sábado, 27 de octubre de 2012

INFAMIA INSTITUCIONAL Y ELECCIONES

Salió con paso pausado, la barba cana bien arreglada, una botella de agua en su mano izquierda, la boina como de atrezzo y la mirada apacible. En la puerta del hospital recibió los besos de su hermano y, por su propio pie, se introdujo en el coche que lo esperaba, se abrochó el cinturón de seguridad, recostó su cabeza con gesto cansado en el respaldo del asiento y, mientras cerraba los ojos e inspiraba profundamente, el automóvil partió hacia Mondragón, camino de su hogar, en donde fue recibido entre vítores como un héroe. Esta fue la repugnante puesta en escena de la salida del hospital de Josu Uribetxeberria Bolinaga, asesino, torturador, guardián del agujero en el que Ortega Lara padeció 532 días de entierro inmisericorde y que, si no es por la sagacidad de un guardia civil, pudo convertirse en su tumba ante la negativa del valiente gudari a confesar su ubicación. Mientras veía las dulzonas imágenes de esta desvergüenza recordaba las primeras de Ortega rescatado, el desconcierto de su mirada atemorizada, sus gestos de dolor en cada paso, su barba greñuda y sin cuidar, su extrema delgadez, la similitud de su fragilidad esquelética con la de los liberados de los campos de exterminio nazis. Y pensar que el resultado de un proceso que comenzó en la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias-Ministerio del Interior-Gobierno de España, siguió con la estupefaciente actuación del juez José Luis Castro en funciones de laico mercedario y finalizó con el visto bueno de la Audiencia Nacional, iba a ser que el SS Bolinaga durmiera esa noche tranquilamente en su cama, me produjo unas náuseas nada metafóricas de las que tardé en recuperarme, avivadas como estaban, además, por la sospecha de que no fuera casualidad que esta infamia institucional televisada se produjera apenas 48 horas después de finalizadas unas elecciones vascas en las que Bildu, el partido de los conmilitones del pistolero, lograra 21 escaños gracias al 25% de los votos emitidos.  


Del disparate sangrante que supone la presencia de Bildu en el juego democrático, gracias a la incompetencia recalcitrante de  ZP (¡qué dañino para España ha sido este suricato inane!), a la sentencia evacuada por  Pascualín de Pascualón y sus mariachis constitucionales y a la abulia del Don Tancredo gallego que nos gobierna, no hablaré otra vez. Pero lo que si diré es que está claro que estos indeseables han sabido aprovechar perfectamente la puerta abierta para meterse en tromba en la fiesta, igual que las cucarachas aprovechan cualquier rendija para colarse en la cocina e infestarla. Su  estrategia ha sido impecable. Desde que en 2011 sus compañeros de ETA anunciaran el alto el fuego y el fin de la “lucha armada”, y aprovechando las disputas sobre galgos o podencos de los infelices conejos Patxi López y Basagoiti, han conseguido hacerse protagonistas de esta suspensión de los atentados y presentarse como hacedores indispensables de la “nueva e idílica fase del conflicto”.  Han escondido a los integrantes más exaltados de la izquierda radical nacionalista poniendo en primera fila una cara más amable de la
intransigencia. Un prototipo paradigmático de este juego de trileros es Laura Mintegi, número uno al Parlamento Vasco, una especie de monja alférez de sonrisa fácil pero inquietante, culta, educada, que bajo la venerable apariencia de una profesora de universidad de suaves ademanes debe esconder más veneno letal que una mamba negra, yendo, como va toda la coalición, de la mano de los terroristas.

Y si los verdaderos ganadores, números aparte, han sido los canallas, el gran derrotado de estas elecciones y de las gallegas ha sido el PSOE, que se ha dejado en la gatera 9 y 7 escaños, respectivamente. Patxi López ha andado triste y errático, el Pachi gallego me ha parecido un candidato de tercera división con menos carisma que una piedra, y a los dos se les notaba que llevaban sobre sus hombros el lastre de las encuestas, que auguraban el batacazo morrocotudo que al final se dieron. Ahora, desde el fondo del pozo, hablan de una “renovación ideológica”. O sea, lo de Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros.”  Pero una renovación, tal y como están las cosas y, lo que es peor, como se pondrán si las encuestas de las elecciones catalanas se cumplen, no es suficiente. Necesitan una catarsis contundente que veo complicado que pueda llevarse a cabo en un partido cada vez más esclerotizado, dirigido por un fósil como Rubalcaba, un segundón eficaz que ha sabido moverse entre las bambalinas del poder con cierta soltura intrigante, pero sin los reflejos y la agilidad necesarias para liderar la oposición. Si le añadimos el peso muerto de una biografía oscura de hombre oscuro, con algunas incursiones en terrenos verdaderamente pantanosos, y ese olor metafísico a tiempos pasados y naftalina que desprende, me parece muy difícil, por no decir imposible, que el problema se solucione. Porque, a mayor abundamiento, él forma parte del mismo. Es lo que pasa cuando el mozo de espadas comete la imprudencia de meterse a torero.

2 comentarios:

Carlos Rivero. dijo...

¿Qué tal Jaime?..
Es que casi siempre me da igual lo que dices (no por desprecio ni falta de interés),...porque lo que me emboba y aboba es cómo lo dices.
Es tan abrumadora la belleza que destila tu derroche expresivo, que lo demás no importa.
Un abrazote.

Muli dijo...

Estoy de acuerdo con tu opinión.Es una infamia.
Como siempre muy bien escrito.Un abrazo.