sábado, 10 de octubre de 2015

COMIENZO DE CURSO

Parece que el gallinero se va animando. Hemos pasado 100 días en una especie de parada técnica en la que unos y otros han medido distancias valorando con pequeños picotazos la capacidad de reacción de los contrincantes, pero sin que llegara la sangre al río. Apenas resaltar un par de salidas de pata de banco de Monago que tan solo han servido para desnudarle y dejarnos descubrir su interior más tortuoso y mezquino. Porque sus lamentables declaraciones tras la dimisión, más que justificada por sus problemas de salud, de Santos Jorna como consejero de Medio Ambiente, y la equiparación ciertamente miserable y torpe de la caída de un falso techo en el Hospital Infanta Cristina, un incidente menor, con el incendio de la Sierra de Gata, una catástrofe mayúscula, han demostrado de forma palmaria hasta donde puede llegar su falta de escrúpulos y su exceso de bilis.

Esta calma chicha postelectoral se ha roto esta semana, como si el otoño, con el comienzo del curso y el fresquito mañanero, hubiera despertado a nuestros políticos de la modorra estival. Un primer síntoma que ha abierto las expectativas de un nuevo periodo de actividad ha sido el asunto Ropero, que en plan La Parrala con su Senado sí-Senado no, ha demostrado que la intención más que conjeturable del PSOE extremeño de romper, en lo posible, con la vieja guardia ibarrista, no va a ser tan fácil. Desde mi punto de vista, aquí pincharon en hueso y los toreros resultaron toreados por un cinqueño que, a pesar de una rendición final aparentemente ortodoxa con el canon de ‘una persona, un cargo’, los ha tenido en su terreno y ha soltado el mango de la sartén cuando le ha parecido bien. El desequilibrio de fuerzas y de astucia ha dejado en evidencia a más de uno, que esperaba encontrar a un manso manejable y ha tenido que lidiar con un morlaco más resabiado que el mismísimo Ratón. A mayor abundamiento, convendría no olvidar que Vara fue presidente de la Junta de Extremadura, (y por eso lo es ahora), gracias a que fue adoptado como delfín por el gran preboste omnisciente. De modo que, en ocasiones, romper con el pasado ajeno no es tarea sencilla cuando resulta imposible romper con el propio. A no ser, claro está, que se repita aquello del camino de Damasco de Saulo y, tras el derribo del caballo y la revelación cegadora, haya quien se tenga que cambiar hasta de nombre y no le baste, para marcar autonomía, con un discurso bonachón y bienintencionado. Y en este caso, para más inri, la empresa puede ser aún más que dificultosa, porque el dios que lo ilumine derribándolo podría ser el mismo que lo encaramó en lo alto del corcel.

Otro dato que durante la semana ha marcado el reinicio de la actividad política ha sido la presentación, por parte de la consejera de Hacienda, Pilar Blanco-Morales Limones, del plan económico financiero 2016-2018. La vi unos instantes en el telediario regional, en la rueda de prensa que convocó al efecto, y la primera impresión no pudo ser más negativa. La última imagen que tenía de ella fue al poco de ser nombrada, y me pareció una mujer elegante, como vestida de domingo, pulcra, repeinada, segura de sí misma, con aspecto saludable y, sí, con alguna dificultad para expresarse con fluidez pero con cierta capacidad dialéctica para salir del atascamiento. Por lo poco que vi anteayer en televisión, la encontré demacrada, titubeante, insegura y con su incapacidad expresiva aumentada. Por no hacer juicios apresurados, he buscado en Internet la rueda de prensa y la he visionado entera. Y me ha confirmado que mi primera impresión no iba desencaminada. Seguía vestida de domingo, eso sí, pero despeinada, ojerosa, insegura, con la mirada huidiza y, lo que es peor, con un discurso de catecúmeno reiterativo y recurrente, lleno de tópicos y eslóganes generalistas, con pocas cifras, menos explicaciones y una capacidad de decir una cosa y su contraria que me apabulló y me produjo una sensación de fragilidad en sus convicciones y en la solidez de su línea argumental del todo desasosegante.


Pero bueno, en lo que a mi actividad articulística se refiere y haciendo de la necesidad virtud, me acojo al viejo dicho de que “cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana”. Ahora que la puerta siempre abierta del inefable Fernando Manzano, otrora presidente de la Asamblea y, por tal, primo de su chófer, solo se me ofrece entornada de manera esporádica, es posible que las urnas me hayan abierto la ventana luminosa de esta consejera de intermitente y pálida facundia. No sé si tendrá chófer pero, a estas alturas, eso ya me da igual.

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