viernes, 21 de enero de 2011

POBRECITO MI CIGARRO

¡Madre del Amor Hermoso, chica nos ha caído a los fumadores de poco acá! Desde el 2 de enero, concretamente, fecha en la que entró en vigor la ley antitabaco que la profetisa pajiniana, la de la conjunción planetaria, se sacó de los refajos. A partir de ese día han aparecido pregoneros y sacristanes de todo pelo y condición, hisopo integrista en mano, atizando de forma inmisericorde a los pestosos y hediondos fumadores que en el mundo somos. Viendo la contundencia furibunda empleada por estos, hasta ahora, callados sufridores y la histeria con la que se manifiestan, no me explico cómo han podido convivir con esta patulea contaminante, maleducada, insolidaria y egoísta que, según ellos, formamos los amantes del cigarrito. En este puñetero país, a poco que te descuides, aparecen hasta debajo de las piedras radicales dispuestos a arreglar tu vida y tu muerte, ya sea a base de guantazos o de leyes y, como los maestros carpetovetónicos, bajo el lema de que “esto me duele a mí más que a ti”, te arrean un chascazo en la cocorota con la sana intención de enderezar tu rumbo torcido, aunque esto te suponga un chichón del tamaño de un huevo de dos yemas. Y por tu bien, por tu salud, te dejan con la cabeza hecha vinagre, con el bollo puesto y, claro, con tu rumbo igual de torcido. Y, para más INRI, teniendo que dar las gracias.

Y es que, a lo que voy, creo que esta nueva ley, en lo que a bares se refiere, ha dado una vuelta de tuerca innecesaria. Parecía que se había llegado a una entente cordial, los hosteleros habían hecho las reformas correspondientes y los parroquianos, fumadores y no fumadores, convivían en sus respectivas parroquias sin problemas. Lo cual, que la mar estaba tranquila, en calma chicha, hasta que llegó el tsunami, o sea, hasta que la pitonisa se vistió de salvapatrias, pulmonarmente hablando, y organizó el cisco padre. Y a prohibir se ha dicho, que es lo que les hace levitar como las medallas al perro pulgoso. Y a transformar a los sufridos camareros en policías y a los chivatos asquerosos en ciudadanos ejemplares. Y esto con, entre otras, la excusa peregrina del coste que supone para la Sanidad Pública el tratamiento de los fumadores. Pero, señora mía, si con los impuestos que yo pago por el tabaco que me fumo, tengo un saldo a mi favor con el que podría morirme diez veces seguidas, radiografías y operaciones incluidas. Y todavía le pierdo dinero. Pero, qué más da. Ellos andan a lo suyo, normativa tras normativa regulando la vida de esta panda de desagradecidos y respondones que somos y a los que, elegidos por la historia, les ha tocado redimir. Y como decía, para mayor reconcomio, a rebufo de esta ley represora ha salido a escena un ejército melindroso, delicaditos de pituitaria sensible, que le hacen el caldo gordo a la legisladora iluminada a la que agradecen, unas veces con una cursilería empachosa, otras arremetiendo de forma grosera e injusta contra los apestados, que haya liberado de malos humos sus tiernas naricillas de pitiminí. ¡Me tienen frito estos mojigatos pusilánimes con sus ñoñerías!

Da título a este artículo el de una hermosa canción del gran Atahualpa Yupanqui que decía: “ Pobrecito mi cigarro,/un día te han de culpar/cuando al corazón cansado/se le duerma su compás./¡Qué larga la madrugada!/¡Cuánto tarda en aclarar!/Bien haiga mi cigarrito/consuelo en la soledad.” Ya que esta absurda ley prohíbe cualquier tipo de propaganda a favor del fumeque, me malicio que desde las altas instancias salutíferas de esta España mentecata, habrán cursado órdenes tajantes para que tan bella canción, incluida en un nuevo índice inquisitorial, no sea emitida por emisora de radio o cadena de televisión alguna. Pues anda y que les den a los gazmoños porque yo en este momento la estoy escuchando, mientras me fumo un cigarrito insurgente que me está sabiendo a gloria bendita.

4 comentarios:

Muli dijo...

Tienes toda la razón.Es una exageración la dichosa ley antitabaco,pero así está el asunto.
Un abrazo.

Daniel dijo...

Y luego venden la droga en la puerta de los colegios.Y no hablemos del alcohol.
Un saludo

Juan dijo...

Estoy completamente de acuerdo contigo,Jaime.Y yo no soy fumador ni lo he sido nunca.
Un saludo

Anónimo dijo...

La Ley no prohíbe, regula. Yo estoy encantado con los espacios sin humos. Es cuestión de sentido común, de respeto hacia los demás.