lunes, 20 de diciembre de 2010

ELOGIO DEL DISCURSO

¡Qué mal ha sentado, en las oquedades de la caverna, el discurso de Mario Vargas Llosa! Se les nota, desde lejos, el sarpullido. El berrenchín les tiene sumidos en un estado de postración que da grima verlos. Y oírlos. Ya, cuando se supo de la concesión del Premio Nobel de Literatura al hispano-peruano, aparecieron plumeros entre las sombras de la izquierda más rancia y sectaria, contrariada por el hecho de que le fuera otorgado este año a un escritor que no oculta su ideología liberal. Incluso hubo más de algún iluminado y alguna iluminada (permítaseme, en este caso, utilizar el estúpido lenguaje paritario) que lanzó anatemas contra su forma de escribir, tachándola de mediocre y simplona, en un alarde de insensatez digno de quien lo dijo. El cerrilismo es lo que tiene. Y sin recuperarse del disgusto, ahora, en la ceremonia de aceptación del premio, les sorprende con un discurso-río emocionante y bellísimo, todo un hermoso ejercicio de literatura. En él desgrana, con una claridad y una envidiable sencillez, sus anhelos y desvelos literarios y personales, el descubrimiento, a los cinco años, de la magia implícita a la lectura que logra transformar palabras en imágenes, y de la maravillosa posibilidad que tiene la literatura de convertirse en refugio, al crear y recrearse en situaciones y vidas paralelas, poniéndonos a resguardo de la sordidez o la estrechez de las reales.

Pero además de ejercicio literario, este “Elogio de la lectura y la ficción” también es una declaración de su posicionamiento ideológico, de su evolución y convicciones políticas, de su tránsito desde el marxismo a posiciones demócratas y liberales. Con precisas pinceladas nos transmite su decepción del estatismo y el colectivismo a raíz de episodios como la conversión de la Revolución Cubana a un modelo autoritario y vertical, la invasión de Checoslovaquia por los países del Pacto de Varsovia y los testimonios de los escapados del Gulag. De espolique, aprovecha para caponear a la dictadura venezolana y a “algunas seudo democracias populistas y payasas como las de Bolivia y Nicaragua”. Y se reafirma en su actitud beligerante contra todo tipo de dictaduras como, entre otras, la de Pinochet, la iraní, la de los talibanes de Afganistán o la de los sátrapas de Birmania, y en su rechazo de la “ideología provinciana” que es el nacionalismo, al que considera, junto con la religión, “la causa de las peores carnicerías de la historia”.

No entiendo, o sí, por qué se ha encocorado tanto esta patulea gritona. ¿Será porque el discurso se sale de la ortodoxia del pensamiento único, es políticamente incorrecto, va en contra de los cánones aborregados que pretenden implantar, rompe la uniformidad de las orejeras? Como diría Cantinflas, hasta la pregunta es necia. Y el propio Vargas Llosa viene en mi ayuda para contestarla cuando dice: “Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible, y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes”. Recomendaría a la tropa vocinglera que, siempre que no les suponga un agravamiento de sus escozores, se acercara a estas páginas de prosa emocionante y tomara nota de lo hermoso que es escribir con y en libertad.

3 comentarios:

Turco traidor dijo...

Grande Vargas Llosa. Pobre gili Toledo y adláteres...

Juan dijo...

Muy buen comentario tuyo,Jaime y muy buen discurso el de Vargas Llosa.
Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo te deseo de corazón.

Jaime Álvarez Buiza dijo...

Muchas gracias, Juan. Yo te deseo lo mismo a ti.