viernes, 30 de octubre de 2015

EL CARAJAL CONSULTIVO

La zapatiesta que estos políticos de nuestros pecados  han organizado esta semana a costa de la supresión, o no, del Consejo Consultivo de Extremadura, ha sido de órdago. Al final, y como suele ocurrirme en todos estos episodios de pugilato político, viendo la prepotencia y la presunción de unos, la bisoñez de otros y la penosa torpeza argumental de casi todos, acabo con un regusto amargo en los adentros, y con esa sensación de hastío y de cansancio que provocan las situaciones cansinas por repetitivas. Diré de entrada que todos estos organismos consultivos ‘superestructurales’, con funciones etéreas y engañosamente expertas, cuyos dictámenes, normalmente enrevesados y farragosos, carecen de valor ejecutivo al no ser vinculantes, me parecen, de entrada, inútiles y perfectamente  prescindibles, a pesar de que a base de leyes y normativas, incluida la de su propia creación, se les vaya dotando de contenido de manera forzada y artificial. A mayor abundamiento, si su falta de efectividad real va acompañada de la convicción de que su existencia no responde a motivos tan encomiables “como la mejora y agilización de la actividad administrativa” sino, cual Senado en miniatura, a otros más espurios y menos altruistas entre los que pueden estar el de agradecer los servicios prestados o dar consistencia a un cesto en donde ir acomodando los descartes políticos. El bochornoso intercambio de sillones entre Clemente Checa y Pedro Tomás Nevado-Batalla es un ejemplo palmario que viene a confirmar esta hipótesis.

El artículo 51 del Estatuto de Autonomía de Extremadura del año 1983, abría la posibilidad de la creación, en un futuro, de “un órgano de carácter consultivo no vinculante”. Un germen que eclosionó 18 años después con la Ley 16/2001, de Creación del Consejo Consultivo de Extremadura, con sede en Badajoz, ratificada, si no me informan mal, a pesar de los votos en contra del PP. No obstante, el organismo no estuvo realmente operativo hasta el año 2004, en que se aprobó su Reglamento. Quiere esto decir que Extremadura, como Comunidad Autónoma, estuvo 21 años sin sus preceptivos e indispensables dictámenes y ello no supuso ninguno tipo de parón en su actividad legislativa ni administrativa. Me atrevería a decir que, antes al contrario, posiblemente la hizo menos lenta al eliminar un trámite del todo protocolario e inane. Aún así, en la reforma del Estatuto de 2011, es incluido en su articulado y adquiere carta de naturaleza orgánica con los votos unánimes de la Asamblea.

Sin estos datos, y solo por lo visto y oído esta semana, la actitud de sus protagonistas en esta ‘riña de gatos’ me ha parecido de lo más grotesca. Pero con ellos, además, tendría que añadir incoherencia al ridículo. Porque incoherente me parece que el mismo partido que dio vida al engendro y lo ratificó hace apenas 4 años, el PSOE, ahora sea el más interesado en quitársela. De la misma manera que veo incongruente lo contrario, que quien se opuso a su alumbramiento, el PP, ahora se empeñe en perdonarle la vida. Por otra parte,  el insinuar, como ha hecho Monago, que la razón para suprimirlo es que está ubicado en Badajoz y no en Villanueva, es de una simpleza pueril. Y si estamos con Lamarck en que “la función crea el órgano y la necesidad la función”, el paso atrás dado por Fernández Vara, que ante la duda de que no pueda eliminarlo sin reformar el Estatuto  pretende privarlo por ley de sus funciones, es de una aberración antinatura estrambótica. El escrito admonitorio y prepotente, lleno de amenazas solapadas, que el actual presidente del dichoso Consejo ha dirigido a la Mesa de la Asamblea, al tiempo que da una clara muestra de su talante político y de su talla profesional, ha servido para completar este espectáculo desquiciado y deprimente.

En fin, documentándome para escribir este artículo, me enteré de que una condición necesaria y suficiente para poder ser elegido consejero consultivo permanente es haber sido presidente de la Asamblea de Extremadura. ¡Ay, mamasita!, como Fernando Manzano. Lo imaginé, en el delirio modorro del que fui súbita presa, traspolando dictámenes jurídicos sobre leyes, recursos, conflictos de atribuciones, expedientes… y fue una visión tan espantosa y perturbadora, que me hizo perder la presencia de ánimo y caer en unos temblores espasmódicos y anárquicos que me encoñetaron el labio inferior y de los que he tardado dos días en recuperarme. Antes de desvarío tan terrible, estaba convencido de que todos estos organismos eran tan solo una institucionalización del pasteleo partidista y, por ende, entes inútiles que habría que suprimir. Ahora estoy seguro de que, además de inútiles, pueden llegar a ser demoledores. Y lo malo es que la amenaza sigue ahí

sábado, 24 de octubre de 2015

¿A LA VEJEZ, MACHISTA?

Leí el pasado domingo la entrevista, extensa y clarificante, que Manuela Martín le hizo a Guillermo Fernández Vara en estas páginas. Hay aspectos de la misma en los que no me atrevo a entrar, más que nada porque no tengo datos ni conocimientos suficientes como para poder opinar sobre ellos: la herencia recibida, el desfase presupuestario, el déficit, la deuda, histórica o actual, los entresijos de las relaciones políticas... Ahí siempre hay declaraciones encontradas de los que se van y de los que vienen, con lo cual mejor callar que pasarme de listo. Sobre todo cuando la legislatura está en pañales y, como decía el otro, lo que sea sonará. Me imagino que a lo largo de estos cuatro años se irá viendo quién tiene razón y, sobre todo, quién es más veraz o, si se prefiere, quién nos miente menos. Dicho sea de paso, eso de los 100 días de tregua siempre me ha parecido una estupidez fuera del contexto en el que tuvo su origen, pero hay tópicos que se enquistan en el imaginario colectivo y a ver quién es el guapo que los avienta.

A pesar de mi prudencia, hay dos afirmaciones que no puedo pasar por alto y sobre las que sí me siento capacitado para opinar como cualquier hijo de vecino. Dice el presidente-consejero, refiriéndose a la pasada legislatura y a las dificultades de su labor de oposición, que hubo de efectuarla “con un apagón informativo brutal y con un control de los medios públicos como nunca se había conocido”. La persecución del anterior gobierno regional por activa o por pasiva a los medios no afines, ha sido patente. Pero es difícil de entender, o no, cómo alguien que no es un recién llegado del espacio exterior, sino que fue consejero y delfín del sátrapa, puede soltar afirmación tan contundente con ese desahogo amnésico, teniendo en cuenta que él colaboró con alguien que retorció la famosa frase de McLuhan y, haciendo con ella un anagrama cutre y despótico, la transformó en “El miedo es el mensaje”, y, así, controló y acosó a medios públicos y privados que no le rendían la pleitesía incondicional que él demandaba. Como diría Cantinflas: “Fíjate, tan grandote y tan olvidadizo”. Y en un recuadro, se destaca estotra: “No he conocido a ninguna a mujer que haya trabajado conmigo que haya sido una inútil; a hombres sí”. De entrada, me quedó la duda de saber si es que ninguna era inútil o a la inútil que hubiere, de haberla, él no la conocía. Pero visto después el convincente ejemplo con que ilustra aseveración tan maximalista ya no me quedó ninguna duda: “Pepe Gotera y Otilio eran hombres”. Pues ya está todo dicho, así que de doña Urraca o de las hermanas Gilda mejor ni hablamos.

O al menos no hablo yo, vaya a ser que mi vida vuelva a sumergirse en la vorágine de dudas que me supuso leer el artículo que, páginas más adelante, firmaba Beatriz Muñoz González y en el que descubrí que, por dos líneas anecdóticas de un artículo anterior, me incluye en la infame nómina de los machistas de la Universidad de Extremadura. Y acoto hasta la territorialidad y el enclave profesional porque ella, además de profesora de Sociología en la UEx como añade a su firma, es la directora de su Oficina para la Igualdad. Y me imagino que hasta ahí es hasta donde abarca su jurisdicción y su posibilidad de estigmatizar pontificando. La verdad es que la alarma me duró poco porque, leído el texto con detenimiento y después de un primer titubeo, vi sus argumentos tan pueriles, tan manidos, tan propios de un razonamiento inductivo (gracias, Pilar),  tan inconsistentes, que al momento recuperé la presencia de ánimo. Y es que escribir un artículo catalogando de manera dogmática opiniones ajenas a base de hacer categoría de la anécdota es, además de una osadía, una torpeza impropia de una mente con un mínimo de racionalidad. Si en realidad de lo que se trata es de justificar el puesto y el rol, añadido al mismo, de ojeador de todo aquél que se salga de los límites de la corrección político-feminista al uso, al menos debería documentarse antes de incluir a alguien en el catálogo de los impresentables y no hacerlo de manera tan frívola e injusta.

Pero bueno, al final quedé tranquilo cuando mi santa, después de hacerle partícipe de mis cuitas y de leer el artículo de marras, me dijo de la forma categórica con que dice las cosas cuando son como son: “Anda ya, Jaime, ésta no te conoce. Ni caso”. Pues amén.

sábado, 17 de octubre de 2015

PAPARRUCHAS

Hay situaciones en las que parece que la ignorancia de algunos de nuestros políticos se exacerba, haciéndoles salir a la palestra al mogollón como si compitieran por ver cuál de ellos dice la memez mayor. Entran en una especie de furor diarreico irreprimible y, orondos, con caras de estar descubriendo la penicilina, dan en largar paridas, a cual más zopenca, sobre lo divino, lo humano y lo mediopensionista con una soltura solo equiparable a su indigencia educativa. Si al elenco protagonista añadimos la actuación de figurantes espontáneos que, como por ensalmo, parecen salir de su letargo con renovados bríos en su afán de emular chorradas y disparates, la escena, si no conllevara la tragedia que supone dejar en una evidencia palmaria la miseria intelectual de unos y de otros, sería tan hilarante como la famosa escena del camarote de los hermanos Marx.

Hablo de la sarta de idioteces que hemos podido oír, y sufrir, a costa de la Fiesta Nacional de España. No sé si seré muy torpe o, con la edad, me estaré volviendo un carcamal recalcitrante y emboscado, pero en la exposición de motivos para elegir la fecha no  encuentro nada execrable, ni atisbos fascistas o franquistas, ni visos de una añoranza imperialista. Antes al contrario, me parece de una evidencia contundente: La fecha elegida, el 12 de octubre, simboliza la efemérides histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política, y la integración de los reinos de España en una misma monarquía, inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos, se dice en la exposición de motivos de la Ley 18/1987 de 7 de octubre. La historia es lo que tiene y eso es una verdad irrefutable, lo diga Agamenón o su porquero. Andar tergiversando la realidad de la Alta Edad Moderna con la visión del siglo XXI, mayormente si esta es torticera y dogmática, es de una torpeza que entierra, a quien lo hace, en el más espantoso de los ridículos. No sé quién empezó, pero detrás del primero vinieron legión: el Kichi o Quichi o comoquiera que se escriba, Ada Colau, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, y un sinnúmero de correligionarios agrupados en las redes sociales bajo la etiqueta “resistencia indígena”, que les debe de sonar muy bien pero resulta ser una puñetera idiotez, (a no ser que quieran resucitar a Moctezuma y a Túpac Amaru para enrolarse en sus huestes aborígenes y reescribir la historia), atropellándose por decir sinsorgas y paparruchas a cuál más alucinante: Expolio, genocidio, masacres, sometimiento de culturas, comparaciones entre el 12 de octubre y el 18 de julio, plebiscitos para elegir una “fecha cívica y patriótica”… en fin, un gazpacho intragable y estomagante. Para completar el reparto no podía faltar en el sarao Guillermo Toledo, ese trasunto del Actor Secundario “Bob” en Los Simpson,
que ha salido de su caverna atiborrado hasta las trancas de Laxen Busto, para ciscarse sin mesura en todo lo que su ideología paranoica le dictaba, y haciendo alarde, a base de caguetilla, de una  profundidad de pensamiento y de una lógica dialéctica abrumadoras. Un portento el individuo.
                                                                                                                                         
Pero, sin duda, la actuación estelar más trompetera en este tinglado artificioso montado a costa de la Fiesta Nacional de España, ha sido la de Pablo Iglesias, que ha interpretado a las mil maravillas el papel principal de un vodevil en dos actos, intitulado “No voy porque no me invitan y si me invitan no voy”. Una vez desmontado el infundio de su discriminación por parte de la Casa Real, el susodicho declinó la invitación, dizque traspapelada, con el contundente argumento de que, según le habían dicho, el acto “era un  poquito tostón” y, además, y aquí viene lo sublime, porque “consideramos que nuestra presencia es más útil en la defensa de los derechos y la justicia social en este país, que en este tipo de actos”. O sea, "como sé que te gusta el arroz con leche, por debajo de la puerta te aviento un leño”, pero con ínfulas redentoras.  Este muchacho, al que encuentro cada vez más poquita cosa y más desvaído, no deja de sorprenderme en su tozudez por ser un cursi redomado. Lo vi en la entrevista que le hizo Risto Mejide, y pasaba del melindre a la ordinariez con una facilidad pasmosa, pero siempre tratando de envolver todo su discurso simplón, incluso el palabrotero, con una pátina de trascendencia verdaderamente empachosa. Su prédica maniquea de “corta y pega”, de tópicos y de eslóganes manidos, suena cada vez más hueca y más impostada. Y así le va en las encuestas.

sábado, 10 de octubre de 2015

COMIENZO DE CURSO

Parece que el gallinero se va animando. Hemos pasado 100 días en una especie de parada técnica en la que unos y otros han medido distancias valorando con pequeños picotazos la capacidad de reacción de los contrincantes, pero sin que llegara la sangre al río. Apenas resaltar un par de salidas de pata de banco de Monago que tan solo han servido para desnudarle y dejarnos descubrir su interior más tortuoso y mezquino. Porque sus lamentables declaraciones tras la dimisión, más que justificada por sus problemas de salud, de Santos Jorna como consejero de Medio Ambiente, y la equiparación ciertamente miserable y torpe de la caída de un falso techo en el Hospital Infanta Cristina, un incidente menor, con el incendio de la Sierra de Gata, una catástrofe mayúscula, han demostrado de forma palmaria hasta donde puede llegar su falta de escrúpulos y su exceso de bilis.

Esta calma chicha postelectoral se ha roto esta semana, como si el otoño, con el comienzo del curso y el fresquito mañanero, hubiera despertado a nuestros políticos de la modorra estival. Un primer síntoma que ha abierto las expectativas de un nuevo periodo de actividad ha sido el asunto Ropero, que en plan La Parrala con su Senado sí-Senado no, ha demostrado que la intención más que conjeturable del PSOE extremeño de romper, en lo posible, con la vieja guardia ibarrista, no va a ser tan fácil. Desde mi punto de vista, aquí pincharon en hueso y los toreros resultaron toreados por un cinqueño que, a pesar de una rendición final aparentemente ortodoxa con el canon de ‘una persona, un cargo’, los ha tenido en su terreno y ha soltado el mango de la sartén cuando le ha parecido bien. El desequilibrio de fuerzas y de astucia ha dejado en evidencia a más de uno, que esperaba encontrar a un manso manejable y ha tenido que lidiar con un morlaco más resabiado que el mismísimo Ratón. A mayor abundamiento, convendría no olvidar que Vara fue presidente de la Junta de Extremadura, (y por eso lo es ahora), gracias a que fue adoptado como delfín por el gran preboste omnisciente. De modo que, en ocasiones, romper con el pasado ajeno no es tarea sencilla cuando resulta imposible romper con el propio. A no ser, claro está, que se repita aquello del camino de Damasco de Saulo y, tras el derribo del caballo y la revelación cegadora, haya quien se tenga que cambiar hasta de nombre y no le baste, para marcar autonomía, con un discurso bonachón y bienintencionado. Y en este caso, para más inri, la empresa puede ser aún más que dificultosa, porque el dios que lo ilumine derribándolo podría ser el mismo que lo encaramó en lo alto del corcel.

Otro dato que durante la semana ha marcado el reinicio de la actividad política ha sido la presentación, por parte de la consejera de Hacienda, Pilar Blanco-Morales Limones, del plan económico financiero 2016-2018. La vi unos instantes en el telediario regional, en la rueda de prensa que convocó al efecto, y la primera impresión no pudo ser más negativa. La última imagen que tenía de ella fue al poco de ser nombrada, y me pareció una mujer elegante, como vestida de domingo, pulcra, repeinada, segura de sí misma, con aspecto saludable y, sí, con alguna dificultad para expresarse con fluidez pero con cierta capacidad dialéctica para salir del atascamiento. Por lo poco que vi anteayer en televisión, la encontré demacrada, titubeante, insegura y con su incapacidad expresiva aumentada. Por no hacer juicios apresurados, he buscado en Internet la rueda de prensa y la he visionado entera. Y me ha confirmado que mi primera impresión no iba desencaminada. Seguía vestida de domingo, eso sí, pero despeinada, ojerosa, insegura, con la mirada huidiza y, lo que es peor, con un discurso de catecúmeno reiterativo y recurrente, lleno de tópicos y eslóganes generalistas, con pocas cifras, menos explicaciones y una capacidad de decir una cosa y su contraria que me apabulló y me produjo una sensación de fragilidad en sus convicciones y en la solidez de su línea argumental del todo desasosegante.


Pero bueno, en lo que a mi actividad articulística se refiere y haciendo de la necesidad virtud, me acojo al viejo dicho de que “cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana”. Ahora que la puerta siempre abierta del inefable Fernando Manzano, otrora presidente de la Asamblea y, por tal, primo de su chófer, solo se me ofrece entornada de manera esporádica, es posible que las urnas me hayan abierto la ventana luminosa de esta consejera de intermitente y pálida facundia. No sé si tendrá chófer pero, a estas alturas, eso ya me da igual.

sábado, 3 de octubre de 2015

CRÉDITOS "TRASPOLADOS"

En estas mismas páginas me lamentaba, no ha mucho, de que, por mor del resultado de las últimas elecciones autonómicas, desaparecía del primer plano de la política extremeña uno de los personajes más pintorescos y articulísticamente atractivos que han pasado por ella. Para mí, sin duda, el primero en la tabla clasificatoria que pudiera establecerse al efecto. Daba cumplida cuenta, entonces, de las veces que una de sus prodigiosas intervenciones me había sacado de mi atasco creativo facilitando, así, que pudiera cumplir a tiempo con mi compromiso sabatino. Y terminaba: A pesar de la terrible y previsible pérdida de esta tabla salvadora para mis ideas náufragas, conociendo la peculiar idiosincrasia del personaje, siempre dispuesto a hacer alarde de su incapacidad para la facundia, albergo esperanzas de que, aun en su papel de peón opositor, me dé alguna oportunidad en la próxima legislatura de reverdecer alegrías pasadas. Tiempo al tiempo, pues, y castañas en Adviento. Como el avisado lector habrá deducido me estoy refiriendo al sin par Fernando Jesús Manzano Pedrera, otrora presidente de la Asamblea de Extremadura y, por tal, primo de su chófer, y hogaño relegado a vicepresidente segundo de la misma, un cargo sin duda honroso pero que le obliga a mantenerse en una posición discreta y poco lucida, lo que le impide desplegar el protagonismo luminoso con que nos deleitó la pasada legislatura. Una verdadera tragedia ya que  priva a la sociedad extremeña, y mayormente a mí, de la posibilidad de apreciar su enorme facilidad oratoria, su fina ironía, la vastedad de sus conocimientos y ese su elegante e hipnótico carisma que embelesa.

Esta merma en obligaciones políticas y en actividad pública no ha logrado amilanar a su espíritu inquieto. Antes al contrario, sin duda le ha servido de estímulo para embarcarse en una nueva empresa que llene el tiempo libre del que ahora dispone y enfocada a aumentar, si cabe, su gran acervo cultural y académico. Es por ello por lo que, según parece, ha iniciado los trámites para matricularse en el Grado de Ciencias Políticas y Gestión Pública. A pesar de que estos estudios universitarios son muy similares a los que se imparten en la UNED de Mérida, él prefiere matricularse en la Universidad Internacional de La Rioja que, por más que la he buscado, ni aparece en el ranking ISSUE (Indicadores Sintéticos del Sistema Universitario Español), lo que debe de ser indicio de su peso específico en el conjunto nacional. Imparte su “educación a distancia 100% online más prácticas presenciales de 120 horas”. Y no solo convalida, como todas, créditos por estudios similares aprobados, sino también, como algunas, “por experiencia laboral y profesional”. Poco ha tardado este político sagaz en solicitar a la Asamblea un certificado que acredite su trayectoria institucional a fin de entalegar, de bóbilis, un buen número de créditos. ¿Estará en la cantidad de estos el intríngulis de su elección? No lo sé. En cualquier caso, de ser esto así, hay un matiz en el tratamiento convalidatorio ciertamente singular: Si para la convalidación por otros estudios cursados se exige un certificado académico que atestigüe las asignaturas aprobadas, ¿por qué para la experiencia profesional, política en este caso, no se exige un certificado de aptitud similar bastando solo el hecho de tenerla? Y si, a mayor abundamiento, convenimos en que el examen para demostrar dicha aptitud son las elecciones, que aprueban o no la gestión realizada, es obvio que Manzano y sus compañeros en esta aventura estudiantil, Luis Alfonso Hernández Carrón y Francisca Rosa Romero, han suspendido sin paliativos. Qué van a convalidar entonces, ¿su ineptitud, su incompetencia? Que alguien me lo explique, porque soy incapaz de entender los fundamentos en que pueda basarse este birlibirloque académico.

En fin, si las cosas les van bien y la legislatura como debe, quizás para el próximo examen, léase elecciones, habrán realizado el preceptivo ‘Trabajo Fin de Grado’. Sin que sirva de precedente, solo movido por el sincero sentimiento de gratitud que albergo hacia él y como pago al socorro involuntario que me presta en estas lides, me permito sugerir a Fernando Manzano algunos títulos: ¿Recalcitrante o reconfortante? Un apunte epistemológico sobre sinonimia y polisemia en el lenguaje político, podría ser uno. El derecho consuetudinario y su dicción sin atascos, no estaría mal. Pero me inclino por el más contundente y más identificado con su idiosincrasia y su desparpajo dialéctico: Nociones sobre la ‘traspolación’, o no, de resultados electorales. Teoría y práctica del trastrueque de votos. Cualquiera de los tres me haría mucha ilusión, pero este último me ‘traspolaría’ a un nirvana excelso y reconfortante… o recalcitrante, que ya no sé yo.