 |
(Fuente: doloresredondo.com) |
Decía el sábado anterior que este
país llamado España, sus gentes, a veces me zarandea y me lleva desde el
desaliento a la esperanza, en un camino de ida y vuelta que agrava mis oscilaciones
ciclotímicas. El abatimiento lo llevo con cierta resignación, por otra parte
nada pasiva y siempre tratando de que no agrave mi natural tendencia al pesimismo,
y el júbilo nunca me permite la euforia, entre otras cosas porque la mayoría de
las veces es fugaz e inmediatamente eclipsado por la sombra espesa que nos
rodea. De modo que cuando me regodeaba con la noticia de ese milagro que
devolvió a la vida al conductor de una furgoneta por la rápida intervención del
motorista al que había socorrido, salieron los cabestros al ruedo de la
actualidad para llevarse a los corrales mi alegría. Y sustituirla por un cabreo
estupefacto que casi me descangalla los goznes.
Y es que el pasado día 8 de febrero
la televisión pública vasca emitió un
programa, supuestamente humorístico, titulado Euskalduna naiz, eta zu?'(Soy euskaldún, ¿y tú?). Era el sexto y
último de una serie concebida por sus creadores como “una radiografía con humor
de cómo somos los vascos”. Dedicado a España, fue el más visto de los seis con
una audiencia de 27.000 espectadores, más o menos media España o así. En él,
entre otros, aparecía la actriz Miren
Gaztañaga declarando que nos veía (a los españoles) como culturalmente
atrasados y un poco catetos, que cuando oía el himno español en la televisión le entraban ganas de
apagarla y no sé qué otras simplezas. Personalmente, las declaraciones que haga
una actriz pueblerina de tercera, (la susodicha ha intervenido en solo 3
películas en toda su carrera), en un programa cutre dirigido al autoconsumo de
la tribu euskaldún, me importan un bledo. Pero como el principio de acción y
reacción puede descontrolarse en países como el nuestro en donde, como bien
dijo don Antonio Machado, de diez cabezas, nueve embisten y una piensa,
lo que podría haberse quedado en el reducto del establo de un ‘baserri’,
por obra y gracia de algún melindroso guardián de los valores patrios más
añejos adquirió en las redes sociales categoría de universalidad, coreado por
los mugidos de un rebaño innúmero de morlacos que saltó al ruedo de Internet calamocheando
y soltando gañafones a todo lo que se movía.
Las estampidas, ya se sabe, arrasan
con todo lo que se les pone por delante. Y como por arte de magia surgió, entre
bufidos iracundos, la etiqueta de
#BoicotElGuardiánInvisible.
¿Salió del cacumen de alguno de estos guerreros del antifaz redivivo o fue
producto de los intereses aún más turbios y espurios de alguien que se subió a
un tren ya en marcha? No lo sé. Lo que es evidente es que, como suele ocurrir
en ese submundo culturalmente inope, se convirtió en apenas 24 horas en tema
del momento. Y así esta patulea de zopencos consiguieron hacer protagonista de
la historia a una actriz con un papel marginal en la misma, al tiempo que
despreciaban, en el colmo de su ignorancia,
a los artífices de una película que a mí me pareció excelente, de una oscuridad
luminosa desconcertante, con unos
intérpretes ajustadísimos (espléndidos
Marta
Etura y
Carlos Librado), una
música que se escucha cuando debe escucharse, y un guion fiel a la novela
original de
Dolores Redondo que el
film no desmerece pero tampoco mejora, algo que hubiera sido harto difícil
porque es magnífica. Y es por ella por quien más me irrita esta sinrazón.
Porque, sin conocerla personalmente, la siento muy cercana en el agradecimiento
por las horas de emoción y de compañía que me produjeron la
Trilogía del Baztán’y
Todo esto te daré, su última novela. Me
imagino que a la mayor parte de estos camándulas analfabetos que salen en
tromba contra lo que ni conocen ni valoran, alardeando de la idiotez
recalcitrante que es inherente a su aborregamiento modorro, les dará igual. Pues
eso, que sigan uncidos a su inopia.
Esta situación me ha hecho recordar
algo que dijo
Umberto Eco y que
retrata a la perfección el caso que nos ocupa: "Las redes sociales le dan
el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar
después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Pero ahora tienen el
mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles... Si la televisión había promovido al
tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior, el drama de
Internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad
”. Y yo, a pesar de
suscribir sin reservas lo anterior, ¿por qué sigo maliciándome que en esta
campaña hay, además, un gato encerrado que ha escondido sus uñas entre las uñas
de los cretinos? Seguro que
Amaia
Salazar sería capaz de despejar mis dudas.