sábado, 7 de febrero de 2009

TRES AÑOS

Hace tres años, a estas horas, estábamos junto a las tapias del cementerio nuevo de Badajoz. Sonámbulos entre encinas, veíamos cómo un humo negro ascendía, a borbotones, desde la chimenea del crematorio. En silencio decíamos adiós a Antonio Covarsí. ¡Tres años ya! El tiempo, como el humo, cruel, indiferente.
Entonces, publiqué este artículo. Igual que hoy.


MI ANTONIO COSME COVARSÍ

Hacía algún tiempo que andábamos distanciados. Una tarde, ¿te acuerdas?, chocaron tu mal genio y el mío, tal para cual, y las chispas llegaron a los Entrines. Después, pues eso, la tozudez compartida, el miedo o la pereza hicieron el resto. Pero los dos sabemos que era una distancia cálida, porque de qué otra forma podría ser, después de tantos años respirando el aire común de nuestras vidas.

Y esta mañana absurda de domingo, con brumas desquiciadas por el campo, cuando el almendro amanece unas flores que duelen de tan blancas y ya hay unos vencejos que gorjean adelantándose a la idiotez de la primavera, salgo de mi egoísmo en busca de la cita con tu ausencia, camino del encuentro con las lágrimas que de tuyas, son mías. Me dijo José María Valero, señalando el cielo mientras tratábamos de asimilar tu injusto vacío, que los amigos somos como las estrellas, que aunque no las veamos, sabemos que están ahí. Tú siempre has estado ahí. ¡Qué cabezones somos y hemos sido! ¡Qué tiempo de andar juntos desperdiciado!

El dolor se acomoda en esta orilla, tú lo sabes. Pero sostengo la teoría de que, a nuestra edad, buena parte de la alegría que podamos sentir está en la capacidad que tengamos de vivir en nuestros recuerdos. Y ahí te tengo cogido. No puedes escaparte porque, recordándote, harás que sea feliz. Lástima grande, querido amigo mío, que no pueda ya agradecértelo. Pero mira, Cosmito, tenemos tiempo. Tiempo para estar juntos es lo que nos sobra, a ti y a mí, en esta eternidad de nuestros sueños.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Me acuerdo de cuando lo leí.Me gustó mucho.Pero pensé:¡Qué pena la muerte de Antonio y qué pena que
no hubierais hecho las paces antes!
Al no haber sido así,pienso que la muerte de tu amigo,tuvo que ser doblemente dolorosa.

Anónimo dijo...

Yo lo he leído ahora y me ha gustado mucho.Muy sentido y muy tierno.
Estoy de acuerdo con el primer comentario.Cuando la muerte llega,ya no hay tiempo para rectificar.Quizás tu amigo murió sin saber cuanto lo querías.

Anónimo dijo...

Sólo te conozco por las cosas que leo en tu blog.En general me gustan.

Entiendo la discusión con tu amigo y el enfado.No entiendo que después,con el ánimo calmado,no fuerais capaces,ninguno de los dos,de dar el paso y tender la mano,para volver a retomar la amistad perdída.
Si no hubiera muerto Antonio¿nunca tú hubieras intentado una reconciliación?.Me gustaria que me contestaras,si no te importa.

Jaime Álvarez Buiza dijo...

Juan: La verdad es que lo intenté en una ocasión, pero no resultó. Quizás no escogí el momento adecuado, o no supe hacerme entender o no fui lo suficientemente explícito.... No sé. Tenía que haber insistido, pero no lo hice.
No te imaginas cómo me arrepiento.

Anónimo dijo...

Gracias por la explicación,Jaime.
Ayer no te expliqué el motivo de mi pregunta.Hoy te lo voy a decir.
Te dije ayer que no entendía vuestra actitud y no soy quién para decir eso.Y te digo el porqué.
Hace unos años tuve un enfrentamiento con un familiar muy cercano y nos dejamos de hablar.Esa persona inetentó en varias ocasiones hacer las paces y yo ni siquiera lo escuché.Pasó un tiempo y un maldito día mi familiar muere ahogado en el mar.
Ese mismo día hubiera querido morir tambien.Desde entonces estoy
sufriendo por su pérdida y por mi ingratitud.Sobre todo por mi ingratitud.
Tú al menos intentaste la reconciliación con tu amigo,yo no hice nada.
Pido todos los días,desde entonces,que mi familiar,en el lugar hermoso donde está haya sabido perdonarme,cosa que yo no hice.Esto es el pobre consuelo que me queda.
Un abrazo,Jaime.

Anónimo dijo...

¡Qué triste!