domingo, 15 de diciembre de 2019

DEL ABSURDO AL VÓMITO


¿Se imaginan a Quim Torra hablando con cordura?; ¿a Belén Esteban leyendo su discurso de entrada en la Real Academia Española de la Lengua?; ¿a Tomás Martín Tamayo firmando un artículo hagiográfico sobre Ibarra o Monago?; ¿a Pablo Iglesias disertando en latín sobre la obra de Kant en la cátedra de Filosofía de la Universidad de Königsberg?; ¿a Rajoy, en directo, ilustrándonos sobre literatura contemporánea comparada?; ¿a Miguel Iceta sin hacer el tonto?; ¿a Puigdemont cantando bulerías?;  ¿a Vara pudiéndose abrochar el primer botón de sus camisas?; ¿a Pedro Sánchez diciendo la verdad?... Son situaciones que por absurdas, por surrealistas, el solo hecho de imaginarlas no deja de producirnos, como mucho, hilaridad. Si subimos un escalón, pasaríamos de la sorpresa al asombro y de la risa a la indignación si nos encontráramos con que Ortega Smith fuera coordinador nacional de las casas de acogida para mujeres maltratadas, un pederasta convicto embajador de Unicef, un nazi presidente de  la Amical de Mauthausen o Abascal director del Centro de menores de Primera Acogida de Hortaleza. 

Pues yo he llegado aún más arriba en esta escala, o más abajo, según se mire, y lo he hecho hasta la náusea irreprimible sin necesidad de imaginar nada, sólo viendo cómo una persona tan despreciable como Arnaldo Otegui, un criminal convicto como él, terrorista satisfecho de serlo, es paseado como un «hombre de paz», un colaborador generoso y sacrificado que ayudó a «acabar con la violencia terrorista de ETA». La vesania interesada de los dirigentes políticos que lo ha propiciado, no ha hecho sino escenificar una ceremonia de humillación a las víctimas del terrorismo etarra vergonzosa y repugnante. Pero si solo el ver la cara de cretino del elemento y la chulería cutre que desprenden sus palabras y su altivez me pone las tripas de vuelta y media, me produce aún más basca ver a los bambarrias del PSOE, con pose de solemnidad y gesto trascendente, con el bálano del verraco en la mano oficiando la infame ceremonia de presentarse como mamporreros de un criminal contumaz que no se arrepiente del daño irrestañable causado, y que aún tiene la desfachatez de ir de víctima siendo verdugo. Una muestra dolorosa de la escala de valores y la ética de estos fariseos solemnes.  Ni un frasco de Primperan sería capaz de controlar mi vómito a la vista de este circo infame y repugnante.

De los sacristanes de esta infamia, digo de Podemos, me espero todo, pues sólo con recordar la trayectoria zigzagueante que han seguido desde los albores de su gestación, tengo más que suficiente. Nunca creí en ellos y nunca me fie de su líder, Pablo Iglesias, que huele a impostura y a estalinismo hasta en fotografía. Y además me parece un cursi redomado. Y un trepa de aquí te espero. ¿Y los monaguillos de IU? Pues qué quieren que les diga, ya no son nada. Porque el destrozo que ha llevado a cabo Garzón con ella no consigo entenderlo si no es achacándolo a la codicia enfermiza de este panoli flojón e inseguro, presa fácil a la que el predecible futuro vicepresidente del gobierno ha hipnotizado hasta la alienación babeante. Integrada en Podemos por un plato de lentejas, desnaturalizada e incorpórea, ha acabado como el macho de la mantis tras la cópula que, cumplida ya su función reproductora, es devorado por la hembra que lo engulle empezando por la cabeza. Y acéptese la metáfora mejorando lo presente. O no.

En cualquier caso, quienes abrazan y arropan a un criminal se convierten en cómplices de sus crímenes. A mayor abundamiento si el delincuente no se arrepiente de sus desmanes. Y cada cual puede abrazar a quien mejor le parezca, hasta ahí podíamos llegar. Hay algunos que, incluso, se abrazan a las farolas con frenesí de enamorado. Pero lo que no puede pretender esta caterva de inconsistentes es que, después de hacerlo con el etarra Otegi, no haya quien piense que el PSOE, Bildu, Podemos e IU, forman parte del mismo camión de estiércol. Y que huelen, todos y cada uno, al estigma fétido que les imprime ser benévolos y comprensivos con el horror de la sangre inocente derramada. Y esta es la misma lógica que estos falsarios, que se abrazan a la hez terrorista, utilizan desde la atalaya de una autoridad moral inexistente para acusar de corruptos a los dirigentes de otros partidos que, dicen, amparan a sus correligionarios pillados con las manos en la masa, cuando ellos andan ya agusanados y apestosos tratando de blanquear el rojo de la sangre de las víctimas. Y a nosotros solo nos quedará el derecho al pataleo y al asco.

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