sábado, 30 de abril de 2016

ELOGIO DE LOS LIBROS

Debo confesar, sin ánimo alguno de contrición ni de penitenciar por ello, que yo he tenido la gran fortuna de vivir una infancia feliz, la inmensa dicha de haber nacido en una familia de diez hermanos, 6 varones y 4 hembras, en la que se respiraba un aire limpio y sensible. Y, además, la suerte añadida de ser, junto a mi melliza Ángela, -ya ausencia irremediable-, el menor de todos. Esta lotería afortunada me proporcionó la bicoca de prolongar mi infancia sin preocuparme más que de disfrutarla, me ofreció el regalo extraordinario de poder ser niño durante más tiempo del que marcan los cánones. Crecí, -despacito-, en un hogar en el que los libros y la música eran tan de diario como las galletas María y la sopa de arroz, y en donde los ocho hermanos que me precedían chinchaban de los lindo, sí, pero también cantaban, escuchaban música y vivían mundos de fantasía de los que yo participaba porque me dejaban entrar en ellos, y en los que me refugiaba de esa tristeza absurda e inexplicable que aquella felicidad me proporcionaba. Por el pasillo eterno de aquella casa mía, el Capitán Trueno, Roberto Alcázar, Pedrín, Tintín, Milú, andaban de la mano, en un maremágnum  gratificante y delicioso, con  los héroes de Salgari, Peter Pan, Tarzán, Guillermo el travieso, don Mendo, Antoñito el Camborio, los sonetos de Gerardo Diego, la lírica del paisaje y del hombre de AtahualpaYupanqui … y tantos
otros sueños y descubrimientos más. Y, siempre, la dulce imagen de mi madre al contraluz del cierre y de la tarde, sentada en su sillón con las piernas cruzadas, aquel pañuelito blanco y un libro entre las manos mientras yo, ojos de niño esponja, la miraba embelesado pasar páginas silencio tras silencio. Ella ya no está. Ni tampoco está aquella casa mía. Sin embargo, la nitidez con que la edad va iluminando de nostalgia los viejos recuerdos, me lleva de nuevo allí. Y vuelvo a ser, junto a mi corazón, niño con ella.

Parafraseando a Manuel Pecellín, diré que en mi casa los libros eran libres. Se repartían por armarios empotrados, muebles y estanterías, esperándonos. Me imagino que mis padres confiaban en que la edad de cada uno actuaría como dique o cauce natural a la hora de que, cada cual, leyera el que mejor le pareciera, porque no recuerdo prohibiciones o vetos expresos por su parte. En una de esas cayó en mis manos un libro de Los Cinco, de Enid Blyton, que me encantó. Y algo cambió en mi interior. Porque ya no podía esperar al 6 de enero o al día de mi santo para leer el siguiente. Y así, haciendo equilibrios con la paga semanal, ahorré lo suficiente para comprar el siguiente. Y ese fue el punto de inflexión, el despertar de un ansia que, lejos de saciarse con esa primera compra, iba retroalimentándose y haciéndose insaciable. Porque la satisfacción de la compra, el gozo en el sacrificio hecho para llegar a casa con un libro nuevo, el disfrute de separar las hojas, que en muchos de ellos venían unidas, de oír el sonido que producía rasgar el papel y raspar los bordes cortados para igualarlos y embriagarte con ese olor delicioso que desprenden los libros nuevos, a mí me creó una adicción de la que adolezco hasta el día de la fecha. A partir de ahí, el libro pasó de ser solo un vehículo a ser también un fin. Ya no bastaba con leer, era necesario también tener. Porque cuando te acercas a un libro recién comprado vuelves a sentir una ilusión que se renueva como si cada vez fuera la primera.

Por eso creo firmemente que el libro de papel no desaparecerá nunca. Y que el libro electrónico jamás podrá sustituirlo, porque ni huele, ni pesa, ni se puede tocar, ni te cuesta encontrarlo cuando lo buscas en el batiburrillo de tu despacho o de tu casa, ni necesitas una escalera para alcanzarlo, ni suena cuando pasas sus hojas, ni precisa marcapáginas, ni tiene personalidad. He de reconocer, no obstante, que tengo un aparatejo de esos, que suelo utilizar de forma esporádica, para leer en la cama o cuando salimos de viaje. Y sanseacabó. En cualquier caso, puestos a ser maximalistas, mejor él que nada. Pero jamás para ser alternativa, sino complemento. Porque un libro de papel es fundamentalmente un texto, como el electrónico. Pero también es mucho más: un objeto tangible con su tamaño, su forma, su textura, su olor, y no una realidad virtual fría e impersonal. Además, se puede dedicar y regalar envuelto en papel de lujo. Y, a mayor abundamiento, hasta los que se nos atragantan pueden sernos provechosos utilizándolos, digo, para calzar una mesa coja o un armario desvencijado. Qué más se le puede pedir a un amigo.

sábado, 23 de abril de 2016

PISAR CIENO

Hay libros de poesía y libros de poesía. Quiero decir que los hay en los que te sumerges sin alboroto, buceas a través de sus páginas y, dejándote  llevar por su corriente plácida, vives la emoción de sus hallazgos de una manera dulce, acaso melancólica, con una languidez que no  altera ni  incomoda, que incluso relaja y te hace amigo del ensueño. Y hay otros que, al poco de empezarlos, presientes que esconden relámpagos que acabarán deslumbrándote.  Ante ellos debes armarte con toda la sabiduría lectora que puedas almacenar para que no  jueguen contigo destartaladamente, para que no te zarandeen de sentimiento a sentimiento, de poema a poema, de caricia a bofetada, como si fueras un pelele. Si lo consigues, si puedes vencer esa dialéctica bélica e incruenta, si, conforme avanzas por ellos, llegas a acostumbrarte a  las heridas que puedan producirte, si te sobrepones a su dolor lírico, asumiéndolo o sublimándolo, disfrutarás de ese gozo que producen las emociones encontradas, en lo que esta palabra tiene de confluencia y de enfrentamiento, de cruce de caminos. Y uno de estos libros señalados es Pisar cieno, de Rocío Hernández Triano, ganador del  XXXIV Premio de Poesía Ciudad de Badajoz que el Ayuntamiento de nuestra ciudad, felizmente empecinado, sigue convocando año tras año para que tengamos la oportunidad de conocer y de dar a conocer nuevas creaciones y, de ese modo, emocionarnos por partida doble.

Porque este poemario es, sin duda, un hallazgo conmovedor y definitivo con pocas concesiones al alivio, con una lírica dura y afilada que, arteramente, se cuela por la pequeña grieta por la que entró noviembre y a medida que vamos descubriéndolo, verso a verso, él va haciendo lo mismo con nosotros: nos destapa, descorre las cortinas de nuestro corazón e ilumina y despierta rincones que la vida había dejado a oscuras o en penumbra, dormidos u olvidados. Inventario de ausencias, de silencios, de vidas, rebosante por momentos de pericia poética, unas veces desde el grito, otras desde el susurro, nos lleva hasta el terreno de su sangre hasta hacernos sentir que el pulso que la mueve se hermana y se acompasa con el nuestro.

Como queriendo explicarnos sus coordenadas vitales y afectivas, la autora lo ha dividido en tres partes que son, en nuestra vida civil, las tres columnas que nos identifican: Libro de familia, Carnet de identidad y Otros documentos nacionales. Y, burla burlando, nos lleva, de la mano o a empellones, a recorrer con ella su infancia y su familia, a saber sus terrores, a escuchar sus lamentos, a aborrecer la odiosa ceremonia funeraria que entierra entre adjetivos el nombre de los muertos, a pisar con sus pies el fondo cenagoso de un mar que no era mar, a conocer el aura bonancible de viejos de su barrio que intercambian achaques, a recordar el fin de ese temor infecto que ha parido la patria, a advertir que los jazmines guardan el olor de los muertos, y a gustar la ternura de una jota, infantil e invertida, una cóncava madre luminosa que acuna a la vocal como a un cachorro y apacigua el dolor con su esperanza.

Antes, para situarnos en su punto de mira certero e implacable, después de poner el grito en el cielo y que este le devuelva su disparo de pájaros, nos cuenta su

PRESENTE

Mis padres no envejecen.
No se ensucia su aliento ni se pudren sus ojos,
no olvidan lo accesorio,
ni colocan sus dientes en un vaso de agua.  

Mis padres no se vuelven
oscuros, silenciosos, huraños, escondidos
detrás de las paredes, 
ni huelen a cerrado, ni incumplen sus promesas.

Mis padres son volátiles,
fugaces aerolitos, como pompas de espuma,
tan leves como hadas.

Mis padres se me escurren en mis manos de agua

y apenas tienen rasgos.

Solo son un concepto.
Mis padres ya no mueren.


Pero yo
vivo,
huérfana.


Sin dar casi respiro, apabullándonos, a golpe de desgarros como este, Rocío Hernández Triano nos da cuenta de todo. Porque este libro es como el cuadro escrito de su vida, una vida poblada de recuerdos, amables o llorosos obituarios que recrean el tiempo de aquellos que se fueron para no volver nunca. Y nos dejaron huérfanos.

sábado, 16 de abril de 2016

EL INSUMISO DEL IBI

Esa es otra
El Real Decreto Legislativo 2/2004, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley Reguladora de las Haciendas Locales, que desarrolla la figura impositiva del IBI para todos los consistorios españoles, exime del pago del mismo, además de a la Iglesia Católica y otras confesiones religiosas, a la Cruz Roja Española, inmuebles de gobiernos extranjeros en España y algunos afortunados más, a los bienes que sean propiedad del Estado, de las Comunidades Autónomas o de los ayuntamientos, que estén relacionados con la seguridad ciudadana y los servicios educativos y penitenciarios. Dado  que el presidente-consejero Vara, dizque para poder sostener los servicios que presta, sigue emperrado en escaquearse de pagar el IBI de los centros sanitarios del Servicio Extremeño de Salud, en  hacerlo de forma legal y en no erigirse en un insumiso fiscal ante los ayuntamientos de la comunidad, -que tendría guasa la cosa-, propone en la Ley de Medidas Tributarias, que acompaña a los presupuestos de 2016, que dichos centros sanitarios pasen a ser considerados servicios educativos. Con este birlibirloque la Junta de Extremadura se ahorraría 2,4 millones de euros al año.

Si de verdad nuestro presidente bifronte cree consistente ambos planteamientos, digo,  la justificación del impago y el método elegido para llevarlo a cabo,  no puedo hacer otra cosa que preocuparme seriamente,  porque esto me llevaría a poner en cuarentena su capacidad de raciocinio y de discernimiento. Si, como me malicio, se trata solo de una artimaña política en busca del vericueto que le permita eludir el pago, los argumentos esgrimidos son tan de ‘mírame y no me toques que si me tocas me caigo’, que mi preocupación, sin disminuir en su intensidad, al huir de la sartén de su hipotética falta de lucidez  me hace caer en las brasas de su presunta torpeza. Me escapo de estas angustias especulativas creyendo que el presidente-consejero debió de pensar, cuando soltó la patochada presupuestaria, que los alcaldes del PP de los ayuntamientos afectados eran tontos de capirote, y los del PSOE, a pesar de ser listísimos, se harían los bambarrias y callarían dóciles por aquello del centralismo democrático de  los partidos, ese invento para incautos que viene a ser la misma sinrazón que la horizontalidad vertical, pero más cargada de bombo. Y sus administrados, además de tontos y manejables, o quizás por serlo, acabaríamos creyéndonos todo lo que dijera con el desparpajo al que nos tiene acostumbrados. 

Y es que, -como bien me comenta mi amigo Alberto-, vamos a ver: ¿Cómo quiere este político desdoblado hacernos tragar que para mantener los servicios del SES, que tiene presupuestados este año 1.534 millones de euros, son de vital importancia los 2,4 del IBI, que suponen sólo el 0,16% del total? Es como si yo le digo que no le invito a una caña porque, si lo hago, no llego a fin de mes. Una paparrucha de órdago. Y lo de equiparar los centros sanitarios con centros educativos no le va a la zaga en cuanto a inconsistencia. En qué lo basa, ¿en los MIR, en las prácticas de los pre o posgraduados?  Está tan traída por los pelos la excusa de mal pagador que, si es por eso, podría acogerse al chollo condonante cualquier empresa de titularidad pública que, en algún momento, tuviera entre sus trabajadores alguno con contrato de prácticas. Eso es confundir la parte con el todo, categorizar la anécdota a martillazos. ¿No sería mejor, en vez de andar haciendo encajes de bolillos ridículos, tratar de modificar la Ley Reguladora de las Haciendas Locales, dar cabida en ella a la exención de los centros sanitarios públicos y se acabó la historia? No sé, yo no entiendo mucho de esto, pero es lo que se me ocurre para zanjar el problema. Y hasta tanto se consigue, pues a pagar como cualquier hijo de vecino.


En fin, creo que el ejemplo que la Junta de Extremadura da a los ciudadanos  tratando de escabullirse, con subterfugios tan enclenques y disparatados, del pago de un impuesto al que la ley en vigor le obliga, es poco edificante. Y nada pedagógico fiscalmente hablando, porque  nos deja la puerta abierta a los sufridos sujetos pasivos de las distintas haciendas, nacionales, locales y autonómicas, a hacer nuestro el disparate y a que nos abstengamos de pagar el IBI, el IVA, el IRPF, el Impuesto de Circulación, las tasas de la ITV y cualquier otro crujido que se me olvide, en aras a mantener los servicios educativos y sanitarios de nuestros respectivos hogares. Porque si a él le vale este pretexto, ¿por qué no va a valernos a nosotros?... Ahora, eso sí, las cañitas y las zampas ni tocarlas, ¿vale?, que hasta ahí podíamos llegar, primo.

sábado, 9 de abril de 2016

ANDREA, NAYARA, ÁNGELA Y SUSANA

Hay noticias que me desconciertan, me trastornan y me indignan de tal forma que  hacen que dude de la posibilidad de que, algún día, esta España de nuestros pecados deje de ser un país principiante en manos de aficionados o incompetentes. Y una de ellas es la historia, que cuento a grandes rasgos, de Susana Guerrero: Nacida en el seno de una familia desestructurada, creció de centro en centro de menores. Estando en uno de ellos, un matrimonio se interesó por su adopción, y aunque nunca llegaron a terminar el proceso de su formalización, pasaba cada vez más tiempo con ellos. Cuando contaba 13 años, su ‘padre adoptivo’ comenzó a abusar sexualmente de ella. La policía, ignoro el porqué, sospechó, investigó y, tras el reconocimiento de Susana en un hospital que confirmó los abusos, el tipo fue condenado a prisión, donde estuvo varios meses. No cumplió toda la condena porque ella, dominada psicológicamente por su agresor, acabó declarando en su favor. Este estado de cosas lamentable continuó y, con 17 años, quedó embarazada de una niña, Nayara. Él, que tenía 34, decidió dejar a su mujer y se establecieron juntos.

Nayara y Susana
A partir de ahí comenzaron también los maltratos físicos. Cuando la pequeña cumplió dos años, tras denunciar la última agresión en los juzgados de Talavera de la Reina, donde vivían, Susana huyó con su hija. Convicto y confeso, fue condenado de nuevo a prisión. Al cabo de 4 años, madre e hija pusieron tierra y mar de por medio y se fueron a vivir a Canarias, con la esperanza de empezar una vida nueva lejos de la angustia y el dolor. Es entonces cuando el padre, putativo de la madre y biológico de la hija, comienza a pelear la custodia de Nayara, alegando que Susana es “una persona inestable y sin recursos económicos”. Se le concede así un régimen de visitas que la madre debe costear y que incumple ante las sospechas fundadas de que la niña sufre abusos sexuales por parte de su progenitor, abusos que acaban siendo confirmados y denunciados, además de por Susana, por una pediatra de la Seguridad Social de Canarias tras varios peritajes independientes. A pesar de todo lo anterior, ante la reiterada vulneración del régimen de visitas, la jueza del Juzgado de Instrucción nº 5 de Talavera de la Reina, doña Ana Belén Gómez Dorado, decide concederle la patria potestad al padre. Con lo que una niña de 10 años, si la Audiencia de Toledo no lo remedia, será entregada, -para mayor escarnio, gracias al dictamen de la misma jueza que lo condenó-, a un maltratador confeso, culpado también de pederastia y con causa abierta en Canarias por los mismos delitos. 

Para llegar a esta situación monstruosa parece que doña Ana Belén invocó el Síndrome de Alienación Parental, SAP, un engendro acientífico y apestoso urdido por un ‘médico’ estadounidense llamado Richard Gardner, machista, defensor de la pedofilia y él mismo pedófilo que, afortunadamente, se suicidó en 2003 acuchillándose siete veces. Este síndrome, no reconocido por ninguna organización ni asociación médica o psiquiátrica de referencia, ni por ningún país del mundo excepto Brasil, ni por el Consejo General del Poder Judicial de España, no tiene otra razón de ser que el de articular un invento ad hoc para la defensa de abusadores sexuales de menores, enfocado, fundamentalmente, a los casos de divorcio o separación en los que se esgrimen estos motivos. ¿Cómo entonces puede invocarse en España para fundamentar sentencia tan incomprensible?


Andrea
Yo no soy jurista y no sé si el ordenamiento jurídico vigente en España da marchamo legal a este dislate. Pero tanto si esta aberración judicial, que violenta el sentido común más básico, está respaldada por las leyes que correspondan, como si solo se deben al delirio de una profesional inepta o necia, ya no me cabe duda de que vivo en un país perverso, deshumanizado y chapucero. Y tan esquizoide y absurdo que dice proteger al menor, imponiéndole penas ridículas cuando viola y asesina, -a veces de la forma más cruelmente canalla-, al tiempo que pone bajo la custodia de un depravado a una criatura indefensa de 10 años. Si quien tiene la culpa de estos despropósitos es la ley, nuestros legisladores deberán corregirla con urgencia. Si, por el contrario, la culpa es de quienes la aplican de manera torticera e impune, habrá que impedir que jueces tan incapaces resuelvan sobre la vida y el bienestar de nuestros inocentes. Para que estos litigios no acaben en el horror de la pequeña Andrea, hija de Ángela González Carreño, víctima de un caso similar y asesinada por su padre tras tres años de demandas desatendidas.
Ángela

sábado, 2 de abril de 2016

EL MÁRTIR SINDICALISTA

Este pasado lunes, 28 de marzo, se cumplieron 74 años de la muerte de Miguel Hernández en la cárcel de Alicante. Y si un día después de la efeméride él no pudo removerse en su tumba, a mí sí se me revolvieron las tripas viendo la utilización miserable y zopenca que la líder de Podemos en Andalucía, esa cretina con faralaes llamada Teresa Rodríguez, hizo del poeta al compararlo con Andrés Bódalo Pastrana, militante podemita del Sindicato Andaluz de Trabajadores, con motivo del  ingreso en prisión de este. La verdad es que cada vez que un político, iluminado o no, echa mano de la figura de un escritor para arrimar el ascua a su sardina, a mí, de entrada, se me abren las carnes, porque normalmente lo hacen para manipular su figura y su obra con un desparpajo cochambroso que da asco. Y si el aludido ya no está entre nosotros y, por tanto, carece de voz para poder ejercer el derecho de réplica, es que me llevan los demonios. Así que cuando leí el tuit de la mentada mameluca,  -"¿Sabéis a quién me recuerda hoy Miguel Hernández? A Andrés Bódalo"-, me cogí un cabreo que todavía me dura. Y lo que te rondaré, morena, porque la equiparación indecente que hace entre un poeta sublime cuyas únicas armas fueron la voz y la palabra, y un energúmeno que utiliza puños y patadas para defender sus argumentos, me pareció, sin entrar en muchos más detalles, algo así como relacionar los bollos de leche de La Cubana con la boñiga fétida de una vaca con disentería.

Y es que la trayectoria activista del tal Bódalo, que le ha llevado a dar con sus michelines en la cárcel, es para no perdérsela. El tipo, con la misma gorra estrellada y calada en sentido inverso desde hace 15 años, con lo que tiene que acumular saín para nutrir las botas de todos los militares de la 2ª Región Militar, acarrea hasta cuatro condenas por actos violentos: La primera, cuando formando parte de un piquete informativo en la huelga general del año 2002, destrozó una heladería en Úbeda, que ya es informar con contundencia; la segunda, dictada en 2011, por el asalto a la Consejería de Agricultura en 2005, en cuyo desarrollo propinó, en amigable charla, puñetazos a varios policías, y que se saldó con penas de uno y dos años de cárcel respectivamente, suspendidas con la condición de que no volviera a delinquir; la tercera, de 2014, por altercados en la presentación de un libro de Sabino Cuadra, diputado de Amaiur, en Jaén; y la cuarta, dictada el 27 de octubre de 2015, por la agresión en 2012 al teniente de alcalde socialista del Ayuntamiento de Jódar, y en la que se le condena a tres años y medio de cárcel, y no a uno solo como a los otros tres compañeros acusados, al aplicársele el agravante de reincidencia. La biografía poética e intelectual de la criatura, ya se ve, es digna de medalla. En fin, dado que renunció a presentarse voluntariamente en prisión, entre él y sus compañeras y compañeros de lucha organizaron el sainete de la acampada solidaria a la espera de que la policía fuera a detenerlo, espectáculo que resultó tan folklórico y panderetero como estaba previsto, sobre todo cuando el protagonista principal, encumbrado a mártir de la lucha obrera y campesina por la propaganda mendaz de su jarca, rompió a gimotear de manera inconsolable. Ver a este matasietes de baratillo hacer pucheros como si fuera la Pucheritos de Toyse, fue un espectáculo del todo grotesco que dejó al descubierto la cobardía y falta de amor propio que adornan al individuo. Los ídolos de barro es lo que tienen.


No obstante lo anterior, siendo como es concejal liberado en el Ayuntamiento de Jaén, ya ha anunciado que no piensa renunciar al acta y que seguirá ejerciendo las funciones inherentes a su cargo, porque conoce a fondo los problemas de los barrios jienenses más desfavorecidos y a ellos se debe. Él, quizá, en ‘petit comité’, lo ha dicho a su manera, algo así como: “Al que venga por mi acta de concejal, le aviento un par de hostias que lo espabilo. Así que… ojito, garabito”. Pero el resultado viene a ser el mismo. Si se lo conceden, sin pretenderlo ni entenderlo, podría convertirse en el primer caso de oxímoron viviente del que se tiene constancia, al coincidir en su persona las realidades opuestas y excluyentes de estar liberado y preso al mismo tiempo. Un fenómeno, primo. Ríete tú de la paradoja del gato de Schrödinger.