viernes, 12 de septiembre de 2014

CUESTIÓN DE SUPERVIVENCIA

Continuando con la enumeración iniciada en mi artículo anterior, otro de los motivos que me impidieron el sosiego necesario en mi paréntesis vacacional además del caso Pujol, al que me refería en él, ha sido el seguimiento de las atrocidades cometidas por el llamado Estado Islámico, cada vez más rutinarias en su salvajismo, y a la expansión de sus dominios en Irak y Siria donde ya abarca, según algunas estimaciones, casi 90.000 quilómetros cuadrados. Con unos efectivos, convencidos o forzosos, de más de 30.000 hombres, que manejan artillería pesada, lanzadores de cohetes, ametralladoras, baterías antiaéreas, tanques y vehículos blindados, y con una financiación producto fundamentalmente de la venta de petróleo y gas de los campos que controla que le permite disponer de unos 2.000 millones de dólares en efectivo. En los territorios invadidos extermina, de todas las formas imaginables e inimaginables, en metódica y brutal limpieza étnica y religiosa, a todo aquél, musulmán o no, que disienta de su doctrina fanática, mientras que las mujeres no musulmanas son tomadas, regaladas o vendidas como esclavas sexuales, cuando no asesinadas directamente. La ablación vuelve a ser práctica común por obligatoria. En fin, un horror creciente que los gobiernos occidentales veían por televisión con una pasividad preocupante hasta que los EE.UU. reaccionaron, empezando en solitario una serie de bombardeos más o menos selectivos contras los monstruos, quizás conscientes del fiasco final que ha supuesto su invasión de Irak, a la que han dejado dividida, militarmente enclenque y a merced de los yihadistas que ahora tratan de comérsela.

Tras este primer paso dado por los americanos se ha formado, afortunadamente, una coalición internacional de 40 países para luchar contra el EI. Diez árabes, entre ellos Irán, además de Francia, Alemania, Reino Unido e Italia entre otros. ¿España? Pues no, España no. Porque a pesar de que nuestro pasmado y pasmoso presidente ha reconocido que en Irak y Siria existe “una gravísima amenaza... que también afecta a nuestra seguridad”, a pesar de que no va a haber despliegue de tropas y de que el grado de colaboración depende de lo que quiera el país colaborador según su mejor saber y entender, (apoyo logístico, espacio aéreo, entrenamientos, servicios de inteligencia, armas o ayuda humanitaria), Rajoy ha dicho que no, que por el momento que les vaya bien, que España si acaso, mañana, ya veremos a ver... Las palabras de Alejandro Alvargonzález, secretario general de política de defensa explicitan nítidamente, a pesar del circunloquio, la verdadera razón de la espantada: “No está España en una situación todavía como para pensar en acciones militares en Irak. En el imaginario colectivo español el tema de Irak es complicado”. Quiere esto decir, o al menos yo así lo veo, que la causa de la deserción de España de la defensa común y, por ende, de la suya, no ha sido más que un ataque agudo de cagalera electoral de su presidente, que piensa en Irak y en el 11M, con la elecciones municipales a la vuelta de la esquina, y se nos va por la pata abajo. En cualquier caso, y hay que hacerlo notar, una decisión encomiable de gran estadista, sereno y ponderado, no superada por ninguna de las tantas a que nos tenía acostumbrado su insigne predecesor en el cargo. Gracias a ella seguro que la confianza en nuestro país ganada a pulso en los círculos internacionales por el suricato antecesor, a partir de ahora seguirá brillando, más refulgente si cabe, como la de un aliado fiable en el seno de la OTAN y del mundo occidental.

Ironías aparte, lo que estos mastuerzos parece que no comprenden o no quieren comprender, o sí,  es que este asunto no tiene nada que ver ni con Irak, ni con el imaginario colectivo ni con otras falacias que nos quieran hacer tragar creyéndonos tontos. Es mucho más, tanto más como que viene a ser una cuestión de supervivencia. De supervivencia no sólo de nosotros, ni siquiera de ellos, que mira tú, sino de la cultura occidental como la hemos conocido y disfrutado hasta ahora. Sirva como dato que casi el 10% de los integrantes de esas mesnadas de asesinos son occidentales, han crecido en nuestras calles y en nuestras ciudades, y se han fanatizado en el odio al amparo de una permisividad tan bobalicona como suicida. Y habrá que saber qué tanto por ciento se ha quedado entre nosotros esperando su oportunidad. Y escuchar sus intenciones: “No disfrutaremos de la vida, no descansaremos hasta que todos los prisioneros musulmanes sean liberados, hasta que conquistemos Al-Andalus por la fuerza y no con las palabras. Estableceremos el estado islámico, que se expande día a día, con bombas y explosiones. El califato ha regresado. Los corazones de los infieles están llenos de terror. Los bombardeos no pararán hasta que la cruz sea destruida, los cerdos asesinados y la ley islámica restablecida. Volveremos al islam a través de la coerción, moliendo a palos vuestras narices y cortando vuestros cuellos”.


Este es el panorama y este es el enemigo. La contundencia de sus intenciones no deja ningún resquicio para los paños calientes. Repito, esto es una cuestión de supervivencia de ellos o de nosotros, de vivir en el siglo XXI o volver a la Edad Oscura. Pero aquí parece que estamos a otra cosa: el registrador cachazudo con su tancredismo cobarde a verlas venir, y la progresía de casino sacando pecho con su laicidad militante de una sola dirección, eliminando crucifijos de escuelas y hospitales mientras asustan a monjas por las esquinas y se meriendan a curas con sotana y todo. Dicho esto desde mi más que pertinaz agnosticismo. Pero es que una cosa es ser agnóstico y otra muy diferente ser idiota. 

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