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El gallo de Morón. (Me recuerda a alguien...) |
Austria acaba de invalidar el
resultado de sus últimas elecciones presidenciales, que ganó el ecologista
Van der Bellen por poco más de 36.000
votos al candidato del Partido de la Libertad de Austria, una formación
ultranacionalista, antiinmigración, xenófoba y euroescéptica. El Tribunal
Constitucional de aquel país aceptó el recurso presentado por el perdedor, en
el que se esgrimían irregularidades en el recuento de votos, y le ha dado la
razón. Con lo que el próximo otoño, habrán de repetirlas. Sin entrar en
detalles, es evidente que es un claro ejemplo de cómo debe funcionar un Estado
de Derecho digno de tal nombre. Denuncia
del posible fraude ante los tribunales que correspondan , sentencia y ejecución de la misma.
Frente a eso, leo estos días en la
prensa nacional el
relato escrito por
Christian
Avilés, presidente de una mesa electoral en Barcelona el pasado 26 de
junio, de su experiencia en el cargo. En su desahogo -
“lo siento, es largo,
pero si no lo digo reviento”-, publicado en las redes, denuncia algunas de las
múltiples irregularidades -
“a parte (sic)
de varias que no detallaré para no
alargarme”- de las que dice que fue testigo a la hora de recontar los votos
emitidos en la mesa que él presidía. Y ahí habla de los votos por correo y su
falta de custodia, del descuadre en el recuento y el cuadre a chaquetazos, de
la facilidad del mangoneo en los pequeños pueblos de la España profunda, de la
ignorancia supina -
“especialmente de la
gente mayor”- del voto al Senado, de la
aberración que supone destruir los votos sin adjuntarlos a las correspondientes
actas, de la facilidad para alterar los resultados… y de la intervención del
apoderado del PP -
“luego se ha unido a la fiesta el Apoderado (sic)
del PP”-
ante sus denuncias. Y termina su alegato, diciendo:
“Vamos, que supongo que
ahora entenderéis mejor porqué (sic)
gana las elecciones un partido corrupto y
porqué (sic)
no quieren hacer que el voto sea electrónico”.
Sin entrar en consideraciones
sintácticas u ortográficas, que serían suficientes para obviar la perorata
encendida de este presidente eventual y
aconsejarle que lea más, esta última frase es lo suficientemente expresiva,
ideológica y políticamente hablando, como para no hacerle ni puñetero caso,
porque no es que se le vea el plumero, es que lo enarbola con un descaro que
llega a la arrogancia. A mayor abundamiento cuando sabemos, según propia
confesión, que después de este cúmulo de irregularidades, trapicheos, bullas y
protestas, el tipo cogió su moto y llevó al juzgado esas actas tramposas y espurias
no para presentar una demanda por delito electoral contra quien o quienes
correspondiera, sino para legitimarlas con su firma al pie, cometiendo así la
cretinez de ser cómplice de aquello que denuncia. Y, por si eso fuera poco,
dando fe pública de ello, porque resulta que su testimonio, (y me encabrona
utilizar esta frase
que odio especialmente), se ha hecho
viral en las redes. Vamos, primo, que esto se lo cuentas a
Abundio y se
escacharra de la risa viendo como este portento se autoinculpa.

Al hilo de lo anterior, estas
elecciones, además de descubrir a personajes de la lucidez de Christian, han permitido desenmascarar el verdadero talante de aquellos que pretendían asaltar
el cielo y se han tenido que conformar
con dar un saltito al aire para quedarse donde estaban. Anda ahora el
cariacontecido líder buscando las razones de su descalabro, y no acaba de
aclararse. Ni sus monaguillos tampoco. De manera que han optado por preguntar a
los suyos por qué ha pasado lo que ha pasado, por qué se han quedado como el
gallo de Morón. Es una idea, cuando menos curiosa, preguntar a quienes te
votaron el porqué no lo hicieron los que votaron a otros. Pero no debería andar
con elucubraciones, que como siga así se le va a poner mustia la coleta. Y es
que con lo listo que parecía, al final va a resultar ser un zopenco de tomo y
lomo. Que no busque más porque él solito ha tenido la culpa. Él, su soberbia y
su bisoñez política. Porque, vamos a ver: ¿Cómo se le ocurrió a esta alma de
cántaro propagar a los cuatro vientos su adoración por
Zapatero? ¿Cómo confesó
públicamente, sin el menor pudor, que
mantenía fluida relación con semejante suricato? ¿Cómo, incluso, reconoció que
sus consejos le eran de gran ayuda? Pues ahí tiene los resultados de tamaña
insensatez y dolorosa constancia del poder destructor del jettatore leonés. Y
ahora, este verano, a rumiar desconsuelos contando nubes con él, pardillo.
Y mientras él rumia, yo descanso.
Porque mi maestro Tomás Martín Tamayo
lo hace también. ¿Y qué pinta un alumno sin maestro, digo yo? Pues eso, hasta
el 3 de setiembre. A ver si para entonces ya tenemos gobierno en firme al que
poder criticar como se merezca, joé.