lunes, 30 de marzo de 2009

HOMENAJE A ÁNGEL CAMPOS

En la próxima Feria del Libro de Badajoz se dedicará un día completo a la figura de Ángel Campos Pámpano, recientemente fallecido. A iniciativa del Ayuntamiento de Badajoz y su Concejalía de Cultura, se rendirá homenaje a Ángel en sus facetas de escritor, traductor, profesor, editor y animador cultural. Es de justicia. Como de justicia será reconocer la patente actitud de generosidad del Ayuntamiento hacia el poeta, al contrario de la que éste tuvo con él.

Valverde Berrocoso, en su blog, hace referencia a este homenaje y sigue gimoteando, cansinamente, por el ninguneo al que, según él, le tienen sometido las fuerzas oscuras de toda condición. Yo estuve en la reunión en la que se preparó este día de Ángel. Nos convocó y recibió la Concejala de Cultura, Consuelo Rodríguez Píriz y asistieron también Eduardo Achótegui, Carmen Fernández y María Lairado. Se dieron ideas y se acordaron los actos a realizar. La Concejalía abrió las puertas de par en par y puso la infraestructura institucional al servicio de lo que allí se acordó, aceptando los nombres (Gonzalo Hidalgo, Miguel Ángel Lama, Manolo González, Antonio Sáez, Luis Arroyo...) que, fundamentalmente, presentaron Carmen y Eduardo. Como no podía ser de otra manera, sin ningún tipo de indicación previa ni posterior. No se nombró al tal Valverde Berrocoso ni para bien ni para mal. Insisto, como no podía ser de otra manera.

Sirvan estas líneas para no colaborar con la neurosis vanidosa que este poetoso llorón exhibe ahora en su papel de víctima. Él, que tantas veces ejerció de verdugo sectario mientras estuvo subido en el peldañito que ocupó.

miércoles, 25 de marzo de 2009

MISA POR FELIPE JUAN

Me informa la familia de que, el próximo viernes 27 de marzo, se celebrará una misa por Felipe Juan Delgado-Valhondo Oncíns. Será en la Parroquia de Santo Domingo, en Badajoz, a las 19,30 horas.

jueves, 12 de marzo de 2009

FELIPE JUAN

Hoy han enterrado a Felipe Juan Delgado-Valhondo Oncíns en Mérida, junto a su padre Jesús. Ha muerto con 37 años. No hace un año le diagnosticaron cáncer de mediastino y lo mandaron al deshaucio. Él no aceptó la entrega sin más y luchó hasta el final. Esta enfermedad maldita, cruel, le ha ganado la partida. A él y a todos los que le queríamos.
Lo conocí siendo apenas un bebé y lo he tratado hasta que se hizo hombre, bueno, honesto, cariñoso, íntegro. Su sonrisa seguía siendo la del niño.
No es injusta la vida, es injusta la muerte que se lleva por delante la alegría y el futuro, que rompe proyectos, que desbarata esbozos. Alguien dijo que el dolor mayor de unos padres es sobrevivir a alguno de sus hijos. Yo he sentido el dolor de Joaquina, su madre, con el mismo sentimiento de orfandad.
En el tanatorio, consumiendo mi ración de muerte en un cigarro, veía el campo verde, casi radiante, mientras, a mi espalda, oía los sollozos de Anabel, su mujer, y casi sentía el martilleo de sus lágrimas en el asfalto. ¡Qué angustia tan grande la insolencia de esta primavera anticipada!

martes, 3 de marzo de 2009

EL CINE DE MI NIÑEZ

Era una manera de suspender el tiempo. Dejarlo atrás colgado de un dintel, traspasar la luz roja que macilenta daba la bienvenida y entrar de lleno a la oscuridad que te abrazaba y te llevaba a descubrir los mundos de otros mundos, las luces de otras luces, los sueños de otros sueños. Afuera, la vida, seguía su parsimonia rutinaria, corría torpemente encasillada en el reloj. Pero dentro, útero fiel, hogar entusiasmado, el tiempo no existía. Sentado en la butaca de un morado raído y blanquecino, el tiempo era un instante detenido, el corazón corría por el pasillo sin miedo a extraviarse, la calle no existía, ni el asfalto, ni el examen de Gramática, ni la Misa, ni Cristo Dios Bendito que viniera a anunciarte la catástrofe. Se oficiaba el milagro a medida que las luces, amarillentas, tímidas, se iban apagando. Cuando se iluminaba, a cambio, la pantalla, estabas preso ya en una dimensión que sólo tú sabías, aislado y solidario, sonámbulo despierto. A partir de ese momento, ya no había momento, tan sólo ese milagro del tiempo detenido, inexistente, transformado en asombro, emoción, lágrimas, risas, carreras, aventura, hadas, monstruos, enanos, ratones, gatos, rifles, esclavos, indios, monos, gigantes, gánsteres, mártires… vidas de otros asumidas como propias, latidos que se acompasaban a los nuestros.

Al salir de la sala, la luz era siempre distinta, otra. Los ojos, cuajados de emociones, tardaban en acostumbrarse a la estrechez de las calles conocidas. Odiabas a todo el que se cruzaba contigo con el desprecio de un héroe inmortal, de un vaquero matón, de un pequeño gigante. Lamentabas que el tiempo volviera a existir y, en soledad, seguías viviendo las vidas que no te pertenecían, que habían quedado en el aire del cine esperando a una nueva tanda de afortunados a los que abducir. El portal de tu casa, las punteras gastadas de tus botas gorila, la sonrisa mellada del portero, te devolvían de golpe a la realidad del examen de Gramática, paradigma, ahora, de la pobreza del día a día.

No sé en qué momento de mi vida dejé de sentir este milagro que deja al de la transustanciación en agua de borrajas. De lo que sí estoy seguro es de que ocurrió en el justo momento en que mi niñez huyó, temerosa del paso del tiempo, a ese mundo perdido de los sueños perdidos, justo al lado del país de nunca jamás.

Si alguna vez, una tarde cualquiera, en un cine cualquiera, vuelve a ocurrir el prodigio de que no exista nada más que el asombro y el aire huela a entonces, mi niñez volverá. Se sentará conmigo aquel niño que fui, el tiempo quedará suspendido en sus ojos y yo podré recuperar esa mirada que paraba el reloj cada tarde de sábado.