
Y hablando de privilegios, bicocas y despilfarros, por aquí, en plan doméstico, ha vuelto a salir a la palestra el asunto de la oficina del expresidente que, curiosamente, es una oficina de una virtualidad tangible ya que, sin existir, tiene oficinistas e, incluso, automóvil oficial con chófer. Y además, aunque al principio fue una, ahora son dos sin ser ninguna. El lío es gordo, ya ven. Creo que el problema viene de la contradicción intrínseca que acarrea el artículo 3 del Estatuto del Expresidente, que es en el que se apoya este truco de ilusionista y que dice: “Los presidentes de la comunidad autónoma de Extremadura, a partir de su cese, contarán con los medios materiales y personales necesarios para el sostenimiento de una oficina adecuada a las responsabilidades y funciones ejercidas”. Para empezar, los presidentes, a partir de su cese, ya no lo son, por lo que todo lo que viene detrás, huelga. Y como lo que mal empieza, mal acaba, ¿cómo estos entes de razón precisan de una oficina que sostenga de manera adecuada unas responsabilidades y funciones que ya no ejercen? Entonces, ¿qué se ha de sostener, el no-ejercicio? Yo no soy capaz de poner en claro este galimatías, aun teniendo visos de ser sublime.
Como quiera que sea, Rodríguez Ibarra dispone de tres empleados de su confianza a cargo de la Junta porque, según propia confesión, él no tiene dinero para pagarles al vivir de su pensión y a los que, como no le caben en el salón de su casa, ha metido a trabajar en el “Centro de Estudios Fundación Presidente Rodríguez Ibarra” creado por él y centrado “en la experiencia de quien fuera presidente de la Junta de Extremadura durante 24 años”. Dizque los tiene ordenando su archivo personal que pondrá a disposición de cualquiera que quiera estudiar la historia de Extremadura que, por lo que se ve, no se entendería sin él. ¡Qué pretensiones, tía Paca! Y digo yo, si este archivo de Juan Palomo lo obtuvo por su cargo de Presidente, ¿por qué lo tiene en su Fundación y no está depositado en la Junta de Extremadura, que sería su legítima dueña? Y si lo obtuvo por ser, un poner, profesor de la Uex en excedencia, ¿por qué tenemos que pagar los extremeños su catalogación y ordenación? El expresidente alude a su pensión parangonándola, de forma subliminal, con la idea de probidad. Para contrarrestar su desparpajo habrá que volver a decir aquí que, antes de cesar como presidente, dejó atado y bien atado el truco del almendruco de su retiro de manera que, este hito histórico viviente, seguirá cobrando su sueldo íntegro de profesor en activo hasta setiembre de 2019. Alrededor de 5.000 euros mensuales. Un privilegio que, sufragado por la Junta de Extremadura, supone más de un millón de euros anuales, que permanece incólume frente a recortes, ajustes y déficits presupuestarios y del que siguen disfrutando, junto al prócer, 69 elegidos más. Para finalizar, Rodríguez Ibarra ha declarado: “Yo no tengo ningún problema porque por mucho que intente el periódico HOY desacreditarme, no lo va a conseguir”. Esto ya no cuela, Ibarra, que el acudir a confabulaciones orquestadas es conocida y vieja excusa de ciertos políticos desahogados para escurrir el bulto. Pero es que además, en mi opinión, le supone al HOY la capacidad de obrar milagros, porque si desacreditar es “disminuir o quitar la reputación a alguien”, en el caso que nos ocupa, ¿cómo podría nadie disminuir o quitar lo que no existe?