Hice la mili desde enero de 1977
hasta marzo de 1978. Mi santa, en
aquellos tiempos de noviazgo aún sin canonizar, tenía bastantes irregularidades
con la regla, de manera que ya habíamos tenido algún sobresalto con los
retrasos, que luego quedaron en nada. Y ocurrió que en el mes de vacaciones
reglamentarias, con dos faltas teóricas en su menstruación, venía hacia Badajoz
convencido de que esta vez sí que era la vez. En el autobús memoricé, a fuerza
de repetirlas mentalmente, las palabras con las que debía comunicar la noticia
a mis suegros. Traía en el petate, junto con el ropaje militar de faena, un par
de patucos que resumían una ilusión no exenta de angustia, y ya me veía de
vuelta a Granada habiendo dejado atrás mi soltería. Ella con la carrera de
Magisterio recién terminada, dispuesta a preparar oposiciones y yo, de entrada, sin otro beneficio que la
poesía que, aunque no se pueda vivir sin ella, no sirve para vivir. Cuando,
asustados y nerviosos, íbamos camino de saber el resultado de “la prueba del
rano”, que era la que se estilaba en aquellos años, a mi santa le vino el mes.
Y los patucos, que aún conservamos, quedaron como testigos mudos de lo que pudo haber sido. Pero a ninguno de los dos nos pasó por la cabeza, por el corazón menos, la posibilidad de abortar, a pesar del futuro inmediato tenguerengue que se nos presentaba. Sirva lo que cuento para ilustrar mi postura sobre este delicado asunto. Una postura de la que estoy convencido. A nivel de mi vida, como una actitud personal que se circunscribe al círculo cerrado que me rodea. ¿Si ella hubiera querido abortar? Lo pensé antes de saber que no quería hacerlo, algo que intuía. Y estaba decidido a acompañarla y a hacer que sintiera mi apoyo sin fisuras. Qué clase de amor miserable hubiera sido el mío abandonándola en mitad de la tragedia.
Y los patucos, que aún conservamos, quedaron como testigos mudos de lo que pudo haber sido. Pero a ninguno de los dos nos pasó por la cabeza, por el corazón menos, la posibilidad de abortar, a pesar del futuro inmediato tenguerengue que se nos presentaba. Sirva lo que cuento para ilustrar mi postura sobre este delicado asunto. Una postura de la que estoy convencido. A nivel de mi vida, como una actitud personal que se circunscribe al círculo cerrado que me rodea. ¿Si ella hubiera querido abortar? Lo pensé antes de saber que no quería hacerlo, algo que intuía. Y estaba decidido a acompañarla y a hacer que sintiera mi apoyo sin fisuras. Qué clase de amor miserable hubiera sido el mío abandonándola en mitad de la tragedia.
Este posicionamiento íntimo contrario
al aborto, sobre todo cuando se utiliza como último recurso ante la falta de
previsión o la desidia, en el que tanto influyen el sentimiento y la educación
recibida, no me impide estar convencido de la necesidad de su regulación por
ley. La situación anterior, que castigaba con penas de prisión y multa a las
mujeres que abortaran, resultaba anacrónica, injusta y cargada de hipocresía:
Sólo las que disponían de medios para viajar fuera de España podían asegurar la
impunidad y un mínimo de garantía y de higiene. En España, la clandestinidad
conllevaba, en muchos casos, una falta de asepsia y de profesionalidad que
acarreaban graves perjuicios para la mujer. Cuando no la muerte.
Este estado calamitoso de las cosas
trató de enmendarlo un primer proyecto de ley, que modificaba el Código Penal,
aprobado el 30 de noviembre de 1983. En contra de lo que han dicho
recientemente algunos dirigentes del PP, no hubo consenso sobre la nueva ley
porque el Grupo Popular, a través del papá del actual ministro de Justicia,
presentó un recurso previo de inconstitucionalidad que llevó a suspender su
vigencia ipso facto. Declarada inconstitucional en abril de 1985, fue
definitivamente promulgada, con las rectificaciones pertinentes, el 5 de julio
de ese año. Contemplaba tres supuestos: Grave peligro para la vida o la salud
física o síquica de la embarazada, sin límite en las semanas de gestación; que
el embarazo fuera consecuencia de un hecho constitutivo de delito de violación,
previamente denunciado, hasta las primeras 12 semanas; y que se presumiera que
el feto fuera a nacer con graves taras físicas o síquicas, hasta las primeras
22 semanas. Esta ley, a pesar de no estar consensuada, fue aceptada de forma
implícita por el Partido Popular. Tan es así que en las dos legislaturas de
Aznar, de 1996 a 2004, no fue modificada ni derogada ni sustituida por otra. Cuando
el asunto parecía zanjado, en la segunda legislatura zapatera, empeñado como
estaba el suricato esdrújulo en su política de pasarela y fanfarria, encarga a
la ministra Bibiana, paradigma de estolidez y déficit neuronal, una nueva ley del
aborto que fuera imagen de su feminismo militante non plus ultra.
El resultado de la conjunción de ambas carencias andantes fue una aberración, disparatada por excesiva e irresponsable, vigente a partir del segundo semestre de 2010, que legalizaba el aborto libre, incluso en niñas de 16 y 17 años sin autorización ni conocimiento paternos. Una ley, además de disparatada, innecesaria, porque si se ven las estadísticas de 2009 a 2011 se comprueba que el primer supuesto de la anterior funcionaba, en la práctica, como un supuesto de plazos.
El resultado de la conjunción de ambas carencias andantes fue una aberración, disparatada por excesiva e irresponsable, vigente a partir del segundo semestre de 2010, que legalizaba el aborto libre, incluso en niñas de 16 y 17 años sin autorización ni conocimiento paternos. Una ley, además de disparatada, innecesaria, porque si se ven las estadísticas de 2009 a 2011 se comprueba que el primer supuesto de la anterior funcionaba, en la práctica, como un supuesto de plazos.
Pero como en este país de políticos
principiantes y cerriles pasamos de calvos a siete pelucas, el trompeteo de
aquellos espoleó a la carcunda soterrada de estos, y una tercera ley del aborto
nos amenaza. Más restrictiva que la primera, al eliminar , por “convicción
personal” del ministro, el supuesto de malformación del feto, y dejando los
otros dos como una carrera de obstáculos
llena de dificultades. Un paripé repleto de trampas legales para cubrir el
expediente. Lo cual, salimos de la sartén para caer en las brasas, y de los
polvos de Bibiana Aído nos llegan estos lodos de Alberto Ruiz Gallardón. Mucho
me temo que con este asunto del aborto va ocurrir lo mismo que con la
educación, que acabará habiendo tantas leyes como alternancias en el poder se
produzcan. Y en medio, la ciudadanía zarandeada y víctima de unos gobernantes
burriciegos y sectarios, que legislan con las tripas y desprecian los anhelos y
las opiniones de aquellos a quienes dicen representar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario