viernes, 20 de febrero de 2009

LOS ANONIMITOS

Qué harto empiezo a estar de estos anónimos caguetosos que entran a decir sus cositas en este blog. Ustedes no saben, pero es que cada día que escribo algo que critica oficialidades junteras o colaterales, aparecen como si fuera obedeciendo a la voz de la sargenta. Dejo que alguno asome los cuernos, como éste último chusquero, más que nada para que sigan enganchados al sedal, para disfrutar viendo cómo siguen picando, cómo siguen babeando su bilis. Pero es que son muy cansinos. Ya se limitan a escribir media línea, pulladitas telegráficas, patéticas, todo el bagaje plasmario de sus carencias. O sea, que ando yo como el ministro furtivo, disparando a muflones capados. Con la diferencia de que esta finca es mía. ¡Mira que son tontos estos tontos!

MÁS QUE UN POETA

Mañana, sábado 21, se emitirá el documental Más que un poeta, recorrido por la biografía de Jesús Delgado Valhondo a través de sus versos y de los testimonios de amigos y conocidos.
Será en Canal Extremadura a las 15,00 horas y en Extremadura TV a las 21,30 horas.

domingo, 15 de febrero de 2009

HOMENAJE A JDV

En Trazos. Me ha gustado. Se nota hecho con cariño, la selección de textos está bien escogida y los artículos dan una visión caleidoscópica de Jesús. Creo que quien no lo conociera podrá, con su lecura, intuir algo de su personalidad, de su hondura como poeta y como hombre, de su ternura como amigo y como padre. Y comprenderá nuestra inconsolable orfandad.
Sólo un chirrido, como de grillo ronco. Correspondiendo al dicho aquel de que "de puta a puta, San Pedro es calvo", la ganadería oficial nos ha cambiado a un cabestro por la vaca nodriza. No aparece Justo Vila como me habían dicho y, en su lugar, se encarama Doña Leonor Flores, a la sazón Consejera de Cultura(¿?) y, como todo el mundo sabe, experta en poética y metapoética, intelectual de altura, gran amiga de Jesús Delgado Valhondo y docta en la relación entre la poesía mística y el sexo de los ángeles. Un portento, digo. Nos endilga la señora un artículo desafinado, impersonal, trufado de tópicos y coletillas, escrito a mayor gloria de su labor diz que cultural, con pinceladas de programa político y de octavilla turística. Y toda esta monserga con la coartada de un homenaje a Jesús. Vamos, para ir a mear y no echar gota. ¡Maldita sea mi estampa!

jueves, 12 de febrero de 2009

JDV EN "TRAZOS"

Me invita la Fundación Delgado Valhondo a colaborar en unas páginas especiales que el suplemento Trazos, del Hoy, dedicará a Jesús con motivo del centenario de su nacimiento. Me dicen que también lo harán Ricardo Senabre, Manuel Pecellín, Tomás Martín Tamayo, Antonio Salguero y Ángel Sánchez Pascual, todos ellos conocedores profundos del autor y de su obra.
Veo, con asombro, que en la nómina de colaboradores también figura Justo Vila. Me chirría su presencia. Durante los muchos años de mi profunda relación con Jesús, jamás le oí hablar de Justo para bien o para mal, ni coincidimos con él nunca. No lo tengo, por tanto, por conocedor de la persona. Mucho menos por experto en poesía o crítica literaria. Lo cual que no creo que esté incluido en esta lista ni como amigo ni como perito. ¿En calidad de qué, entonces? Intuyo que el tal se coló, de perfil, como cuota de ganado oficial y oficialista, cuota que habrá que satisfacer por motivos que se me escapan. Si esto es así (y me malicio que sí) y puestos a elegir cabestros, se me ocurren dos o tres nombres de congéneres que, si bien igual de uncidos que el susodicho, tienen más empaque, más caché que él en el tema que nos ocupa. Si ha de cumplirse con el arancel pesebrero, hágase con ejemplares menos mostrencos, de modo que el expediente tarifario resulte lo más aseadito posible, que aún en la oscuridad puede haber matices.
En fin, miserias aparte, yo he mandado lo que sigue:

ÚLTIMO SUEÑO CON JESÚS

Hace unas noches soñé con Jesús. Me ocurre con frecuencia. Suelen ser sueños plácidos, en los que estamos juntos, vuelvo a sentir su olor, su cercanía, se cuelga de mi brazo, nos reímos. Sin embargo éste último ha sido distinto, lleno de desasosiego, de angustia. Aún me tiene confuso, con la extraña sensación, que me inquieta y me oprime el corazón, de que es la continuación de uno ya olvidado. O, peor, el comienzo de otro que vendrá. Así lo recuerdo:

“Yo estaba en lo que parecía ser un patio andaluz, bordeado de macetones con aspidistras que estallaban en verde. En el centro, un pozo forrado de azulejos blancos y azules, rematado en el brocal con ladrillos de un ocre oscuro. Del arco, metálico, negro, colgaba un cubo de metal resplandeciente. No se veía el cielo y, no obstante, el patio estaba iluminado por una luz cenital blanquísima, que reverberaba en las paredes, encaladas, impolutas. No había ventanas en ellas. De uno de sus costados salía una escalera que, encajonada, ascendía muy empinada hacia algún sitio, hacia un lugar indefinido. Oía la voz de Jesús que venía de allí y me urgía:

- ¡Jaime, Jaime, ven que tenemos que despedirnos! ¡Jaime, que me voy, ven…!

Empecé a subir mientras le preguntaba, le imploraba que me dijera dónde estaba. No lo veía y él seguía llamándome. Y yo subía y la escalera no acababa nunca. Y él seguía llamándome.

- ¡Jaime, ven, que tenemos que despedirnos, que tenemos que despedirnos, Jaime, Jaime..!

Notaba que, conforme subía, él se alejaba más de mí. Su voz me llegaba ya muy débil, casi un suspiro, apenas un susurro.

- Jaime, que no voy a volver, que me voy y quiero darte un abrazo, que ya no voy a volver.

Y yo, presa entonces del pánico, lloraba y seguía subiendo aquella interminable y maldita escalera que cada vez nos separaba más, sabiendo que no podría dar con él. Con la etérea, imprecisa consciencia de su muerte.”

Desperté desconsolado, diciendo su nombre. Me levanté y, a trompicones, llegué al despacho para mirar la foto desde la que él me mira sonriente, en la Plaza de España de Badajoz, probablemente después de haber estado conmigo paseando, recorriendo sagrarios profanos o desnudando bogas, enseñándome a descubrir la luz de la espera en una esquina o el otoño en el gris de las aceras. Estuve varios minutos callado frente a él, recordando, recogiendo en mis labios su sonrisa. En mis oídos, aún, su voz llamándome.



sábado, 7 de febrero de 2009

TRES AÑOS

Hace tres años, a estas horas, estábamos junto a las tapias del cementerio nuevo de Badajoz. Sonámbulos entre encinas, veíamos cómo un humo negro ascendía, a borbotones, desde la chimenea del crematorio. En silencio decíamos adiós a Antonio Covarsí. ¡Tres años ya! El tiempo, como el humo, cruel, indiferente.
Entonces, publiqué este artículo. Igual que hoy.


MI ANTONIO COSME COVARSÍ

Hacía algún tiempo que andábamos distanciados. Una tarde, ¿te acuerdas?, chocaron tu mal genio y el mío, tal para cual, y las chispas llegaron a los Entrines. Después, pues eso, la tozudez compartida, el miedo o la pereza hicieron el resto. Pero los dos sabemos que era una distancia cálida, porque de qué otra forma podría ser, después de tantos años respirando el aire común de nuestras vidas.

Y esta mañana absurda de domingo, con brumas desquiciadas por el campo, cuando el almendro amanece unas flores que duelen de tan blancas y ya hay unos vencejos que gorjean adelantándose a la idiotez de la primavera, salgo de mi egoísmo en busca de la cita con tu ausencia, camino del encuentro con las lágrimas que de tuyas, son mías. Me dijo José María Valero, señalando el cielo mientras tratábamos de asimilar tu injusto vacío, que los amigos somos como las estrellas, que aunque no las veamos, sabemos que están ahí. Tú siempre has estado ahí. ¡Qué cabezones somos y hemos sido! ¡Qué tiempo de andar juntos desperdiciado!

El dolor se acomoda en esta orilla, tú lo sabes. Pero sostengo la teoría de que, a nuestra edad, buena parte de la alegría que podamos sentir está en la capacidad que tengamos de vivir en nuestros recuerdos. Y ahí te tengo cogido. No puedes escaparte porque, recordándote, harás que sea feliz. Lástima grande, querido amigo mío, que no pueda ya agradecértelo. Pero mira, Cosmito, tenemos tiempo. Tiempo para estar juntos es lo que nos sobra, a ti y a mí, en esta eternidad de nuestros sueños.

miércoles, 4 de febrero de 2009

UNA CITA DE CIORAN

"Fue en la sala de espera de un hospital: una vieja me contaba sus males... Las controversias de los hombres, los huracanes de la historia, naderías a sus ojos: sólo su mal reinaba en el espacio y en la duración. "No puedo comer, no puedo dormir, tengo miedo, debe haber pus", peroraba, acarciciándose la mandíbula con más interés que si la suerte del mundo dependiera de ello. Este exceso de atención a sí misma por parte de una comadre decrépita me dejó en primer término indeciso entre el espanto y el desánimo; después, abandoné el hospital antes de que llegase mi vez, decidido a renunciar para siempre a mis dolores." (De Breviario de podredumbre)

Temiendo estas castátofres e incapaz de renunciar a mis dolores, yo jamás hablo con nadie en las salas de espera de médicos u hospitales. Ni contesto a los saludos. Ni conozco a nadie. La grosería es una buena estratagema ante el martirio.