sábado, 24 de noviembre de 2018

PIERRE NODOYUNA

(Pierre Nodoyuna/Sánchez)

El primer artículo que publiqué tras el compás de espera vacacional se titulaba “La nueva época de Roberto Alcázar”, y en él hacía un parangón entre este y el presidente Pedro Sánchez. En lo que a fisonomía se refiere, por supuesto, sin entrar en la idiosincrasia o la forma de actuar del uno y el otro. Pasados casi 3 meses desde aquel 1 de setiembre, el parecido físico me sigue pareciendo aceptable, pero en lo que se refiere a la actuación presidencial, para bien o para mal, nada que ver con la del intrépido aventurero español de los tebeos de mi infancia, siempre contundente y sin titubeos. Porque la del presidente Sánchez ha estado, desde el comienzo de su andadura como tal, más que salpicada, empapada de contradicciones y atolondramiento, de gestos fallidos, de mercadotecnia zafia, de ocurrencias de un día rectificadas al siguiente o incluso al cabo de unas pocas horas, de mucho ‘sí pero no o acaso tal vez’.  En asuntos muy distintos pero algunos de vital “interés para la vida de la gente”. Así, a bote pronto: la venta de armas a Arabia Saudí; la política de acogida de inmigrantes; la fiscalidad de los autónomos; la exhumación e inhumación de la momia de Franco; el Brexit y Gibraltar; la presentación o no de los PGE en tiempo y forma y su influencia o no en la duración de la presente legislatura; la nueva elección o no de los miembros del Consejo General del Poder Judicial; el impuesto a la banca; la derogación de la  ‘ley Mordaza’ y la promulgación de otra de ‘control de prensa’; la reforma laboral; la modificación del IRPF; la financiación autonómica; la inviolabilidad del rey; los amnistiados fiscales; la defensa del juez Llarena; la reforma de RTVE... La intemerata, vaya,  porque el payo ha ido de renuncio en renuncio y de coscorrón en coscorrón sin descanso con inusitado frenesí. Y si con una sola calabazada el ciego de El Lazarillo de Tormes quedó como quedó, caído “para atrás medio muerto y hendida la cabeza”, este pobre hombre debe de andar ya tarumba con las que se lleva dadas, por mucho que las suyas hayan sido tan solo metafóricas. Pero es que las metáforas tampoco son el bálsamo de Fierabrás y el oremus tiene sus servidumbres, qué coño.

(Patán/Redondo)
Por otra parte, en la década de los años 60 del siglo pasado, la TVE de entonces emitió dos series de dibujos animados producidas por Hanna-Barbera en las que el villano era el mismo, un patoso irredento y torpe como una albarda llamado Pierre Nodoyuna. En la primera, titulada en español Los autos locos, nuestro personaje compite en una carrera automovilística por etapas a bordo de un automóvil imponente, el Súper Perrari, que le hubiera permitido vencer en la prueba sin demasiadas dificultades. Pero, malgastando sus energías en sabotear los bólidos de sus contrincantes y poner trampas en su camino en vez de emplearlas en conducir el suyo y ganar con limpieza, es incapaz de coronar siquiera una de las 34 etapas de que consta y queda el último de la clasificación. En la segunda, El escuadrón diabólico, es un piloto de aviación, jefe de escuadrón, que durante la primera guerra mundial vive obsesionado con atrapar a un palomo mensajero que trabaja para el enemigo. Algo que jamás consigue. Hay dos personajes comunes a ambas: un perro de risa asmática,  borde y obsesionado con colgarse medallas llamado Patán, y una damisela sofisticada, Penélope Glamour. Y no quiero olvidarme de un par de pilotos del escuadrón diabólico, al servicio del malvado zopenco: Tontín, cobarde e inútil, y Tontón, que habla de forma tan estrambótica que nadie, excepto Tontín, es capaz de entenderle.

(Tontina y Tontona/Robles y Calvo)
La concurrencia de estas dos realidades me ha hecho enjaretar una teoría que no por disparatada debe ser tomada en solfa. Porque ahora existe la nube cibernética, ese lugar donde todo tiene cabida y que se mueve en un espacio indefinido. En ella conviven datos de ayer y de hoy, personalidades reales y ficticias, películas, balances de empresas, declaraciones de amor...  ¿Y si ese nuboso batiburrillo de datos y presencias hubiera colapsado en un microsegundo dando lugar a elementos híbridos, esto es, humanos que manteniendo su aspecto físico habitual han sido poseídos por algunos de los personajes que pululan por ella? ¿Y si se hubiera repetido la pesadilla de “La invasión de los ladrones de cuerpos” por culpa de un fallo informático, sin necesidad de esporas ni vainas?  Porque tenemos un primer conjunto de personajes: Pierre, Patán, Penélope, Tontín y Tontón (estos dos últimos, por aquello de la paridad imperante, pueden “traspolarse” a voluntad en Tontina y Tontona); y un segundo conjunto de personas: Sánchez, Iván Redondo, Calviño, Robles y Calvo, entre los que yo veo una correspondencia biunívoca y ordenada tan clara que me espanta y me tiene en un angustioso sinvivir. Lo único que no me cuadra, que apacigua mis temores y abre una sutil rendija a la esperanza de estar viviendo un mal sueño, una alucinación de jubilado, es que Pierre Nodoyuna y los suyos son muy torpes, sí, pero no hasta el extremo mostrenco de no saber distinguir con claridad quiénes son sus verdaderos adversarios. Mientras que, afortunadamente, de Pedro Sánchez y su gobierno es imposible decir lo mismo. En fin, no hay mal que por bien no venga. Y a ese consuelo me agarro, primo.
(Penélope Glamour/Calviño)


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