sábado, 21 de febrero de 2015

LA ILUSIÓN EUROPEA

Durante el poco tiempo que estuve trabajando en la Editora Regional, casi a diario desayunaba con un amigo, excelente persona, que estaba pasando por una mala racha económica. Conociendo su situación, no me importaba en absoluto invitarlo. Antes al contrario, lo hacía sin ningún tipo de reticencia y, por supuesto, sin el menor atisbo de reproche o de crítica, considerando el asunto como un hecho normal entre amigos. Cierto es que, como a pesar de sus esfuerzos por evitarlo, la situación se dilataba, empecé a notarlo cada vez más incómodo. Hasta que llegó el día en que, incapaz de resistir más su papel y su silencio, me confesó lo avergonzado que se sentía por la imagen de gorrón que pudiera estar formándome de él. Todos mis intentos porque borrara de su cabeza semejante idiotez, apelando a nuestra amistad e, incluso, a la esperanza tranquilizadora de un futuro venturoso en el que pudiera corresponderme, resultaron baldíos. Sentía que estaba abusando de mi generosidad y no estaba dispuesto a consentirlo más. Así que me dio un ultimátum: Dejaría de desayunar conmigo a no ser que, y ahí es donde la puerca torció el rabo, le dejara dos mil pesetas para que él pudiera invitarme a mí. No sé la cara que puse pero debió de ser todo un poema digno de la mejor de las antologías. Sobreponiéndome al desconcierto que me produjo propuesta tan surrealista, le pedí, balbuciente, una tregua de 24 horas para comunicarle mi decisión. Lo hice en fecha y forma con una salida aún más abracadabrante que su oferta, que él aceptó de buen grado: los días que le tocara invitar, pagaría yo, e iría anotando el montante de su deuda en una libretita de papel cuadriculado ad hoc. Llegado el momento en que su economía se recuperara, me abonaría le deuda y santas pascuas. Por supuesto, de libreta y deuda nunca más se supo, ni falta que hacía. Pero yo me ahorré dos mil pesetillas.

Algo parecido a esto es lo que está pasando con los griegos, sus rescates y la deuda que soportan con la Unión Europea. Con el agravante de que el nuevo gobierno surgido de las últimas elecciones, a pesar de ser consciente de la situación de ruina absoluta en la que se encuentra el país, lejos de adoptar una actitud, no digo que sumisa, pero sí al menos razonable a la hora de negociar una prórroga o una extensión de su deuda, ha irrumpido en plan “siete machos” sacando pecho como palomo buchón y desperdiciando el poco tiempo que le queda en bravatas, amenazas y fanfarronadas arrabaleras. El gobierno de Tsripas, atrapado entre unas promesas electorales frívolas e imposibles de cumplir, con las que se ha aupado al poder de forma irresponsable, y unas obligaciones que cumplir con la Unión Europea, anda metido en una encrucijada que no se arregla a base de chulerías y desplantes, sino de sentido común, mano izquierda y política de Estado. Porque los números son tozudos: doscientos sesenta mil millones de euros invertidos por la UE en dos rescates, los años 2010 y 2012. Eso sí, con una carencia de 30 años para el pago del principal, que no está nada mal, y a un interés del 2,5%, uno de los más bajos del mundo en cuanto a la financiación de países se refiere. Sin olvidar una quita, efectuada en 2012 y que muchos, con coleta o sin ella, parecen haber olvidado de forma interesada, del 53,5% de deuda privada, que supuso una condonación directa de cien mil millones de euros más. Ante esto, lo normal es que los deudores exijan a Grecia un plan de gobierno que garantice, al menos, el pago de los intereses. Y como a la fuerza ahorcan, aunque de entrada el ministro Varoufakis más parecía verdugo que víctima, al fin reculó y ha
solicitado una prórroga de la ayuda financiera europea para los próximos seis meses. Con unas condiciones ambiguas que Alemania, de entrada, no acepta, y que al gobierno griego le da la posibilidad de escenificar antes sus electores un paripé de resistencia antitroika y antirrescate. A la hora de escribir este artículo el asunto no está dirimido, pero me atrevo a aventurar, y ojalá no me equivoque, que este primer paso se acabará dando, toda vez que el tira y afloja entre Merkel y Tsripras más parece un juego político de consumo interno que un escollo insalvable. De cualquier manera, en caso de que se apruebe por los ministros de Finanzas del Eurogrupo, (y ha de ser de forma unánime), deberá ser corroborado por el Parlamento alemán antes de la medianoche del próximo día 28, que es cuando vence el programa actual de ayuda a Grecia. De no ser así, casi con toda seguridad, el país entraría en bancarrota. Un desastre comunitario sin paliativos.

Después de todo lo leído, escuchado y visto sobre el tema, con tantas opiniones dispares y contrarias, y con tantos puntos de vista antagónicos e irreconciliables, la conclusión a la que llego ha sido el resultado de un viaje para el que no necesitaba alforjas ideológicas, ni datos económicos, ni otro conocimiento que el que dan años de atención: Que la Unión Europea es un ente de razón, la estructura formal de un mismo sofisma repetido y secular, una realidad ficticia sin más sustancia que la que exigen las leyes comunitarias y la congruencia a la que obliga una misma tela de araña política e institucional tejida a machamartillo durante estos años. Por detrás del telón y la parafernalia, toda la hipocresía de una convivencia forzada entre cofrades asimétricos: mucho reglamento, mucha burocracia, cortesía protocolaria, alguna alharaca y poco más. O sea, “puritito zangoloteo”, que diría Cantinflas.

3 comentarios:

Rogelio Martínez Arévalo dijo...

Yo no entiendo gran cosa de economía y, menos internacional. Pero en mi opinión, los griegos, como todos los países pendientes de empréstitos de la troika. Comenzaron a lentamente a perder su dignidad y, cuando sucede semejante circunstancia; un pueblo no vale nada. Creo sinceramente, que los alemanes, aún recuerdan el vagón de tren en el que repitieron la firma de la derrota y, no la han olvidado. Y, piensan que llegado la hora de la revancha. Quieren ganar la tercera sin disparar un sólo tiro. Al tiempo.

Anónimo dijo...

No me cansaré de decir que la Unión Europea, como tal, no tiene mucho porvenir.

La actitud abusiva que se está teniendo con un país, Grecia, que está en la ruina, no confirma la solidaridad en la que se basan, en teoría, las relaciones entre los países miembros.

Después de leer el artículo, mi conclusión es que el dinero no lo es todo, también existimos las personas.

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo con lo que se dice en el articulo, brillante como siempre.
Hay algunas personas que se tendrían que hacer mirar su concepto de solidaridad.