viernes, 27 de junio de 2008

GRAN SIMIO

Recupero, a favor de actualidad, este artículo que publiqué en El Periódico Extremadura.


COMUNIDAD DE LOS IGUALES

Un tal Francisco de Asís, (¡cómo estigmatizan a veces los nombres!), diputado del PSOE por Sevilla, ha sido el encargado de presentar en el Congreso de los Diputados una PNL sobre “El Proyecto Gran Simio”. Se basa este engendro igualatorio en la “Declaración de los Grandes Simios”, firmada, entre otros, por Joaquín Araujo, no sé si en calidad de grande, de simio o de ambas cosas. El espíritu que anima esta patochada es el de reconocer a estos animales, por su cercanía genética con el hombre, una serie de derechos similares a los humanos: El derecho a la vida y a la libertad individual y a la prohibición de la tortura. Y he aquí que, dentro de la que llaman “comunidad de los iguales”, equiparan al hombre, con el chimpancé, el chimpancé pigmeo, el gorila y el orangután.

Si no fuera por el escalofrío, me tendría que reír de la ocurrencia. Pero es que los despropósitos de estos activistas de salón, empeñados en pontificar las alucinaciones de su modorra siestera, me dan miedo. Estos acomodados no saben ya qué hacer para interpretar este papel absurdo que ellos mismos se han otorgado. ¡Qué alarde de sensibilidad y progresía! O sea, qué idiotez más grotesca. Porque la prioridad, según yo veo, sería igualar a unos humanos con otros, si de proximidad genética es de lo que se trata. En un mundo en el que seis millones de niños mueren de hambre cada año, por poner sólo un ejemplo, estas milongas naturalistas me producen una perplejidad ciertamente dolorosa.

Porque, además, está por saber si los simios quieren igualarse con una especie tan cruel como la humana.

1 comentario:

  1. Los motivos del lobo


    El varón que tiene corazón de lis,
    alma de querube, lengua celestial,
    el mínimo y dulce Francisco de Asís,
    está con un rudo y torvo animal,
    bestia temerosa, de sangre y de robo,
    las fauces de furia, los ojos de mal:
    el lobo de Gubbia, el terrible lobo.
    Rabioso ha asolado los alrededores,
    cruel ha deshecho todos los rebaños;
    devoró corderos, devoró pastores,
    y son incontables sus muertes y daños.

    Fuertes cazadores armados de hierros
    fueron destrozados. Los duros colmillos
    dieron cuenta de los más bravos perros,
    como de cabritos y de corderillos.

    Francisco salió: al lobo buscó en su madriguera.
    Cerca de la cueva encontró a la fiera
    enorme, que al verle se lanzó feroz
    contra él. Francisco con su dulce voz,
    alzando la mano,
    al lobo furioso dijo: -"¡Paz, hermano
    lobo!" El animal
    contempló al varón de tosco sayal;
    dejó su aire arisco,
    cerró las abiertas fauces agresivas
    y dijo: -"¡Está bien, hermano Francisco!"
    -"¡Como! -exclamó el santo-. ¿Es ley que tu vivas
    de horror y de muerte?
    ¿La sangre que vierte
    tu hocico diabólico, el duelo y espanto
    que esparces, el llanto
    de los campesinos, el grito, el dolor
    de tanta criatura de Nuestro Señor?
    ¿No han de contener tu encono infernal?
    ¿Vienes del infierno?
    ¿Te han infundido acaso su rencor eterno
    Luzbel o Belial?"
    Y el gran lobo, humilde: -"¡Es duro el invierno,
    y es horrible el hambre! En el bosque helado
    no hallé qué comer, y busqué el ganado,
    y en veces comí ganado y pastor.
    ¿La sangre? Yo vi más de un cazador
    sobre su caballo, llevando el azor
    al puño; o correr tras el jabalí,
    el oso o el ciervo; y a más de uno vi
    mancharse de sangre, herir, torturar,
    de las roncas trompas al sordo clamor
    a los animales de Nuestro Señor.
    Y no era por hambre, que iban a cazar".
    Francisco responde: -"En el hombre existe mala levadura.
    Cuando nace viene con pecado. Es triste.
    Mas el alma simple de la bestia es pura.
    Tú vas a tener
    desde hoy qué comer.
    Dejarás en paz
    rebaños y gente en este país.
    ¡Que Dios melifique tu ser montaraz!"
    -"Está bien, hermano Francisco de Asís".
    -"Ante el Señor, que todo ata y desata,
    en fe de promesa tiéndeme la pata".
    El lobo tendió la pata al hermano
    de Asís, que a su vez le alargó la mano.
    Fueron a la aldea. La guente veía
    y lo que miraba casi no creía.
    Tras el religioso iba el lobo fiero,
    y, bajo la testa, quieto lo seguía
    como un can de casa, o como un cordero.

    Francisco llamó a la gente a la plaza
    y allí predicó.
    Y dijo: -"He aqui una amable caza.
    El hermano lobo se viene conmigo
    me juró no ser ya nuestro enemigo,
    y no repetir su ataque sangriento.
    Vosotros, en cambio, daréis su alimento
    a la pobre bestia de Dios". -"¡Así sea!"-,
    contestó la gente toda de la aldea.
    Y luego, en señal
    de contentamiento,
    movió la testa y cola el buen animal,
    y entró con Francisco de Asís al convento.

    Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
    en el santo asilo.
    Sus bastas orejas los salmos oían
    y los claros ojos se le humedecían.
    Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
    cuando a la cocina iba con los legos.
    Y cuando Francisco su oración hacía,
    el lobo las pobres sandalias lamía.

    Salía a la calle,
    iba por el monte, descendía al valle,
    entraba en las casas y le daban algo
    de comer. Mirábanle como a un manso galgo.

    Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
    dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
    desapareció, torno a la montaña,
    y recomenzaron su aullido y su saña.
    Otra vez sintióse el temor, la alarma,
    entre los vecinos y entre los pastores;
    colmaba el espanto los alrededores,
    de nada servían el valor y el arma,
    pues la bestia fiera
    no dio treguas a su furor jamás,
    como si tuviera
    fuegos de Moloch y de Satanás.

    Cuando volvió al pueblo el divino santo,
    todos lo buscaron con quejas y llanto,
    y con mis querellas dieron testimonio
    de lo que sufrían y perdían tanto
    por aquel infame lobo del demonio.

    Francisco de Asís se puso severo.
    Se fue a la montaña
    a buscar al falso lobo carnicero.
    Y junto a su cueva halló a la alimaña.
    -"En nombre del Padre del sacro universo,
    conjúrote" -dijo- "¡oh, lobo perverso!,
    a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
    Contesta. Te escucho".
    Como en sora lucha, habló el animal,
    la boca espumosa y el ojo fatal:
    -"Hermano Francisco, no te acerques mucho

    Yo estaba tranquilo allá en el convento,
    al pueblo salía,
    y si algo me daban estaba contento
    y manso comía.
    Mas, empecé a ver que en todas las casas
    estaban la envidia, la saña, la ira,
    y en todos los rostros ardían las brasas
    de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
    Hermanos a hermanos se hacían la guerra,
    perdían los débiles, ganaban los malos,
    hembra y macho eran como peroo y perra,
    y un buen día todos me dieron de palos.
    Me vieron humilde, lamía las manos
    y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
    todas las criaturas eran mis hermanos,
    los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
    hermanas estrellas y hermanos gusanos.
    Y así, me apalearon y me echaron fuera.
    Y su risa fue como una agua hirviente,
    y entre mis entrañas revivió la fiera,
    y me sentí lobo malo de repente;
    mas siempre mejor que esa mala gente.
    Y recomencé a luchar aquí,
    a me defender y a me alimentar.
    Como el oso hace, como el jabalí,
    que para vivir tienen que matar.
    Déjame en el monte, déjame en el risco,
    déjame existir en mi libertad,
    vete a tu convento, hermano Francisco,
    sigue tu camino y tu santidad".

    El santo de Asís no le dijo nada.
    Le miró con un profunda mirada,
    y partió con lágrimas y con desconsuelos,
    y habló al Dios eterno con su corazón.
    El viento del bosque llevó su oración,
    que era: "Padre nuestro, que estás en los cielos...

    Rubén Darío

    ResponderEliminar