viernes, 10 de octubre de 2014

CHAPUZAS CRIMINALES

“No hay mal que por bien no venga”, dicen que dijo Franco, dando muestra fehaciente de una altura moral aún menor que la física, cuando se enteró de que su amigo Carrero Blanco había volado por los aires a manos de ETA. Salvando todas las distancias, infinitas entre una situación y otra, y dado que es frase hecha y sobada que lo mismo vale para un roto que para un descosido, eso mismo podríamos decir, si lo analizamos con mediana sensatez, del embrollo con todos sus pormenores que se nos ha venido encima a partir del contagio por virus de Ébola de la auxiliar de enfermería Teresa Romero. En unos pocos días ha habido tal acumulación de noticias, sucesos, declaraciones, dictámenes, medidas, actuaciones y medias verdades que no encontraba manera de aclararme ni de saber, con un poco de calma desinteresada, si tenían razón los unos, los otros o ninguno de ellos. De modo que para poder adquirir razón (si es que esto es posible en este caso) he tenido que bucear en el maremágnum de una información apabullante -y tantas veces sesgada por la ideología o el pesebrismo- intentando separar el trigo de la paja. Y ni aún así creo haber salido airoso del trance. Pero, bueno, si de este asunto, manipulado por aquí y por allá, han opinado (y ahí va mi primera valoración) un consejero de Sanidad ceporro y disparatado, y una ministra del mismo ramo insípida y berzas, por qué no voy a poder hacerlo yo.

Desde mi punto de vista y (recalco para los cerriles) a partir del contagio de la auxiliar de enfermería Teresa Romero, la primera víctima irreversible del desconocimiento o del cinismo de las autoridades encargadas de gestionar la crisis ha sido el perro de la enferma, Excalibur, al que han matado por si las moscas. Una vez que se supo que la decisión estaba tomada, las movilizaciones que se organizaron para impedir una muerte a todas luces precipitada les vinieron a los mandamases como anillo al dedo, así desviaban el foco de atención desde su inoperancia hasta la algarada callejera de unos desaprensivos que, etiquetados así por corifeos de uno y otro pelaje, ‘valoran más la vida de un perro que la de una persona’, siendo esto último absolutamente demagógico y falso, pues los manifestantes sólo trataban de impedir una muerte en principio innecesaria. (Si se me permite la digresión, puestos a elegir y dependiendo de qué persona estemos hablando, en más de un caso yo me quedaría con el perro sin el menor atisbo de duda). Una de las razones que se esgrimieron para la felonía fue que la Comunidad de Madrid no dispone de instalaciones adecuadas para poner al animal en cuarentena. Leo en “La Razón”, (y cito al medio sólo para evitar suspicacias paranoicas), que en esa Comunidad, en Valdeolmos,  existe un animalario nivel 4, que depende del INIA-Ministerio de Economía y Competitividad-Gobierno de España, capacitado para acoger a Excalibur. Se negaron a hacerlo puesto que ya estaba dada la orden para su sacrificio. Pues eso, ¡fuera bicho!, aunque muerto el perro no se acabó el ébola, valga la salida facilona.

Siendo lo anterior grave, la cadena de chapuzas, improvisaciones y despropósitos que ha llevado a que Teresa se contagie y haya podido contagiar a otros, entra de lleno en el terreno de lo criminal. Empezó mal, con el ingreso de los dos misioneros en el Carlos III a cargo de un equipo médico que denuncia la falta de formación recibida y la insuficiencia de las medidas de seguridad: Equipados con trajes de protección nivel 2, cuando los indicados para estos casos son de nivel 4, obligados a quitárselos en un cuchitril de 1x1,20 metros y, en el día en que presuntamente la enferma se contagió, sin otra persona que la vigilara ni cámara grabando como es obligatorio. Y siguió peor, con la surrealista situación de ‘vigilancia pasiva’ a la que pasó después de la muerte de ambos misioneros, en la que se le permite hacer vida normal, sólo obligada a tomarse la temperatura dos veces al día y, si tuviera fiebre, a llamar al Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de La Paz. Así lo hace el día 29 de setiembre, pero como la temperatura no alcanza los 38,6º que indica el protocolo sui generis de Sanidad, y a pesar de que dicho Servicio tenía constancia de sus antecedentes de exposición al virus, se le indica que vaya a su médico de familia, cosa que ella hace al día siguiente sin contarle su situación al no pensar, quizás por la pasividad del mencionado Servicio, que pudiera estar infectada. Le diagnostican gripe y le recetan antipiréticos y analgésicos. En la madrugada del 6 de octubre se encuentra peor y llama a Emergencias. Un epidemiólogo de Salud Pública le hace telefónicamente la encuesta protocolaria y descarta el riesgo de ébola. No obstante un médico de Emergencias la visita y, viendo su estado, ordena su traslado en ambulancia al hospital Fundación Alcorcón. La ambulancia es la habitual y los profesionales que realizan el traslado no adoptan ninguna medida precautoria, dado que la alerta por ébola no está activada. Es en el hospital de Alcorcón donde, tras conocer sus antecedentes, la aíslan y, tras dos análisis, confirman el contagio por virus de Ébola. A todo esto la ambulancia sigue realizando traslados, hasta siete, antes de ser desinfectada. A partir de ahí, el vía crucis para Teresa, que lucha por salvar su vida, y la inquietud para trece personas ingresadas en observación. Y la riada de declaraciones mostrencas o silencios ominosos de los impresentables políticos de turno, mamarrachos que con su inoperancia han puesto en jaque la salud y la vida de un puñado de ciudadanos y para los que la destitución sería apenas un regalo navideño.


Ojalá que Teresa consiga salir airosa de esta lucha con la muerte y los demás ingresados salgan indemnes del riesgo corrido, a pesar de que parece que nuestras incompetentes autoridades sanitarias han actuado en contra de tan buenos deseos. Mientras tanto Rajoy, el jefe de la tribu, levitando en su mundo virtual, nos comunica orondo que sus colegas europeos le han felicitado por lo bien que España está gestionando esta crisis esperpéntica. Seré generoso y pensaré que semejante idiotez es consecuencia de su desconocimiento idiomático. Igual le han dicho inútil y pringue zorra y él, impertérrito en su ignorancia, les ha contestado con un “zanquiu” mayestático. Ya te digo.

1 comentario:

Muli dijo...

Muy bueno el comentario.Estoy de acuerdo contigo,menos en lo del perro.Creo que con este tema se han sacado las cosas de madre.
Un abrazo.