domingo, 3 de marzo de 2013

MIGUEL CELDRÁN



Miguel Celdrán



En la entrevista que José Enrique Pardo me hizo en enero de 2006, creo que para el programa La mirada de la extinta Popular TV, me preguntó que quién era para mí más progresista de los dos, Miguel Celdrán o Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Contesté sin dudarlo un instante que Miguel Celdrán. Y no contesté a beneficio de inventario; ni porque yo estuviera en ese momento colaborando con el Ayuntamiento de Badajoz;  ni porque mi relación con la Junta de Extremadura socialista acabara malamente; ni siquiera por la complicidad y el apoyo que Ibarra representó en el esperpento de la denuncia millonaria que me endilgó y después se tragó su consejero de cultura. Contesté de forma categórica y convencida porque en el trato “profesional” que había tenido con ambos, uno me pareció un cacique retorcido y el otro una persona abierta y franca; uno un censor y el otro un convencido de la libertad de expresión. Libertad de la que, por otra parte y dando ejemplo de lo que digo, él mismo hace un uso holgado con desparpajo y con harta frecuencia, provocando, para mi mayor disfrute y regocijo, el desasosiego y sofoco de sus correligionarios más pusilánimes o más ajustados al canon cursi e insoportable de lo que ha venido a llamarse, por la nefasta influencia de una suerte de intransigencia ideológica absolutamente sectaria y dictatorial, “lo políticamente correcto”. Si para muestra basta un botón, contaré que en todos los años que llevo colaborando con el Ayuntamiento y con él como alcalde, jamás he recibido la más mínima indicación, ni por activa ni por pasiva, de por dónde tuvieran que ir mis decisiones o mis escritos. Sin embargo en la reunión que tuve para el cierre del primer número de la revista Anaquel, editada por la Junta, se trató de eliminar, acatando órdenes directas del Presidente Ibarra que controlaba hasta el vuelo de las moscas, un cuento firmado por Martín Tamayo no por la poca calidad del mismo, que hubiera sido una excusa pueril y contra toda lógica, sino porque, directamente y sin empacho, era un declarado enemigo político del líder al que no se podía dar cancha, ni siquiera literaria, desde una publicación del régimen. Me imagino, por contra,  que artículos que he publicado en estas mismas páginas criticando a compañeros suyos del PP no le habrán hecho mucha gracia al alcalde, incluso es posible que le hayan molestado. Yo no lo sé porque jamás he recibido de él ni de personas de su círculo ninguna queja, ni el más mínimo reproche, ni la más leve insinuación. Ni tan siquiera una colleja amistosa. Y ahí sigo porque siguen contando conmigo. ¿Más progresista?, por supuesto. Y mucho mejor persona.

Me extraña, entre paréntesis, que el estadista Manuel Sosa no nos haya ilustrado aún sobre el particular con  
Sosa
su altísimo magisterio. Anda por ahí farfullando perogrulladas sobre la edad y aventurando las mentiras que dirá el alcalde para justificar su marcha. En cualquier caso dice que se reserva su opinión por el momento.  Me imagino que estará deseando que se vaya porque revolcones se ha llevado del derecho y del revés y hasta en el callejón, que debe de andar el desdichado con los lomos en puritita carne viva. Este portento de la egolatría que creyó ser moscón cojonero al final no pasó de mosca efímera. Es lo que tiene no medir las fuerzas y pensar que campechano es sinónimo de cazurro.

En fin, me entristece que Miguel Celdrán deje de ser alcalde de Badajoz. Por la ciudad. Porque creo que se va un hombre honrado, cercano, buen gestor, generoso y sui géneris. No es un político al uso. Es un político que rompe esquemas y que logra que, lo que en principio parece metedura de pata y carnaza para el enemigo, léase por ejemplo el caso “palomos cojos”, al final, con inteligente mano izquierda y cachaza de sabio, se convierta en un escaparate para Badajoz, y lo que era airada manifestación de biempensantes interesados se transforme en juerga colectiva y hoteles llenos. Porque creo que se va un magnífico alcalde. Sin duda el mejor de la democracia y ainda mais, que ha puesto en valor a Badajoz a pesar de todas las dificultades y las zancadillas que le venían desde Mérida. Porque creo que se va un hombre bueno, con un inteligentísimo sentido del humor, un cachondo mental con el que da gusto hablar, ocurrente y gran contador de anécdotas e historias reales o ficticias. Y porque creo, con toda franqueza, que el que venga después ocupará su lugar pero no podrá sustituirlo. ¿Que esto más que un artículo parece un panegírico? Pues sí, probablemente. Pero ahora que ya se va y que no puede haber dudas de mi absoluta falta de interés en el halago, puedo hacerlo para quedarme tranquilo. Y para ser justo con él, porque creo que se lo merece. Y porque el tipo me cae de puta madre, ¡qué coño!

Su marcha, no obstante, me crea un problema para las próximas elecciones municipales. En las anteriores he votado al PP porque, por el timo descarado de las listas cerradas, no había más remedio que hacerlo si quería votarle a él. Y la verdad es que hacía de tripas revueltas corazón viendo alguno de los integrantes de la candidatura, que parecían estar allí recogidos más por caridad que por política. Cuando lleguen las próximas, si voto, no voy a saber a quién votar. Lo cual que, podrías quedarte Miguel, por lo menos hasta entonces. Si Dios quiere, ¿no?

4 comentarios:

Carlos Rivero. dijo...

¿Qué tal estás Jaime?...
Te honra lo manifestado sobre Celdrán..
Yo, que me considero un á-crata desde que tengo uso de razón (si alguna vez la tuve), y cada vez más re-convencido de serlo, reconozco en Celdrán al único político que le trae al fresco el boato, la apariencia y el discurso engolado y fraudulento de predicador barato.
No creo en la integridad del político, y menos en el que ostenta cargo público, pues el poder corrompe sólo con tocarte..pero reconozco en Celdrán un rebelde que quiso liberarse de su propia cadena.
Una persona que humanizó al político.
Un abrazote.

Jaime Álvarez Buiza dijo...

Muchas gracias, Carlos. Un fuerte abrazo.

Muli dijo...

Me ha gustado mucho el comentario y estoy totalmente de acuerdo contigo.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Una fuerte personalidad, honrado y con enorme sentido común.Gran Alcalde.