sábado, 6 de mayo de 2017

MISERIAS DEL OLIMPO

(Fuente: elconfidencial.com)
Debo empezar confesando que la patulea de cocineros de la llamada ‘nueva cocina’ me revuelve las tripas tal que si me hubiera comido alguno de sus churriguerescos menús. Con la complicidad de ciertas cadenas televisivas, el beneplácito de una audiencia sumida en la estulticia modorra de la mitomanía doméstica, una mercadotecnia perfectamente programada, el desparpajo propio de los desahogados y la labia embaucadora de los sacamuelas, han conseguido encaramarse a las alturas de un Olimpo gastrónomico tan ficticio y artificioso como el nombre de  la mayoría de sus platos. Lo explica a las mil maravillas el ‘profesional de la comunicación gastronómica’ José Juan Iglesias del Castillo y Díaz de la Serna, de nombre artístico Pepe Iglesias, en un magnífico y esclarecedor artículo titulado Nueva Cocina, de la evolución a la aberración, pasando por la extravagancia, en el que, entre otras suculentas cosas, dice: “Hay muchos críticos que en su casa comen prefabricados y, cuando salen a un comedor, no pueden comprender que un simple gazpacho bien hecho tiene mucho más mérito que esa pamplina con trufas que acaba de presentar Sergi Arola, porque el Tuber Melanosporum se vende ya en cualquier tienda, pero unos tomates de huerta hay que buscarlos con teleobjetivo… Creo que la cocina de estos próximos años irá en la línea de aprovechar todo lo bueno que la tecnología y la evolución han aportado al sector, pero hacerlo para el disfrute del consumidor, no para extasiar a críticos funámbulos ni para salir monos en las revistas del corazón”. Espero que se cumplan sus deseos, pero por el momento lo que tenemos en la élite de la gastronomía española es a esta partida de diosecillos engreídos, más pendientes de la imagen que de la chicha, pontificando cursilerías y vendiéndonos humo como si fuera una deconstrucción de salmón ahumado.

Por si lo anterior no fuera bastante para que me repelan, esta semana nos enteramos de las condiciones deplorables que tienen que soportar los ‘becarios’ que muchos de estos reyes del cuento acogen en los fogones de sus negocios. La media es que supongan el 50% de la plantilla de cocineros de estas estrellas Michelín. A cambio de rancho y, en algunos casos, catre, con un horario de 8 a 16 horas diarias, sin sueldo ni seguridad social, trabajan solo a cambio de aumentar su currículo mientras ellos se ahorran el coste que les supondría incluirlos en nómina. Con el añadido de que, además, deben  estar agradecidos por ser explotados en el negocio de un fuera de serie y no de un ‘cualquierilla’. Cuando el asunto apareció en la prensa, (bien por David Brunat),  los aludidos salieron al retortero a defenderse con mayor o menor torpeza. Pero el que lo ha hecho con mayor énfasis ha sido Jordi  Cruz, guaperas televisivo de pomposa melena y dueño del restaurante Àbac en
(Fuente: elconfidencial.com)
Barcelona. He de reconocer que desde que lo vi por primera y última vez en televisión, me acordé de aquel Cantinflas que, acosado en El analfabeto por un fiscal tan petimetre como el cocinero que nos ocupa, balbucea: “Me cae gordo, me cae gordo. Se cree muy rock and roll y muy supérfulo”.  Por eso, en aras de aparentar objetividad, ese ente de razón tantas veces invocado en la prensa, prefiero que sean sus palabras las que den cumplida cuenta de la ruindad del interfecto: “Un restaurante Michelín es un negocio que, si toda la gente en cocina estuviera en plantilla, no sería viable. Tener aprendices no significa que me quiera ahorrar costes de personal, sino que, para ofrecer un servicio de excelencia necesito muchas manos”. Y si son gratis, miel sobre hojuelas, le quedó por decir. Y si la gratuidad me viene dada por la necesidad de acumular méritos de los que necesitan salir del pozo negro del paro, a mí que me registren, pensaría. Y esto lo dice un tipo que se acaba de comprar en Madrid un palacete de 3.000.000 de euros. Ainda mais: “Aprendes con los mejores en un ambiente real, no te está costando un duro y te dan alojamiento y comida. Es un 'tú me das tus manos y yo te enseño'. Es un privilegio”. Aunque serlo ya lo es, para que el régimen de esclavitud que invoca este impresentable tuviera marchamo oficial solo le faltaría exigir el certificado de propiedad de sus aprendices. Que, visto lo visto, no es ningún dislate.

(Fuente: elconfidencial.com)
En fin, decir que me produce repugnancia toda esta porquería, toda esta puñetera cochambre edulcorada, es quedarme corto. Y cuando leo que esta relación laboral añeja y anacrónica es legal en España, mi asco va también para quienes la hicieron y para quienes, en pleno siglo XXI, la permiten. A ellos, cocineros bendecidos y legisladores cocinillas, mi desprecio les importará un bledo. Pero a mí no, primo.   

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