas porque la mayoría de las veces es fugaz e inmediatamente eclipsado por la sombra espesa que nos rodea. De modo que cuando me regodeaba con la noticia de ese milagro que devolvió a la vida al conductor de una furgoneta por la rápida intervención del motorista al que había socorrido, salieron los cabestros al ruedo de la actualidad para llevarse a los corrales mi alegría. Y sustituirla por un cabreo estupefacto que casi me descangalla los goznes.

Y es que el pasado día 8 de febrero la televisión pública vasca  emitió un programa, supuestamente humorístico, titulado Euskalduna naiz, eta zu?'(Soy euskaldún, ¿y tú?). Era el sexto y último de una serie concebida por sus creadores como “una radiografía con humor de cómo somos los vascos”. Dedicado a España, fue el más visto de los seis con una audiencia de 27.000 espectadores, más o menos media España o así. En él, entre otros, aparecía la actriz Miren Gaztañaga declarando que nos veía (a los españoles) como culturalmente atrasados y un poco catetos, que cuando oía el himno  español en la televisión le entraban ganas de apagarla y no sé qué otras simplezas. Personalmente, las declaraciones que haga una actriz pueblerina de tercera, (la susodicha ha intervenido en solo 3 películas en toda su carrera), en un programa cutre dirigido al autoconsumo de la tribu euskaldún, me importan un bledo. Pero como el principio de acción y reacción puede descontrolarse en países como el nuestro en donde, como bien dijo don Antonio Machado, de diez cabezas, nueve embisten y una piensa, lo que podría haberse quedado en el reducto del establo de un ‘baserri’, por obra y gracia de algún melindroso guardián de los valores patrios más añejos adquirió en las redes sociales categoría de universalidad, coreado por los mugidos de un rebaño innúmero de morlacos que saltó al ruedo de Internet calamocheando y soltando gañafones a todo lo que se movía.

Las estampidas, ya se sabe, arrasan con todo lo que se les pone por delante. Y como por arte de magia surgió, entre bufidos iracundos, la etiqueta de #BoicotElGuardiánInvisible. ¿Salió del cacumen de alguno de estos guerreros del antifaz redivivo o fue producto de los intereses aún más turbios y espurios de alguien que se subió a un tren ya en marcha? No lo sé. Lo que es evidente es que, como suele ocurrir en ese submundo culturalmente inope, se convirtió en apenas 24 horas en tema del momento. Y así esta patulea de zopencos consiguieron hacer protagonista de la historia a una actriz con un papel marginal en la misma, al tiempo que despreciaban, en el colmo de su  ignorancia, a los artífices de una película que a mí me pareció excelente, de una oscuridad luminosa desconcertante,  con unos intérpretes ajustadísimos (espléndidos Marta Etura y Carlos Librado), una música que se escucha cuando debe escucharse, y un guion fiel a la novela original de Dolores Redondo que el film no desmerece pero tampoco mejora, algo que hubiera sido harto difícil porque es magnífica. Y es por ella por quien más me irrita esta sinrazón. Porque, sin conocerla personalmente, la siento muy cercana en el agradecimiento por las horas de emoción y de compañía que me produjeron la Trilogía del Baztán’y Todo esto te daré, su última novela. Me imagino que a la mayor parte de estos camándulas analfabetos que salen en tromba contra lo que ni conocen ni valoran, alardeando de la idiotez recalcitrante que es inherente a su aborregamiento modorro, les dará igual. Pues eso, que sigan uncidos a su inopia.

Esta situación me ha hecho recordar algo que dijo Umberto Eco y que retrata a la perfección el caso que nos ocupa: "Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles... Si la televisión había promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior, el drama de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad”. Y yo, a pesar de suscribir sin reservas lo anterior, ¿por qué sigo maliciándome que en esta campaña hay, además, un gato encerrado que ha escondido sus uñas entre las uñas de los cretinos? Seguro que Amaia Salazar sería capaz de despejar mis dudas.

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