sábado, 27 de febrero de 2016

BUTIFARRADAS

Casi 4 años ha tardado el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, respondiendo a una demanda presentada por el médico adjunto de cirugía pediátrica del Hospital Juan XXIII de Tarragona, en emitir un fallo por el que se suprime el uso exclusivo del catalán en el sector público. En él se anulan, total o parcialmente, algunos artículos del Protocolo de usos lingüísticos para el sector sanitario público de Cataluña y del Protocolo de usos lingüísticos para la Generalitat de Cataluña y del sector público que depende de ella, que establecían la obligatoriedad de utilizar el catalán, por principio, en la comunicación, ya sea esta presencial, telefónica, megafónica o escrita, entre el personal, y entre este y terceras personas, usuarios o familiares, independientemente de la lengua que utilice el interlocutor. La sentencia anula dos artículos y enmienda un tercero, poca cosa, pero, por el tiempo que el alto tribunal ha tardado en evacuarla, ha debido de ser dificultosísima de elaborar. Tal vez porque, al seguir vigentes los protocolos de marras en tanto emitían el fallo, a la lentitud congénita de la justicia en España  haya habido que añadir la dificultad de entedimiento entre los integrantes de la sala, cada cual expresándose en su lengua vernácula. En cualquier caso, ha sido bien acogida por, al menos, un número significativo de sanitarios y, sobre todo,  por la mayoría de pacientes de aquella comunidad que ahora, al menos, no tendrán dificultad para saber qué mal les aqueja. Lo peor del asunto es que desconocemos cuántas criaturas habrán muerto en estos cuatro años sin saber de qué coño se morían. O sea, otra más de las mamarrachadas de estos talibanes paletos a las que, a pesar de su cansina insistencia casi diaria, no consigo acostumbrarme.

Tan feraz es la capacidad de largar paridas la de estos individuos que, sin tiempo a recuperarme de lo anterior, me entero de que un grupo de expertos, a instancias de la Asamblea Nacional Catalana, ha elaborado un Informe jurídico sobre las posibles consecuencias en el ámbito penal de la actuación de los funcionarios durante el proceso hacia la independencia, ¡toma nísperos, Liborio, y calentito ‘pa’ casa! Fue presentado, entre otros, por Joan Anton Font, que es, como el que no quiere la cosa, Coordinador Sectorial de Secretarios, Interventores y Tesoreros de la ANC. Pues bien, la conclusión a la que llegan estos malos remedos de Bartolo de Sassoferrato es que si los funcionarios catalanes, durante el proceso hacia la independencia catalana, desobedecieran las leyes españolas o los dictámenes del Tribunal Constitucional, no cometerán prevaricación, ni dejación de funciones, ni desobediencia, ni ningún otro tipo de delito que  pudiera derivarse de su actuación, ya que están respaldados por la legislación emanada del Parlamento y del Gobiernos catalanes, de los que habrán recibido instrucciones “de forma clara, diáfana y concisa” sobre toda la normativa y acuerdos de Gobierno que conduzcan a la constitución de la República de Cataluña. Si a pesar de todo ello, los tribunales españoles abrieran procedimiento contra ellos e iniciaran diligencias penales... no se me alboroten, no me sean pendejos, que estar investigados no es lo mismo que estar condenados,  y mientras instruyen o no instruyen, habrá habido tiempo para que la República catalana haya sido proclamada y todos los expedientes se cancelarían de forma inmediata. Donde la puerca tuerce el rabo para los pringados que se aventuren a creer la doctrina penal de estos portentos es que, al partir la misma de un supuesto jurídico falso, todas las conclusiones a las que pueda llegar carecen del más mínimo respaldo legal. Con lo que lo que más les vale andar con ojo de chícharo y escudriñar qué instrucciones les llegan y, sobre todo, de dónde les llegan, porque las cañas se les pueden tornar lanzas.


En fin, de un tiempo acá me viene carcomiendo el hipocampo una teoría que, por el bien de todos, y todos significa todos, espero que sea tan solo la elucubración de una mente a veces tan embotada como la mía. Y es la de que el componente más peligroso de estos atorrantes no son sólo sus delirios políticos o sus afanes independentistas, que también, sino, sobre todo, la capacidad que tienen para sublimar, trascendiéndola, su absoluta idiotez. Y a ver quién es el guapo que es capaz de hincar el diente a esa butifarra iluminada.

sábado, 20 de febrero de 2016

ANGELITO

Este jueves pasado, a las 8:13 h de la mañana, recibí un wasap remitido desde un teléfono desconocido para mí. No era de alguien que yo tuviera en mi lista de contactos: “Angelito murió anoche de repente. Hoy lo llevarán del Instituto Anatómico Forense al Tanatorio del Puente Real”, decía.  Por un momento no fui capaz de comprender lo que estaba leyendo. Algo debió de bloquearse dentro de mí, quizás en la parte del cerebro que tengamos para sortear a la vida cuando no quieres aceptar los golpes que, inesperada y fríamente, te asesta; cuando quieres escapar de esa crueldad indiferente de la que alardea en su afán de hacer daño y de doler. Al leerla, la sencillez de esa primera frase, tan clara, tan concisa, tan contundente, tan terrible, se enturbió tanto que se me hizo indescifrable. No acertaba a saber. No quería hacerlo. Inútil, torpe intento el mío porque el mensaje, cerrado, incontestable, no tenía escapatoria, ni una tronera que dejara entrever un atisbo de luz.

Pero, a pesar de todo, tuve que verle allí, a través del cristal -espejo sin azogue, transparente ilusión que separa la vida de la muerte- para aceptar su pérdida. Tuve que verle allí, distante y solo, dormido sin soñar, para sentir que nunca más vendría. Tuve que verle allí, presencia ausente, callada y triste música imposible, para decirle adiós. Mientras le contemplaba, inerte y pálido, prisionero en el mundo de la nada, musitaba hacia adentro los versos de Vallejo: “Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como / cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; / vuelve los ojos locos, y todo lo vivido / se empoza, como charco de culpa, en la mirada. / Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!”.

Porque dime, Angelito, amigo, hermano, ¿qué hago con tus recuerdos si no estarás conmigo para vivirlos juntos? No servirán de nada, nunca serán consuelo y siempre serán tristes aun en medio de risas. A ellos nos aferramos en un baldío esfuerzo por volver a vivir lo ya vivido, por resucitar muertos y espantar soledades, por conjurar ausencias. A ti y a mí nos ha pasado al recordar momentos con Cosme, con Leoni, con Goyo, con El Niño... Siempre acabábamos más tristes, más callados, más dentro de nosotros. Y ahora, contigo ya del otro lado del espejo, me toca a mí sufrir en soledad. Acompañado, tal vez, pero penando solo porque mi corazón palpita ya repleto de silencios, porque la misma pena es otra en cada sangre. Mientras paseaba con Alejandro por la explanada del Tanatorio, sorteando lágrimas y fantasmas en el absurdo de un día luminoso y fúnebre, me lo dijo: “Nos vamos quedando los viejos, Jaime”. Sí. Y nos quedamos cada vez más viejos, más solos, con más desgarros que suturar.


Yo seguiré viviendo, mi tierno y generoso Belvedere de aquellos días aciagos, y pasaré a menudo por donde me esperabas cada sábado para tomar café. Pero no estarás nunca. Y volveré al rincón del Deportivo y hablaré con Manuel para disimular el imposible anhelo de que llegues. Y tú jamás vendrás. Y un día, tal vez pueda, cuando ya la resaca de la pena haya pasado a ser parte del pulso de mis días, entraré en Universitas. Y no podrás mirarme por encima de esas tus gafas mágicas, perdidas y encontradas tantas veces. Porque tú ya te has ido para siempre. Y yo no sé que hacer para aliviarme, porque no sé qué hacer para llamarte y conseguir que vuelvas.

sábado, 13 de febrero de 2016

EL ESPÍRITU DEL 12 DE FEBRERO

Cuando llega esta fecha, nunca dejo de acordarme de aquel año 1974 en que esperábamos lo que en los medios de comunicación de entonces se anunciaba como un discurso transcendental del entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, nombrado por Franco a primeros de ese año. Se publicitó como el primer paso dado por el régimen franquista en el inicio de un camino aperturista que empezara a igualarnos, siquiera fuese tímidamente, con las democracias europeas. Los servicios informativos de Televisión Española, que entonces dirigía ese arribista de enciclopedia llamado Juan Luis Cebrián, lo retransmitieron en directo. Viniendo de quien venía la perorata, un personaje siniestro y represor que había sido Director General de Seguridad con Camilo Alonso Vega y, después, Ministro de la Gobernación con Carrero Blanco, no se podía esperar mucho. Mejor dicho, no se podía esperar nada. Y, efectivamente, el discurso fue una letanía retórica y hueca, una suerte de engolado y cursi malabarismo aperturista que trataba, con torpeza, de maquillar las telarañas de un régimen que, con Franco ya agusanado, se resistía, igual que él, a una muerte irremisible. Por si el fiasco oratorio no fuera suficiente, los pocos y engañosos atisbos de tolerancia que el discurso de Arias nos mostró, se fueron al traste por la presión de un búnker cada vez más rabioso y más cerril, liderado por José
Antonio Girón de Velasco, energúmeno que presidía la Confederación Nacional de Excombatientes, y al que secundaban personajes carpetovetónicos de la catadura de Blas Piñar o Nemesio Fernández Cuesta.

La ilusión, si es que la hubo, duró bien poco. El día 2 de marzo, tras un Consejo de Guerra que, en lo jurídico, no dejaba de ser la misma pantomima repugnante que el discurso del “Carnicero de Málaga” lo fue en lo político, la ejecución a garrote vil en la cárcel Modelo de Barcelona de Salvador Puig Antich, dejaba bien a las claras que “el espíritu del 12 de febrero”, así bautizado por algunos periodistas tan bienintencionados como incautos, o no, era solo una enorme patraña. A partir de ahí, el ansia represora de un régimen que, aun moribundo, se afanaba en permanecer, fue en aumento. Así, el búnker, espoleado por “el gironazo”, una declaración de guerra enmascarada de política que vio la luz en el diario Arriba el día 28 de abril, se radicalizó aún más. Y de las soflamas pasó a la acción directa. Los sucesos de Montejurra en el año 1976, donde 2 personas fueron asesinadas, y la masacre de los abogados de Atocha en 1977, con 5 muertos, son buena muestra del desparpajo macabro con el que esta chusma se comportaba. En 1978, la operación Galaxia, un complot de espadones franquistas en la que estaban implicados Tejero y Sáinz de Ynestrillas y que se saldó con penas tan ridículas para ambos que ni les impidió perder su condición de militar, resultó ser la punta de un iceberg que emergió el 23 de febrero de 1981, con el intento de golpe de Estado protagonizado por ambos. En fin, fueron unos años duros en los que los asesinatos fascistas de uno y otro signo, desde ETA al BVE, desde los GRAPO a la Triple A, a punto estuvieron de dar al traste con el camino democrático que habíamos emprendido.

Conviene recordar todo lo anterior para entender la cabal y contundente respuesta dada por Alfonso Guerra, creo que el único de su partido que ha respondido como se merece, al exabrupto excretado por Pablo Iglesias, presa de uno de esos berrenchines de mimoso a los que nos tiene acostumbrados, porque el reparto de cargos de la mesa del Congreso, incluida la presidencia, no cuadraba con sus aspiraciones .“Los 3 del búnker comienzan a cabalgar”, fue la frase lapidaria y ofensiva que utilizó. Parece que Pedro Sánchez de entrada y Felipe González de salida, se la tragaron sin chistar. Y no digamos César Luena y Antonio Hernando, tan parlanchines contestando a las torpes declaraciones de Jorge Fernández Díaz, y ahora mudos ante un agravio mucho más perverso y calumnioso que el derrape del ministro taciturno. Alfonso Guerra, del que siempre admiré su capacidad de andar libre y sacudirse con dos frases el corsé de lo políticamente correcto, sí ha replicado al niñato insolente como se merecía: “Estos niños malcriados que confunden la novedad con la mala educación se permiten, como una pataleta infantil, identificar al PSOE con el búnker... Comparten su desprecio por la transición democrática con aquel búnker que quiso acabar con la libertad... Gente como ellos pervierten las palabras y terminan instalando un gulag en las sociedades democráticas”. Amén de los amenes, primo. Los has calado hasta el tuétano.   

sábado, 6 de febrero de 2016

CANDONGA DE LOS PRESIDENCIABLES

La tarde-noche del pasado martes estuvo movidita. El rey, después de saber que Rajoy  iba a darle nuevas calabazas si volvía a designarle candidato, optó por la decisión lógica, que era la de dar oportunidad al segundo partido más votado en las pasadas elecciones, el PSOE, cuyo líder había dado muestras evidentes de estar deseándolo. A partir de que la noticia tuvo confirmación oficial, hubo las correspondientes ruedas de prensa y los cuatro líderes salieron al retortero, impulsados por esa palanca invisible que mueve a los políticos a sacar pecho y, dado que ésta la pintaban calva, largar su perorata a la menor ocasión. La mayoría de la veces, todo hay que decirlo, para darnos el coñazo con frases hechas y coletillas, dichas con el énfasis del que cree haber descubierto el no va más. Albert Rivera, estuvo comedido y equidistante, incluso en su declarada incompatibilidad con Podemos; Pedro Sánchez, al que se le notaban los esfuerzos que hacía por domeñar su euforia y no dar rienda suelta a sus ganas de descorchar una botella de sidra El Gaitero delante de las cámaras, suicida y terco en su negativa a propiciar cualquier tipo de acercamiento al PP y, misterios del oxímoron argumentario, dispuesto sin embargo a mirar a derecha e izquierda en busca de futuros acuerdos; y Mariano Rajoy y Pablo Iglesias, cada cual con su berrinche, disparatados. El gallego impasible, empecinado de entrada en lo mismo de lo que acusa a su oponente, anunciándole su voto en contra de todas, todas, y obnubilado, barrunto, por el deseo fervoroso de que fracase y, así, deje la vía expedita a sus quimeras; y el predicador violeta en su papel de rey del mambo generoso y coherente, encantadísimo de haberse conocido, seguro de que el PSOE sin él no es nada, acusando a Pedro Sánchez de ambiguo, inoperante, tardón e hipócrita, al tiempo que descartaba a Ciudadanos de cualquier posible pacto y calificaba su oferta como la única seria y sensata para formar un gobierno “de cambio y de progreso”, jaculatoria que repitió del derecho y del revés hasta aburrir a las ovejas.

Las declaraciones y movimientos posteriores de unos y otros no han hecho más que acentuar, si cabe, la rigidez monolítica de sus posturas. El único que está demostrando tener cierta cintura política en medio de tanta esclerosis táctica y, lo que es más importante, una visión de la situación más realista, es Albert Rivera, que se ha arrogado, o se ha visto forzado a hacerlo, el papel de mediador entre PP y PSOE, tratando de que ambos relajen sus mutuas inquinas y de desatascar una situación que lleva camino de meternos a todos en un callejón sin salida. Mucho me malicio que sus buenas intenciones van a servir de poco o nada, porque Rajoy sigue en sus trece, con la incomprensible complicidad de un PP consentidor e inoperante en su molicie, y Sánchez no pierde ocasión de proclamar su obstinación en no negociar con el Tancredo compostelano. Y por si no tuviéramos bastante, en eso se publican los resultados del último sondeo del CIS sobre intención de voto, que nos anuncia una situación de parálisis muy similar a la que padecemos ahora, por lo que parece que esta España de nuestros dolores entraría en un día de la marmota recurrente que, como poco, puede acabar con nuestros castigados nervios y nuestra paciencia fransciscana.

Los números no tienen vuelta de hoja y, según bien dice Rivera, para conformar un pacto de legislatura es necesaria la presencia del PP, no sólo porque su voto, en cualquier reforma constitucional que quiera hacerse, es necesario para conseguir la mayoría necesaria en el Congreso y salvar el veto del Senado, sino porque su aporte es imprescindible para cualquier acuerdo que se pretenda definitivo sobre los grandes temas de Estado como pueden ser la educación, la sanidad, la lucha antiterrorista, la presencia en Europa, la ley electoral o el sistema judicial, por poner algunos ejemplos. Pero parece que ninguno de los dos líderes tiene intención de vestirse de estadista y adquirir la suficiente altura de miras para, dejando a un lado rencores y miserias personales, tratar de oxigenar el aire viciado en el que nos han metido. Malo sea que no les ocurra lo que a los dos conejos de la fábula de Samaniego que, discutiendo si los perros que habían perseguido a uno de ellos eran galgos o podencos, fueron sorprendidos y devorados por ellos. Y en la política española, perros oportunistas los hay para caer malo, ya adornados con un muy honorable copete piloso, ya con una lánguida coleta violácea. Pues eso.

(Candonga de los colectiveros. Les Luthiers).