sábado, 24 de octubre de 2015

¿A LA VEJEZ, MACHISTA?

Leí el pasado domingo la entrevista, extensa y clarificante, que Manuela Martín le hizo a Guillermo Fernández Vara en estas páginas. Hay aspectos de la misma en los que no me atrevo a entrar, más que nada porque no tengo datos ni conocimientos suficientes como para poder opinar sobre ellos: la herencia recibida, el desfase presupuestario, el déficit, la deuda, histórica o actual, los entresijos de las relaciones políticas... Ahí siempre hay declaraciones encontradas de los que se van y de los que vienen, con lo cual mejor callar que pasarme de listo. Sobre todo cuando la legislatura está en pañales y, como decía el otro, lo que sea sonará. Me imagino que a lo largo de estos cuatro años se irá viendo quién tiene razón y, sobre todo, quién es más veraz o, si se prefiere, quién nos miente menos. Dicho sea de paso, eso de los 100 días de tregua siempre me ha parecido una estupidez fuera del contexto en el que tuvo su origen, pero hay tópicos que se enquistan en el imaginario colectivo y a ver quién es el guapo que los avienta.

A pesar de mi prudencia, hay dos afirmaciones que no puedo pasar por alto y sobre las que sí me siento capacitado para opinar como cualquier hijo de vecino. Dice el presidente-consejero, refiriéndose a la pasada legislatura y a las dificultades de su labor de oposición, que hubo de efectuarla “con un apagón informativo brutal y con un control de los medios públicos como nunca se había conocido”. La persecución del anterior gobierno regional por activa o por pasiva a los medios no afines, ha sido patente. Pero es difícil de entender, o no, cómo alguien que no es un recién llegado del espacio exterior, sino que fue consejero y delfín del sátrapa, puede soltar afirmación tan contundente con ese desahogo amnésico, teniendo en cuenta que él colaboró con alguien que retorció la famosa frase de McLuhan y, haciendo con ella un anagrama cutre y despótico, la transformó en “El miedo es el mensaje”, y, así, controló y acosó a medios públicos y privados que no le rendían la pleitesía incondicional que él demandaba. Como diría Cantinflas: “Fíjate, tan grandote y tan olvidadizo”. Y en un recuadro, se destaca estotra: “No he conocido a ninguna a mujer que haya trabajado conmigo que haya sido una inútil; a hombres sí”. De entrada, me quedó la duda de saber si es que ninguna era inútil o a la inútil que hubiere, de haberla, él no la conocía. Pero visto después el convincente ejemplo con que ilustra aseveración tan maximalista ya no me quedó ninguna duda: “Pepe Gotera y Otilio eran hombres”. Pues ya está todo dicho, así que de doña Urraca o de las hermanas Gilda mejor ni hablamos.

O al menos no hablo yo, vaya a ser que mi vida vuelva a sumergirse en la vorágine de dudas que me supuso leer el artículo que, páginas más adelante, firmaba Beatriz Muñoz González y en el que descubrí que, por dos líneas anecdóticas de un artículo anterior, me incluye en la infame nómina de los machistas de la Universidad de Extremadura. Y acoto hasta la territorialidad y el enclave profesional porque ella, además de profesora de Sociología en la UEx como añade a su firma, es la directora de su Oficina para la Igualdad. Y me imagino que hasta ahí es hasta donde abarca su jurisdicción y su posibilidad de estigmatizar pontificando. La verdad es que la alarma me duró poco porque, leído el texto con detenimiento y después de un primer titubeo, vi sus argumentos tan pueriles, tan manidos, tan propios de un razonamiento inductivo (gracias, Pilar),  tan inconsistentes, que al momento recuperé la presencia de ánimo. Y es que escribir un artículo catalogando de manera dogmática opiniones ajenas a base de hacer categoría de la anécdota es, además de una osadía, una torpeza impropia de una mente con un mínimo de racionalidad. Si en realidad de lo que se trata es de justificar el puesto y el rol, añadido al mismo, de ojeador de todo aquél que se salga de los límites de la corrección político-feminista al uso, al menos debería documentarse antes de incluir a alguien en el catálogo de los impresentables y no hacerlo de manera tan frívola e injusta.

Pero bueno, al final quedé tranquilo cuando mi santa, después de hacerle partícipe de mis cuitas y de leer el artículo de marras, me dijo de la forma categórica con que dice las cosas cuando son como son: “Anda ya, Jaime, ésta no te conoce. Ni caso”. Pues amén.

1 comentario:

mangelalcon dijo...

Que razón tiene tu santa con la recomendación que te hace, lo que de otra parte, es normal porque te conoce muchísimo mejor que los demás.